Como complemento a la entrada sobre el viaje en la literatura de Grecia, propongo en este post una nota comparatista.
En aquella entrada concluía lo dicho sobre la Telemaquia indicando que esta porción de la Odisea puede ser leída como una epopeya de formación, un antecedente lejano del Bildungsroman surgido siglos después.
En el caso del texto del que se habla ahora veremos cómo los viajes de Telémaco se convirtieron, a caballo entre los siglos XVII y XVIII, en tema de una auténtica obra de formación.
En la Edad Moderna retomó el tema del viaje de Telémaco el arzobispo François de Fénelon (1651 – 1715).
Fue autor de Las aventuras de Telémaco, publicadas en 1699 (sin el permiso del escritor), dedicadas al duque de Borgoña, un nieto de Luis XIV que (se preveía) sería algún día Rey de Francia.
Esta obra didáctica anticipa muchas de las características que tendrán los ejemplos clásicos de la “novela de formación”, como el Wilhelm Meister de Goethe.
En ella los viajes de Telémaco se presentan como viajes de aprendizaje que el hijo de Ulises realiza en compañía de su preceptor, Mentor, que es en realidad, como en la Odisea, la diosa Atenea / Minerva.
Bajo la diosa se esconde la figura del propio Fénelon, quien intentaba transmitirle al nieto de Luis XIV sus propias ideas políticas, para disgusto del Rey Sol, quien se enfadó enormemente al enterarse de que se había escrito la novela.