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domingo, 10 de julio de 2016

HIMNO HOMÉRICO A APOLO


A una entrada sobre el Himno Homérico a Deméter la acompaña en el blog otra sobre Deméter y Perséfone en el mito y el ritual. En el blog se ha publicado hace pocas semanas un texto sobre Apolo. Esta nueva entrada se refiere al Himno Homérico mayor dedicado a este dios.


En el caso del Himno Homérico a Apolo la exposición no comienza hablando de su cronología como en la entrada sobre el Himno Homérico a Deméter sino del problema de su unidad. Hay discrepancias entre
  • los críticos que ven en el Himno a Apolo la yuxtaposición de dos poemas dedicados al dios de Delos y Delfos
  • y quienes creen que la composición sí constituye una unidad.
Por ejemplo, Richard Janko (“The Structure of the Homeric Hymns: A Study in Genre”, Hermes 109, 1981, 16-17) decía:
A la luz de la evidencia comparativa discutida previamente no debería ser necesario argumentar que éste [el supuesto Himno Délico] es un himno independiente y completo en sí mismo; sin embargo, la opinión contraria aún es defendida por unos pocos estudiosos.
El mismo punto de vista se mantiene en la obra clave de este autor en su faceta de homerista (cf. R. Janko, Homer, Hesiod and the Hymns: Diachronic Development in Epic Diction, Cambridge, 1982).

Por esas mismas fechas se publicaba también un libro de título programático (A.M. Miller From Delos to Delphi. A Literary Study of the Homeric Hymn to Apollo, Leiden, 1985) que presentaba un alegato a favor de la unidad del himno. La misma postura la defendía poco después Jenny S. Clay en un libro clave para la comprensión de los Himnos Homéricos mayores y su dimensión panhelénica (The Politics of Olympus: Form and Meaning in the Major Homeric Hymns, Princeton, 1989, 17-94).
En cambio, Martin West (Homeric Hymns. Homeric Apocrypha. Lives of Homer, Cambridge Mass.-Londres, 2003, 9-12) se volvió a manifestar a favor de la opción separatista.
Quienes descomponen esta obra en un Himno Délico y un Himno Pítico manejan distintos argumentos. Por un lado, a ningún lector se le escapa que hay divergencias temáticas entre las dos partes de que consta la composición.
  • En la primera porción del poema (1-178) la atención se centra en el nacimiento de Apolo en Delos y en cómo asciende desde la humilde cuna que representa esa isla hasta el puesto que le está destinado entre los dioses.
  • La segunda sección (179-544) trata un asunto que parece distinto, la búsqueda por parte de Apolo de una sede para su templo y cómo la encuentra en Delfos.
Por ello, West (Homeric Hymns..., 9) dice (como otros antes que él) que el Himno Délico tiene sentido como celebración de Apolo en la isla que supuestamente lo vio nacer; en cambio, el Himno Pítico debió de ser compuesto para su ejecución en Delfos.

Por supuesto es llamativa la estructura peculiar del texto, claramente dividido en dos partes. A propósito de ello es especialmente notable que la sección délica termina como terminan habitualmente los himnos independientes de la colección de Himnos Homéricos, según destaca, p. ej., Janko (“The Structure...”, 17-8):
Con una conclusión (165-178) que incluye, según la pauta genérica, un saludo al dios (165) y una referencia a otro canto (177-178); entre medias se incluye, y es un elemento totalmente singular, el sello poético de los versos 166-176.
Por eso se esperaría a priori que el Himno a Apolo acabara en el verso 178. El método estadístico aplicado por Janko (Homer, Hesiod and the Hymns, 99-132) detectó además que hay divergencias lingüísticas entre las dos partes del poema, punto que ya había advertido la crítica anterior manejando métodos tradicionales; así se puede ver en T.W. Allen, W.R. Halliday, y E.E. Sikes (eds.), The Homeric Hymns, Oxford, 1936, 185).

En este debate no han tenido solo relevancia los datos internos. A estos se han de añadir los datos de la tradición. Por ejemplo, Tucídides (3,104,4) cita y adscribe a Homero versos del Himno a Apolo (146-1450). La cita y su contexto ha hecho pensar a parte de la crítica que lo que conoce Tucídides es solo la primera parte del Himno, la délica, que él habría conocido como un himno independiente.

