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lunes, 3 de julio de 2023

PLUTARCO, VIDA DE ALEJANDRO. GUÍA DE LECTURA


De pequeño me regalaron una vida de Julio César editada en una colección de Bruguera. Con diez años llegó la vida de Alejandro Magno. 

Este sí que era un héroe incomparable, o eso me pareció a mí aquel verano.  


PLUTARCO, VIDA DE ALEJANDRO (SIN PARALELO)



En las Vidas paralelas de Plutarco (hacia 45 d. C.-hacia 125 d. C.), la dedicada al ‘griego’ Alejandro (356-323 a. C.), rey de Macedonia, forma pareja con la que tiene por tema al romano Julio César (100-44 a. C.); aunque es habitual que la pareja de ‘vidas paralelas’ venga seguida por una comparación entre los dos personajes, esa comparación falta en este ejemplo.

Interesa tener unos datos básicos sobre Alejandro Magno, héroe histórico a diferencia de los otros ejemplos de héroe que se han visto o verán en este curso: Antígona y Eneas. También se ha de presentar sintéticamente a Plutarco:

  • Alejandro se convirtió en rey de Macedonia con veinte años (336 a. C.), a la muerte de su padre Filipo, quien había llegado a dominar Grecia tras la batalla de Queronea (338 a. C.). Alejandro construye, gracias a sus campañas contra Persia, un imperio universal que se extiende desde el Occidente griego hasta el subcontinente indio. Sin embargo, como si fuera un personaje trágico o un héroe homérico, muere a los treinta y tres años en Babilonia (323 a. C.), sin haber vuelto nunca más a Grecia o Macedonia.
  • Plutarco, un hacendado griego de Queronea (Beocia), ciudadano romano, dedicó su tiempo a leer y escribir una obra ingente en torno a dos temas básicos: asuntos ‘morales’ en sentido amplio (en sus Moralia) y biografías de personajes ilustres de las dos patrias a las que se sentía vinculado, su ciudad-estado griega y el Imperio de Roma (Vidas paralelas). Las Vidas paralelas, que son biografía, no historia, persiguen un objetivo moral como los Moralia, proponer modelos de virtud y vicio de los que se sigue una enseñanza moral. Al tiempo, al unir la vida de un griego y un romano famosos, Plutarco muestra que hay una unidad de base entre las dos almas del Imperio, la griega y la latina, y que por ello se pueden superar las diferencias entre una y otra mentalidad.

Como estructura de la Vida de Alejandro se puede proponer, en síntesis, la siguiente

  1. Nacimiento de alejandro; su formación como niño y adolescente: introducción y selección de la materia (1); prodigios que anuncian un nacimiento singular (2-3); físico y carácter de Alejandro (4); anécdotas como niño y adolescente (5-6); educación junto a Aristóteles (7-8); campañas de Alejandro y su padre, intrigas cortesanas y muerte de Filipo (9-10).
  2. De rey de Macedonia a rey del mundo: Alejandro sucede a Filipo, inicio de su reinado (11-13); comienzo de la campaña contra el Imperio persa, batallas del Gránico e Iso: enfrenamiento con Darío y captura de su familia (14-21); excurso sobre la templanza de Alejandro (22-23); estancia en Oriente y asedio de Tiro (24-25); Alejandro en Egipto, fundación de Alejandría y visita al santuario de Amón: Alejandro, hijo de Zeus (26-27); sobre la supuesta divinidad de Alejandro y la muerte de la mujer de Darío (28-30); batalla de Gaugamela, victoria de Alejandro y entrada triunfal en Babilonia, Susa y Persépolis (31-38); digresión sobre la generosidad y sobriedad de Alejandro (39-42); la muerte de Darío (43); en Irán y en Bactria, contacto con más pueblos bárbaros y aceptación de algunas de sus costumbres: el asunto de la prosternación y los conflictos con compañeros macedonios como Filotas, Parmenión, Clito, Calístenes… (44-56); Alejandro en la India, la campaña contra el rey Poro, renuencia de los macedonios a proseguir el avance y llegar hasta el Ganges, conversación con los gimnosofistas (57-65); viaje de regreso a través de Persia, en dirección a Babilonia (66-72).
  3. Muerte de Alejandro: presagios aciagos al entrar en Babilonia (73-74); primeros síntomas de la enfermedad, evolución de Alejandro y muerte: la sospecha del asesinato (75-77).

 Algunas cuestiones a las que se puede atender al leer la Vida de Alejandro:

  • Los héroes de la Antigüedad poseen un ‘rango especial’ desde el momento de su nacimiento. ¿Cómo se concreta esta característica en el caso de Alejandro?
  • ¿Qué características tiene la imagen del Alejandro-guerrero que presenta Plutarco?
  • ¿Se puede decir que también está presente en el personaje el rasgo de la desmesura, como en Aquiles, Antígona o incluso Eneas? Si es el caso, ¿en qué lugares de la narración se aprecia la desmesura de Alejandro?
  • En la narración son frecuentes los prodigios, señales y sueños que parecen informar sobre el futuro de Alejandro u otros personajes. ¿Qué función pueden cumplir esos elementos dentro de la narración? ¿Crees que un ‘héroe’, o cualquier persona, les puede conceder algún valor a estas aparentes señales, incluso hoy en día?
  • ¿Siente Plutarco un afecto especial por su biografiado, se transparenta su disposición personal hacia él? ¿En qué aspectos de la obra?
  • ¿Es consciente Plutarco de los aspectos negativos del personaje? ¿Cuáles son estos? ¿Qué pesa más en la balanza?
  • ¿Hay una evolución en el carácter de Alejandro o es un ejemplo de “genio y figura hasta la sepultura”?
  • En los estudios sobre la Antigüedad tienen cada vez más peso los ‘estudios de género’. Desde esta perspectiva, ¿qué cabe decir sobre las ‘mujeres’ de Alejandro? ¿Y sobre su relación con ellas?
  • La perspectiva intercultural tiene también hoy en día gran importancia en los estudios académicos. ¿En qué se concreta la interculturalidad en el caso de Alejandro? ¿Vive entre dos mundos, entre tres…?
  • ¿Qué sentido tiene el afán de Alejandro por ir siempre más allá, por adentrarse en lo desconocido? ¿Es ello propio de un héroe o puede ser una falta de sensatez?
  • ¿Cómo se explican las referencias del texto a Homero y sus poemas épicos, en especial la Ilíada? ¿Se podría decir que Alejandro soñaba con ser un segundo Aquiles y tener su propio Homero?
  • ¿Por qué se puede considerar (o no) a Alejandro como un héroe? ¿Es distinto de los héroes del mito?


José B. Torres Guerra



lunes, 13 de junio de 2016

ALEJANDRO MAGNO: DEL HÉROE GRIEGO AL SÍNDROME DE FAUSTO


Los héroes de la Antigüedad son, en su sentido más técnico, semidioses, según lo que declara  Hesíodo en Trabajos y Días. O, por lo menos, los héroes son personajes de la épica y la leyenda.

Pero el héroe, ese hombre extraordinario que supera a los hombres y está por debajo de los dioses, era en Grecia, en un sentido más general, todo aquel que recibía un culto heroico.
  • Ese culto heroico lo recibieron los grandes héroes, los protagonistas de la épica.
  • Lo recibieron también, de manera local, figuras menores de la leyenda.
  • Lo interesante es que los griegos, y después los romanos, también tributaron culto a hombres históricos como el boxeador Eutimo de Locros.
  • A esta categoría de hombres reales convertidos en héroes pertenecen también algunos reyes y gobernantes y, en concreto, Alejandro Magno. Recuerdo que, en el Diccionario de mitos de García Gual (1997), Alejandro figura como un mito más. 
Del Alejandro hombre real, personaje decisivo en la historia de la Antigüedad, se han de recordar al menos estos datos básicos:
  • Fue rey de Macedonia entre el 356 y el 323 a. C.: sometió a su poder a todas las ciudades griegas cuando solo tenía veintiún años, continuando la obra de su padre Filipo.
  • Después le hizo la guerra al imperio persa, al que derrotó.
  • En su afán de conquistas llegó hasta la India y solo se detuvo cuando sus soldados se negaron a ir más allá.
  • Murió por culpa de unas fiebres en Babilonia con solo treinta y tres años.
Es evidente que en esta figura real e histórica había madera de héroe o de tragedia: parece que está pidiendo a gritos que se le convierta en tema de una epopeya, de una novela, de una película... A manera de ejemplo cabe destacar los siguientes rasgos:
  • Alejandro empieza a combatir cuando es casi un niño, con 18 años gana su primera batalla (338 a. C.: Queronea).
  • Es un guerrero que no conoce la derrota.
  • Conquista un imperio.
  • Muere muy joven, con treinta y tres años.
  • Muere además lejos de su patria después de vivir en el destierro voluntario de Oriente sus once últimos años: nunca volvió ni a Grecia ni a Macedonia.
Curiosamente todas estas características, o casi todas, las comparte con su héroe favorito, Aquiles, cuya tumba fue a venerar en Troya. Este es un motivo más por el que no extraña la transformación de Alejandro en leyenda o mito.

