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domingo, 10 de noviembre de 2013

JULIO CÉSAR: ALGUNOS COMENTARIOS



C. Julio César (101 – 44 a. C., 15 de marzo: muere en “los idus de marzo”) fue el hombre fuerte de Roma desde el 60 a. C. hasta su muerte.
Su mismo nombre se convirtió en título de los gobernantes romanos posteriores, o de los asociados al gobierno como “segundos de a bordo” y herederos. Y de Caesar proceden títulos imperiales como ‘Kaiser’ o ‘zar’. 
Su caso como historiador es comparable al de Jenofonte por cuanto él también narró en tercera persona parte de los acontecimientos de los que había sido protagonista. Así actuó en sus Commentarii: siete libros sobre la guerra de las Galias, más tres sobre la Guerra Civil.

De hecho, se suele indicar que este procedimiento narrativo (narrar acontecimientos protagonizados por uno mismo en tercera persona) debió de tomarlo César directamente de Jenofonte.

La obra de César contaba con antecedentes en la tradición: los hypomnémata (“memorias”) o los commentarii, distintos de la historia por su carácter puramente denotativo. Cf. lo que comenta al respecto la Cambridge History of Classical Literature (II 315):
Los políticos romanos convirtieron el comentario en un informe objetivo de sus hazañas que se publicaría para su propia justificación y para beneficio de sus descendientes. 
En el Bellum Gallicum, César relata los acontecimientos de los años 58 a 52; la obra culmina con la derrota de Vercingetórix en ese año.
El Bellum Gallicum se publicó al año siguiente con una intención evidentemente propagandística: mostrar la dignitas de César y así facilitarle el camino al consulado del año 49.  
Los siete libros de la obra, que ya estaba publicada en el 51 no debieron de ser escritos antes del 52. En esa fecha César debió de proceder a la redacción definitiva a partir de sus notas y de borradores previos. 
  • Cada uno de los siete libros trata de las acciones de un solo año (esto recuerda, evidentemente, el formato de los Anales). 
  • La estructura es, por tanto, muy sencilla, e igualmente es sencillo el estilo con que están escritos los Commentarii
De hecho, la obra produce una impresión general de sencillez, asepsia y objetividad. Aunque, obviamente, César pudo maquillar en algún caso la realidad, o bien debió en otros casos simplemente construirla por falta de informaciones ciertas.  
Con todo, y aun tratándose de una obra con intención propagandística que narra sucesos tan próximos en el tiempo, la elaboración del Bellum Gallicum no es descarada. 
Importa destacar que
  • “los Commentarii [Bellum Gallicum] no son un documento de autoconocimiento y nos dicen poco de la vida personal de César” (Cambridge History of Classical Literature II 318); 
  • “los atractivos del hombre [de César], incluso su generosidad proverbial, no aparecen” (Bayet, p. 178). 
Por tanto, en el caso del Bellum Gallicum nos hallamos ante la misma duda que también se nos plantea a la hora de valorar como autobiografía la Anábasis de Jenofonte.

Los libros de la Guerra Civil tratan los acontecimientos de los años 49 y 48 a. C. Es una obra incompleta (faltan acontecimientos del 48) y más imperfecta que los libros sobre la Guerra de las Galias. 

Aunque estos últimos libros debieron de ser escritos en el 47 a. C., pese a la proximidad a los sucesos y la implicación personal de César en los mismos, la objetividad de la obra es apreciable, según se puede constatar por comparación con lo que nos dicen sobre los hechos otros autores (Cicerón, Asinio Polión, Livio).

Termino la exposición sobre César recordando algo sobre su puesto en la Tradición Clásica. Pero no pienso en su presencia en la ‘Cultura’ con mayúscula (p. ej., el Julio César de Shakespeare).

Pienso, sobre todo, en la cultura popular: en Julio César como elemento recurrente en las aventuras de Astérix, desde el primer álbum (Astérix el galo).
  • Aparece con su aspecto físico según lo conocemos por descripciones, bustos, monedas…; pero se resaltan sus rasgos físicos típicos para conseguir un efecto caricaturesco (por exageración). 
  • En distintos álbumes aparecen otros personajes relacionados históricamente con él. 
  • P. ej., en Astérix gladiador (cuarto álbum) aparece sentado a su lado en el Coliseo Bruto, a quien le dice (como dicen los historiadores que hizo cuando lo asesinó) tu quoque, fili
  • También aparece Cleopatra (ya en Astérix y Cleopatra, sexto tomo) de quien se alaba la nariz (muy remarcada en el dibujo). 
  • También aparece el hijo de César y Cleopatra, Cesarión, en El hijo de Astérix (solo de Uderzo).


domingo, 5 de junio de 2011

LA HISTORIOGRAFÍA GRIEGA: ORÍGENES Y RASGOS GENERALES


Esta entrada que reedito ahora es la segunda más vista del blog según las estadísticas. Y presenta, en esta nueva versión, una novedad: me hago eco de los debates suscitados en la primera década de este milenio en relación con la historicidad de la guerra de Troya. ¿Pudo ser "Homero" un oriental bilingüe que, cuando cantaba a Troya, estaba pensando en realidad en la fortaleza hitita de Karatepe?


1. Historia del término “historia”.
2. Diferencias entre la historiografía griega y la historiografía moderna.
3. La historia antes de la historia.
4. El nacimiento de la historiografía en el entorno de Jonia.
5. Logógrafos más destacados: Hecateo de Mileto; Ferécides de Atenas.



En el mismo ámbito y en una cronología parecida, posiblemente obedeciendo a estímulos semejantes, surgieron entre los griegos dos géneros distintos, la filosofía (mira la entrada ) y la historiografía, de la que aquí empezamos a hablar.

Para nosotros, la existencia de la Historia es algo evidente: tenemos libros de historia, vemos películas históricas en el cine y documentales de la historia en la TV... hasta hemos estudiado asignaturas de historia en el colegio o el bachillerato.
Pero, para los griegos, la historia no era algo evidente: los griegos tuvieron que inventar la historia.


1. HISTORIA DEL TÉRMINO “HISTORIA”

En relación con el significado de la palabra “historia” se ha de indicar que historíe procede de hístor, el “testigo” o, literalmente, “aquel que ve”: hístor es de la misma raíz que p. ej. latín uidere, “ver”:
La referencia a la etimología del término nos permite comprender mejor por qué la idea de “historia” implicaba para los griegos la noción de autopsia, de ser testigo directo.
De este significado primordial pasa a significar la “investigación” (mira el principio de la Historia de Heródoto en la entrada ) y el “relato de la investigación”: de aquí surge nuestro concepto de “historia” como relato de acontecimientos.

A. Lesky dice (Historia..., p. 245):
Historia (historíe) es, pues, la averiguación y el relato basado en la propia observación. En su desarrollo ulterior ya no se trata sólo de lo que se ve directamente; la averiguación puede efectuarse interrogando a testigos (...) Igual que en las ciencias naturales, la tarea consiste en averiguar lo verdadero utilizando la crítica racional.
Esta pretensión de autopsia, de “ver” los acontecimientos, hace que los historiadores no duden en presentar (inventando las palabras) los supuestos diálogos y discursos de sus personajes, como si ellos mismos hubieran sido testigos de esas conversaciones: así sucede ya con Heródoto y Tucídides (mira Schepens 1980).

Puede señalarse que también en este punto hay una similitud entre historia y leyenda: los cantores de poesía épica también pasan por testigos presenciales de lo que narran: así, de Homero se decía que había sido testigo de las guerras tebana (de la que hablaba en la Tebaida) y troyana (de la que habla en la Ilíada).



2. DIFERENCIAS ENTRE LA HISTORIOGRAFÍA GRIEGA Y LA HISTORIOGRAFÍA MODERNA

Conviene hacer dos indicaciones generales sobre la historiografía griega y otras formas de hacer historia:

1) Una peculiaridad de la historia de Grecia la diferencia de la romana en sus orígenes:
  • en Roma la historia surge de la redacción de Anales;
  • en cambio, este tipo de “diarios públicos” no han existido en Grecia, o al menos no están en la base de la historiografía griega (algunos indicios apuntan, sin embargo, a que sí pudo haber “anales” en ciertos sitios, como p. ej. Samos).
2) Hay una diferencia importante con respecto a la historiografía moderna: la historiografía griega es un género literario:
  • fue considerada así por todos los tratadistas de la Antigüedad;
  • los historiadores utilizan recursos comunes que son marca del género (p. ej., lo dicho antes sobre los discursos);
  • hay dependencia con respecto a géneros literarios canónicos como la épica y el teatro: en este sentido es muy significativa la elaboración dramática de la obra de Tucídides (mira en la entrada );
  • parte del carácter literario de la historia griega es que no distinga entre hecho e interpretación: en este punto existe una diferencia clara con la historia moderna.