En el mismo sentido se ha interpretado la noticia de que en el templo de Ártemis en Delos existía un leýkoma o álbum en el que los delios habían puesto por escrito el Himno a Apolo: pero, según parece, solo su porción délica; así lo plantea algún estudioso (cf. K. Förstel, Untersuchungen zum Homerischen Apollonhymnos, Bochum, 71-81).
Lo cierto es que los testimonios del Himno a Apolo solo citan indistintamente versos de las dos secciones del poema a partir del S. II d. C.
Se debe recordar también que un escolio a las Nemeas de Píndaro (2,2 = 3,29 Drachmann) atribuye el Himno a Cineto de Quíos, quien debió de componer poemas en hexámetros para hacerlos circular bajo el nombre de Homero; según ese escolio, Cineto recitó poesía homérica en Siracusa entre los años 504 y 501 a. C. Si esta cronología es correcta, ello implicaría una fecha muy baja para la composición del Himno Homérico a Apolo; o quizá se debería pensar que en realidad Cineto fue quien refundió los dos himnos, o quien prolongó uno de ellos, y que esta tarea la efectuó quizá en la fecha de la que habla el escolio a Píndaro.

Todos estos materiales, internos y externos, han sido combinados por los estudiosos de manera muy diversa. A continuación se recuerda la formulación que le dio al problema West (Homeric Hymns..., 10-12) en 2003.
  • Según este crítico, la sección más antigua es la délfica, que habría sido compuesta después de la primera Guerra Sagrada y la destrucción de Crisa, según se explica en la entrada sobre Apolo. Posiblemente este Himno a Delfos independiente se habría compuesto para ser ejecutado cuando se instituyeron los Juegos Píticos (586 a. C.).
  • West supone que Cineto debió de componer unos cincuenta años después la parte délica del Himno a Apolo que ahora conocemos, y que lo hizo desde el conocimiento del himno pítico. En el himno délico de Cineto era además parte esencial la celebración de Homero y de los Homéridas, a cuyo número pertenecía Cineto; es significativo que esta celebración aparezca en el sello poético de 166-176.
  • Ahora bien, la historia del Himno a Apolo no concluyó con Cineto según West. Supone West que el tirano y mecenas Polícrates de Samos (cf. la entrada sobre la lírica monódica; y esta sobre Íbico y el tirano) le propuso a Cineto la elaboración de un himno délico-pítico porque quería celebrar en Delos un festival común del Apolo délico y el délfico; entonces Cineto habría compuesto nuestro Himno Homérico a Apolo uniendo el texto más antiguo y su propia composición.
Es fácil apreciar el carácter conjetural de la hipótesis de West. Y no extrañará que los defensores de la unidad del Himno hayan esgrimido contraargumentos sólidos, de manera que no se puede decir que haya hoy en día una hipótesis preferente.

Por eso conviene comentar la tesis unitaria de Clay (The Politics of Olympus..., 17-94). Esta filóloga recuerda la complejidad de la figura de Apolo y subraya que ni la porción délica ni la pítica del Himno dan cuenta por sí mismas de esa complejidad: en el momento de nacer (131-132) Apolo reclama tres honras que no serán suyas hasta que termine todo el poema.