Alejandro fue, de hecho, una leyenda viva: en torno a su figura se debieron de forjar leyendas muy pronto, incluso en su propia vida.
En relación con ello es fundamental recordar lo insólito de su empresa: Alejandro trasciende el margen político de la ciudad-estado para crear en un tiempo breve un imperio universal.
Probablemente el mismo Alejandro fomentó el desarrollo de esa fama legendaria: se sabe por Plutarco que su libro de cabecera era la Ilíada; se debía de ver a sí mismo como un nuevo Aquiles a la búsqueda de otro Homero que cantara sus hazañas.

Además, a la formación de esa fama novelesca debía colaborar activamente en vida de Alejandro su historiador de cámara, Calístenes: no se conserva su obra; pero hay base para afirmar que presentaba a Alejandro como una figura sobrehumana cuando aún estaba vivo.

Los elementos legendarios surgidos en vida del rey los recogió, en la literatura de Grecia, una parte de la historiografía sobre el mismo: a este tipo de obras se las conoce como “la Vulgata”, la versión divulgada de la historia de Alejandro.

Los elementos fantasiosos llegan a su máximo desarrollo en una obra novelesca y pseudohistórica concreta: la Novela de Alejandro (comienzos del S. III d. C.) del ‘falso Calístenes’, el Pseudo-Calístenes. Las siguientes palabras proceden de su prefacio:
El más extraordinario y más valeroso de los hombres fue, al parecer, Alejandro, rey de los macedonios, que realizó todas sus obras de manera singular y halló siempre la colaboración de la Providencia con sus virtudes. Pues en guerrear y batallar contra cada uno de los pueblos gastó menos tiempo del que necesitarían quienes quisieran describir con exactitud las ciudades de aquellos países. Las hazañas de Alejandro, sus excelencias de cuerpo y de alma, el éxito de sus empresas y su valor ahora contaremos, comenzando por su linaje y por decir quién fue su padre (trad. C. García Gual). 
  • La obra supone que Alejandro no es realmente hijo de Filipo sino de Nectanebo, el último faraón de Egipto: este se había unido a su madre Olimpíade disfrazado como el dios Amón.
Luego se despide de la reina Nectanebo y recoge unas plantas de un lugar solitario, de las que conocía por su aplicación a la producción de sueños. Y, después de exprimirles el jugo, modeló una figurilla femenina de cera y le inscribió encima el nombre de Olimpíade. Luego encendió unas lamparillas, y, mientras derramaba sobre ellas el jugo de las plantas, invocaba con conjuros a los dioses dedicados a tal oficio, para que Olimpíade recibiera la aparición. Y en aquella noche ella contempla al dios Amón que la tiene abrazada y que, al ponerse en pie para retirarse, le dice:
-Mujer, en tu vientre guardas un hijo varón que ha de ser tu vengador (trad. C. García Gual).
Por tanto, en la base de la tradición que inaugura esta novela se halla la ficción de que Alejandro tiene origen divino.
  • La Novela de Alejandro lo presenta como un guerrero fabuloso: es el mejor de los guerreros, como Aquiles era el mejor de los aqueos.
  • Más aún, es un guerrero generoso, humanitario, un héroe ideal: por eso, cuando vence a Darío, este le confía la custodia de su hija.
  • Cuando Alejandro llega a la India, se enfrenta según este texto con monstruos de todo tipo. Además busca la Fuente de la Inmortalidad, viaja por el aire en un carro tirado por grifos y desciende al fondo del mar en una burbuja de vidrio:
Tras haber realizado todos los preparativos, me introdujeron en la tina de cristal con el deseo de intentar lo imposible. En cuanto estuve metido dentro, la entrada fue cerrada con una tapadera de plomo. Cuando me habían bajado ciento veinte codos, un pez que pasaba me golpeó con su cola mi jaula, y me izaron porque sintieron el zarandeo de la cadena. La segunda vez que bajé me sucedió lo mismo. A la tercera descendí alrededor de trescientos ocho codos [¡142,604 m.!] y observaba a los peces de muy variadas especies pasar volteando en torno mío. Y mira que se me acerca un pez grandísimo que me cogió junto con mi jaula en su boca y me llevó hacia la tierra desde más de una milla de distancia. En nuestras barcazas estaban los hombres que me sostenían, unos trescientos sesenta, y a todos los remolcó junto con las cuatro barcazas. Mientras nadaba velozmente quebró con sus dientes la jaula y luego me arrojó sobre la tierra firme. Yo arribé exánime y muerto de terror.
Allí me eché de rodillas y me postré en acción de gracias a la Providencia de lo alto que me había salvado con vida del terrible monstruo. Y me dije a mí mismo: “Desiste, Alejandro, de intentar imposibles, no sea que por rastrear el abismo te prives de la vida”. Y en seguida ordené al ejército partir de allí y seguir la marcha hacia delante (trad. C. García Gual).
El último párrafo de este texto indica que Alejandro también tiene límites que no puede sobrepasar, igual que el mayor de los héroes griegos, su modelo Aquiles: es imposible que se hagan realidad todos sus deseos, como vencer su condición mortal.
  • Así lo descubre en la India, cuando se reúne con los gimnosofistas, los “sabios desnudos”, unos brahmanes que le hacen ver que es imposible que el hombre sea inmortal según desea el rey.
  • Más aún, en la India Alejandro también se encuentra con unos árboles parlantes que le profetizan su muerte.
Hay que señalar que, hablando en términos griegos, el Alejandro que intenta ir siempre “más allá” comete un acto de hýbris o soberbia que, como todo acto de hýbris, altera el orden del mundo y amenaza con atraerle un castigo. Lo interesante es que esta es una idea en la que abundaron las fuentes cristianas medievales, que presentan directamente la muerte del rey como un castigo de Dios:
  • Así lo hace Gautier de Chatillon (S. XII) en latín en la Alexandreis: Alejandro es castigado por su desmesurada ambición, que lo lleva a lamentarse de que no haya más mundos para conquistar.
  • En francés se ha de citar el Roman de Alexandre (S. XII), heredero también de la Novela de Alejandro de Pseudo-Calístenes.
  • Y en castellano el Libro de Alexandre (S. XIII), en el que confluyen la tradición grecolatina y la medieval francesa. En esta obra Dios castiga a Alejandro a raíz de su viaje submarino, por su curiosidad pecaminosa:
En las cosas secretas quiso él entender,
que nunca home bivo las pudo ant saber;
quísolas Alexandre por fuerça conoçer,
nunca mayor sobervia comidió Luçifer.

Haviéle Dïos dado regnos en su poder,
non se le podié fuerça ninguna defender,
querié saber los mares, los infiernos veer,
lo que non podié home nunca acabeçer.

Pesó al Crïador que crió la Natura,
ovo de Alexandre saña e grant rencura,
dixo: «Este lunático que non cata mesura,
yo·l tornaré el gozo todo en amargura».

