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lunes, 24 de julio de 2023

¿UNA AUTOBIOGRAFÍA DE PLATÓN?: PLATÓN, CARTA SÉPTIMA. GUÍA DE LECTURA


Terminada la primera parte de las vacaciones vuelvo al trabajo y a la preparación de las entradas y guías de lectura sobre el curso


PLATÓN (¿?), CARTA SÉPTIMA

Entre el conjunto de los escritos de Platón hay un texto inquietante que no es un diálogo ni un discurso judicial como la Apología de Sócrates. Es la obra conocida como Carta séptima. Se ha de aclarar que el corpus platónico incluye una colección de cartas atribuidas a Platón. La más larga, la más interesante, la que tiene más visos de ser auténtica es la que aparece en el centro de la colección, la Carta séptima. Pero, por supuesto, tener visos de ser auténtica y haber sido escrita realmente por Platón son dos cosas diferentes.

En el curso en el que vamos a leer la Carta séptima no interesa realmente su autenticidad. Interesa la imagen de Platón-sabio (filó-sofo) que presenta la Carta. Un sabio, además, que no concibe la teoría política sin una voluntad clara de llevarla a la práctica, un sabio que se plantea hacer política o bien lograr (aunque parezca inaudito) que los políticos sean sabios.

Para poner en contexto la Carta séptima se han de recordar algunos datos sobre Platón y sus experiencias sicilianas

  • Según los testimonios antiguos, Platón (428/427-348/347 a. C.) viajó de Atenas a Sicilia y la Magna Grecia hacia el año 388/387 a. C. El primer objetivo de ese viaje era establecer relaciones con la escuela pitagórica de aquella parte del mundo griego. Platón entró también en contacto durante ese viaje, en Sicilia, con el tirano Dionisio I de Siracusa y su cuñado Dión, con el que mantuvo una relación estrecha. 
  • Aunque la experiencia siracusana no terminó bien según las fuentes, la Carta séptima habla de un segundo y un tercer viaje del filósofo a Siracusa. A la muerte de Dionisio I, subió al trono, en 367 a. C., su hijo, Dionisio II. Este atrajo a su corte a Platón, quien viajó de nuevo a Sicilia (366-365 a. C.) para intentar hacer realidad su ideal del rey-filósofo. Sin embargo, las tensiones políticas entre Dionisio II y Dión llevaron a este al exilio e hicieron que Platón interrumpiera su estancia en Siracusa. 
  • Según la Carta séptima, aún hubo ocasión para un tercer viaje a Sicilia (361-360 a. C.). El motivo era mejorar las relaciones de Dión con Dionisio II y, de modo ideal, instruir al gobernante en filosofía. La estancia de Platón en Siracusa no logró su propósito: el tirano no deseaba en el fondo formarse como filósofo y su relación con Dión no mejoró. Tres años después, Dionisio II cayó y Dión subió al poder (357 a. C.). En el 354 a. C. Dión moría a manos de antiguos compañeros, también discípulos de Platón, convertidos ahora en enemigos. Según da a entender la Carta séptima, Platón la escribe hacia el año 353 a. C. para prestar consejo a los parientes y sucesores de Dión; y, muy posiblemente, para justificarse a sí mismo y a sus discípulos de la Academia por los últimos sucesos violentos.

Como estructura de la Carta séptima se puede proponer, en síntesis, la siguiente:

  1. Introducción (323d-324b): motivos por los que se escribe la carta.
  2. Primera parte de la narración (324b-330b): juventud de Platón en Atenas, su interés por la política y su relación con Sócrates; primer viaje a Sicilia (Siracusa) y encuentro decisivo con Dión; segundo viaje a Siracusa: proyectos de Dión y dudas de Platón, actuación de Dionisio II en relación con ambos.
  3. Consejos a los destinatarios de la carta (330b–337e): observaciones generales sobre la manera de aconsejar; consejos de Platón y Dión a Dionisio II, reacción de este y suerte que corre Dión; consejos a los parientes y amigos de Dión.
  4. Segunda parte de la narración (337e-351e): tercer viaje a Siracusa y en qué condiciones se emprende; Dionisio II y la filosofía: cómo comprobar si un tirano se interesa de verdad por esta, aplicación del método a Dionisio II, digresión filosófica sobre teoría del conocimiento y sus implicaciones en lo relativo a un escrito sobre filosofía del tirano; disturbios en la ciudad, fin de la estancia del filósofo en Siracusa y encuentro en Olimpia con Dión: presentación de este como modelo político.
  5. Conclusión (352a).