Según Clay (The Politics of Olympus..., 19) hay, además, muchos paralelismos compositivos entre las dos porciones. Más aún, hay cuestiones que se plantean en la primera parte del himno y no reciben respuesta hasta la segunda.
Por ejemplo, cuando Leto le suplica, la isla de Delos da por supuesto que el dios que va a nacer en ella la abandonará para buscar otra sede: “un templo y sotos arbolados” (76). La parte délica se refiere también a los templos y sotos del dios en el priamel de los versos 140-145 (cf. 143). Pero en realidad no se habla de la adquisición de ese nuevo espacio, y del oráculo del dios (cf. 132), hasta la porción délfica; en ella se repite la fórmula “un templo y sotos arbolados” en 241 y 245.
Es cierto que en la primera porción del Himno a Apolo hay muchas cuestiones que quedan pendientes de respuesta hasta la segunda y que por ello el supuesto Himno Délico no se puede desgajar sin más de la segunda sección, la sección pítica.
  • Por ello quizá se deba reconocer que es verdad que hay disonancias entre las dos partes del texto y que puede que no hayan formado una unidad desde su origen.
  • Por otro lado, lo que se conserva es un texto único que se puede leer como unidad.
  • Por esto mismo parece preferible superar la discusión tradicional y centrarse en la lectura y análisis de un poema que ha llegado al siglo XXI como un todo.
  • Posiblemente, el propio análisis literario del Himno Homérico a Apolo pueda aportar los mejores argumentos en apoyo de la tesis unitaria, que aquí se asume de manera moderada.
En relación con la cronología del Himno Homérico a Apolo se ha comentado antes la tesis separatista de Janko: el himno délico es del 660 a. C. (más o menos) y el délfico del 585 a. C.
Prácticamente cada crítico que ha escrito sobre este punto ha propuesto una cronología propia. Con todo, se puede admitir, como teoría provisional de consenso, que la forma final del Himno a Apolo data de algún momento del siglo VI a. C. En cambio, si no tenemos seguridad de que el supuesto himno ejecutado en el festival de Delos haya existido alguna vez de manera independiente, parece preferible no discutir su más que hipotética cronología.
Aunque la ocasión de ejecución del Himno pudo ser cualquier fiesta dedicada a Apolo, los festivales más idóneos eran los celebrados en Delos y Delfos. Como el Himno a Deméter hace referencias a Eleusis, el Himno a Apolo hace lo propio con Delos y Delfos, las sedes por excelencia del culto a este dios. En cualquiera de esos dos santuarios tenía todo el sentido lo que nuestro poema cuenta sobre él. Quizá guarde relación con ello el hecho de que el Himno Homérico a Apolo adopte un enfoque panhelénico y evite los localismos más fuertes.

El texto del Himno a Apolo es un himno largo con dos secciones medias, dedicadas respectivamente al Apolo de Delos y al de Delfos.
  • En la primera de estas secciones (2-178) se exponen primero los atributos del dios y se introduce seguidamente un priamel (2-29); viene después una parte mítica (30-139) en la que se cuenta cómo Leto busca un lugar para dar a luz, cómo llega a Delos, el parto y los primeros momentos en la vida de Apolo.
  • Después, tras otro priamel (140-145), se repiten los atributos del dios y este es ensalzado evocando la fiesta celebrada en su honor en Delos (146-164); siguen las líneas 165-178, que representan una aparente conclusión (cf. supra).
  • Viene después la sección media dedicada al Apolo de Delfos (179-544), que comienza otra vez con la exposición de atributos del dios y un priamel (182-215). En el verso 216 comienza la segunda sección narrativa del himno, que llega hasta el verso 544: el rapsoda relata la búsqueda por parte de Apolo de una sede para su oráculo, cómo se establece en Delfos y cómo convierte luego en servidores del templo a unos marineros cretenses.
  • La conclusión (545-546) consta de un saludo al dios y la referencia a otro canto.
A continuación se comentan algunas peculiaridades narrativas del Himno a Apolo porque pueden sorprender al lector. Lo primero es la frecuencia con que el texto emplea el procedimiento del catálogo, en concreto el catálogo de topónimos.

En el Himno a Apolo se emplea en bastantes ocasiones el catálogo, en la sección délica (30-44) y en la délfica (216-230, 240-244, 409-412, 422-431). El procedimiento presenta siempre las etapas en el peregrinar de un personaje, Leto en el primero de los ejemplos y su hijo Apolo en los catálogos de la parte délfica; en estos el dios recorre distintos lugares solo o con los marineros de Creta.

Muy en concreto, los topónimos parecen hitos de un periplo en dos pasajes:
  • en los versos 30 y siguientes, donde se resume el viaje de Leto cuando busca un lugar para dar a luz;
  • en los versos 409 y siguientes, donde se recuerdan de los sitios que costea la nave de los cretenses mientras viajan hacia Crisa.
Para valorar correctamente el procedimiento del catálogo se debe aclarar que este es usual en la épica homérica y, sobre todo, en la poesía hesiódica; su uso conecta el Himno a Apolo con formas arcaicas de narrar. Más allá de esta observación, se ha de señalar que este modo narrativo es muy funcional en el texto porque presenta de manera plástica las etapas que deben completar los protagonistas hasta llegar a sus destinos:
  • Delos en el caso de Leto:
  • Delfos, por vías distintas (tierra y mar) en el caso de Apolo y los cretenses.
La enumeración de las etapas en los catálogos de topónimos recrea la progresión en tres viajes que el público percibiría como trabajosos.