3. LA HISTORIA ANTES DE LA HISTORIA

Los primeros logógrafos, a finales del S. VI a. C., se dedicarán en sus narraciones a depurar los relatos legendarios de los elementos considerados ahora como contrarios a la razón, al lógos (recuerdo, como indicaba al principio, que el nacimiento de la historiografía es otra manifestación del paso del mito al lógos).

¿Qué llenaba el lugar de la historia antes de la invención de ésta? Los griegos, en las fases orales de su cultura, habían expresado la memoria del pasado en forma de leyendas tradicionales, a bastantes de las cuales subyace un fondo histórico.

Se ha dicho, p. ej. que la leyenda de las guerras tebanas recuerda acontecimientos históricos de época micénica (en torno a 1250 a. C.):
  • según algunos arqueólogos, Tebas fue destruida poco antes de Troya;
  • esto coincidiría con los datos de la saga, según la cual los asaltantes de Tebas (los Epígonos) participaron después en la guerra de Troya (Diomedes, Esténelo, Euríalo).
Con todo, el caso más paradigmático de leyenda con posible fondo histórico es el de la guerra de Troya, sobre la cual trata el poema griego más antiguo que conservamos, la Ilíada.

Se ha escrito mucho sobre el problema de la historicidad de la guerra de Troya. La cuestión recibió un planteamiento romántico en el S. XIX a través de Schliemann:
  • siguiendo los datos de la Ilíada identificó los restos de varias ciudades superpuestas en el montículo de Hisarlik (Asia Menor);
  • una de esas ciudades sería, según Schliemann, Troya.
La cuestión no está clara, pero en favor de la historicidad de la guerra de Troya hablan:
  • los hallazgos de Hisarlik;
  • las tablillas hititas;
  • la propia tradición oral sobre esa guerra.
Hago observar que, en la primera década del S. XXI, se ha reabierto el debate sobre la historicidad de la guerra de Troya al hilo de los trabajos de dos personalidades muy diferentes:
  • De un lado el arqueólogo Manfred Korfmann, firme defensor de la historicidad del suceso, quien propuso que la ciudad de Troya, que tuvo un tamaño mayor de lo que se creía, desempeñó un papel importante en el mundo mediterráneo de la Edad del Bronce. Cf. Latacz (2001), Korffman (2006).
  •  Por otra parte, es grande el revuelo que han producido las teorías de Raoul Schrott, sobre todo en el ámbito alemán. En opinión de este autor, Homero era un griego empleado como escriba entre los asirios. En su condición de hombre bilingüe conoció de primera mano la literatura oriental que deja su huella en la Ilíada. Además, cantó la guerra de Troya inspirándose en la realidad que tenía al alcance de la mano, la realidad de Cilicia, y en concreto en las ruinas de la fortaleza hitita de Karatepe. A favor y en contra de la hipótesis, cf. Schrott (2008), Ulf y Rollinger (2011).
Lo interesante de verdad es que, sea o no sea histórica la guerra de Troya, los griegos creían en su realidad: recibían la leyenda tradicional como memoria del pasado.
Es muy significativo que el historiador más importante de Grecia, Tucídides, cuando tiene que reconstruir la historia más remota de su pueblo, eche mano de la saga en la Arqueología (los primeros capítulos de su Historia).

Ahora bien, aunque a muchas leyendas subyazca un fondo histórico es importante señalar que:
  • Esto no puede demostrarse para todas las leyendas: es más, en el caso de muchas leyendas ese fondo histórico es improbable, p. ej. en el caso de Edipo: su leyenda presenta elementos obvios de cuento popular (el héroe mata al monstruo y se casa con la reina).
  • La leyenda, pese a su ocasional trasfondo histórico, es algo distinto de la historia por dos motivos:
1) El tiempo de la leyenda es distinto del tiempo de la historia:
  • es un tiempo que está más allá de la historia;
  • por eso, los receptores de las leyendas son incapaces (en principio) de situarlas con respecto al tiempo en que ellos viven.
2) La leyenda, y el mito en general, se hallan vinculados con el rito y la religión: en el caso de la historia, esa vinculación no existe.

Lo curioso es que, cuando nace la historia, nace intentando racionalizar la leyenda, extrayendo un lógos del mythos: eso es lo que sucede (a finales del S. VI a. C.) con los llamados logógrafos.


4. EL NACIMIENTO DE LA HISTORIOGRAFÍA EN EL ENTORNO DE JONIA

El nombre logógraphos significa en griego “el que pone por escrito un lógos, un discurso”: es decir, estos autores concebían sus obras como discursos para ser leídos en público.
Por los fragmentos sabemos que los logógrafos escribían en prosa: el dato es importante, porque la literatura anterior a ellos se componía en verso.
¿A qué causa obedece el paso del verso a la prosa?: este cambio guarda relación con el paso de una cultura oral a una cultura escrita; en una cultura oral es necesario memorizar la obra para poderla transmitir, y el hecho de que esté en verso facilita la memorización: es muy difícil componer prosa si la herramienta de la escritura no está desarrollada.
Pero, cuando la transmisión deja de depender de la memoria y se confía a la escritura, se hace posible el desarrollo la prosa: esto es lo que sucede en Grecia a finales del S. VI. a. C. En ese momento, y sobre todo en el S. V, es cuando irrumpen los nuevos géneros en prosa, a saber:
  • la filosofía;
  • la medicina;
  • y el género que a nosotros nos interesa: la historiografía.
La historiografía primitiva de los logógrafos nace en Jonia, igual que la filosofía, y este hecho no es casual: en ese lugar, el encuentro (traumático) con otras culturas obligó a los griegos a reflexionar sobre su propia cultura:
* la reflexión llevó a una crítica racional del mito y de las creencias sobre el pasado;
* así nació la historiografía que, como la filosofía, representaba un intento por emanciparse de la cultura tradicional acrítica.
Es interesante lo que dice al respecto C. M. Bowra (Historia de la Literatura Griega, p. 98):
No hubo historia en el concepto moderno hasta que el conflicto persa despertó el afán de los griegos por averiguar qué clase de hombres eran aquellos que amenazaban su orgullo nacional, y por llevar registro de las victorias obtenidas sobre un imperio que se revelaba poderosísimo.


5. LOGÓGRAFOS MÁS DESTACADOS: HECATEO DE MILETO; FERÉCIDES DE ATENAS

No conservamos íntegra la obra de ninguno de los logógrafos, pero tenemos suficientes fragmentos como para poder conocer sus nombres y algunas de sus características.

Antes de hablar de los logógrafos propiamente dichos (Hecateo y Ferécides) debemos mencionar el caso de los autores de descripciones de viajes, que también son base de la historia posterior.
Esas descripciones nacían de una necesidad práctica (eran el antecedente de las “cartas de navegación”).
Pero junto al interés práctico surge la curiosidad etnográfica, el interés por otros pueblos y costumbres (los nómoi); partiendo de las costas, los autores tratan las curiosidades de los pueblos del interior.
Algunos autores de Periplos (o descripciones de navegaciones):
  • Escílax de Carianda (finales del S. VI);
  • Eutímenes (S. VI).
  • Avieno tradujo al latín, en fecha muy posterior, un periplo del S. VI a. C.: es una descripción importante de las costas de España.
Mira sobre todos ellos la obra de Güngerich (1950).

