domingo, 8 de enero de 2012

AUTOBIOGRAFÍA EN LA ANTIGÜEDAD: ISÓCRATES Y SOBRE EL CAMBIO DE FORTUNAS



Isócrates de Atenas es prácticamente contemporáneo de Platón. Sin embargo, se le puede considerar en varios aspectos como su polo opuesto. 

Sobre su vida, empiezo por recordar sus fechas (436 – 338) y compararlas con las de Platón (428/427 – 348/347). Según una tradición poco fiable, se dejó morir de hambre tras la derrota ateniense en Queronea. 

Se instruyó con figuras como los sofistas Gorgias (al que sigue en el estilo), Pródico y el propio Sócrates. Descendiente de una familia acaudalada (pero no aristocrática, a diferencia de Platón), perdió la fortuna de su padre en la guerra del Peloponeso. 

Entre 403 y 390, hubo de dedicarse a escribir discursos judiciales para otros, a fin de poder sobrevivir (trabajó como “logógrafo”). Más adelante (p. ej. en Sobre el cambio de fortunas) negará haber desempeñado esta actividad, que era considerada como propia de artesanos. Mira Sobre el cambio de fortunas 36, 38: 
Ni aunque pudiera hablar así sobre mí, no se verá que me haya dedicado a discursos semejantes [de tipo forense]. A mí nadie me ha visto en los consejos ni en las investigaciones de un proceso, ni en los tribunales ni con los árbitros, sino que estoy tan alejado de todo esto como ningún otro ciudadano (trad. J. M. Guzmán Hermida). 
En 390 instituyó una escuela en la que Isócrates intentaba enseñar a la juventud lo que él llamaba “filosofía”, el tipo de educación y cultura práctica que necesitarían los jóvenes para su vida pública.

Pero, desde el punto de vista de su contemporáneo Platón, aquello no era una escuela de filosofía sino de retórica. A este respecto es importante, dentro de la obra platónica, el Gorgias y el final del Fedro (278 e ss.), donde se habla de Isócrates en términos evidentemente irónicos:
No sería nada extraño que, al avanzar su edad [la de Isócrates], en ese tipo de discursos que ahora intenta sobrepasara a todos los que anteriormente escribieron más que si fueran niños; y mucho más aún, si no le contentaran estos discursos, y a cosas mayores le condujese un impulso más divino. Pues por natural disposición, amigo mío, hay en la mente de este hombre cierta filosofía (trad. L. Gil). 
Sobre la escuela de Isócrates como escuela de retórica habla también, p. ej., Cicerón (De or. V 27, rhetoris officina). De esa escuela salieron, entre los oradores, figuras como Iseo, Licurgo e Hiperides. También formó a políticos e historiadores, desde presupuestos claramente distintos de los observados en la Academia de Platón.

Con todo, hago observar que Isócrates parece haber sentido la mayor hostilidad no hacia Platón sino hacia Aristóteles: el sentimiento, a tenor de lo que sabemos y leemos en las obras, era mutuo.

En lo político (ámbito en el que también intentó influir) defendía posturas conservadoras, se oponía a la democracia radical y era favorable al panhelenismo.

En época helenística se conservaban 60 discursos bajo su nombre: hoy tenemos 21. En ellos hay oratoria judicial (escrita para sus clientes antes de la fundación de la escuela), oratoria epidíctica, ejercicios retóricos (Helena y Busiris), así como dos textos que podemos considerar como manifiestos y defensas de su método intelectual: Contra los sofistas y Sobre el cambio de fortunas.
  • El primero de estos trabajos tiene carácter programático y debió de ser compuesto poco después de la apertura de la escuela de Isócrates; en la obra, el orador intenta marcar distancias con respecto al relativismo de la Sofística. 
  • El segundo trabajo se escribió en el año 354, desarrollando las ideas incluidas en la obra anterior (a la que cita: cfr. § 194, “Para evitar estas acusaciones [de ser un sofista], cuando comencé a dedicarme a esta actividad divulgué un discurso escrito en el que dejaba claro que criticaba a quienes hacen promesas excesivas [a los sofistas en cuanto educadores] y exponía mi propia opinión. (...) Intentaré explicaros lo que declaraba. Empezaba desde aquí”). El Sobre el cambio de fortunas es el texto que la crítica considera como la “autobiografía de Isócrates” y al que consagraremos aquí nuestra atención. 
Antes de entrar a hablar en detalle de Sobre el cambio de fortunas recuerdo que también forman parte de la obra de Isócrates discursos de carácter político, lo cual es coherente con lo esbozado antes sobre los intereses del autor.

Puede comentarse también, como otra observación de carácter general, que existe acuerdo en considerar que el estilo de Isócrates no es especialmente memorable: p. ej., es uno de los autores más criticados por distintos vicios de estilo en el Tratado de lo sublime de Pseudo-Longino.