 Algunas cuestiones a las que se puede atender al leer la Carta séptima:


  • La imagen del joven Platón y sus intereses, ¿es coherente con lo que podemos saber sobre él por otras asignaturas o cultura general?
  • ¿Qué rasgos presentes en el texto caracterizan a Platón en cuanto filósofo? ¿Es distinta la imagen del filósofo/sabio de la Carta séptima y la del Critón? Los rasgos presentes en un texto y otro, ¿pueden definir al filósofo/sabio de cualquier época o lugar?
  • En algún momento del texto se dice cómo se alcanza la verdad y el conocimiento auténtico. ¿Cómo se produce esto según la Carta séptima?
  • ¿Pensamos que la Carta séptima cumple con los objetivos que se plantea al principio o es, más bien, una (auto)exculpación y (auto)justificación del filósofo? ¿Da la Carta séptima impresión de objetividad o parece que adapta los acontecimientos narrados a lo que más le conviene a Platón?
  • ¿Qué opinamos de los consejos políticos ofrecidos a los parientes y camaradas de Dión entre 334c y 337e? ¿Son lo que se podría llamar consejos políticos ‘con fundamento’?
  • ¿Es verosímil que Platón emprendiera, tan mayor para la época, un tercer viaje hasta Sicilia  después del desenlace de los dos anteriores?
  • ¿Qué nos parece la crítica de la escritura incluida en la Carta séptima? ¿Se podría prescindir hoy en día de la escritura por las razones de las que habla el texto?
  • ¿Estamos de acuerdo en que deben gobernar la polis «los griegos de los que tengan mejores informes, ante todo hombres de edad madura, que tengan en su casa mujeres e hijos y cuyos ascendientes conocidos sean lo más numerosos posible y con buena reputación, y que todos tengan fortuna suficiente» (337b5-c1)?
  • ¿Nos parece realizable, o una utopía, que los filósofos gobiernen o que los gobernantes filosofen? ¿Es posible aunar filosofía y poder como dice la Carta séptima?


José B. Torres Guerra



martes, 28 de abril de 2015

AUTOBIOGRAFÍA EN LA ANTIGÜEDAD: PLATÓN Y LA CARTA SÉPTIMA


Este post reforma la cuarta entrada que publiqué sobre escritura autobiográfica en Grecia, después de la primera, la segunda y la tercera. Nunca quedé satisfecho con la primera versión, por la profusión de datos que extraje de un libro que publiqué en 1993 y que en aquel momento (enero de 2012) no acerté a sintetizar: magis amica ueritas. Mantengo las dos versiones en el blog, esta y la otra; espero que las dos sean útiles, de maneras distintas.


Para situar la cuestión sobre la Carta Séptima, empiezo revisando el corpus al que pertenece, la colección de cartas platónicas. Este corpus está integrado por trece cartas de extensión diversa, dirigidas a destinatarios distintos, entre los que destacan:
  • Dionisio II, tirano de Siracusa: I, II, III y XIII. 
  • Dión (tío de Dionisio) y su grupo, también figuras de Siracusa: IV (Dión), VII (facción de Dión), VIII (id.) y X (Aristodoro). 
Reténgase el dato de que la mayor parte de las epístolas se hallan relacionadas con Sicilia y los acontecimientos de Siracusa.