El logógrafo más importante (Heródoto lo llama logopoiós) fue Hecateo de Mileto: debió de nacer en torno al año 550 a. C.
Su ambiente era el de la naciente filosofía jónica: fue discípulo de Anaximandro.
Su talante racionalista lo evidencia la siguiente anécdota: durante la revuelta de Jonia contra los persas propuso que las ofrendas de Creso al Apolo de Dídima fueran utilizadas para construir una flota; esto refleja la actitud racionalista de su vida y obra.
Su talante racionalista, su actitud de crítica a la tradición, lo evidencia asimismo el principio de su obra:
Lo que aquí escribo es el relato de lo que me parece verdadero. Pues los griegos cuentan demasiadas cosas y, en mi opinión, son ridículas.
Escribió dos textos:

1) El Planisferio, obra fundamentalmente geográfica pero que incluye observaciones de historia: Hecateo fue un viajero, como los autores de Periplos (especialmente importante debió de ser su viaje a Egipto).
Las experiencias de sus viajes se hallaban recogidas en su Planisferio; a partir de fuentes indirectas sabemos que:
  • Hecateo concebía el mundo como una superficie circular rodeada por el Océano;
  • el Planisferio debía de adoptar la forma de un periplo del Mediterráneo, con observaciones etnográficas, mezclando datos empíricos (lo observado en los viajes) con especulaciones.
2) Las Genealogías, que se componían de racionalizaciones del mito del tipo comentado para los logógrafos; se hallan en la base de la historiografía propiamente dicha:
  • P. ej., Hecateo decía que el Can Cerbero era una peligrosa serpiente, y que se le llamó “guardián del Hades” porque mataba a muchas personas. 
  • O que las hijas de Dánao debieron de ser en realidad unas veinte (y no cincuenta).
El logógrafo más importante después de Hecateo fue Ferécides de Atenas, que debió de escribir en la primera mitad del S. V; compuso una obra en 10 libros.
Ferécides está muy influido por la epopeya: su obra es una ordenación y prosificación de las antiguas leyendas sobre los héroes, que para él son “históricas” en el sentido de ser cosas reales que sucedieron en el pasado.
Ferécides es un antecesor de la auténtica historiografía, pero también lo es de los manuales mitográficos como la Biblioteca de Apolodoro (mira el texto en
--> -->Biblioteca y Epítome).


ALGUNAS REFERENCIAS:

* Trabajos de carácter general sobre la historiografía de Grecia:
CÁNFORA, L., La storiografia greca, Milán, 1999.
FRITZ, K. VON, Griechische Geschichtschreibung, Berlín, 1967.
HOPF, B., Antike Historiographie in literaturwissenschaftlicher Sicht, Mannheim, 1981.
JACOBY, F. (ed.), Die Fragmente der griechischen Historiker, Berlín-Leiden, 1923-58.
LENDLE, O., Einführung in die griechische Geschichtschreibung: von Hekataios bis Zosimos, Darmstadt, 1992.
MOMIGLIANO, A., La historiografía griega, Barcelona, 1984 (La Storiografia greca, Turín, 1984).
SCHEPENS, G., L'"autopsie" dans la méthode des historians du Vè. siècle avant J.-C., Bruselas, 1980.
USHER, S., The Historians of Greece and Rome, Nueva York, 1970.

* Trabajos recientes sobre la historicidad de la guerra de Troya:
KORFMANN, M. (ed.), Troia. Archäologie eines Siedlungshügels und seiner Landschaft, Maguncia, 2006.
LATACZ, J., Troia und Homer. Der Weg zur Lösung eines alten Rätsels, Múnich-Berlín, 2001.
SCHROTT, R., Homers Heimat. Der Kampf um Troia und seine realen Hintergründe. Múnich, 2008.
ULF, Chr., y ROLLINGER, R. (eds.), Lag Troia in Kilikien? Der aktuelle Streit um Homers Ilias, Darmstadt, 2011.

* Sobre los orígenes de la historiografía:
CÁNFORA, L., “De la logografía jonia a la historiografía ática”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. III. Grecia en la época de Pericles, Barcelona, 1981, pp. 357-429 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1979).
GÜNGERICH, R., Die Küstenbeschreibung in der griechischen Literatur, Münster, 1950.
LENS TUERO, J., “Orígenes de la historiografía”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 258-270.
RUIZ PÉREZ, A., “La historiografía griega y el mito. De la genealogía a la mitología”, en D. Estefanía et alii (eds.), Géneros grecolatinos en prosa, Alcalá de Henares – Santiago, 2005, pp. 109-130.




martes, 3 de mayo de 2011

LOS HISTORIADORES GRIEGOS DE ÉPOCA IMPERIAL; PAUSANIAS


Creé la primera versión de esta entrada en diciembre de 2008. He decidido rehacerla porque el Grupo Graecapta de la Universidad de Navarra estudia ahora la alteridad lingüística y cultural del Imperio centrándose precisamente en un corpus de historiadores, griegos y latinos, paganos y cristianos. A la ocasión la pintaban calva, puestos a remozar este post.

Ojalá sea de utilidad para quienes se interesan por los historiadores y la historia de esos siglos tan convulsos.
 


1. PLANTEAMIENTO

Hacia el año 100 d. C. se aprecia un nuevo resurgir de la historiografía. En este período será habitual la tendencia a las exposiciones de conjunto, como atestiguan los títulos de las obras de Apiano o Dión Casio:
  • Apiano (S. II; Historia romana);
  • Dión Casio (SS. II / III; Historia romana).
El público de este tipo de obras no parece haberse sentido ya satisfecho con las grandes síntesis de finales del Helenismo, como
Muchas de las obras escritas al socaire de este nuevo empeño historiográfico se han perdido. Piénsese p. ej. en Flegón de Tales (liberto de Adriano, Olimpiadas: poseían carácter de crónica) o en Claudio Cárax (senador del círculo de Marco Aurelio, Historias).

De las obras que se han conservado trataremos primeramente las de los historiadores de Roma: Apiano, Dión Casio, Herodiano, Zósimo.

Después hablaremos de Arriano, quien escogió como tema de su obra historiográfica un asunto griego, la Expedición de Alejandro.

Por último trataremos el caso del periegeta por excelencia de Grecia, Pausanias, que pertenece a este mismo segmento histórico.
  • A Flavio Josefo se le puede incluir, obviamente, en este tema. Pero he preferido referirme a él en la entrada sobre literatura hebrea en lengua griega para poder estudiarlo así en su contexto cultural.
  • Por el mismo motivo (situarlos en su contexto cultural) tampoco incluyo aquí el caso de los historiadores cristianos: piénsese p. ej. en la obra historiográfica de Eusebio de Cesarea.

2. APIANO, HISTORIA ROMANA

Apiano (en torno a 95 – 165) procedía de Alejandría y llegó a Roma en el 130 para trabajar como abogado, causidicus. Aunque el proemio a su obra anuncia que existe una Autobiografía de Apiano, lo cierto es que no tenemos ningún testimonio ni cita de ella.

En Roma, Frontón tomó bajo su protección a Apiano y le consiguió el rango de procurador con posterioridad al 161: la obtención de este cargo implicaba contar con la ciudadanía romana y pertenecer a la clase de los equites.

En este sentido, Apiano es un ejemplo perfecto de cómo las capas altas de Oriente supieron integrarse y alcanzar puestos importantes en la administración del Imperio.

Su obra historiográfica es la Historia romana en 24 libros, compuesta en torno a 165: de la obra original se conserva aproximadamente la mitad de los libros, y entre éstos destacan de manera especial los 5 dedicados a las guerras civiles de los romanos.
  • Lo que se conserva es el proemio, los libros 6 – 8, partes de 9, los libros 11 – 17, más resúmenes de otros libros y fragmentos.
  • Cfr. la traducción en Gredos de Sancho Royo (1980 y 1985, 3 tomos).
Es interesante el hecho de que el criterio básico a partir del cual se desarrolla la historia de Apiano no es el cronológico sino el geográfico o etnográfico, según comenta y explica él mismo en el proemio. En este punto parece seguir, con las debidas diferencias, el modelo de Heródoto.

Con todo, este patrón plantea bastantes problemas. Por ello Apiano, para que sus lectores no pierdan la visión general de los acontecimientos (que a veces tienen implicaciones para escenarios distintos), debe recurrir con frecuencia a referencias cruzadas y recapitulaciones.


Dedica un libro de su Historia a cada uno de los pueblos con los que va entrando en contacto Roma. En el libro correspondiente narra la historia del contacto de ese pueblo con Roma, hasta llegar al momento de su integración en el Imperio.
  • Así la obra incluye p. ej. un libro sobre Libia, otro sobre Iberia etc…
  • En España se ha concedido, lógicamente, bastante atención al libro sobre Iberia: cfr. p. ej. Sancho Royo 1973 (Numancia).
  • Hay además libros en los que se habla de los grandes rivales de Roma, como Haníbal o Mitrídates. Cfr. además lo dicho antes sobre los 5 libros de las Guerras civiles, con entidad propia.
En el libro V de las Guerras civiles se interrumpe el relato conservado, que llega hasta el 35 a. C., o lo que es lo mismo: no llegamos a leer nada sobre la anexión de Egipto.

