sábado, 1 de marzo de 2014

ISMENA Y SU HERMANA


Pues a Ismena seguro que no la conoce todo el mundo. Pero, si digo que su hermana es Antígona, la primera reacción será "¡Claro!" Y la segunda: "Entonces, ¿por qué no escribir Antígona y su hermana?" Pues por dos motivos.

Primero, por no decir lo de siempre, la verdad. Y segundo, porque tuve que trabajar mucho sobre la saga tebana en época arcaica. E Ismena parece haber sido la más importante de las dos en ese periodo, antes de que llegara la tragedia. Curioso. 

Ismena es la única de las dos jóvenes que representa el arte en los siglos anteriores al V a. C., y además en una actitud muy comprometida: ella se entendía con el joven Periclímeno cuando aparece Tideo con aviesas intenciones.


Dicho sea todo esto a manera de introducción. Sí, Ismena ha debido de tener una pre-vida muy curiosa en el arcaísmo. Pero, para nosotros, ella es la hermana sumisa y modosa de Antígona, tal y como la vemos en el prólogo de la tragedia de Sófocles, que es de lo que realmente va esta entrada. Aquí propongo mi traducción de esa escena; para que no haya más trabajos de Filología perdidos. Y por si a alguien le es de utilidad.

Antígona: Oh persona de Ismena, mi hermana consanguínea, ¿sabes qué males hay que Zeus, procedentes de Edipo, a nosotras dos no nos cumpla en vida? Pues nada, ni luctuoso ni sin infortunio, ni vergonzoso ni deshonroso hay que no haya visto yo entre tus males y los míos. Y ahora ¿qué es eso que dicen que a la ciudad en masa acaba de anunciar el general? ¿Lo sabes y lo has escuchado? ¿O es que ignoras que contra tus amigos marcha la inquina de los enemigos? 
Ismena: De nuestros seres queridos, Antígona, ningún dicho me llegó, ni dulce ni doloroso, desde que de nuestros dos hermanos nos vimos las dos privadas, tras morir en un solo día por culpa de un doble golpe; y una vez que en camino se puso el ejército de los argivos en esta noche pasada, nada más sé, ni más afortunada por ello, ni más apenada. 
Antígona: Bien lo sabía, y fuera de las puertas de palacio quería sacarte por esto, para que sola me oyeras. 
Ismena: ¿Qué sucede? Pues das muestras de que alguna razón te cambia de color. 
Antígona: ¿No es cierto que de la tumba a nuestros dos hermanos Creonte al uno lo ha honrado y al otro despojado? A Eteocles, según dicen, en justa aplicación de la justicia y la ley bajo tierra lo ha enterrado, ganándole así respeto entre los muertos de abajo; pero al cadáver de Polinices, que de forma lamentable murió, afirman que a los ciudadanos les ha pregonado que no lo cubran con la tumba y que no lo llore nadie, sino que lo dejen sin lamentos, sin tumba, cual dulce botín para las aves que otean en pos de la comida. Tales cosas afirman que el buen Creonte ha pregonado para ti y para mí (¡sí, también para mí!), y que aquí ha de regresar para anunciárselo a las claras a quienes no lo sepan: la cosa no la considera como de poca monta, sino que, a aquel que haga algo de esto, una muerte pública a pedradas le aguarda en la ciudad. Así está, Ismena, la situación, y presto mostrarás si tu natural es noble o si has nacido malvada de buenos padres. 


Ismena: Pero, desdichada, si las cosas están en este punto, ¿qué más aportaría yo, sea que suelte la soga o mi mano añada? 
Antígona: Mira si conmigo cooperarás y colaborarás. 
Ismena: ¿Arriesgándome a qué? ¿En qué estás pensando? 
Antígona: ¿Levantarás al muerto uniéndote a esta mano? 
Ismena: ¿Así que piensas enterrarlo, cosa prohibida a la ciudad? 
Antígona: Es que es mi hermano y el tuyo, aunque tú no quieras: en verdad que no me cogerán habiéndolo traicionado. 
Ismena: ¡Insensata! ¿Aunque Creonte se oponga? 
Antígona: Mas él no tiene parte en impedirme nada de lo que yo haga. 
Ismena: ¡Ay de mí! Piensa, hermana, nuestro padre de qué forma tan odiosa y ruin murió, tras golpearse por sus errores que él mismo descubrió sus dos ojos con mano de sí mismo vengadora; después, su madre y esposa, dos nombres en uno, con trenzadas sogas acabó con su vida; en tercer lugar nuestros dos hermanos, en un solo día, dándose muerte mutua, desdichados, una suerte común lograron uno a manos del otro. Y ahora mira que nosotras, las únicas que en efecto quedamos, con qué muerte tanto peor pereceremos si, violando la ley, el voto o las fuerzas de los tiranos transgredimos. Antes bien, es necesario pensar esto: que mujeres nacimos, predispuestas a no luchar con los varones; y luego que somos gobernadas por quienes tienen la fuerza para hacernos oír esto y otras cosas aún peores. Así que yo, por mi parte, suplicando a los que habitan bajo tierra que tengan compasión, pues me veo obligada a esto, obedeceré a los que en el mando caminan; en efecto, el hacer cosas extrañas no tiene ningún sentido. 

Antígona: Ni te lo pediría ni, si aún quisieras hacerlo, colaborarías conmigo sintiendo yo agrado. Venga, opina como te parezca, que yo a aquel lo enterraré. Me será hermoso morir haciendo esto. Amiga yaceré junto a él, junto al amigo, tras obrar un piadoso crimen: pues mayor es el tiempo en que debo agradar a los de abajo que a los de aquí. Sí, allí siempre yaceré; y, si a ti te lo parece, lo que los dioses honran ponlo en ninguna estima. 
Ismena: Yo no hago menosprecio de nada, pero soy incapaz de obrar violentando a los ciudadanos. 
Antígona: Tu excusa es eso; yo de cierto marcharé a echar tierra sobre el más amado de los hermanos. 
Ismena: ¡Ay de mí, cuánto temo por ti, desdichada! 
Antígona: No tiembles antes de tiempo por mí; cuídate de tu propia muerte. 
Ismena: En cualquier caso no le declares a nadie esta acción, mas mantenla oculta, que sin más ni más yo también lo haré. 
Antígona: ¡Ay de mí! ¡Habla!: mucho más odiosa serás callando, si a todos esto no anuncias. 
Ismena: Tienes la cabeza caliente y los pies fríos. 
Antígona: Pero sé que agrado a quienes más necesito agradar. 
Ismena: Si es que puedes; pero te afanas en cosas imposibles. 
Antígona: Así pues, cuando no tenga fuerzas, reposaré. 
Ismena: Por principio no conviene ir en pos de imposibles. 
Antígona: Si eso dices serás por mí odiada y odiosa yacerás para el muerto con justicia. Pero déjame a mí y a mi falta de juicio sufrir este horror, pues no padeceré tanto que no muera sin renombre. 
Ismena: Si así te parece, marcha; pero entérate de que, aun siendo una insensata, eres buena amiga de tus amigos.