Según una teoría tradicional (que se basa en buena parte en la propia Carta Séptima), Platón estuvo en tres ocasiones en Siracusa y mantuvo contactos con los tiranos de la ciudad (Dionisio I y II) y sus familiares (Dión).
Pero hay un problema: ¿escribió realmente Platón estas trece cartas? 
Una observación general sobre la autenticidad de cualquier obra o corpus: los motivos para dudar de la autenticidad de una obra pueden ser de dos tipos:
  • La propia tradición revela dudas sobre la autenticidad.
  • Se despiertan dudas en razón de argumentos internos (estilísticos – históricos – doctrinales). 
No es esperable que estos tres tipos de argumentos internos aporten soluciones definitivas sino más bien indicios que deben ser sopesados con prudencia. Llegados a este punto yo querría proponer cuatro consideraciones metodológicas:
  1. Vista la constancia con que la tradición le atribuye estas trece cartas a Platón parece que son los enemigos de la autenticidad quienes deben cargar con el 'peso de la prueba'. el onus probandi. 
  2. Hay argumentos internos que demuestran de manera suficiente que la Carta I no es obra de Platón: se trata de un ejercicio de escuela, en el que se acumulan citas poéticas (cinco o seis, en poco más de dos páginas de la traducción). Pero, si una carta del corpus no es auténtica, entonces puede haber más que tampoco lo sean. 
  3. Las cartas de carácter privado son siempre más sospechosas que las cartas de carácter público: ¿cómo y por qué han entrado en el canal de la transmisión? 
  4. Al no poderse hacer mayores generalizaciones sobre la cuestión de la autenticidad de la colección, parece preferible discutir de forma concreta en cada caso particular los argumentos racionales que hacen más o menos verosímil la atribución de cada carta a Platón o a un presunto falsificador. 
Mi opinión actual es la siguiente: la Carta Séptima, la única carta auténtica, es el centro de la colección, tanto por su colocación (ocupa la posición medial en la serie) como por su extensión (es, con inmensa diferencia, la más larga de las cartas: 27 pp. en la edición de Moore-Blunt, frente a las 6 de II u VIII); también es el centro de la colección por sus contenidos: 
1) En bastantes casos las otras epístolas reelaboran lugares de la Carta Séptima, sin que pueda demostrarse el caso contrario, que la Carta Séptima se base en alguna de las otras cartas.

2) Por ello es probable que la Carta Séptima haya sido el núcleo en torno al cual se han agregado, en capas sucesivas, las restantes cartas (falsas en esta concepción) hasta constituir nuestra colección.

3) Ello no quiere decir que todas las cartas deban beber necesariamente de la Carta Séptima: más aún, puede suceder que cartas llegadas con posterioridad al corpus beban de cartas espurias anteriores, sin que ello pruebe la autenticidad de las segundas.

En mi opinión, Platón debió de publicar una única carta, al igual que publicó un único discurso. Si ese discurso fue la Apología de Sócrates, la Carta Séptima es, en contrapartida, una apologia pro uita sua: 
Platón aprovecha la carta que le dirigen a la muerte de Dión los parientes y camaradas de éste, pidiéndole consejo político, para escribir una “carta abierta”, no dirigida únicamente a esos “parientes y camaradas” sino a la opinión pública en general: 
  • en esa carta el filósofo explica su participación en los turbios manejos de la corte de Dionisio, por lo cual la convierte en una apologia pro uita sua; 
  • y quizá sea cierto también, como apunta Lloyd (1990), que Platón aprovecha la carta (en la digresión filosófica) para hacer una apologia pro philosophia sua. 
Voy a pasar revista al conjunto de la carta, deteniéndome en puntos de interés por lo que puedan decirnos del carácter autobiográfico del texto (omitiré lo referido a los consejos a los destinatarios de la carta). La estructura general de la Carta Séptima es la siguiente:
1. Introducción (323 d – 324 b): motivos por lo que se escribe la carta.
2. Primera parte de la narración (324 b – 330 b): juventud de Platón en Atenas: Sócrates; primer viaje a Sicilia: encuentro con Dión; segundo viaje a Siracusa: Dionisio II.
3. Consejos a los destinatarios de la carta (330 b – 337 e).
4. Segunda parte de la narración (337 e – 351 e): tercer viaje a Siracusa; Dionisio y la filosofía: digresión filosófica (sobre teoría del conocimiento).
5. Conclusión (352 a). 
1. INTRODUCCIÓN: 323 D – 324 B.

Platón replica a una carta de la facción de Dión (de sus “parientes y camaradas”) en la que le invitan a prestarles consejo político: Platón establece como condición para ello el que sus corresponsales participen de las ideas políticas de Dión.