Sin embargo sabemos por el Proemio que Apiano le concedía un valor especial (simbólico) a la anexión de Egipto, su patria: a partir de ese momento, debía de decir, se había instaurado un régimen de paz y justicia.
Es decir: Apiano no concibe la historia de Roma como simple historia de esta ciudad sino, a fin de cuentas, como una historia mundial, una historia de sus prouinciae, como una historia de unidad universal propiciada por el poder de la urbs.
Esta actitud mental es característica del S. II, momento en el que se intensifica la unidad interior dentro del Imperio. Apiano concede a esa aspiración a la unidad profundidad histórica al renunciar además, a antiguas celotipias y clichés sobre la relación entre griegos, romanos, cartagineses, etc…
  • Hay en la obra una admiración evidente por los Césares, que el egipcio Apiano considera como sucesores de los Ptolomeos.
  • Esa admiración es la nota personal que pone Apiano en su obra, una obra de la que durante mucho tiempo no se apreció su elaboración literaria: en cambio, quizá se atendió en exceso a la cuestión relativa a las fuentes del autor (cfr. Sancho Royo 1980, 13-16; Hose 1994, 142-355) y el crédito que merecían sus informaciones históricas.
En relación con ello diremos tan sólo que sabemos que leyó autores latinos para documentarse. Aunque no era muy dado a citar, se refiere por su nombre a
  • Paulo Claudio (por sus Anales);
  • Julio César (por La guerra de las Galias);
  • Augusto (por sus Memorias);
  • Asinio Polión (por sus Historias).
Además, debió de manejar otros autores romanos a los que no cita por el nombre.


3. DIÓN CASIO, HISTORIA ROMANA

Dión Casio Cocceianus (hacia el 155 – hacia el 235) pertenecía a una familia oriunda de Bitinia y asentada en Roma. Posiblemente (pero no es seguro) Dión Casio nació en la propia Bitinia, en Nicea.

Su padre fue senador (como tantos otros ciudadanos importantes de Oriente) y cónsul. Él también ocupó distintos puestos públicos de importancia (senador, pretor, procónsul…) y fue cónsul en dos ocasiones:
  • durante el mandato de Septimio Severo fue consul suffectus;
  • en el 229 fue consul ordinarius junto con el emperador Alejandro Severo.
Dión Casio pasa por ser el historiador griego más importante de época imperial.

Entre los años 194 y 216 compuso una Historia romana en 80 libros, que debía tratar desde los orígenes de la ciudad hasta el 229 (año de su segundo consulado).

Otras obras atribuidas a él y perdidas son una Biografía de Arriano y dos escritos de propaganda, compuestos con ocasión del ascenso al trono de Septimio Severo, “el nuevo Augusto”.
  • De la obra (Historia romana) conservamos íntegros los libros 36 – 60 (que tratan de los años 68 a. C. – 47 d. C.).
  • Conservamos además partes de los libros 79 – 80 a través de resúmenes bizantinos, del epítome de Xifilino y de la Historia Universal de Zonaras.
Cfr. la traducción en Gredos: libros I-XXXV (D. Plácido 2004); libros XXXVI-XLV (Candau Morón y Puertas Castaños 2004).
Para parte de los acontecimientos narrados en los libros 36 – 60, Dión Casio puede ponerse además en relación y confrontarse con los Anales de Tácito, pues uno y otro historiador emplearon fuentes distintas. Por supuesto, como en el caso de Apiano, una de las cuestiones más debatida en torno a Dión Casio ha sido la de sus fuentes históricas, sobre las que él se expresa de manera poco precisa.
Sabemos, p. ej., que debió de utilizar los Anales, y de hecho su obra tiene cierto aspecto analístico, aunque sería exagerado decir con algún crítico que su obra no es una historia sino unos anales.
El tono y el método pretenden ser objetivos, un tanto en la línea de Tucídides: pero como historiador, y pese a haber sido tan apreciado en Bizancio, se halla muy por debajo de su modelo; por ejemplo, no contrasta fuentes ni las analiza de forma rigurosa.

También suele decirse que en realidad es un error historiográfico su renuncia expresa a exponer lo que considera como detalles: es evidente que, en muchas ocasiones, en esos detalles puede estar precisamente lo significativo.

El punto de vista de Dión Casio es el de un senador que se decanta por la monarquía. Así lo muestra la escena representada en el libro 52:

Al concluir las guerras civiles, Augusto delibera con sus consejeros Agripa y Mecenas sobre la forma política que debe adoptar Roma de ahí en adelante.
  • Agripa se declara a favor de la república.
  • Mecenas, en cambio, aboga por una monarquía que respete al senado.
En esta apelación al respeto hacia el senado late la experiencia de una clase senatorial que se ha visto amenazada muchas veces por césares despóticos.

Dión Casio se halla convencido de la necesidad del Imperio. Pero, si se lo compara con Apiano, se nota que él, pese a haber desempeñado cargos tan importantes, ya no posee la confianza total de su antecesor en la grandeza de Roma. En el tiempo transcurrido desde la época en que escribió Apiano habían aflorado demasiadas contradicciones en el Imperio.


4. HERODIANO

La situación cambia aún más a partir del S. III. En estos tiempos convulsos, se muestra un interés creciente por la historia más próxima, según se ejemplifica bien en la obra de Herodiano (hacia el 180 – después del 238).

Herodiano procede de Siria, como tantos otros escritores de la época. Debió de ocupar puestos en la administración, pero posiblemente de rango inferior: debía de ser un liberto de la casa imperial. Es autor de una Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio: hay traducción en Gredos (Torres Esbarranch 1985).

En 8 libros, la obra trata del tiempo transcurrido entre la muerte de Marco Aurelio (180) y el año 238 (ascenso al poder de Gordiano III). El conjunto parece una colección de biografías de Césares yuxtapuestas.

La obra presenta la serie de Césares como una cadena en progresiva degeneración. La incompetencia de los gobernantes sucesivos resalta tanto más por comparación con el modelo de Marco Aurelio, presentado en el libro I.

Nótese que el período del que habla Herodiano fue realmente convulso para la institución imperial:
  • hubo a la vez varios individuos que se proclamaban césares;
  • el imperio de bastantes de ellos duró sólo días;
  • se recurrió a medios como el veneno o el soborno para acceder al trono;
  • y los militares pusieron y depusieron gobernantes.
Como historiador, Herodiano sale mal parado cuando se le compara con Dión Casio, según se ha hecho muchas veces: sin ser éste tampoco un segundo Tucídides, lo cierto es que Herodiano sale peor parado como analista de los acontecimientos.

Pero, por otro lado, han de reconocerse en él ciertos méritos literarios, como p. ej. su habilidad para componer episodios de efectividad dramática. P. ej., Herodiano nos transmite la imagen
  • de Cómodo peleando como gladiador (I 15);
  • de Caracalla provocando un baño de sangre con los seguidores de su hermano Geta (IV 6);
  • o de las locuras de Heliogábalo (V 5, 8).
Para terminar con Herodiano puede recordarse que, pese a todas sus limitaciones, el patriarca Focio apreciaba en él su estilo y sus méritos como historiador.


5. HISTORIADORES MENORES. ZÓSIMO

La obra de Herodiano se puede poner además en relación con la de ciertos historiadores menores cuyas obras se han perdido.
Se trataba de obras centradas en segmentos cronológicos breves (al menos por comparación con las grandes obras historiográficas de los primeros siglos del Imperio); es interesante el hecho de que, partiendo de Herodiano, sus obras se van concatenando:
El ateniense Dexipo (hacia 210 - 275, FGrH 100) desarrolló una intensa labor política, militar e historiográfica.