El texto citado (Libro de Alexandre 2163-2165) destaca el afán que tiene Alejandro por conocer lo que está escondido al hombre: “querié saber los mares, los infiernos veer”. Además se dice que su soberbia es mayor que la de Lucifer a causa de ese afán por conocer lo oculto. Por ello mismo Dios decide castigarlo, por esa falta de “mesura”.


Llegados a este punto cabe quizá relacionar a Alejandro con otro héroe de raigambre cristiana: Fausto. Desde mi punto de vista al menos, el Alejandro de la Tradición y Fausto  (tengo en mente el de Goethe más que el de Marlowe o Th. Mann) comparten
  • el ansia sin medida de llegar siempre más allá (en el saber, en el poder), sin reconocer la existencia de límites
(por ello el Doktor Faustus declara en la primera parte del Fausto de Goethe, v. 1237: “En el principio era la acción”);
  • la imposibilidad de saciar esa ansia que, por tanto, les conduce a la inevitable insatisfacción.
Planteo como reflexión personal y propongo al tienpo como cuestión abierta: ¿se podría decir que Alejandro, como otras figuras de la Antigüedad (p. ej., César en la Farsalia de Lucano), es un héroe fáustico, siglos antes de que existiera la figura literaria de Fausto?

¿Quiere decir esto que ese tipo de héroe responde a algún tipo de universal humano, a la existencia de lo que se podría llamar un “síndrome de Fausto”?

Exista o no el síndrome, estos dos héroes se pueden analizar como ejemplos de un mismo motivo literario. En cualquier caso, Alejandro / Fausto nos recuerdan dos rasgos recurrentes de héroes como Aquiles:
Su propia Excelencia puede implicar Peligro, para sí mismo y para los demás.




lunes, 28 de septiembre de 2015

ALEJANDRO Y CONSTANTINO: ¿DOS VIDAS PARALELAS?


Esta entrada es un post del blog y es, al tiempo, algo más: es una versión de lo que voy a contar en Cáceres en diez días, DV, en esta actividad. Para quienes se interesan por Plutarco, que son muchos. Y para quienes se interesan por Eusebio, que también los hay.

Esta entrada sobre la tradición e intertextualidad de Plutarco trata de la Vida de Constantino de Eusebio de Cesarea. Una cuestión muy debatida en relación con esta obra es la del género. La mezcla de géneros es un rasgo llamativo de este texto.
  • Se trata, en principio, de un escrito encomiástico que persigue presentar ante los lectores al emperador de Roma como ejemplo de monarca cristiano.
  • Pero el título bajo el que se ha transmitido la obra también alude a su componente biográfico: εἰς τὸν βίον τοῦ μακαρίου Κωνσταντίνου βασιλέως.
La Vida de Constantino se ha puesto en relación con las Vidas paralelas de Plutarco, en concreto con la Vida de Alejandro, en función de ese componente biográfico.
En este texto se revisa lo dicho al respecto y se discute si puede existir realmente alguna relación entre las Vidas compuestas por Plutarco y Eusebio.
Ante todo se ha de indicar que Eusebio estaba familiarizado al menos con una parte de la obra de Plutarco. Eusebio cita en la Praeparatio Euangelica tres obras conservadas del autor de Queronea, las tres de carácter religioso:
  • Sobre la desaparición de los oráculos.
  • La E de Delfos.
  • Sobre Isis y Osiris.
Además Eusebio ha conservado en la Praeparatio fragmentos de dos escritos perdidos de Plutarco, Sobre las Dédalas de Platea y Sobre el alma.

Si estos cinco textos figuraban en la biblioteca de Eusebio, resulta más verosímil que conociera otras obras plutarqueas de temática distinta, no religiosas, por ejemplo la obra a la que se refiere este trabajo: la Vida de Alejandro.
Hago observar además que Eusebio se pudo interesar por las Vidas paralelas en función de sus trabajos históricos o cronográficos; se sabe con seguridad que el obispo de Cesarea manejó a otros autores paganos por el mismo motivo.
Eusebio no cita las Vidas paralelas. Sin embargo, como ya se ha dicho, se ha propuesto que podría existir alguna conexión intertextual entre las obras.

Por ejemplo, al principio de la Vida de Constantino (1,10,1), Eusebio establece una analogía entre su labor como escritor que propone una imagen verbal del bienaventurado Constantino y el trabajo de los pintores que elaboran imágenes humanas:
Aunque me resulte inviable decir algo digno de la beatitud de este varón (…), resulta no obstante preciso que, a imitación de la técnica humana del sombreado, dedique la imagen compuesta por palabras a la memoria del amado por Dios.
Se ha encontrado un paralelismo entre esta declaración de Eusebio y un texto de la Vida de Alejandro (1,3):
Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno.
Los dos pasajes presentan una referencia a la labor de los pintores, los ζῳγράφοι de Plutarco y los que practican la σκιαγραφία (la “pintura de sombras”) en Eusebio. En ambos casos se establece una analogía entre el arte pictórico y la labor del autor literario que elabora por medio de la palabra retratos humanos que van más allá de los rasgos físicos.

Sin embargo, la similitud puede resultar demasiado genérica, casi un lugar común.
  • La analogía entre la pintura y la literatura es un motivo conocido desde Simónides.
  • Y, sobre todo, no hay semejanzas verbales entre los dos pasajes citados, más allá del uso común de la raíz γραφ- en ζῳγράφοι y σκιαγραφία.
Por otro lado, hay una diferencia significativa entre los dos textos. Como ya se ha apuntado, Plutarco y Eusebio coinciden en su interés por retratar no solo los aspectos físicos o las acciones externas de sus biografiados sino también sus rasgos morales.
  • Pero el autor de Queronea habla de los pintores que representan el ἦθος del retratado, su ἀρετή o κακία (VA 1,2), a través de su expresión facial; y de su propia aspiración a representar el βίος de sus personajes por medio de “las señales del alma” (τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα, VA 1,3).
  • En cambio, el obispo de Cesarea adopta una perspectiva distinta y decididamente religiosa en tanto que intenta reflejar la “bienaventuranza” (μακαριότης) de un hombre al que caracteriza como “amado por Dios” (θεοφιλής).
Por eso creo que si hay algún argumento textual que apoye que Eusebio tenía en mente el modelo de la Vida de Alejandro, este se halla en lo que ambos autores declaran que van a omitir.

En la frase anterior al primer texto de Plutarco citado, el autor de Beocia renuncia a referir las hazañas de sus personajes:
Muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería, hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, enfrentamientos ingentes y asedios de ciudades.
Eusebio anuncia una prateritio similar en el libro primero de su obra (VC 1,11,1), en este otro texto:
Considero oportuno dejar de lado la mayor parte de las gestas imperiales del tres veces bienaventurado: las contiendas y los despliegues de tropas en las guerras, los actos de heroísmo, las victorias, los trofeos conquistados contra el enemigo, y cuantos triunfos celebró (…) el objetivo de la presente obra nuestra dicta escribir y hablar solo de lo que atañe a la vida de religiosa piedad.
  • Eusebio declara que no hablará de los triunfos militares de Constantino ni de su labor política porque su obra pretende hablar solo de lo que atañe a la vida de amor a Dios, μόνα τὰ πρὸς τὸν θεοφιλῆ συντείνοντα βίον.
  • A las hazañas bélicas del emperador se refiere solo de forma sintética: “los combates y los enfrentamientos bélicos, las proezas y las victorias, los trofeos arrebatados a los enemigos y cuantos triunfos celebró”.
  • Los dos textos comparten algo más que el motivo retórico; comparten también una coincidencia verbal, el empleo del término παρατάξεις (en mis traducciones, enfrentamientos :: despliegues de tropas) con el que se refieren a las tropas rivales dispuestas en formaciones paralelas y enfrentadas antes del combate.
  • Hago observar, por cierto, que la bibliografía de Eusebio que habla de la relación entre la Vida de Constantino y Plutarco no ha llamado la atención sobre este dato.