A manera de digresión, se introduce el relato de la génesis de esas ideas: sin embargo, Platón se retrotrae mucho más atrás y expone la génesis de sus propias ideas políticas, lo cual es sintomático del objetivo último que persigue este texto, como tanta literatura autobiográfica: ser una apologia pro uita Platonis. 

2. PRIMERA PARTE DE LA NARRACIÓN: 324 B – 330 B.
Antaño, cuando yo era joven, sentí lo mismo que les pasa a otros muchos. Tenía la idea de dedicarme a la política tan pronto como fuera dueño de mis actos, y las circunstancias en que se me presentaba la situación de mi país eran las siguientes: al ser acosado por muchos lados el régimen político entonces existente, se produjo una revolución; al frente de este cambio político se establecieron como jefes cincuenta y un hombres: once en la ciudad y diez en el Pireo (unos y otros encargados de la administración pública en el ágora y en los asuntos municipales), mientras que treinta se constituyeron con plenos poderes como autoridad suprema. 
Ocurría que algunos de ellos eran parientes y conocidos míos y, en consecuencia, me invitaron al punto a colaborar en trabajos que, según ellos, me interesaban. Lo que me ocurrió no es de extrañar, dada mi juventud: yo creí que iban a gobernar la ciudad sacándola de un régimen injusto para llevarla a un sistema justo, de modo que puse una enorme atención en ver lo que podía conseguir. En realidad, lo que vi es que en poco tiempo hicieron parecer de oro al antiguo régimen; entre otras cosas, enviaron a mi querido y viejo amigo Sócrates, de quien no tendría ningún reparo en afirmar que fue el hombre más justo de su época, para que, acompañado de otras personas, detuviera a un ciudadano y lo condujera violentamente a su ejecución, con el fin evidente de hacerle cómplice de sus actividades criminales tanto si quería como si no. Pero Sócrates no obedeció y se arriesgó a toda clase de peligros antes que colaborar en sus iniquidades. Viendo, pues, como decía, todas estas cosas y aun otras de la misma gravedad, me indigné y me abstuve de las vergüenzas de aquella época. 
Poco tiempo después cayó el régimen de los Treinta con todo su sistema político. Y otra vez, aunque con más tranquilidad, me arrastró el deseo de dedicarme a la actividad política. Desde luego, también en aquella situación, por tratarse de una época turbulenta, ocurrían muchas cosas indignantes, y no es nada extraño que, en medio de una revolución, algunas personas se tomaran venganzas excesivas de sus enemigos. Sin embargo, los que entonces se repatriaron se comportaron con una gran moderación. Pero la casualidad quiso que algunos de los que ocupaban el poder hicieran comparecer ante el tribunal a nuestro amigo Sócrates, ya citado, y presentaran contra él la acusación más inicua y más inmerecida: en efecto, unos hicieron comparecer, acusado de impiedad, y otros condenaron y dieron muerte al hombre que un día se negó a colaborar en la detención ilegal de un amigo de los entonces desterrados, cuando ellos mismos sufrían la desgracia del exilio. 
Al observar yo estas cosas y ver a los hombres que llevaban la política, así como las leyes y las costumbres, cuanto más atentamente lo estudiaba y más iba avanzando en edad, tanto más difícil me parecía administrar bien los asuntos públicos. Por una parte, no me parecía que pudiera hacerlo sin la ayuda de amigos y colaboradores de confianza, y no era fácil encontrar a quienes lo fueran, ya que la ciudad ya no se regía según las costumbres y usos de nuestros antepasados, y era imposible adquirir otros nuevos con alguna facilidad. Por otra parte, tanto la letra de las leyes como las costumbres se iban corrompiendo hasta tal punto que yo, que al principio estaba lleno de un gran entusiasmo para trabajar en actividades públicas, al dirigir la mirada a la situación y ver que todo iba a la deriva por todas partes, acabé por marearme. 
Sin embargo, no dejaba de reflexionar sobre la posibilidad de mejorar la situación y, en consecuencia, todo el sistema político, pero sí dejé de esperar continuamente las ocasiones para actuar, y al final llegué a comprender que todos los estados actuales están mal gobernados; pues su legislación casi no tiene remedio sin una reforma extraordinaria unida a felices circunstancias. Entonces me sentí obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en el terreno de la vida pública como en la privada. Por ello, no cesarán los males del género humano hasta que ocupen el poder los filósofos puros y auténticos o bien los que ejercen el poder en las ciudades lleguen a ser filósofos verdaderos, gracias a un especial favor divino (Carta Séptima 324 b - 326 b). 
A propósito de este texto se ha de notar, ante todo, que Platón parte de una exposición sobre la génesis de sus propias ideas, y así va tratando una serie de cuestiones que influyeron en él; en este sentido se debe atender a lo siguiente:
  • Lo que comenta sobre sus primeras preocupaciones políticas: 324 b – c (no se habla simplemente de acontecimientos externos, se nos introduce en la interioridad de Platón). 
  • Platón explica las circunstancias externas que le llevaron a abandonar estas disposiciones: los treinta tiranos, el intento de estos de implicar en sus actuaciones a Sócrates, la restauración de la democracia y el proceso contra Sócrates. 
Por cierto que es llamativo (para algunos, sospechoso) el hecho de que la Carta Séptima no hable de inquietudes filosóficas en el relato de la juventud de Platón. Pero la ausencia del tema se puede explicar suficientemente por el contexto político de la carta. 
  • Conclusión de todo el pasaje relativo a la formación política de Platón en Atenas (325 c – 326 b): Platón tomó conciencia de la dificultad de toda actividad política práctica y concluyó que, para remediarlo, los reyes deben filosofar, o bien los filósofos reinar (se ha de atender al desarrollo de esta misma idea en su República). 
3. CONSEJOS A LOS DESTINATARIOS DE LA CARTA.