Sobre el cambio de fortunas fue escrito a partir de una situación propiciada por el sistema judicial ateniense.
El ciudadano Megaclides, que debía sufragar, como acaudalado, unos gastos de interés público (concretamente, una trierarquía), propuso contra Isócrates, hacia el año 355, un pleito de cambio de fortunas (antídosis), que implicaba la obligación de que Isócrates se encargara de esa leitourgía (si es que se juzgaba que era más rico que Megaclides) o bien intercambiara con él su fortuna (con lo que saldría perdiendo en términos económicos). 
 Isócrates perdió el proceso, en el que le defendió su hijo adoptivo, Afareo, y hubo de cargar con los gastos de la leitourgía. Esto debió de hacerle comprender la opinión que tenían de él los ciudadanos atenienses, quienes pensaban que se estaba enriqueciendo a través de las actividades de su escuela.

Ante esta situación escribió en 354 / 353, a la edad de ochenta y dos años (cfr. § 9), su discurso Sobre el cambio de fortunas como defensa de su actuación y del tipo de paideía (educación) que transmitía. Obviamente, éste no es el discurso real que se pronunció en el proceso promovido por Megaclides, aunque la situación de partida sea análoga.

En la ficción, el discurso se escribe con motivo de una acusación formulada contra Isócrates por un tal Lisímaco; supuestamente, éste le había acusado de corromper a la juventud (cfr. el caso paralelo de Sócrates) y enriquecerse con sus enseñanzas.

Como esquema del discurso se puede proponer el siguiente:
  • 1 – 13: Prólogo (razones del autor para escribir el discurso). 
  • 14 – 25: Exordio (las dificultades de la defensa ante una acusación, tópico de las defensas judiciales). 
  • 25 – 33: Exposición de la acusación de Lisímaco. 
  • 33 – 166: Justificación de la actuación de Isócrates como orador (se aducen pasajes de tres de sus discursos: autocitas!). 
  • 167 – 292: Defensa del método de educación de Isócrates (hace un repaso de la pedagogía en el siglo IV a. C.; contrapone su tipo de educación a la de los filósofos erísticos, “discutidores”, en referencia a Platón y su escuela, Aristóteles incluido: § 258 ss.). 
  • 293 – 323: Apelación a la opinión del público (otro motivo habitual en este tipo de discursos) y exhortación a que los atenienses sigan cultivando la cultura que ha hecho famosa su ciudad. 
Jaeger (Paideia 923) consideraba este discurso como una mezcla de oratoria judicial (forense), autodefensa y autobiografía. Es cierto que, desde un punto de vista de género, presenta coincidencias con la Apología escrita por Platón:
  • En esta obra, según Jaeger, Platón crea una forma literaria nueva al convertir el discurso forense en confesión que hace un personaje intelectualmente destacado para intentar justificar sus actos ante la opinión pública. 
  • Además, la relación con la Apología de Platón se aprecia también en el nivel textual, en los ecos de la obra antigua recogidos en la moderna. 

Propongo hacer una lectura selectiva de esta obra, centrándonos en los siguientes pasajes:

PRÓLOGO (1 – 13):
  • ataques a los sofistas 
  • marca distancias entre su actividad y la de los autores de discursos forenses 
  • expone las circunstancias que le movieron a escribir la obra con 82 años: cfr. § 7, “retrato de mi pensamiento y de mis otras actividades en la vida” (por tanto, Isócrates parece concebir el texto como autobiografía avant la lettre
  • explica por qué escoge la forma del discurso 
  • emplea el motivo tópico de la dificultad de la empresa.
EXORDIO (14 – 25): la supuesta acusación de Lisímaco; hay ecos de la Apología de Platón.

JUSTIFICACIÓN DE LA ACTUACIÓN DE ISÓCRATES COMO ORADOR; cfr. § 143 ss.: síntesis de lo hecho por Isócrates en su vida:
  • orador 
  • no se ha metido en pleitos 
  • se ha mantenido al margen de los cargos públicos 
  • aportaciones a la ciudad / el tema de la envidia: en opinión de Isócrates, los atenienses le tenían envidia (éste es uno de los motivos que recurren en la obra).
DEFENSA DEL MÉTODO DE EDUCACIÓN; cfr. §§ 270 – 278: el concepto de philosophía en Isócrates.

Nótese que en Sobre el cambio de fortunas no hay apenas narración, o al menos no hay narración de acontecimientos protagonizados por Isócrates. Es muy poco lo que se nos cuenta sobre sucesos de su vida, aparte de las informaciones que da al principio sobre el proceso de antídosis.
Una excepción puede ser la referencia a la ruina familiar contenida en §§ 161 – 162. 
En algún otro lugar Isócrates refiere los consejos que le dio a un personaje público caído en desgracia (Timoteo): §§ 132 ss. Pero hay poco más. 
Entonces, ¿en qué sentido podemos reconocer en este texto una autobiografía?: ¿solamente en el sentido de que es una exposición de sus convicciones (pero no de sus “otras actividades en la vida” y una apologia pro uita sua?; ¿es esto suficiente para considerar un texto como autobiografía? 

A este respecto se ha de recordar la declaración que hizo Isócrates en § 7 y, en todo caso, cabe cuestionar hasta qué punto cumplió Isócrates con lo prometido.




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