Como historiador escribió cuatro libros de Historia de los Diádocos (obra en la que quizá quería continuar el trabajo de Arriano, mira más abajo) y una Crónica (Chronikè historía), una especie de Historia Universal en al menos 12 libros que
  • comenzaba por los tiempos primitivos y
  • llegaba hasta Claudio “el Gótico” (famoso, ante todo, porque pasa por ser quien martirizó a San Valentín).
Sobre la organización de la obra, se ha supuesto (Blockley) que sería una pura crónica, una especie de tabla de los arcontados. Pero este punto de vista ya había sido rebatido por Jacoby.

Escribió además tres libros de Escíticas, sobre las incursiones de pueblos bárbaros contra el Imperio, parece que desde el año 238 hasta la época de Aureliano (274).
  • Eunapio (345 – hacia 420), autor por otro lado de un escrito sobre las Vidas de los sofistas, escribió una obra historiográfica (Hypomnémata historiká) que continuaba la obra de Dexipo (la Crónica) desde el 270 hasta el 404.En Eunapio se aprecia ya, por cierto, una orientación anticristiana.
  • Olimpiodoro de Tebas (la de Egipto) vivió entre los SS. IV y V (ca. 370 – post 425). Continuó la obra de Eunapio tratando del tiempo entre el 407 y el 425.Su obra constaba de 22 libros y, según reconocía él mismo, no era tanto una obra de historia como una recopilación de materiales, basados muchas veces en sus propios recuerdos.
  • Prisco de Panión, Tracia, (S. V) prosiguió a su vez la obra de Olimpiodoro en su propia Historia bizantina (8 libros); posiblemente la obra comenzaba en 433 / 434 (Atila) y llegaba hasta el 471.
  • Malco de Filadelfia, Siria, vivió hacia el año 500; continuó la obra de Prisco en una obra titulada Byzantiaká, que trataba fundamentalmente de acontecimientos del Imperio de Oriente (entre los años 473 y 491).
  • Tanto en el caso de Prisco como de Malco se trata de personas educadas y experimentadas, lo cual hace tanto más lamentable que no sepamos más sobre ellos.
(Sobre todos estos historiadores, cfr. Blockley 1981 y 1983).
Entre los siglos IV y V escribieron otros historiadores de Roma cuyas obras sí hemos conservado: Amiano Marcelino, un sirio que escribe en latín (por cierto, el primer autor del Oriente griego que abandona el cultivo del griego por el latín), y Zósimo.

Zósimo, sirio o palestino, vivió entre 425 – 518. Pagano, aduocatus fisci, escribió una Nueva Historia en seis libros que debió de publicarse después de la muerte del autor y sin recibir la última mano; por ello, p. ej., el libro 6 termina, sin motivo aparente, en el 410.
Hay traducción en Gredos: Candau Morón 1992.
En la Nueva Historia, Zósimo culpaba del hundimiento de Roma al Cristianismo y al consiguiente abandono de las tradiciones antiguas.

En su obra en 6 libros ocupaba un lugar central la figura de Juliano, llamado “el apóstata”, el emperador que intentó sin éxito resucitar el antiguo paganismo.

En total, la obra se extendía desde Augusto hasta el 410. Pero en los 20 primeros capítulos del libro I ya había llegado al año 250. Luego, el libro III se hallaba dedicado íntegramente a Juliano.

Desde el punto de vista de las fuentes, parece haberse apoyado en la serie de autores (de Dexipo a Malco) de los que hemos hablado antes; Lendle entiende que sus fuentes principales fueron Eunapio y Olimpiodoro.

En cambio, metodológicamente, la deuda de Zósimo se establece con Polibio, según indica él expresamente (I 57, 1):
  • Si Polibio narró el ascenso de Roma
  • Zósimo quiere ser quien, por contraste, narre su hundimiento y los motivos del mismo.
La obra de Zósimo es el único relato griego conservado sobre la Antigüedad Tardía, vista desde una perspectiva pagana.

Éste es el momento de que abandonemos la serie de los historiadores de Roma y nos volvamos hacia la figura discordante de Arriano.


6. ARRIANO, VIAJE DE ALEJANDRO

Arriano nació entre el 85-90 y murió hacia el 170. Era de Nicomedia (Bitinia, en la actual Turquía). Su padre ya debió de tener la ciudadanía romana.

Fue discípulo de Epicteto, a quien escuchó en Nicópolis. (Epiro). Luego se trasladó a Roma, en época de Hadriano, filohelénico.

Al amparo del emperador obtuvo puestos en la administración imperial. En ese sentido su carrera fue muy similar a la de Dión Casio (también oriundo de Bitinia):
  • en el año 130 era consul suffectus;
  • entre el 131/132 y el 137 administró la provincia de Capadocia como legatus Augusti pro praetore.
Con posterioridad, Arriano se retiró de la administración, obtuvo la ciudadanía ateniense y desempeñó diversos cargos en la administración de la ciudad (arconte epónimo en 147/148).

En su época, Arriano fue más reconocido como filósofo (como transmisor de las doctrinas de su maestro Epicteto) que como historiador.
No sabemos en qué medida las Diatribas de éste (95 conferencias cortas o sermones) son las ipsissima uerba de Epicteto o hasta qué punto ha podido añadir Arriano cosas de su cosecha, aunque tal extremo lo niegue éste en la introducción al escrito.
Por otra parte, las obras filosóficas originales de Arriano se han perdido (o se conservan fragmentariamente).

Durante el desempeñó de sus tareas en la administración, Arriano también escribió otras obras:
  • Periplous Ponti Euxini: Arriano escribió su obra en griego, pero a partir de los informes oficiales escritos por él mismo en latín la publicó en el 130/131 en forma de carta dirigida al emperador.
  • Un tratado de táctica (un “arte de la táctica”), publicado en 136, a partir de sus propias experiencias militares.
Cuando se estableció en Atenas, Arriano se dedicó a la historiografía: se considera a sí mismo como “el nuevo Jenofonte”, y por ello
  • escribe Vidas perdidas, a imitación del modelo de Jenofonte (escribió p. ej. un Agesilao);
  • también escribe un Cinegético, a imitación del compuesto por su modelo;
  • y escribe, sobre todo, su Anábasis de Alejandro Magno (cfr. trad. en Guzmán Guerra 1982) que, como la de Jenofonte, consta de siete libros: imita el estilo de su modelo.
Arriano destaca, entre la mayoría de los historiadores de Alejandro, porque se esfuerza en escribir un relato que no sea fantasioso (como los habituales en su propia época) y se atenga a los hechos.

Por ello emplea como fuentes, ante todo, a Ptolomeo y Aristobulo, contemporáneos de Alejandro y testigos de lo que narran.

Arriano contrapone lo que dice Ptolomeo a las informaciones de “la Vulgata” (tà legómena).

Ptolomeo se interesaba en su obra, sobre todo, por lo militar y político, y mucho menos por lo geográfico y etnográfico. E igualmente, por lo que se refiere al personaje de Alejandro, Arriano prefiere centrarse en la narración de los hechos militares y dedica menor atención a los aspectos políticos del personaje.

De otro lado, la preferencia por lo militar guarda relación obvia con el propio carácter de la vida de Arriano: sus experiencias militares debieron de permitirle apreciar fuentes como los textos de Ptolomeo en una medida que se les debía de escapar a otros escritores.

En cualquier caso, Arriano es el escritor a quien le debemos la imagen más realista de la figura de Alejandro, distinta del héroe de novela que encontramos en otros textos.
  • En adición a la Anábasis de Alejandro escribió también un libro de carácter periegético sobre la India: se suele incluir, como una especie de apéndice, en las traducciones de la obra principal (cfr. trad. de Guzmán Guerra).
  • Por lo demás, Arriano escribió también un ejemplo de “historia local”, un tipo de historia habitual en su época: una historia sobre Bitinia, en 8 libros, perdida como todos los ejemplos de estas “historias locales”.


7. PAUSANIAS, PERIÉGESIS

Como dijimos al comienzo de esta exposición, cerraremos este tema hablando de Pausanias (hacia el 115 – 180).

Es autor de una obra en diez libros, una Descripción de Grecia. Libro a libro se van describiendo territorios de Grecia, con sus lugares más destacados y los monumentos que se conservan en ellos.

(Comienza por el Ática y luego sigue por la Grecia mediterránea y el Peloponeso).

La descripción propiamente dicha alterna con los excursos en los que se habla de
  • historia
  • tradiciones locales
  • ritos
  • versiones locales de los mitos panhelénicos.
Ocasionalmente cita y así es a veces la única fuente para la transmisión de algunos textos.