4. SEGUNDA PARTE DE LA NARRACIÓN: 337 E – 351 E.
  • 337 e - 340 a. Se habla del final de la segunda estancia de Platón en Sicilia y de la tercera estancia (361 / 360 a. C.). Se explican los motivos que la produjeron (la intervención de Arquitas, la carta de Dionisio a Platón: ésta introduce, por cierto, una variación de estilo interesante. 
  • 340 b - 345 c. Se habla de la evaluación filosófica de Dionisio (a la llegada de Platón a Siracusa), que da pie para exponer la digresión filosófica. 
  • 345 c - 350 e. Platón da fin a su estancia en Sicilia. Aumenta el carácter narrativo del texto y se refieren las ofensas que el filósofo recibió de Dionisio (en relación con el caso de Heraclides y la retención de la fortuna de Dión). Tras la marcha de Sicilia , Platón se encuentra con él en Olimpia.
  • 351 a - e. Elogio final de Dión, considerado como modelo político. Este elogio adopta dos formas. Primero, en forma negativa, se nos dice que Dión no hizo las cosas que no debe hacer un buen gobernante. Después se repite el elogio en forma positiva. Es importante notar la idea recurrente de la renuncia a la violencia en 351 c.
5. CONCLUSIÓN: 352 A. 
Cuando llegué al Peloponeso encontré en Olimpia a Dión, que estaba allí asistiendo a los juegos, y le conté lo sucedido. Él, poniendo a Zeus como testigo, nos exhortó inmediatamente a mí, a mis parientes y amigos a preparar nuestra venganza contra Dionisio; nosotros, porque había traicionado a sus huéspedes (lo decía tal como lo pensaba), y él, por haber sido expulsado y desterrado injustamente. Cuando yo oí estas palabras, le invité a que solicitara la ayuda de nuestros amigos, si es que estaban dispuestos a dársela, «Y en cuanto a mí, —añadí—, fue casi forzado por ti y por los otros como compartí la mesa, la morada y los sacrificios de Dionisio. Éste tal vez creía, porque eran muchos los calumniadores, que yo de acuerdo contigo conspiraba contra él y contra su régimen tiránico, a pesar de lo cual no me mandó matar, sino que sintió pudor en hacerlo. Por otra parte, yo ya no tengo edad para hacerme aliado de guerra de nadie, pero me uniré a vosotros siempre que necesitéis reanudar vuestra amistad y favoreceros mutuamente; pero mientras estéis deseando haceros mal, buscad otros aliados». 
(…) 
Lo que le ocurrió [a Dión] no tiene nada de extraño, pues un hombre justo, sensato y prudente, al tratar con hombres injustos, no puede dejarse engañar sobre la manera de ser de tales personas, pero tampoco tiene tal vez nada de extraño que le ocurra como a un buen piloto a quien no puede pasarle desapercibido que se acerca una tempestad, pero no puede prever su extraordinaria e inesperada magnitud y, por no preverla, forzosamente zozobra. Esto mismo fue también lo que hizo caer por muy poco a Dión. Él conocía muy bien la maldad de los que le hicieron caer, pero lo que no podía prever era hasta qué punto era profunda su estulticia, su perversión y voracidad. Este error le hizo sucumbir, sumiendo a Sicilia en un inmenso duelo. 
Después de lo que acabo de decir, mis consejos están ya más o menos expuestos, y ya es suficiente. He vuelto a reanudar el relato de mi segundo viaje a Sicilia porque me pareció necesario contároslo a causa del carácter absurdo o extraño que tomaron los acontecimientos. Por ello, si mis explicaciones actuales parecen razonables y se juzgan satisfactorios los motivos que explican los hechos, la exposición que acabo de hacer podrá considerarse adecuada y discreta (Carta Séptima 350 b - 352 a). 