Como se ha dicho, Eusebio no cita nunca las Vidas paralelas ni la Vida de Alejandro. Pero el autor sí alude al macedonio en el proemio de su obra, en un pasaje que propone a Ciro el Grande y Alejandro como términos de comparación de Constantino:
Una antigua historia celebra que Ciro descolló entre los persas de hasta entonces; no obstante, ya que no se ha de atender a esto sino al final de una vida prolongada, afirman que sufrió una muerte no afortunada sino indigna y denigrante a manos de una mujer. Los hijos de los griegos cantan que, entre los macedonios, Alejandro asoló muchísimos linajes de gentes diversas y falleció antes de llegar a la madurez de muerte prematura, cautivo de ‘francachelas y borracheras’ (VC 1,7,1-2).
A Eusebio le interesa mostrar primero que estos grandes hombres llevaron una vida nada envidiable, a pesar de lo que digan los griegos:
  • Ciro por las circunstancias en que murió;
  • y el hijo de Filipo por lo desordenado de su vida y su muerte prematura.
La comparación con Alejandro se extiende después (1,7,2-8,1):
Este [Alejandro] llegaba a cumplir treinta y dos años, el tiempo de su reinado comprendía la tercera parte de estos y, siendo hombre, avanzaba entre matanzas a manera de un torbellino (…). Cuando hacía poco que había llegado a la flor de la edad y añoraba los placeres de la infancia, lo inevitable le sobrevino de forma terrible y lo hizo desaparecer sin hijos, sin raíces, sin hogar, en tierra extraña y enemiga (…). Sin embargo, a este se lo celebra con coros por tales hazañas. Nuestro emperador, en cambio, partía de aquel punto en que moría el macedonio, duplicaba en tiempo su vida y triplicaba la duración de su reinado.
  • El obispo recuerda que Alejandro solo vivió treinta y dos años y que su mandato duró un tercio; además, esos años los consumió entre matanzas hasta que murió sin hijos, sin raíces y sin hogar (ἄτεκνον ἄρριζον ἀνέστιον, 1,7,2); y sin embargo, termina Eusebio, a Alejandro “se lo celebra con coros” (ἀνυμνεῖται χοροῖς, 1,7,2).
  • Constantino, en cambio, “nuestro” (ἡμέτερος, 1,8,1) emperador, supera a Alejandro porque empezó a reinar cuando aquel murió, duplicó el tiempo de su vida y triplicó el de su mandato.
  • Más diferencias que hablan a favor del romano según Eusebio: poco después, en 1,8,4, se dirá que, si Alejandro realizó hazañas sangrientas, Constantino logró sus victorias militares ganándose el afecto de los extraños; más aún, en 1,9,2 se indica que Constantino logró transmitir el imperio a sus herederos, esos hijos que no tuvo Alejandro.
La comparación del emperador de Roma con Ciro y Alejandro en 1,7,1-2 no es casual; sin embargo, por sí misma no dice nada sobre la supuesta relación entre la Vida de Constantino y la Vida de Alejandro.
Ciro el Grande y Alejandro son ejemplos tópicos de grandes gobernantes a los que recurre quien compone un basilikòs lógos como la Vida de Constantino según la teoría del género.
De hecho, el elogio que Eusebio hace de Constantino presenta características de este tipo de discurso según se recoge en la exposición teórica de Menandro Rétor.

Lo que llama la atención desde el punto de vista de la realización del género es que Ciro y Alejandro se proponen en la Vida de Constantino como ejemplos a contrario, ejemplos para evitar, a pesar de que los panegiristas entendían que estos gobernantes ideales eran espejos de príncipes con los que había que medir a los elogiados.

Pero Eusebio propone su propia imagen del gobernante cristiano ideal y por ello marca distancias frente al modelo pagano de Ciro y, sobre todo, de Alejandro. Además, Eusebio indica su voluntad de distinguirse de quienes escribieron las vidas de individuos nefastos como Nerón, al que se refiere como ejemplo de tirano en 1,10,2:
Es que, ¿acaso no sería una vergüenza que la memoria de Nerón y de los que fueron más nefastos que este con diferencia, tiranos impíos y ateos, encontrara autores diligentes que, embelleciendo con refinada interpretación los asuntos de sus viles acciones, los han registrado en voluminosas historias, y que en cambio callemos nosotros, a quienes el propio Dios nos juzgó dignos de coincidir con un emperador tan grande como no lo ha conocido toda la historia, de llegar a verlo, conocerlo y frecuentarlo?
Inmediatamente después (1,10,3) Eusebio censura el hecho de que estos autores hayan celebrado esas vidas nada ejemplares adoptando un estilo elevado e inadecuado, como si trataran de escribir tragedias.
Es que los unos compilaron vidas de varones nada ejemplares y acciones sin valor para la mejora de los caracteres, por favoritismo hacia algunos o inquina, quizá también para demostrar su propia cultura, y cantaron con tono de tragedia, sin necesidad, jactándose de su fluidez verbal, esquemas simples de sucesos vergonzosos. Por mi parte, aunque mi capacidad de expresión flaquee ante la magnitud de la exposición de lo que se muestra, no obstante ojalá reluzca al menos por la simple narración de las buenas acciones; de otro lado, el hacer memoria de las historias que placen a Dios hará que la lectura no sea inútil sino que también les resulte muy provechosa a quienes están bien preparados en su alma.
Eusebio, en cambio, habla de las limitaciones de su propio estilo (una captatio beneuolentiae obvia), espera que la dignidad de la materia dé lustre a su expresión y proclama su intención de presentar en su escrito un ejemplo humano “muy útil para quienes están bien preparados en su alma”.

Hay que recordar que el autor había indicado antes (1,10,2-3) la responsabilidad especial que él tenía:
Dado que había conocido a Constantino, estaba obligado a presentar ante el público “la imitación de las cosas buenas” a fin de que “despierte el anhelo por el amor divino”.

Eusebio había sido creador o renovador de géneros en obras como la Crónica o la Historia Eclesiástica. Posiblemente era consciente de que con la Vida de Constantino estaba ensayando una forma literaria nueva, porque su texto
  • no es una historia
  • ni es un panegírico al uso
  • ni es una biografía como las compuestas por autores paganos;
  • y tampoco es la vida de un santo cristiano como las escritas hasta entonces, si es que cabe considerar como tales las Actas de los mártires.
Para elaborar la que quizá es la primera ‘vida de santos’ cristiana escrita después de las persecuciones, Eusebio procede a una mezcla singular de géneros:
  • Por sus circunstancias, la Vida de Constantino es un encomio conectado con la tradición del basilikòs lógos.
  • Su texto narra además aspectos selectos de la vida del homenajeado tomando en consideración el modelo biográfico de Plutarco.
  • Al tiempo, la Vida de Constantino es literatura religiosa y aspira a cumplir una función formativa entre sus lectores: despertar, como dice Eusebio, “el anhelo por el amor divino”.
La bibliografía ha indicado que Moisés es la figura del Antiguo Testamento que obra en la Vida de Constantino como término de comparación con este. No puede caer en saco roto que Alejandro Magno está igualmente presente en el texto como modelo en la sombra o antimodelo necesario del emperador de Roma.

Y ello, probablemente, a partir del ejemplo concreto de la Vida de Alejandro de Plutarco, quien así escribió, sin sospecharlo, una página clave en la literatura griega cristiana.



domingo, 30 de enero de 2011

ALEJANDRO MAGNO, HOMBRE, REY, HÉROE (V): À REBOURS


Para Alberto, la primera persona que me habló de À rebours.
Para Francis, la primera persona que conozco que hace una tesis sobre esta novela.

Pablo Julio, un amigo uruguayo, veterinario humanista, me advirtió de que mi paisano Feijoo, allá en el XVIII, presentaba una imagen de Alejandro harto distinta del retrato heroico que yo reflejaba en estos posts. 
Pienso que es sugerente colgar en el blog algunos párrafos de esa visión heterodoxa del rey de Macedonia: la pintura galaica, ovetense e ilustrada de un Alejandro à rebours.


