lunes, 30 de julio de 2012

YO NO ENSEÑO GRIEGO PARA QUE LOS ALUMNOS APRUEBEN "GRIEGO"


No, claro que no lo hago por eso. No enseño griego para que los alumnos se saquen unos créditos. Lo hago para que, quienes quieran, aprendan todo el griego de que sean capaces y puedan leer griego (en los casos ideales); porque muchas de las cosas que se escribieron en esa lengua valdrá siempre la pena leerlas. Así lo hicieron conmigo en la Autónoma y eso es lo que intento transmitir.

De alguno de aquellos profesores de Madrid he heredado muletillas, consignas de aprendizaje que yo también transmito porque creo que son útiles. He ampliado además ese repertorio y eso es lo que quiero publicar y compartir en esta entrada de didáctica, la primera de este tipo que se incluye en El festín de Homero.



Empecemos por el principio y por aquella máxima que algún profesor (de Navarra) escribía en la pizarra el primer día de curso: 
Repetitio mater studiorum.
Repetir. Tan rutinario como necesario. La cuestión es que, hoy por hoy, sigue siendo imprescindible memorizar, como en época de Platón, y casi cualquier ocasión es buena para hacerlo repitiendo y volviendo a repetir. Si los farmacéuticos inventaran pastillas para no tener que aprenderse los verbos polirrizos...

De los errores se aprende.
Si un día decimos que en griego la palabra nómos, significa "señor pequeñito" (¡ojo!, los 'gnomos' no son invenciones griegas), ¿qué importa? No se nos va a olvidar nunca que en griego 'ley' se dice nómos.

Non multa sed multum.
O lo que es lo mismo:
Cuatro ideas pero claritas.
 O lo que quizá vuelva a ser lo mismo:
No hay que hacer un buen trabajo - hay que hacer UN trabajo.

Non multa sed multum es una defensa clásica de la calidad por encima de la cantidad. Se lo recomendé en cristiano (cuatro ideas pero claritas) hace muchos años a un amigo que se estaba enredando con su carrera. Y se complicaba la vida (¡esto es otro caso real!) como el alumno que me dijo que para aprender griego necesitaba estudiar primero la Lingüística indoeuropea de H. Krahe; no, no aprobó nunca griego, solo se presentó al primer parcial.


La última versión de la máxima (y la anécdota del alumno que leía a Krahe) insiste en la idea de que el perfeccionismo es enemigo de la calidad. Lo mejor es enemigo de lo bueno, dicen, y creo que es verdad en muchos órdenes:
no hay que esforzarse en hacer un buen examen de griego - hay que querer hacer UN examen de griego;
no hay que  esforzarse en hacer una buena tesis - hay que querer hacer UNA tesis.


Si una traducción tiene sentido, caben dos posibilidades: que esté bien o que esté mal. Si una traducción no tiene sentido, solo existe una posibilidad: la traducción está mal.
Las consignas que han aparecido antes se pueden aplicar a aspectos muy diferentes del día a día; queda claro que esta tiene un carácter más específico. Y me resulta tan evidente que no haría falta ningún comentario.

Pero no me resisto a recordar un ejemplo que le pasó en la Autónoma a una colega de latín. Contexto, un texto historiográfico. Pongamos que dice que César palam suis fecit... ("dio a conocer a los suyos..."). Pero, ¿qué sentido común tenía aquel alumno que traducía que César "HIZO LA PALA DEL CERDO"?

La posibilidad más sencilla es normalmente la correcta.
La práctica de trabajo en el aula dice que, a la hora de traducir, muchos alumnos tienden a escoger la interpretación más extravagante. A lo mejor puede ser gramaticalmente correcta; pero al tiempo es tan retorcida que nos sitúa ante un dilema antropológico: o los griegos hablaban tan raro que no se podían comunicar entre ellos o es que llevaban un megaprocesador en la cabeza.