Recuerdo de nuevo que la Carta Séptima parece concebida como una “carta abierta”, o carta de propaganda según la terminología de Sykutris (1931), escrita al objeto de explicar la intervención del autor en la vida política de Siracusa.

Nótese, por otro lado, que la Carta Séptima, si realmente es obra de Platón, sería la primera autobiografía de la literatura occidental, disputándose este honor con el Sobre el cambio de fortunas de Isócrates, básicamente contemporáneo: no se sabe cuál de los dos textos es anterior, aunque no puede haber entre ellos mucha diferencia de tiempo (al menos no si la Carta Séptima es auténtica).




domingo, 1 de enero de 2012

AUTOBIOGRAFÍA EN LA ANTIGÜEDAD: PLATÓN Y LA CARTA SÉPTIMA


Sin duda será bueno comenzar el nuevo año retomando las entradas dedicadas a la escritura autobiográfica de la Antigüedad: la cuestión nos lleva ahora a hablar de Platón y su polémica Carta Séptima




I. EL CORPUS DE CARTAS PLATÓNICAS.

Para situar la cuestión sobre la Carta VII como caso de escritura autobiográfica, empiezo revisando el corpus al que pertenece, la colección de cartas platónicas. Este corpus está integrado por trece cartas de extensión diversa. Sus destinatarios, auténticos o supuestos, son los siguientes:
  1. “A Dionisio (II)” (tirano de Siracusa).
  2. “A Dionisio (II)”.
  3. “A Dionisio (II)”.
  4. “A Dión” (su tío).
  5. “A Perdicas” (hermano de Filipo de Macedonia y tío de Alejandro).
  6. “A Hermias, Erasto y Corisco” (tirano de Atarneo, más dos académicos que le son recomendados como consejeros”).
  7. “A los parientes y camaradas de Dión”.
  8. “A los parientes y camaradas de Dión”.
  9. “A Arquitas de Tarento” (político y filósofo pitagórico).
  10. “A Aristodoro” (amigo de Dión).
  11. “A Laodamante” (¿Leodamante de Tasos?).
  12. “A Arquitas de Tarento”.
  13. “A Dionisio (II)”.

Por tanto, las cartas aparecen dirigidas a cuatro tipos de destinatarios:
  • Dionisio II, tirano de Siracusa: I, II, III y XIII.
  • Dión y su grupo, también figuras de Siracusa: IV (Dión), VII (facción de Dión), VIII (id.) y X (Aristodoro).
  • Arquitas de Tarento: IX y XII.
  • Otras figuras de la política: V (Perdicas), VI (Hermias, Erasto y Corisco) y XI (Laodamante).

Reténgase el dato de que la mayor parte de las epístolas se hallan relacionadas con Sicilia y los acontecimientos de Siracusa.