Por otro lado, es interesante fijarse en cómo selecciona Pausanias aquello que es digno de ser visto y descrito (cfr. Kreilinger 1997): p. ej., Pausanias se centra en los recuerdos de época arcaica y clásica, no se fija en los de épocas helenística e imperial; esto es, presenta Grecia desde una perspectiva idealizada e idealizante, con la que debía de identificarse su público.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre la historiografía del Imperio en general:
DÍAZ TEJERA, A., “La historiografía de época imperial”, en A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1065-1108.
HOSE, M., Erneuerung der Vergangenheit. Die Historiker im Imperium Romanum von Florus bis Cassius Dio, Stuttgart-Leipzig, 1994.
KOLB, F., Literarische Beziehungen zwischen Casius Dio, Herodian und Historia Augusta, Bonn, 1972.
REBENICH, ST., “Historical Prose”, en St. E. Porter (ed.), Handbook of Classical Rhetoric in the Hellenistic Period 330 B.C. – A.D. 400, Leiden, 1997, pp. 265-337.

* Sobre Apiano:
BRODERSEN, K., “Appian und sein Werk”, ANRW II 34.1 (1993), pp. 339-363.
GOLDMANN, B., Einheitlichkeit und Eigenständigkeit der Historia Romana des Appian, Hildesheim, 1988.
KOBER, M., Die politischen Anfänge Octavians in der Darstellung des Velleius und dessen Verhältnis zur historiographischen Tradition: ein philologischer Quellenvergleich: Nikolaus von Damaskus, Appianos von Alexandria, Velleius Paterculus, Würzburg, 2000.
SANCHO ROYO, A., “En torno al Bellum Numantinum de Apiano”, Habis 4 (1973), pp. 23-40.
SANCHO ROYO, A., “Introducción general”, en Apiano. Historia romana, Madrid, 1980, pp. 7-42.

* Sobre Dión Casio:
FREYBURGER-GALLAND, M.L., Aspects du vocabulaire politique et institutionnel de Dion Cassius, París, 1997.
MANUWALD, B., Cassius Dio und Augustus, Wiesbaden, 1979.
MARTINELLI, G., L'ultimo secolo di studi su Cassio Dione, Génova, 1999.
MILLAR, F., A Study of Cassius Dio, Oxford, 1964.
SWAN, P.M., The Augustan Succession: an historical Commentary on Cassius Dio's Roman History, Books 55-56 (9 B.C.-A.D. 14), Oxford, 2004.

* Sobre Herodiano, Dexipo y otros historiadores menores:
BLOCKLEY, R.C., The Fragmentary Classicising Historians of the Later Roman Empire, Liverpool, 1981 y 1983.
HOHL, E., Kaiser Pertinax und die Thronbesteigung seines Nachfolgers im Lichte der Herodiankritik, Berlín, 1956.
LUCARINI, M. (ed.), Herodianus. Regnum post Marcum, Múnich, 2005.
MILLAR, F., “P. Herennius Dexippus: The Greek World and the Third Century Invasions”, JRS 59 (1969), pp. 12-29.
TORRES ESBARRANCH, J. J., “Introducción”, en Herodiano. Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio, Madrid, 1985, pp. 7-84.

* Sobre Arriano:
BOSWORTH, A.B., “Arrian's Literary Development”, CQ 22 (1972), pp. 163-185.
BRAVO GARCÍA, A., “Introducción”, en A. Guzmán Guerra (trad.), Arriano. Anábasis de Alejandro Magno, Madrid, Gredos, 1982, tomo I, pp. 7-108.
STADTER, P.A., Arrian of Nicomedia, Chapel Hill, 1980.
VIDAL-NAQUET, P., Ensayos de historiografía: la historiografía griega bajo el Imperio Romano: Flavio Arriano y Flavio Josefo, Madrid, 1990.

* Sobre Pausanias:
HABICHT, CHR., Pausanias und seine „Beschreibung Griechenlands“, Múnich, 1985.
HEER, J., La personalité de Pausanias, París, 1979.
HERRERO INGELMO, M.ª C., “Introducción”, en Pausanias. Descripción de Grecia, Madrid, 1994, pp. 7-77.
KREILINGER, U., “Tà axiologótata toû Pausaníou. Die Kunstauswahlkriterien des Pausanias”, Hermes 125 (1997), pp. 470-491.
MUSTI, D. y TORELLI, M. (eds.), Pausania. Guida della Grecia, Roma-Milán, Fondazione Lorenzo Valla, 1982-.
MUSTI, D. (ed.), Pausanias historien, Ginebra, 1996.




domingo, 23 de enero de 2011

ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (IV)

LA SOMBRA DE ALEJANDRO ES ALARGADA.

Voy a terminar estas entradas relativas al rey macedonio refiriéndome a un capítulo de la tradición sobre Alejandro mucho menos conocido: es que en Oriente también existe toda una tradición sobre su figura:
  • Oriente tradujo la Novela de Alejandro (recuérdese lo dicho aquí sobre su traducción armenia).
  • Después la continuó en la leyenda de Iscander (“Alejandro”), transmitida por poetas persas de los siglos XI y XII, Firdusi (Shah-nameh, “el libro de los reyes”: hacia el 1000 d. C.) y Nezami (Escandar-nameh, “el libro de Alejandro”: 1150-1200).
Es importante indicar que Oriente también hace de Alejandro un oriental, igual que la Edad Media de Occidente lo convirtió en cristiano:
  • Firdusi supone que Alejandro es hijo de Darab, un rey persa, y de la hija de Filipo; repudiada por su marido, la muchacha crió a su hijo junto a Filipo.
  • El poeta Nezami islamiza a Alejandro: le hace ir a la Meca. Nezami también lo presenta dotado de una ambición insaciable: por ello, Alejandro emprende la búsqueda infructuosa de la fuente de la vida.
Recuerdo por último, como curiosidad significativa, que, indirectamente, también es heredera de la tradición islámica sobre Alejandro la tradición albanesa que se refiere a su héroe nacional, Gjergj Kastriot, “Jorge Castriota” en español.
Entre nosotros puede ser conocido a través de la obra de Ismail Kadare (mira Los tambores de la lluvia, 1970; traducción al español de 1984).
Jorge Castriota es conocido en la cultura y literatura de su país como “Skanderbeg”, en turco “Iskander Bey”, es decir: “señor” o “príncipe Alejandro” – se le aplica el apelativo Skander / Alejandro como sinónimo de “héroe”.
Nótese la analogía con el caso de Julio César y el uso por antonomasia de ambos nombres:
  • “César” es denominación por excelencia del emperador, y así de Caesar proceden, entre otros, los términos ‘Kaiser’, en alemán, o ‘Tsar’, ‘Zar’ en ruso.
  • En cambio, Alejandro parece emplearse como denominación por excelencia del héroe en el caso de la tradición musulmana:
Jorge Castriota es Skanderbeg,
“el señor Alejandro”

o, lo que es lo mismo,
“el héroe por excelencia”.



lunes, 3 de enero de 2011

ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (III)


PSEUDO-CALÍSTENES, ENTRE LA HISTORIA Y LA NOVELA

El texto sobre Alejandro que más ha influido en la posteridad es la llamada Novela de Alejandro. Es una obra de gran influencia en toda la tradición occidental, incluso en autores y épocas desconocedores del griego:
  • Influye en el Roman de Alexandre (S. XII), para el caso de la novela medieval francesa.
  • Dentro de la literatura en lengua castellana influe en el Libro de Alexandre (S. XIII),  posiblemente a través del modelo intermedio del Roman de Alexandre.
La Novela de Alejandro “perfiló durante más de un milenio la imagen de Alejandro en Oriente y Occidente” (Elizabeth Frenzel, Diccionario de argumentos de la literatura universal, Madrid, Gredos, 1976, p. 20). Mira la traducción de C. García Gual (trad.), Pseudo Calístenes. Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Madrid, Gredos, 1977 (Premio Nacional de Traducción 1978); éste es el Prefacio de la traducción de García Gual:

El más extraordinario y más valeroso de los hombres fue, al parecer, Alejandro, rey de los macedonios, que realizó todas sus obras de manera singular y halló siempre la colaboración de la Providencia con sus virtudes. Pues en guerrear y batallar contra cada uno de los pueblos gastó menos tiempo del que necesitarían quienes quisieran describir con exactitud las ciudades de aquellos países. Las hazañas de Alejandro, sus excelencias de cuerpo y de alma, el éxito de sus empresas y su valor ahora contaremos, comenzando por su linaje y por decir quién fue su padre. Que se engañan los muchos que afirman que fue hijo del rey Filipo; pues eso no es verdad. No era hijo de aquél sino de Nectanebo, como dicen los más sabios de los egipcios, quien lo engendró después de haber perdido su dignidad regia.
La Novela de Alejandro, escrita a comienzos del S. III d. C. aunque sus fuentes proceden del Helenismo, se conserva
  • en diversas versiones griegas, más o menos divergentes: la existencia de esa pluralidad de recensiones testimonia el carácter popular del texto;
  • a través de la traducción latina de Julio Valerio, de finales del S. III d. C.;
  • hay, además, otras traducciones, de las cuales la más importante es la traducción al armenio.
Es obvio que la historia textual de esta obra (de la que además tenemos papiros) ha sido compleja.
Por otro lado, los materiales que han convergido en la Novela de Alejandro son variados. Pero existen dos fuentes principales:
  • Un relato histórico helenístico, probablemente una biografía de Alejandro (¿del S. I a. C.?). Es importante tener presente que la historiografía helenística es una historiografía retórica, a la caza del efecto patético y del efectismo; estos rasgos fueron heredados por Pseudo-Calístenes.
  • Una colección de cartas o novela epistolar. La novela epistolar también es un género de origen retórico que busca la prosopopeya, el retrato de un carácter: en nuestro caso, el de Alejandro.
Las colecciones de cartas eran un género floreciente entre la época de Cicerón y Adriano, el momento en el que se sitúan las fuentes del Pseudo-Calístenes. En efecto, se han conservado papiros con supuesta correspondencia entre Alejandro y Darío (¿ejercicios de escuela?).
Junto a estas fuentes principales, han convergido también en la obra del Pseudo-Calístenes otros elementos, de cuatro tipos diferentes. Estas otras fuentes producen como resultado relatos independientes, integrados en el conjunto en forma de episodios:
  • Cartas de Alejandro dirigidas a Aristóteles y a su madre Olimpíade. Hablan sobre las maravillas del viaje de Alejandro a la India. No se sabe si estas cartas han sido agregadas directamente por Pseudo-Calístenes al conjunto, o si el material que él recibe ya las incluía.
    Estas cartas son exponentes de la “literatura teratológica”, literatura de prodigios, representada en Grecia por Ctesias, Yambulo o Luciano (en clave paródica), y en la literatura de Oriente por el relato de Simbad el marino.
    Nótese que la literatura teratológica tiene que estar en primera persona para que resulte verosímil; en el marco de la novela de Pseudo-Calístenes, el uso de la primera persona se justifica además con el artificio de la carta: es “literatura de prodigios” en forma de carta.
    • La leyenda de Nectanebo, según la cual se supone que Alejandro no es realmente hijo de Filipo sino de Nectanebo, el último faraón de Egipto:
      Luego se despide de la reina Nectanebo y recoge unas plantas de un lugar solitario, de las que conocía por su aplicación a la producción de sueños. Y, después de exprimirles el jugo, modeló una figurilla femenina de cera y le inscribió encima el nombre de Olimpíade. Luego encendió unas lamparillas, y, mientras derramaba sobre ellas el jugo de las plantas, invocaba con conjuros a los dioses dedicados a tal oficio, para que Olimpíade recibiera la aparición. Y en aquella noche ella contempla al dios Amón que la tiene abrazada y que, al ponerse en pie para retirarse, le dice:
      -Mujer, en tu vientre guardas un hijo varón que ha de ser tu vengador.
      La historia de Nectanebo procede de una leyenda popular egipcia y pretende explicar la relación especial de Alejandro con el dios Amón, al que Alejandro visita, en el curso de la obra, en su santuario del oasis de Siwa.
      Además, la leyenda de Nectanebo explica la rivalidad con Filipo, del que Alejandro no es realmente hijo, hecho que los dos acaban conociendo.
      • El coloquio con los gimnosofistas, “los sofistas desnudos”, brahmanes a los que Alejandro conoce en la India. Este episodio conecta la obra con la literatura sapiencial y maneja un tópico de larga tradición, el del enfrentamiento rey ↔ sabio:
      Solón-Creso (en Heródoto);
      Platón-Dioniso;
      Alejandro-Diógenes el cínico.
      • Pseudo-Calístenes también ha debido de manejar como fuente un relato histórico sobre los últimos días de Alejandro: en esta parte ofrece datos históricos concretos.
      Se supone que el individuo que unificó todos estos materiales no debía de ser una persona especialmente inspirada: sería un “pobre hombre”, según dice literalmente la Historia de la Literatura Griega de Albin Lesky. Es muy poco cuidadoso, p. ej., en todo lo que se refiere al itinerario geográfico.
      • Y, sin embargo, el juicio de Lesky no hace justicia al hecho de que este texto ha tenido un peso importantísimo dentro de la Tradición Occidental.
      • Por otro lado, la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia o Novela de Alejandro, sin ser una obra clave de la narrativa universal, es una lectura amena que destaca, sobre todo, por su gran fantasía.
      La obra es enormemente fantasiosa, según acabo de decir y según comprobaremos a través de la lectura de algunos pasajes. Voy a destacar ahora los hitos que nos pueden ofrecer una idea básica de la estructura del conjunto del texto:
      • Empiezo recordando que, según la obra, Alejandro no es hijo de Filipo sino de Nectanebo, el último faraón de Egipto, quien lo engendró en Olimpíade bajo la figura del dios Amón.
      • Alejandro es, por tanto, egipcio: nótese que, muy posiblemente, el texto de la Novela procede de Alejandría.
      • Alejandro vence a Darío, quien le confía la custodia de su hija; en este episodio se muestra la generosidad y el humanitarismo del monarca: es que, en la Novela de Alejandro, Alejandro está caracterizado como un héroe ideal.
      • Alejandro llega en su campaña hasta la India, donde experimenta aventuras increíbles; se enfrenta con todo tipo de monstruos (un auténtico bestiario), busca la Fuente de la Inmortalidad, viaja por el aire en un carro tirado por grifos y desciende a las profundidades marinas en una burbuja de vidrio:
      Tras haber realizado todos los preparativos, me introdujeron en la tina de cristal con el deseo de intentar lo imposible. En cuanto estuve metido dentro, la entrada fue cerrada con una tapadera de plomo. Cuando me habían bajado ciento veinte codos, un pez que pasaba me golpeó con su cola mi jaula, y me izaron porque sintieron el zarandeo de la cadena. La segunda vez que bajé me sucedió lo mismo. A la tercera descendí alrededor de trescientos ocho codos y observaba a los peces de muy variadas especies pasar volteando en torno mío. Y mira que se me acerca un pez grandísimo que me cogió junto con mi jaula en su boca y me llevó hacia la tierra desde más de una milla de distancia. En nuestras barcazas estaban los hombres que me sostenían, unos trescientos sesenta, y a todos los remolcó junto con las cuatro barcazas. Mientras nadaba velozmente quebró con sus dientes la jaula y luego me arrojó sobre la tierra firme. Yo arribé exánime y muerto de terror.
      Allí me eché de rodillas y me postré en acción de gracias a la Providencia de lo alto que me había salvado con vida del terrible monstruo. Y me dije a mí mismo: “Desiste, Alejandro, de intentar imposibles, no sea que por rastrear el abismo te prives de la vida”. Y en seguida ordené al ejército partir de allí y seguir la marcha hacia delante.
      • En la India se entrevista además con los gimnosofistas, brahmanes parecidos a los filósofos cínicos que le hacen ver lo inútil de sus esfuerzos y la imposibilidad de que el hombre alcance la inmortalidad.
      • En la India Alejandro también se encuentra con los árboles parlantes, que le profetizarán su muerte.
      • Alejandro, a su regreso en Babilonia, es asesinado por el camarlengo Yolo.
      Se podría decir que lo que prima en esta obra es la imagen trágica de Alejandro, un nuevo Aquiles que, como él, muere en la juventud. El Alejandro de esta novela es el prototipo del héroe mítico, tal y como lo debió de ser en vida para sus propios soldados:
      • Alejandro está siempre obsesionado por la idea de ir más allá, de llegar plus ultra.
      • Pero llega a encontrarse con límites que no puede traspasar (es imposible hallar la inmortalidad, según le declaran los gimnosofistas) y muere.
      • Muere, además, joven, como si estuviese dotado de un destino aciago.
      • El Alejandro que busca ir “más allá” parece cometer un acto de hýbris que le atrae el castigo divino.
      Ésta es una idea en la que abundan las fuentes medievales, que presentan directamente la muerte del rey como un castigo:
      • Gautier de Chatillon, Alexandreis: se castiga a Alejandro por su desmesurada ambición, que le lleva a lamentarse de que no existan más mundos para conquistar.
      • Libro de Alexandre: se castiga a Alejandro por su curiosidad pecaminosa (a raíz de su viaje submarino); Dios le llama “ese lunático que non cata mesura”. Mira las estrofas 2161 y 2165.
      La Natura que cría todas las crïaturas,
      las que son paladinas e las que son escuras,
      tovo que Alexandre dixo palabras duras,
      que querié conquerir las secretas naturas.
      (...)
      Pesó al Crïador que crió la Natura,
      ovo de Alexandre saña e grant rencura,
      dixo: «Este lunático que non cata mesura,
      yo•l tornaré el gozo todo en amargura».