Benito Jerónimo Feijoo
Cartas eruditas y curiosas
Carta XXIX
Paralelo de Carlos XII, Rey de Suecia,
con Alejandro Magno

1. Muy señor mío: La admiración con que Vmd. recibió la noticia, que le dio N. de que yo prefería, en línea de Héroe, Carlos, Rey de Suecia, Duodécimo de este nombre, a Alejandro Magno, es para mí objeto de otra admiración. Díceme Vmd. que habiendo leído la vida de aquel malogrado Príncipe, escrita, según se da por cierto, por Mr. Voltaire; y la de Alejandro por Quinto Curcio, no halla fundamento alguno para la preferencia que doy al primero, respecto del segundo. Esto admiro, porque en los mismos Escritos veo grandes motivos para la expresada preferencia; y porque me hallo ahora bastantemente desocupado, se los haré presentes a Vmd. a fin de que haga sobre ellos más reflexión, que la que hizo hasta aquí. [230] 

2. Supongo, que en esta cuestión no hablamos de un Heroísmo perfecto, el cual consiste en la colección de todas las virtudes, poseídas en grado sublime; pero tampoco de un Heroísmo tan imperfecto, que se reduzca a una sola virtud, sea la que fuere. Dirase con verdad, pongo por caso, que un hombre de sumo valor tiene un valor heroico; mas no por eso se podrá llamar absolutamente Héroe. Las virtudes militares, valor, pericia, y prudencia, colocadas en grado eminente, son las que ganan la reputación de Héroes en la común aceptación. El valor, por sí solo, no basta; antes desasistido de una sabia conducta, ya no será valor, sino audacia y temeridad. Pero aun estas virtudes, sin la compañía de otras, constituirán un Heroísmo muy diminuto. No pido, que el Héroe sea un Santo, pues no da el mundo este significado a aquella voz; pero parece que de justicia se puede, por lo menos, exigir en el Héroe, que sea clemente, liberal, y observante de su palabra (...).

17. Pero así como, si las adversidades, que padeció Carlos, hubieran caído sobre Alejandro, le hubieran reducido a un estado bien mísero: si Carlos hubiera tenido la fortuna de Alejandro, es muy verosímil que se hubiera hecho mucho más ilustre que él. (...) Pero la más fuerte demostración de que Carlos, con igual fortuna que Alejandro, se hubiera hecho más ilustre, se toma de las pruebas que vamos dando, de que en el complejo de las virtudes propias de un Conquistador, excedió el Héroe de Suecia al de Macedonia.

18. La clemencia fue una de aquellas, en que más se pudo notar el exceso. Es verdad, que no siempre ejerció Carlos esta virtud. Obró contra ella, y con nimio rigor en el suplicio del General Patkul. Mas al fin, sólo una vez, y sólo con un hombre fue riguroso, y aun concederé, que cruel. Mas Alejandro, ¿cuántas veces, y no con uno, u otro, sino con millares de hombres, igualó en la crueldad al hombre más bárbaro? Díganlo el saco y desolación de Tebas. Dígalo la ruina de Tiro, donde sin más delito de parte de los habitadores que haberse defendido con valor, dio orden para que fuesen pasados al filo de la espada cuantos no se hallasen refugiados en los Templos; y después de saciada la [240] ira del Soldado en muchos millares, que cayeron por las calles, hizo morir en cruces dos mil que quedaron, cubriendo toda la orilla del Mar Tirio con tan horrible espectáculo. Dígalo la horrenda matanza de toda la Nación, o estirpe de los Branquidas, que hizo ejecutar a sangre fría. Dígalo su barbarie con el Príncipe Arimaces Sogdiano, y todos los Nobilísimos de aquella gente, que habiendo, después de poca resistencia, bajado de la Montaña a rendirse, después de azotarlos, a todos los hizo crucificar. Omito casos menos notables.

19. Mayor aún que en la clemencia fue la ventaja, que hizo Carlos a Alejandro en la continencia. No fue, a la verdad, Alejandro de los Príncipes más desordenados en el capítulo de la lascivia. Pero estuvo muy lejos de ser continente. Plutarco dice, que fuera de las nupcias, no tocó a mujer alguna, sino a Barsene. Debió de olvidarse Plutarco de la prostituta Tais, que no calló Curcio, y de la concubina Campaspe, de quien hablan Plinio, Eliano, y otros. Curcio introduce también en el lecho de Alejandro a Talestris, Reina de las Amazonas. Pero ya Juan le Clerc, en la Crítica que hizo de Quinto Curcio, con gran fundamento notó esto de fábula. Su circunspección, respecto de la hermosísima mujer de Darío, es laudable. Pero su detestable comercio con el Eunuco Bagoas, que sobre las torpezas del lecho le hizo cometer algunas muy graves en la conducta, no permite presentarse Alejandro a la imaginación sin horror.

20. Al contrario, no se halla en las Historias Príncipe más limpio por esta parte, que Carlos. Jamás se notó en él el más leve defecto, ni en obra, ni en palabra contra la más escrupulosa pudicicia; lo que es digno de notar en un hombre que pasó toda la vida sin casarse (...).

21. Habiendo sido tan superior Carlos a Alejandro en la continencia, lo fue mucho más en la templanza. En esta materia no hay otro paralelo entre los dos, que el de dos extremos sumamente opuestos, uno de templanza, otro de destemplanza. Carlos muy parco, Alejandro muy glotón. Carlos no usó jamás de otra bebida que agua: Alejandro fue vinoso con sumo exceso, pasando mucho más allá de la cantidad de vino que podía resistir, ni su estómago, ni su cabeza. Así, era en él muy frecuente la embriaguez. Ateneo, citando a Eumenes Cardiano, y a Diodoro de Eritrea [242], refiere que había tal borrachera que le hacía dormir dos días continuados con sus noches.

(...)

28. He concluido, Señor mío, el cotejo de los dos Héroes, con que pienso traer a Vmd. a mi opinión, de que la ventaja está de parte del Alejandro del Norte. Este nombre dan unánimes las Naciones a Carlos Duodécimo, Rey de Suecia: como a Margarita de Valdemar, Reina también de Suecia, llamaron la Semíramis del Norte. Y yo hallo entre los dos la conformidad, de que poseyendo las virtudes del Alejandro de la Grecia, y de la Semíramis de la Asiria, carecieron de los vicios de esta Heroína, y de aquel Héroe. Soy en todo tiempo de Vmd., &c.

domingo, 23 de enero de 2011

ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (IV)

LA SOMBRA DE ALEJANDRO ES ALARGADA.

Voy a terminar estas entradas relativas al rey macedonio refiriéndome a un capítulo de la tradición sobre Alejandro mucho menos conocido: es que en Oriente también existe toda una tradición sobre su figura:
  • Oriente tradujo la Novela de Alejandro (recuérdese lo dicho aquí sobre su traducción armenia).
  • Después la continuó en la leyenda de Iscander (“Alejandro”), transmitida por poetas persas de los siglos XI y XII, Firdusi (Shah-nameh, “el libro de los reyes”: hacia el 1000 d. C.) y Nezami (Escandar-nameh, “el libro de Alejandro”: 1150-1200).
Es importante indicar que Oriente también hace de Alejandro un oriental, igual que la Edad Media de Occidente lo convirtió en cristiano:
  • Firdusi supone que Alejandro es hijo de Darab, un rey persa, y de la hija de Filipo; repudiada por su marido, la muchacha crió a su hijo junto a Filipo.
  • El poeta Nezami islamiza a Alejandro: le hace ir a la Meca. Nezami también lo presenta dotado de una ambición insaciable: por ello, Alejandro emprende la búsqueda infructuosa de la fuente de la vida.
Recuerdo por último, como curiosidad significativa, que, indirectamente, también es heredera de la tradición islámica sobre Alejandro la tradición albanesa que se refiere a su héroe nacional, Gjergj Kastriot, “Jorge Castriota” en español.
Entre nosotros puede ser conocido a través de la obra de Ismail Kadare (mira Los tambores de la lluvia, 1970; traducción al español de 1984).
Jorge Castriota es conocido en la cultura y literatura de su país como “Skanderbeg”, en turco “Iskander Bey”, es decir: “señor” o “príncipe Alejandro” – se le aplica el apelativo Skander / Alejandro como sinónimo de “héroe”.
Nótese la analogía con el caso de Julio César y el uso por antonomasia de ambos nombres:
  • “César” es denominación por excelencia del emperador, y así de Caesar proceden, entre otros, los términos ‘Kaiser’, en alemán, o ‘Tsar’, ‘Zar’ en ruso.
  • En cambio, Alejandro parece emplearse como denominación por excelencia del héroe en el caso de la tradición musulmana:
Jorge Castriota es Skanderbeg,
“el señor Alejandro”

o, lo que es lo mismo,
“el héroe por excelencia”.