Y ahora vienen dos máximas duras que se refieren estrictamente a la gramática:

La morfología es gasolina para el coche.
Y sin gasolina el coche no funciona. Quizá aprenderse tablas y paradigmas no sea lo más divertido del griego pero, según dice un duro como Jack Bauer en 24, "Esta es la situacion". Seguimos a la espera de la pastilla que permita aprender de un plumazo todas las formas de la morfología griega. Y, entre tanto, el esfuerzo vale la pena.

La fonética es la grandeza y la miseria del griego.
Los alumnos solo percibirán normalmente la segunda parte de la afirmación: maldita sigma intervocálica que desaparece, provoca contracciones y deforma las desinencias; más terribles todavía los alargamientos compensatorios que vuelven irreconocibles los aoristos sigmáticos (¡con lo fácil que es decir lýo élysa!).

Por eso mismo es bueno suavizar lo que es objetivamente duro y subrayar que la fonética también es la grandeza del griego, de sus dialectos, esa riqueza lingüística que quizá muchos estudiantes (de Filosofía, de Teología, de...) no llegarán a conocer pero que sin embargo está ahí.

No necesitan saber cómo funciona el primer alargamiento compensatorio, les basta con saber que fenómenos como este han conformado la lengua de los textos que les interesa leer en versión original: de Platón, de Aristóteles, el Nuevo Testamento...

El diccionario es más traidor que traidor.
Mi profesor de primero me enseñó a leer griego porque en su clase de la Autónoma el diccionario no existía. "Pero, ¿es realmente necesario prescindir del diccionario?" Nunca les obligo a ello a los estudiantes, solo les digo: "Eso depende de a dónde se quiera llegar".




PS. Las ilustraciones que acompañan a este post son de algunos de mis educadores favoritos, didactas de cine como Manuel (Spencer Tracy) en Capitanes intrépidos, Mark Thackeray (Sidney Poitier) en Rebelión en las aulas o Lilly Moffat (Katharine Hepburn) en el telefilm El trigo está verde. En esta lista no incluyo al profesor Keating (Robert Williams) de El club de los poetas muertos; y no es un descuido.

PS2. "El diccionario es más traidor que traidor" es un navarrismo, les pido perdón a los puristas; les pido también que comprendan que, para comunicar, uno se tiene que adaptar a la cultura dentro de la que enseña.




sábado, 21 de julio de 2012

EL MONJE EN SU DESIERTO: MÁS SOBRE JUAN DE DAMASCO





Esta entrada no va de textos, va de una imagen, del paisaje en que se han compuesto algunos textos de los que se habla en este blog. Me he referido en una entrada que ha tenido bastante éxito, El ciervo y la cruz, a un autor peculiar de los siglos VII y VIII, Juan de Damasco.

Sabía de él que pasó, después de abandonar Damasco, casi toda su vida en un monasterio de Palestina cercano a Jerusalén, San Sabas. De lo que no sabía nada era de lo impresionante que es su paisaje.




Me sobrecoge pensar que un autor bizantino tan fundamental como Juan Damasceno pasara aquí casi toda su vida y escribiera en estas soledades obras tan capitales como su Fuente del conocimiento o su diálogo Contra los que atacan las imágenes sagradas.

Hay viajes que nunca realizaré, o mejor dicho: no creo que tenga ocasión de hacer muchos viajes. San Sabas no sería el primer destino al que iría de ser capaz de hacer un viaje que se saliera de mis posibilidades actuales. Pero no me importaría nada visitarlo.




viernes, 6 de julio de 2012

UN HOMBRE (O MUJER) QUE SE PARECÍA A TIRESIAS



Un profesor griego me invitó hace tres años a colaborar con él en algo y acepté. Después me invitó a una segunda cosa y volví a aceptar. Está claro que no hay dos sin tres, y por eso Christos Tsagalis ha debido de proponerme hace dos días que participe en un libro sobre Tebas y Homero. Yo le he respondido que me gustaría escribir algo sobre el adivino Tiresias en la Odisea.