Puede llamar también la atención que en ocasiones la narración del Himno a Apolo se detenga y dé paso a digresiones. En este sentido nos podemos fijar, primero, en los versos 230-238.
Mientras busca una sede para su oráculo, Apolo llega a Onquesto. La narración del viaje del dios se detiene en este lugar. Después leemos la explicación de un extraño ritual que se celebra en honor a Posidón en ese sitio: hasta donde podemos saber, parece que se trata de un rito de adivinación.
Tradicionalmente se ha considerado que este pasaje es una digresión y que no tiene relación con el tema del himno. Desde luego es cierto que la digresión sobre Onquesto parece poco funcional desde el punto de vista narrativo.
Pero interesa destacar que el episodio de Onquesto sí es funcional dentro del Himno Homérico a Apolo porque sirve para recordar que Apolo no se puede establecer en una sede ocupada ya por otro dios (en este caso, Posidón).
Hay incluso rupturas más notables de las pautas narrativas habituales en la épica. En este sentido se ha de llamar la atención sobre la digresión acerca del nacimiento de Tifón (versos 305-355).

Puede sorprender que se dediquen cincuenta versos a un personaje cuya única relación con Apolo consiste en que fue criado por la dragona a la que el dios necesita matar para establecerse en Crisa. De hecho la crítica ha considerado que el episodio no era pertinente y debía ser considerado como una interpolación.
La cuestión puede ser otra: que los hábitos narrativos de los autores de los Himnos Homéricos no coinciden ni con los nuestros ni tampoco con los de la Ilíada o la Odisea, al menos no al cien por cien, a pesar de sus muchas interrelaciones.
Se ha de notar que, pese a todo lo dicho por tantos filólogos, el episodio de Tifón sí es funcional, según ha mostrado Clay (The Politics of Olympus..., 64-71). Y lo es porque Tifón se convierte en el Himno a Apolo en contrapunto de este dios.
  • Tifón, el hijo de la esposa de Zeus, Hera, es una amenaza para el dios supremo, al que intenta derrocar, según se dice en la Teogonía (820-868); en cambio, el hijo de Zeus y Leto, quien ya ha demostrado que no es una amenaza como se temió al principio del Himno (cf. 67-69), será quien ocupe el puesto al lado de su padre Zeus.
  • Tras acabar con la dragona, nodriza de Tifón, Apolo tendrá, al fin, un oráculo en Delfos y tomará posesión de todas las prerrogativas que le estaban destinadas según anuncian los versos 131-132 del Himno Homérico a Apolo:

“Sean míos la cítara y el curvo arco;
proclamaré a los hombres de Zeus la inflexible voluntad”.
(trad. José B. Torres)