lunes, 3 de enero de 2011

ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (III)


PSEUDO-CALÍSTENES, ENTRE LA HISTORIA Y LA NOVELA

El texto sobre Alejandro que más ha influido en la posteridad es la llamada Novela de Alejandro. Es una obra de gran influencia en toda la tradición occidental, incluso en autores y épocas desconocedores del griego:
  • Influye en el Roman de Alexandre (S. XII), para el caso de la novela medieval francesa.
  • Dentro de la literatura en lengua castellana influe en el Libro de Alexandre (S. XIII),  posiblemente a través del modelo intermedio del Roman de Alexandre.
La Novela de Alejandro “perfiló durante más de un milenio la imagen de Alejandro en Oriente y Occidente” (Elizabeth Frenzel, Diccionario de argumentos de la literatura universal, Madrid, Gredos, 1976, p. 20). Mira la traducción de C. García Gual (trad.), Pseudo Calístenes. Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Madrid, Gredos, 1977 (Premio Nacional de Traducción 1978); éste es el Prefacio de la traducción de García Gual:

El más extraordinario y más valeroso de los hombres fue, al parecer, Alejandro, rey de los macedonios, que realizó todas sus obras de manera singular y halló siempre la colaboración de la Providencia con sus virtudes. Pues en guerrear y batallar contra cada uno de los pueblos gastó menos tiempo del que necesitarían quienes quisieran describir con exactitud las ciudades de aquellos países. Las hazañas de Alejandro, sus excelencias de cuerpo y de alma, el éxito de sus empresas y su valor ahora contaremos, comenzando por su linaje y por decir quién fue su padre. Que se engañan los muchos que afirman que fue hijo del rey Filipo; pues eso no es verdad. No era hijo de aquél sino de Nectanebo, como dicen los más sabios de los egipcios, quien lo engendró después de haber perdido su dignidad regia.
La Novela de Alejandro, escrita a comienzos del S. III d. C. aunque sus fuentes proceden del Helenismo, se conserva
  • en diversas versiones griegas, más o menos divergentes: la existencia de esa pluralidad de recensiones testimonia el carácter popular del texto;
  • a través de la traducción latina de Julio Valerio, de finales del S. III d. C.;
  • hay, además, otras traducciones, de las cuales la más importante es la traducción al armenio.
Es obvio que la historia textual de esta obra (de la que además tenemos papiros) ha sido compleja.
Por otro lado, los materiales que han convergido en la Novela de Alejandro son variados. Pero existen dos fuentes principales:
  • Un relato histórico helenístico, probablemente una biografía de Alejandro (¿del S. I a. C.?). Es importante tener presente que la historiografía helenística es una historiografía retórica, a la caza del efecto patético y del efectismo; estos rasgos fueron heredados por Pseudo-Calístenes.
  • Una colección de cartas o novela epistolar. La novela epistolar también es un género de origen retórico que busca la prosopopeya, el retrato de un carácter: en nuestro caso, el de Alejandro.
Las colecciones de cartas eran un género floreciente entre la época de Cicerón y Adriano, el momento en el que se sitúan las fuentes del Pseudo-Calístenes. En efecto, se han conservado papiros con supuesta correspondencia entre Alejandro y Darío (¿ejercicios de escuela?).
Junto a estas fuentes principales, han convergido también en la obra del Pseudo-Calístenes otros elementos, de cuatro tipos diferentes. Estas otras fuentes producen como resultado relatos independientes, integrados en el conjunto en forma de episodios:
  • Cartas de Alejandro dirigidas a Aristóteles y a su madre Olimpíade. Hablan sobre las maravillas del viaje de Alejandro a la India. No se sabe si estas cartas han sido agregadas directamente por Pseudo-Calístenes al conjunto, o si el material que él recibe ya las incluía.
    Estas cartas son exponentes de la “literatura teratológica”, literatura de prodigios, representada en Grecia por Ctesias, Yambulo o Luciano (en clave paródica), y en la literatura de Oriente por el relato de Simbad el marino.
    Nótese que la literatura teratológica tiene que estar en primera persona para que resulte verosímil; en el marco de la novela de Pseudo-Calístenes, el uso de la primera persona se justifica además con el artificio de la carta: es “literatura de prodigios” en forma de carta.
    • La leyenda de Nectanebo, según la cual se supone que Alejandro no es realmente hijo de Filipo sino de Nectanebo, el último faraón de Egipto:
      Luego se despide de la reina Nectanebo y recoge unas plantas de un lugar solitario, de las que conocía por su aplicación a la producción de sueños. Y, después de exprimirles el jugo, modeló una figurilla femenina de cera y le inscribió encima el nombre de Olimpíade. Luego encendió unas lamparillas, y, mientras derramaba sobre ellas el jugo de las plantas, invocaba con conjuros a los dioses dedicados a tal oficio, para que Olimpíade recibiera la aparición. Y en aquella noche ella contempla al dios Amón que la tiene abrazada y que, al ponerse en pie para retirarse, le dice:
      -Mujer, en tu vientre guardas un hijo varón que ha de ser tu vengador.
      La historia de Nectanebo procede de una leyenda popular egipcia y pretende explicar la relación especial de Alejandro con el dios Amón, al que Alejandro visita, en el curso de la obra, en su santuario del oasis de Siwa.
      Además, la leyenda de Nectanebo explica la rivalidad con Filipo, del que Alejandro no es realmente hijo, hecho que los dos acaban conociendo.
      • El coloquio con los gimnosofistas, “los sofistas desnudos”, brahmanes a los que Alejandro conoce en la India. Este episodio conecta la obra con la literatura sapiencial y maneja un tópico de larga tradición, el del enfrentamiento rey ↔ sabio:
      Solón-Creso (en Heródoto);
      Platón-Dioniso;
      Alejandro-Diógenes el cínico.
      • Pseudo-Calístenes también ha debido de manejar como fuente un relato histórico sobre los últimos días de Alejandro: en esta parte ofrece datos históricos concretos.
      Se supone que el individuo que unificó todos estos materiales no debía de ser una persona especialmente inspirada: sería un “pobre hombre”, según dice literalmente la Historia de la Literatura Griega de Albin Lesky. Es muy poco cuidadoso, p. ej., en todo lo que se refiere al itinerario geográfico.
      • Y, sin embargo, el juicio de Lesky no hace justicia al hecho de que este texto ha tenido un peso importantísimo dentro de la Tradición Occidental.
      • Por otro lado, la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia o Novela de Alejandro, sin ser una obra clave de la narrativa universal, es una lectura amena que destaca, sobre todo, por su gran fantasía.
      La obra es enormemente fantasiosa, según acabo de decir y según comprobaremos a través de la lectura de algunos pasajes. Voy a destacar ahora los hitos que nos pueden ofrecer una idea básica de la estructura del conjunto del texto:
      • Empiezo recordando que, según la obra, Alejandro no es hijo de Filipo sino de Nectanebo, el último faraón de Egipto, quien lo engendró en Olimpíade bajo la figura del dios Amón.
      • Alejandro es, por tanto, egipcio: nótese que, muy posiblemente, el texto de la Novela procede de Alejandría.
      • Alejandro vence a Darío, quien le confía la custodia de su hija; en este episodio se muestra la generosidad y el humanitarismo del monarca: es que, en la Novela de Alejandro, Alejandro está caracterizado como un héroe ideal.
      • Alejandro llega en su campaña hasta la India, donde experimenta aventuras increíbles; se enfrenta con todo tipo de monstruos (un auténtico bestiario), busca la Fuente de la Inmortalidad, viaja por el aire en un carro tirado por grifos y desciende a las profundidades marinas en una burbuja de vidrio:
      Tras haber realizado todos los preparativos, me introdujeron en la tina de cristal con el deseo de intentar lo imposible. En cuanto estuve metido dentro, la entrada fue cerrada con una tapadera de plomo. Cuando me habían bajado ciento veinte codos, un pez que pasaba me golpeó con su cola mi jaula, y me izaron porque sintieron el zarandeo de la cadena. La segunda vez que bajé me sucedió lo mismo. A la tercera descendí alrededor de trescientos ocho codos y observaba a los peces de muy variadas especies pasar volteando en torno mío. Y mira que se me acerca un pez grandísimo que me cogió junto con mi jaula en su boca y me llevó hacia la tierra desde más de una milla de distancia. En nuestras barcazas estaban los hombres que me sostenían, unos trescientos sesenta, y a todos los remolcó junto con las cuatro barcazas. Mientras nadaba velozmente quebró con sus dientes la jaula y luego me arrojó sobre la tierra firme. Yo arribé exánime y muerto de terror.
      Allí me eché de rodillas y me postré en acción de gracias a la Providencia de lo alto que me había salvado con vida del terrible monstruo. Y me dije a mí mismo: “Desiste, Alejandro, de intentar imposibles, no sea que por rastrear el abismo te prives de la vida”. Y en seguida ordené al ejército partir de allí y seguir la marcha hacia delante.
      • En la India se entrevista además con los gimnosofistas, brahmanes parecidos a los filósofos cínicos que le hacen ver lo inútil de sus esfuerzos y la imposibilidad de que el hombre alcance la inmortalidad.
      • En la India Alejandro también se encuentra con los árboles parlantes, que le profetizarán su muerte.
      • Alejandro, a su regreso en Babilonia, es asesinado por el camarlengo Yolo.
      Se podría decir que lo que prima en esta obra es la imagen trágica de Alejandro, un nuevo Aquiles que, como él, muere en la juventud. El Alejandro de esta novela es el prototipo del héroe mítico, tal y como lo debió de ser en vida para sus propios soldados:
      • Alejandro está siempre obsesionado por la idea de ir más allá, de llegar plus ultra.
      • Pero llega a encontrarse con límites que no puede traspasar (es imposible hallar la inmortalidad, según le declaran los gimnosofistas) y muere.
      • Muere, además, joven, como si estuviese dotado de un destino aciago.
      • El Alejandro que busca ir “más allá” parece cometer un acto de hýbris que le atrae el castigo divino.
      Ésta es una idea en la que abundan las fuentes medievales, que presentan directamente la muerte del rey como un castigo:
      • Gautier de Chatillon, Alexandreis: se castiga a Alejandro por su desmesurada ambición, que le lleva a lamentarse de que no existan más mundos para conquistar.
      • Libro de Alexandre: se castiga a Alejandro por su curiosidad pecaminosa (a raíz de su viaje submarino); Dios le llama “ese lunático que non cata mesura”. Mira las estrofas 2161 y 2165.
      La Natura que cría todas las crïaturas,
      las que son paladinas e las que son escuras,
      tovo que Alexandre dixo palabras duras,
      que querié conquerir las secretas naturas.
      (...)
      Pesó al Crïador que crió la Natura,
      ovo de Alexandre saña e grant rencura,
      dixo: «Este lunático que non cata mesura,
      yo•l tornaré el gozo todo en amargura».