Tiresias es ese individuo singular que fue tanto hombre como mujer en distintos momentos de su vida, punto sugerente (o sea: morboso para algunos gustos que quizá no captaron el sentido último de la transformación) al que se refieren tantos textos de la Antigüedad. 

De él se ha hablado ya en este blog, o mejor dicho: se ha incluido la traducción de El baño de Palas de Calímaco, texto en el que se recoge una versión poco habitual sobre el motivo de su ceguera y la obtención del don mántico, todo ello (como siempre en su leyenda) por intervención divina.

Tiresias también es un personaje destacado en una tragedia de la que ya he presentado en este blog una parte de una traducción incompleta. Son las Bacantes de Eurípides, de las que he publicado aquí el prólogo, todo por evitar que algunos trabajos se queden olvidados en un archivo sin servir a nadie. Añado ahora la traducción de la escena en que se presentan ante el público Cadmo y Tiresias (vv. 170-214), escena peculiar en la tragedia por sus aires de comedia.




TIRESIAS:
¿Quién anda en la puerta? A Cadmo llama fuera de la casa,
al hijo de Agénor, el que la ciudad sidonia
dejó y amuralló esta plaza de los tebanos.
Que alguien vaya, anúnciale que Tiresias
lo busca: él sabe por qué he venido
y lo que acordé, siendo viejo, con otro aún mayor:
prender los tirsos, llevar pieles de cervatillo
y coronar las cabezas con brotes de yedra.

CADMO:
¡Viejo amigo! ¡Cómo he reconocido, tras oírla, tu voz,
voz sabia de un hombre sabio, mientras estaba en casa!
Aquí estoy, ya listo, con este aparato propio del dios.
Es que es preciso que, ya que él es hijo de mi hija,
[Dioniso, el que se ha revelado a los hombres como dios,]
lo engrandezca en cuanto me sea posible.
¿Dónde hay que bailar, dónde hay que poner el pie
y menear la gris cabeza? Guíame tú a mí,
el anciano al anciano, Tiresias, que tú eres sabio.
Porque no me cansaría de sacudir la tierra con el tirso,
ni de noche ni de día. Nos hemos olvidado con placer
de que somos ancianos.

TIRESIAS:
En esto, sí, te pasa lo mismo que a mí.
Pues también yo me siento joven y probaré a bailar en los coros.

CADMO:
¿No marcharemos al monte en carro?

TIRESIAS:
No, que no recibiría la misma honra el dios.

CADMO:
¿Yo, anciano, te guiaré a ti, anciano, como a un niño? 

TIRESIAS:
Sin esfuerzo allí el dios nos conducirá a los dos.

CADMO:
¿Somos los únicos de la ciudad que bailaremos para Baquio?

TIRESIAS:
Somos los únicos que pensamos sanamente, los demás no atinan.

CADMO:
Larga es la demora. Mas sujétate de mi mano.

TIRESIAS:
Mira, agárrate a mí y enlaza tu mano con la mía.


[CADMO:
No desdeño yo a los dioses, que nací mortal.

TIRESIAS:
Nada entendemos de sutilezas, a ojos de los dioses.
Las paternas tradiciones, que con la antigüedad del tiempo
poseemos, ningún razonamiento las tirará por tierra,
ni aunque agudas mentes hayan descubierto la sabiduría.]

CADMO: 
¿Dirá alguno que la vejez no respeto
pues a bailar voy con la cabeza cubierta de yedra?


TIRESIAS:
Es que el dios no ha hecho distingos de si el joven
no debe bailar o el de más edad,
que de todos quiere recibir honras
comunes, y desea ser ensalzado sin hacer cuenta aparte con nadie.

CADMO:
Ya que tú, Tiresias, esta luz no ves,
yo me convertiré para ti en profeta de palabra.
Este que a la casa se apresura es Penteo,
hijo de Equión, a quien he transmitido el dominio del país.
¡Qué alterado está! ¿Qué nuevas irá a decir?