      Alejandro vivió obsesionado con la idea de tener un Homero que cantara sus hazañas; paradójicamente, el “Homero” al que Alejandro debe buena parte de su fama como mito es el Pseudo-Calístenes, un autor entretenido, pintoresco pero (reconozcámoslo con Lesky) no demasiado brillante.
      Aunque, con todo, quizá la imagen fabulosa de Alejandro que nos transmite se aproxime mucho a la imagen que los soldados de Alejandro tuvieron de su rey; en este sentido, Pseudo-Calístenes puede ser, paradójicamente, más veraz que los historiadores serios.



      sábado, 11 de diciembre de 2010

      ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, REY, HÉROE (II)


      TEXTOS ANTIGUOS EN GRIEGO SOBRE ALEJANDRO

      Nada más morir Alejandro surgió una especie de “historiografía de urgencia”, representada por los llamados “historiadores de Alejandro”, a los que sólo hemos conservado en forma de fragmentos; se trata de autores que escriben a caballo entre los SS. IV-III a. C.

      1. El primero de ellos es Tolomeo Lago, compañero directo de Alejandro (fue su escudero, su σωματοφύλαξ), el fundador de la dinastía Tolemaica o Lágida: fue faraón de Egipto con el nombre de Tolomeo I y escribió para corregir a otros autores anteriores, a partir de sus conocimientos, obtenidos de primera mano.
      • Podemos conocer algo de la obra de Tolomeo a través de Arriano. Éste, en el S. II d. C., lo utilizó como fuente principal para su Anábasis de Alejandro, contraponiendo lo dicho por Tolomeo con las informaciones de la llamada “Vulgata” (τὰ λεγόμενα).
      • A tenor de lo que dice Arriano, parece que Tolomeo se interesaba en su obra, sobre todo, por lo militar y político, y mucho menos por lo geográfico y etnográfico.
      • Además, Tolomeo utilizó el diario del cuartel de Alejandro, las Efemérides escritas bajo la dirección de Eumenes de Cardia y Diódoto de Eritras.

      2. Calístenes de Olinto es otra figura importante de este grupo de historiadores. Era sobrino-nieto de Aristóteles. Debió de nacer hacia el 370 a. C. Acompañó a su tío a la corte de Macedonia.
      • Trabajó como escritor al servicio de Macedonia; de este modo celebró las hazañas de Alejandro, al que acompañaba en sus expediciones, en sus Ἀλεξάνδρου πράξεις.
      • Pero cayó en desgracia por la cuestión de la proskýnesis, el ritual de adoración, prosternación ante el soberano, que Alejandro copió de los persas. Por ello, fue ejecutado en el 327 a. C.
      • De Calístenes debe retenerse ante todo que a él se le atribuyó la muy influyente Novela de Alejandro (cfr. infra). Y se le atribuyó porque los elementos fantasiosos presentes en esa obra ya debían de hallarse en sus escritos auténticos.
      • Es decir, en la obra auténtica de Calístenes ya se debía de presentar a Alejandro como algo más que un hombre.

      3. Clitarco escribió hacia el 310 a. C., rhetorice et tragice, según Cicerón.
      • Narraba la vida de Alejandro desde el ascenso al trono hasta su muerte.
      • Es una figura de importancia porque su obra (llena de rasgos novelescos) parece estar en la base de eso que hemos llamado antes “la Vulgata”, la versión divulgada de la historia de Alejandro, opuesta o distinta a los relatos de Tolomeo, Arriano y la “historiografía seria”.
      Se podría citar al menos a otros seis autores entre los llamados “historiadores de Alejandro”: Onesícrito,  Aristobulo de Casandrea, Cares de Mitilene..
      De todos ellos me refiero únicamente a Onesícrito por cuanto éste, que había participado en las expediciones de Alejandro, empezó a escribir a su muerte y lo convirtió en un héroe de un género peculiar:
      • Lo dotaba de rasgos filosóficos cínicos.
      • Por ello es de lamentar que su obra no se haya conservado.
      Con posterioridad a la “historiografía de urgencia”, compuesta al poco de la muerte de Alejandro, se escribirá sobre el rey de Macedonia desde perspectivas distintas:
      • unas veces serán más serias (Plutarco, Arriano);
      • mientras que, otras veces, serán más bien literatura popular.
      En relación con la “historiografía seria” podemos comentar algo a propósito de Arriano (no voy a hablar de Plutarco: en relación con él recuerdo que su Vida de Alejandro es una lectura altamente recomendable – está además editada en diversas colecciones populares):

      ARRIANO

      Puede leerse a Arriano en la traducción de A. Guzmán Guerra (trad.), Arriano. Anábasis de Alejandro Magno, Madrid, Gredos, 1982 (2 tomos).
      Nació entre el 85 y el 90 d. C. y murió hacia el 170. Era de Nicomedia (actual Turquía).
      Discípulo de Epicteto, en su época fue más reconocido como filósofo que como historiador. Pero sus obras filosóficas propias (no hablo de su edición de las Diatribas de Epicteto) se han perdido o se conservan fragmentariamente.
      Al parecer, cuando tenía unos cincuenta años abandonó Roma y la administración imperial (había sido cónsul en el 130); entonces se dirigió a Atenas, donde debió de dedicarse a la historiografía: se considera a sí mismo como “el nuevo Jenofonte”, y por ello
      • escribe Vidas perdidas, a imitación del modelo de Jenofonte (quien escribió un Agesilao);
      • escribe su Anábasis [de Alejandro Magno] que, como la de Jenofonte, consta de siete libros: imita el estilo de su modelo.
      • Arriano destaca, entre la mayoría de los historiadores de Alejandro, porque se esfuerza en escribir un relato que no sea fantasioso y se atenga a los hechos.
      • Por ello emplea como fuentes, ante todo, a Tolomeo y Aristobulo, contemporáneos de Alejandro y testigos de lo que narran.
      • Por otra parte, es discutible en Arriano su preferencia por la narración de los hechos militares y su menor atención a los aspectos políticos de su personaje.
      La introducción a la obra de Arriano es ésta:
      Considero y transcribo yo como verdaderos todos aquellos relatos en que coinciden Tolomeo, hijo de Lago, y Aristobulo, hijo de Aristobulo, historiadores ambos de Alejandro, hijo de Filipo; pero de aquellos en que divergen, he seleccionado los que me parecían, al tiempo, más fidedignos y más interesantes para ser narrados. Ya otros han escrito sobre Alejandro (no hay, en efecto, nadie sobre quien lo haya hecho mayor número de historiadores, o de manera más discordante entre sí), pero Tolomeo y Aristobulo, a mi parecer, son los más dignos de crédito; Aristobulo, por haber participado en la expedición junto con el rey Alejandro; Tolomeo, además de por eso mismo, porque falsificar los hechos habría sido para él, por ser rey, más vergonzoso que para ningún otro. Por otra parte, dado que Alejandro ya había muerto cuando uno y otro escribieron, ambos estaban por igual al margen de hacerlo de modo distinto a como los hechos ocurrieron, porno estar -cohibidos ni esperar de él recompensa alguna.