      Alejandro vivió obsesionado con la idea de tener un Homero que cantara sus hazañas; paradójicamente, el “Homero” al que Alejandro debe buena parte de su fama como mito es el Pseudo-Calístenes, un autor entretenido, pintoresco pero (reconozcámoslo con Lesky) no demasiado brillante.
      Aunque, con todo, quizá la imagen fabulosa de Alejandro que nos transmite se aproxime mucho a la imagen que los soldados de Alejandro tuvieron de su rey; en este sentido, Pseudo-Calístenes puede ser, paradójicamente, más veraz que los historiadores serios.



      sábado, 11 de diciembre de 2010

      ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (II)


      TEXTOS ANTIGUOS EN GRIEGO SOBRE ALEJANDRO

      Nada más morir Alejandro surgió una especie de “historiografía de urgencia”, representada por los llamados “historiadores de Alejandro”, a los que sólo hemos conservado en forma de fragmentos; se trata de autores que escriben a caballo entre los SS. IV-III a. C.

      1. El primero de ellos es Tolomeo Lago, compañero directo de Alejandro (fue su escudero, su σωματοφύλαξ), el fundador de la dinastía Tolemaica o Lágida: fue faraón de Egipto con el nombre de Tolomeo I y escribió para corregir a otros autores anteriores, a partir de sus conocimientos, obtenidos de primera mano.
      • Podemos conocer algo de la obra de Tolomeo a través de Arriano. Éste, en el S. II d. C., lo utilizó como fuente principal para su Anábasis de Alejandro, contraponiendo lo dicho por Tolomeo con las informaciones de la llamada “Vulgata” (τὰ λεγόμενα).
      • A tenor de lo que dice Arriano, parece que Tolomeo se interesaba en su obra, sobre todo, por lo militar y político, y mucho menos por lo geográfico y etnográfico.
      • Además, Tolomeo utilizó el diario del cuartel de Alejandro, las Efemérides escritas bajo la dirección de Eumenes de Cardia y Diódoto de Eritras.

      2. Calístenes de Olinto es otra figura importante de este grupo de historiadores. Era sobrino-nieto de Aristóteles. Debió de nacer hacia el 370 a. C. Acompañó a su tío a la corte de Macedonia.
      • Trabajó como escritor al servicio de Macedonia; de este modo celebró las hazañas de Alejandro, al que acompañaba en sus expediciones, en sus Ἀλεξάνδρου πράξεις.
      • Pero cayó en desgracia por la cuestión de la proskýnesis, el ritual de adoración, prosternación ante el soberano, que Alejandro copió de los persas. Por ello, fue ejecutado en el 327 a. C.
      • De Calístenes debe retenerse ante todo que a él se le atribuyó la muy influyente Novela de Alejandro (cfr. infra). Y se le atribuyó porque los elementos fantasiosos presentes en esa obra ya debían de hallarse en sus escritos auténticos.
      • Es decir, en la obra auténtica de Calístenes ya se debía de presentar a Alejandro como algo más que un hombre.

      3. Clitarco escribió hacia el 310 a. C., rhetorice et tragice, según Cicerón.
      • Narraba la vida de Alejandro desde el ascenso al trono hasta su muerte.
      • Es una figura de importancia porque su obra (llena de rasgos novelescos) parece estar en la base de eso que hemos llamado antes “la Vulgata”, la versión divulgada de la historia de Alejandro, opuesta o distinta a los relatos de Tolomeo, Arriano y la “historiografía seria”.
      Se podría citar al menos a otros seis autores entre los llamados “historiadores de Alejandro”: Onesícrito,  Aristobulo de Casandrea, Cares de Mitilene..
      De todos ellos me refiero únicamente a Onesícrito por cuanto éste, que había participado en las expediciones de Alejandro, empezó a escribir a su muerte y lo convirtió en un héroe de un género peculiar:
      • Lo dotaba de rasgos filosóficos cínicos.
      • Por ello es de lamentar que su obra no se haya conservado.
      Con posterioridad a la “historiografía de urgencia”, compuesta al poco de la muerte de Alejandro, se escribirá sobre el rey de Macedonia desde perspectivas distintas:
      • unas veces serán más serias (Plutarco, Arriano);
      • mientras que, otras veces, serán más bien literatura popular.
      En relación con la “historiografía seria” podemos comentar algo a propósito de Arriano (no voy a hablar de Plutarco: en relación con él recuerdo que su Vida de Alejandro es una lectura altamente recomendable – está además editada en diversas colecciones populares):