lunes, 27 de junio de 2016

APOLO, EL DIOS


Apolo es uno de los dioses más importantes del Olimpo griego. Es hijo de Zeus y Leto y hermano, por tanto, de Ártemis. El mito refiere que Leto lo dio a luz en Delos, una de las Cíclades; este lugar fue un centro relevante del culto a Apolo. Se cuenta asimismo que Leto pasó por muchas dificultades en el parto.
La esposa legítima de Zeus, la diosa Hera, ya había interferido en los partos de otras amantes del dios supremo. En este caso retuvo en el Olimpo a Ilitía, la diosa del parto, sin la cual no podía dar a luz ninguna mujer o diosa.
El Himno Homérico a Apolo (vv. 102 ss.) cuenta de qué forma logró la diosa Iris llevar hasta Delos a Ilitía; así pudo nacer la nueva divinidad. Y, pese a la hostilidad que sintió Hera hacia Apolo en un primer momento, el nuevo dios consiguió pronto el puesto que le correspondía entre los dioses como hijo de Zeus. Lo que la mitología cuenta de la vida del dios se refiere sobre todo a sus relaciones amorosas.
  • La más famosa en la Tradición es la que Apolo intentó mantener con Dafne.
  • Una relación más afortunada es la que mantuvo con Corónide, de la cual nació el semidiós Asclepio.
  • Hay fuentes, como Apolodoro (1,3,4), que también hablan de los amores de Apolo con Talía, una de las Musas que integraban su coro.
  • También se ha de recordar a dos amados de Apolo relacionados con el mundo vegetal, Jacinto y Cipariso (“ciprés”). Los dos terminaron su vida de forma desdichada y se metamorfosearon en las plantas a las que hacen mención sus nombres: igual, por cierto, que Dafne, el laurel.
En el Himno Homérico a Apolo (vv. 207-215), al que el blog dedicará pronto otra entrada, el poeta se plantea el dilema de qué asunto ha de escoger para celebrar al dios. Al final el aedo, que ya había hablado del nacimiento de Apolo en Delos, opta por referirse a cómo se estableció en Delfos tras acabar con la serpiente Pitón, que antes dominaba aquel lugar.
Es habitual presentar a Apolo como dios de la luz y la razón, opuesto a Dioniso, quien encarna en cambio el vitalismo. El estudio de la tradición antigua muestra que Apolo también es, como Dioniso, una figura compleja, llena de claroscuros, no carente de contradicciones.
Seguramente estas contradicciones se deben explicar como resultado de un proceso de sincretismo: en el Apolo griego de época histórica habrían confluido, por tanto, diversas figuras divinas procedentes de diferentes culturas.
Apolo desempeña un papel destacado en las epopeyas homéricas. Pero no tenemos certeza de que el dios ocupara ya un puesto entre los dioses griegos en época micénica: lo cierto es que las tablillas de lineal B no lo mencionan.
La ausencia de Apolo de las tablillas se puede poner en relación con la etimología de su nombre, que parece indicar un origen dorio. Es decir, Apolo quizá pertenecía a un ámbito distinto del micénico y no era aún una divinidad panhelénica en el segundo milenio a. C.
Se han propuesto diversas hipótesis sobre sus orígenes. Una de ellas, la doria, ya ha sido apuntada al mencionar la etimología de Apolo. Walter Burkert habla, en su manual de religión griega (Greek Religion. Archaic and Classical, Oxford, 1985), sobre la confluencia en la figura de Apolo de componentes dorios, creto-minoicos y sirio-hititas.
  • La investigación ha prestado mucha atención a los elementos que vinculan a Apolo con Oriente Próximo. En este sentido se ha considerado relevante, por ejemplo, que en la Ilíada Apolo no apoye al bando griego sino al troyano. 
  • También es curioso que el culto a Apolo estuviera tan implantado en Asia Menor, donde se establecieron oráculos similares al de Delfos en lugares como Dídima o Claros.
Asimismo se ha intentado encontrar conexiones entre Apolo, los licios y los hititas. Aunque esas conexiones no se pueden probar a partir de la etimología del nombre del dios, quizá remita a un origen anatolio la representación habitual de Apolo armado con un arco que no usa nunca para cazar; sin embargo, lo emplea desde el principio de la Ilíada (1,46-52) para esparcir la muerte entre los hombres.
La cuestión es que Apolo, el dios que provoca plagas, se asemeja de manera notable a ciertas divinidades orientales (Nergal o Reshef).
Con todo, no pueden caer en el olvido las otras influencias, no orientales, que convergen en la figura de Apolo. En este sentido se ha de recordar que Apolo no es solo el dios que trae la peste sino también su contrario, el dios que cura.
Apolo, en razón de su carácter sincrético, ha asumido esta función de divinidad sanadora a partir del dios Peón, atestiguado, según parece, en las tablillas micénicas de Cnoso, donde se menciona a pa-ja-wo-ne. Al recibir de Peón este campo de actuación, Apolo asumió también la denominación de “Peán”. Los himnos así llamados, “peán”, tienen por destinatario a este dios.
Aun no siendo una divinidad con raíces griegas tan profundas como las de sus otros compañeros del canon, Apolo se convirtió en el más griego de los dioses y extendió pronto su culto gracias al proceso de colonización.
De los campos de actuación que le son propios ya hemos hecho mención a su papel como dios de la peste y su contrario, la salud.
El dios del arco es también dios de la lira con la que compone su música, y a los dos atributos se refiere además Apolo desde el momento en que empieza a hablar según el Himno Homérico a Apolo.