      ARRIANO

      Puede leerse a Arriano en la traducción de A. Guzmán Guerra (trad.), Arriano. Anábasis de Alejandro Magno, Madrid, Gredos, 1982 (2 tomos).
      Nació entre el 85 y el 90 d. C. y murió hacia el 170. Era de Nicomedia (actual Turquía).
      Discípulo de Epicteto, en su época fue más reconocido como filósofo que como historiador. Pero sus obras filosóficas propias (no hablo de su edición de las Diatribas de Epicteto) se han perdido o se conservan fragmentariamente.
      Al parecer, cuando tenía unos cincuenta años abandonó Roma y la administración imperial (había sido cónsul en el 130); entonces se dirigió a Atenas, donde debió de dedicarse a la historiografía: se considera a sí mismo como “el nuevo Jenofonte”, y por ello
      • escribe Vidas perdidas, a imitación del modelo de Jenofonte (quien escribió un Agesilao);
      • escribe su Anábasis [de Alejandro Magno] que, como la de Jenofonte, consta de siete libros: imita el estilo de su modelo.
      • Arriano destaca, entre la mayoría de los historiadores de Alejandro, porque se esfuerza en escribir un relato que no sea fantasioso y se atenga a los hechos.
      • Por ello emplea como fuentes, ante todo, a Tolomeo y Aristobulo, contemporáneos de Alejandro y testigos de lo que narran.
      • Por otra parte, es discutible en Arriano su preferencia por la narración de los hechos militares y su menor atención a los aspectos políticos de su personaje.
      La introducción a la obra de Arriano es ésta:
      Considero y transcribo yo como verdaderos todos aquellos relatos en que coinciden Tolomeo, hijo de Lago, y Aristobulo, hijo de Aristobulo, historiadores ambos de Alejandro, hijo de Filipo; pero de aquellos en que divergen, he seleccionado los que me parecían, al tiempo, más fidedignos y más interesantes para ser narrados. Ya otros han escrito sobre Alejandro (no hay, en efecto, nadie sobre quien lo haya hecho mayor número de historiadores, o de manera más discordante entre sí), pero Tolomeo y Aristobulo, a mi parecer, son los más dignos de crédito; Aristobulo, por haber participado en la expedición junto con el rey Alejandro; Tolomeo, además de por eso mismo, porque falsificar los hechos habría sido para él, por ser rey, más vergonzoso que para ningún otro. Por otra parte, dado que Alejandro ya había muerto cuando uno y otro escribieron, ambos estaban por igual al margen de hacerlo de modo distinto a como los hechos ocurrieron, porno estar -cohibidos ni esperar de él recompensa alguna.


      miércoles, 8 de diciembre de 2010

      ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (I)


      A finales de noviembre de este año pasé dos días en la UNED de Tudela hablando de héroes en el marco de esta actividad
      Por ello quiero dedicar cuatro entradas del blog al último héroe del que hablé, Alejandro Magno, uno de mis mitos de la infancia gracias a la biografía del personaje que había escrito un ficticio Joseph Lacier para la extinta editorial Bruguera.
      Hago observar que de lo que hablé en la Ribera no fue de historia sino de la recreación de Alejandro en las literaturas de la Antigüedad y de Oriente: de su conversión en carne y alma de leyenda.


      DE HÉROES Y HOMBRES

      Oímos hablar de héroes y pensamos en Aquiles, Ulises, Heracles, Edipo, Teseo... quizá hasta en Asclepio y Orfeo. Pero aquí la cosa va por otros derroteros porque ahora vamos a hablar, en tanto que héroe, de un personaje histórico del S. IV a. C., no de un semidiós, no de un hombre que vivió en la época de los semidioses...

      Vamos a hablar de Alejandro Magno, rey de Macedonia.

      Debo empezar recordando que la heroización de figuras reales e históricas es un fenómeno que se venía produciendo entre los griegos desde mucho antes.
      De hecho, “hombres reales” es la última categoría de héroes identificadas en la clasificación analítica de L. R. Farnell, Greek Hero Cults and Ideas of Inmortality, Oxford, 1921.
      • Entre los “hombres reales” heroizados se contaban entonces, como hoy, los atletas: no había futbolistas (aunque mira esto!!!) pero sí boxeadores, y entre éstos fue heroizado, p. ej., Eutimo de Locros, vencedor en el pugilato en Olimpia en tres Olimpiadas.
      • Recibió un culto heroico en vida, según estudia Bruno Currie en un artículo de 2002: “Euthymos of Locri: A Case Study in Heroization in the Classical Period”.
      • Pausanias (6.6.5) transmite la leyenda de que era hijo del dios-río Cecino: la adscripción de una genealogía divina es un procedimiento típico de heroización.
      • Según Pausanias Eutimo también realizó acciones auténticamente heroicas y se enfrentó en Temesa a un fantasma monstruoso (el Herón, “el héroe”) para salvar a una doncella que le iba a ser entregada a éste como tributo, cfr. Paus. 6.6.7-10:
      Cuando regresó a Italia [Eutimo] luchó contra el Héroe. Su historia es así: (…). Eutimo, que había llegado a Temesa cuando se cumplían los rituales del espíritu, se enteró de lo que sucedía y sintió deseos de entrar en el templo y ver a la muchacha. Cuando la vio, al principio sintió compasión, después amor por ella. La muchacha le juró que se casaría con él si la salvaba, y Eutimo se armó y esperó el ataque del dios. Venció en la lucha y el Héroe fue expulsado del país y desapareció sumergiéndose en el mar. Eutimo tuvo una gloriosa boda y los hombres de allí se vieron libres para siempre del espíritu.
      • Según el mismo autor (6.6.10), Eutimo vivió además hasta una edad propia de un patriarca del Antiguo Testamento.
      • Y Eutimo no fue un ejemplo aislado: es análogo el caso de Teógenes de Tasos, otro boxeador, de mediados del S. V a. C.
      Alejandro fue, obviamente, un personaje histórico, y sin embargo lo cierto es que en torno a su figura se debieron de forjar leyendas en época muy temprana, quizá incluso en su propia vida, por lo insólito de su empresa:
      Recuérdese que Alejandro trasciende el margen político de la pólis para crear un imperio universal de base griega. Vale la pena recordar algunos datos sobre su vida:
      • Alejandro, rey de Macedonia, llamado Alejandro Magno, debió de vivir entre el 356 y el 323 a. C.;
      • era hijo de Filipo II de Macedonia y de Olimpíade;
      • a partir de las victorias conseguidas por su padre Filipo II pudo someter a su poder a todas las ciudades griegas;
      • emprendió después la guerra contra el imperio persa, al que derrotó;
      • llegó, en su afán de conquistas, hasta el Océano Índico y la India;
      • ahora bien, unas fiebres lo hicieron morir en Babilonia a una edad muy temprana (¿treinta y tres años?), lo cual favoreció, por supuesto, la creación del “mito” en torno a su persona.
      En el Diccionario de mitos de García Gual figura por ello Alejandro como un “mito” más.

      En las cuatro entradas que dedicaré a Alejandro comenzaré por referirme a
      • las fuentes griegas antiguas sobre Alejandro, más históricas unas, más legendarias otras;
      • además, prestaré atención especial a Pseudo-Calístenes y la tradición que converge en él: quiero presentar así la base antigua sobre la que se desarrollará posteriormente toda la leyenda de Alejandro;
      • por ello, hablaré bastante menos de autores literariamente más importantes, como Plutarco o Arriano.
      Recuerdo, con todo, que la figura de Alejandro también interesó a los autores latinos. Es muy interesante, por ejemplo, la obra de Quinto Curcio Rufo: Historia de Alejandro Magno, según la traducción de Gredos (1986): su lectura no defrauda.
      • El autor es un misterio: no sabemos quién es y resulta muy complejo situarlo cronológicamente.
      • La obra se conserva de manera fragmentaria: tenemos cinco libros casi completos; llegan hasta la muerte de Alejandro pero carecemos del relato sobre sus primeros años.
      • Curcio testimonia la admiración por la figura grandiosa de Alejandro (valiente, generoso, magnánimo), aunque también destaca sus defectos: la ira, la tendencia a la embriaguez, la vanidad que le lleva a dejarse seducir por Oriente…: los defectos van in crescendo, como las disputas intestinas entre los macedonios (a muchos de los cuales eliminará Alejandro).