El pasaje del Himno a Apolo que incluye las primeras palabras de la deidad recién nacida menciona después el papel del dios como mediador entre Zeus y los hombres en tanto que intérprete y patrón de la mántica.

Su función de mediador convierte además a Apolo en responsable de ritos de purificación, como aquél al que la tradición cuenta que se tuvo que someter él mismo en el valle del Tempe después de acabar con la serpiente Pitón.
Hay aún otros aspectos claves de la figura de Apolo que nos pueden resultar menos conocidos que los ya mencionados.
En el Himno Homérico a Hermes no sólo se cuenta cómo Apolo recibe la lira de su medio hermano o cómo se proclama patrono de la adivinación. El texto al que nos referimos presenta también a Apolo como propietario de un rebaño de vacas; ello puede ser un recuerdo de una función originaria de Apolo como divinidad agraria, al igual que puede serlo su relación con las tres figuras de carácter vegetal: Jacinto, Cipariso, Dafne.

Además, la posible relación etimológica de Apolo con apéllai, “reuniones populares” de sentido iniciático, recuerda la protección que ejerce el dios sobre los efebos, así como su aspecto cívico; ambas dimensiones son efectivamente propias de Apolo en Grecia.
Por último, Apolo terminó siendo identificado con el Sol, si bien esta identificación no se produjo hasta el siglo V a. C.

Aunque Apolo fue una divinidad venerada en toda Grecia, las dos sedes principales de su culto eran Delos y Delfos. Ambos santuarios poseían relevancia panhelénica, pues desde ellos se extendió el culto a Apolo bajo las advocaciones específicas de Apolo délico y Apolo pítico o délfico.


Se ha calculado que en Delos, la patria del dios, ya se le debía de rendir culto hacia el año 1000 a. C.; no obstante, parece que el primer templo dedicado a esta divinidad en el lugar debe de datar del siglo VII a. C.
  • El Himno Homérico a Apolo (vv. 146-64) nos habla del festival anual celebrado en la isla en honor al dios por los jonios.
  • Además, la sede de Delos es importante dentro de la historia política de Grecia por cuanto su templo albergó entre los años 478 y 454 a. C. el tesoro de la liga marítima creada bajo los auspicios de Atenas.
  • Precisamente fueron los atenienses quienes, en el año 425 a. C., introdujeron en el lugar un festival que, concebido a la manera de los certámenes panhelénicos, había de celebrarse cada cuatro años.

El culto de Apolo en Delfos debió de establecerse en el S. IX a. C. Parece que en esa sede Apolo hubo de desbancar un culto anterior a la Tierra, divinidad que entre los griegos, en época histórica, gozó de cultos muy escasos.

El templo de Apolo en Delfos, construido en el siglo VIII o VII a. C., se convirtió en el centro oracular más importante de Grecia. Al menos en época clásica, los oráculos eran pronunciados por una sacerdotisa que recibía el nombre de Pitia, “sacerdotisa de Pito”, nombre que en la práctica es equivalente a Delfos.
En el Himno Homérico a Apolo (v. 372) se propone una etimología alegórica para Pito, voz que dio nombre a los juegos panhelénicos celebrados en el lugar cada cuatro años, los 'Juegos Píticos'.
Delfos fue por el que se produjeron en época arcaica los enfrentamientos militares conocidos como Guerras Sagradas. En estos conflictos (S. VI a. C.) se enfrentaron por el control de Delfos la ciudad de Crisa y la llamada liga de los Anfictiones, que en origen se debieron de agrupar en torno al templo dedicado a Deméter en las Termópilas (en Antela).

Finalmente, los Anfictiones obtuvieron la victoria y Crisa fue aniquilada. Es posible, pero no seguro, que el Himno Homérico a Apolo (vv. 542-544) contenga una referencia a cómo los Anfictiones se impusieron sobre Crisa en esa guerra.