Aunque más adelante proponga algún dato más concreto sobre esos sucesos, de momento basta con recordar que, según una teoría tradicional (que se basa en buena parte en el testimonio de la propia Carta VII), Platón estuvo en tres ocasiones en Siracusa y mantuvo contactos con los tiranos de la ciudad (Dionisio I y II) y sus familiares (Dión).

Las fechas supuestas para esos viajes de Platón a Sicilia son las siguientes:
  • 388-7: primer viaje a Sicilia.
  • 367-6: segundo viaje a Sicilia.
  • 361-0: tercer viaje a Sicilia.
En buena medida por relación a esos hechos, y siempre de acuerdo con las informaciones que nos dan las propias cartas, las fechas en que supuestamente debieron de ser compuestos estos textos serían las siguientes: 
IX y XII: después del 387.
X: entre el 387 y el 354.
XIII: 366.
V: entre 365-359.
XI: hacia el 360.
I: después del 360.
II: 360/359.
III: hacia el 358.
IV: 356.
VII y VIII: hacia el 353.
VI: hacia el 350.
Ahora bien, toda esta cronología se establece eludiendo el gran problema de las epístolas platónicas: la cuestión de su autenticidad, cuestión a la que nos volvemos ahora.


II. LA AUTENTICIDAD DEL CORPUS: ¿SON ESCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS?

Una observación general sobre este asunto: los motivos para dudar de la autenticidad de una obra pueden ser de dos tipos:
  • la propia tradición revela dudas sobre la autenticidad;
  • se despiertan dudas en razón de argumentos internos (estilísticos – históricos – doctrinales).
En el caso de las epístolas platónicas, se observa lo siguiente respecto a la tradición antigua: Aristóteles no menciona nunca las cartas, lo cual puede despertar sospechas. 

Ahora bien, el argumento no es probatorio:
  1. es un argumento ex silentio; Aristóteles tampoco menciona el Protágoras, y no por ello vamos a dudar de su autenticidad.
  2. Proclo (S. V) es el único autor antiguo que duda de las cartas (cfr. Olimpiodoro, Prolegómenos: “También desecha las cartas [Proclo] por la llaneza de la dicción”.
Pero el problema en este caso son los excesos hipercríticos de Proclo, quien también negaba la autoría platónica de República o Leyes.
Por lo que se refiere a la propia historia del texto se ha de recordar que los códices platónicos transmiten el texto de manera constante. Sólo en el caso de la carta XII manifiestan dudas: “Se objeta que no es de Platón”.

En realidad, las sospechas actuales sobre la autenticidad de las cartas se desarrollan desde el Renacimiento en el ámbito de la filología:
  • M. Ficino (1484: traducción latina de Platón) atribuye la carta I a Dión y rechaza la autenticidad de la XIII por su llaneza, considerada impropia de Platón.
  • Bentley, en la misma obra en que impugna las cartas de Fálaris (1697), defiende la autenticidad de toda la colección.
  • En el S. XIX (época hipercrítica en la que algún filólogo llegó incluso a rechazar la autenticidad de la República) se producen ataques diversos a la autenticidad de la colección, considerada como falsa durante buena parte del siglo.
Ahora bien, entre 1865 y 1948 todos los críticos de que tengo constancia (19) aceptaron sin lugar a duda la autenticidad de Carta VII (la que realmente nos importa): p. j., ésta es la opinión recogida por el manual de Lesky.

El punto de inflexión con respecto a lo que parecía la communis opinio lo marca L. Edelstein (Plato’s Seventh Letter, Leiden, 1966). A partir de él gana adeptos la tesis según la cual la Carta VII sería una falsificación.
En algún trabajo se propone incluso que sería una novela epistolar (G. Müller, en H. G. Gadamer, “Plato's Denken in Utopien”, Gymnasium 90, 1982, pp. 434-455).
A lo largo de SS. XIX–XX se depuraron los argumentos internos que se aplican en la discusión sobre el problema de la autenticidad; estos argumentos internos son, como queda dicho, de tres tipos: estilísticos – históricos – doctrinales. Abordando la cuestión de la autenticidad desde este punto de vista se observa lo siguiente:

1. ARGUMENTOS ESTILÍSTICOS: el argumento estilístico más usual en este tipo de discusiones es el de la estilometría (cómputo estadístico de la presencian / ausencia de rasgos lingüísticos considerados como automáticos e inconscientes). En la apariencia, es un análisis objetivo. Ahora bien:
  • el análisis estilométrico (como todo análisis estadístico) sólo se les puede aplicar a textos extensos;
  • posiblemente, en la colección platónica sólo es susceptible de recibir este análisis la Carta VII;
  • el análisis estilométrico opera confrontando el texto analizado con textos que sean de la misma cronología y del mismo género;
  • entonces el problema es que no hay término de comparación para la Carta VII: ¿se la ha de comparar con los diálogos de vejez (hay diferencia de género)? / ¿se la ha de comparar con la Apología? (hay diferencia de cronología)?
De hecho, los análisis estilométricos de la Carta VII llegan a conclusiones dispares, que en algunos casos parecen insólitas: p. ej., según S. Michaelson y A. Q. Morton (“The Authorship and Integrity of the Platonic Epistles”, Revue Internationale de Philosophie 27, 1973, pp. 3-9), las cartas II, VII, VIII y XIII son falsas – por el contrario, la Carta III es auténtica.

2. ARGUMENTOS HISTÓRICOS: por medio de éstos se intenta comprobar en qué medida el texto se adecua a las circunstancias históricas, tal y como las conocemos por otras fuentes. Ahora bien, el empleo de estos argumentos en el caso del corpus de cartas platónicas se enfrenta a problemas particulares.

Nótese que tanto las cartas platónicas como los textos historiográficos que hablan sobre los acontecimientos históricos de Siracusa responden a intereses creados que, además, son opuestos:
  • en el caso de las cartas platónicas hay una intención apologética evidente: son contrarias a Dionisio II y favorables a Dión;
  • en el caso de los historiadores (p. ej. Filisto, del que beben los autores posteriores) se da con mucha frecuencia una actitud contraria a Dión y Platón.
Por tanto, lo esperable en el caso de las cartas platónicas es que no haya consenso entre ellas y los historiadores del período. En todo caso, los errores de tipo histórico pueden valer como un argumento contrario a la autenticidad.
P. ej. en la Carta VIII 355 e resulta llamativo que, según el autor de la epístola, deba ser corregente en Siracusa un hijo de Dión (Hiparino III) que, según dicen las otras fuentes (p. ej. Plutarco), debía de estar muerto para esas fechas. ¿Prueba esto la falsedad de la Carta VIII?  

3. ARGUMENTOS DOCTRINALES: se trata de argumentos especialmente expuestos a la subjetividad.
  • Para negar la autenticidad de un escrito por medio de estos argumentos se buscan discrepancias de tipo doctrinal entre el texto discutido y las obras ciertas del mismo autor: en nuestro caso, entre las cartas y los diálogos platónicos.
  • O, inversamente, se buscan puntos de acuerdo en la doctrina, p. ej. entre esas cartas y los diálogos, como argumento a favor de la autoría platónica de las cartas.
Cfr. p. ej. la argumentación que hace Edelstein en torno a la “digresión filosófica” de la Carta VII, un pasaje sospechoso sobre “teoría del conocimiento”. Según Edelstein, la digresión considera las Ideas como entes de razón; pero ésa es una opinión que no aparece nunca en los diálogos: por tanto, la digresión filosófica no puede ser obra de Platón.
Con todo, la argumentación de Edelstein (como suele suceder siempre con los argumentos doctrinales) está abierta a discusión y ha sido criticada, p. ej., por Torres (Platón. Cartas [Introducción, traducción y notas], Madrid, 1993, pp. 85-6).
Conclusión de lo dicho sobre los tres tipos de argumentos internos: no es esperable que aporten soluciones definitivas sino más bien indicios que deben ser sopesados con prudencia.

Llegados a este punto querría proponer cuatro consideraciones metodológicas:
  • Vista la constancia con que la tradición le atribuye estas trece cartas a Platón parece que son los contrarios a la autenticidad quienes deben cargar con el onus probandi.
  • Hay argumentos internos que demuestran de manera suficiente que la Carta I no es obra de Platón: se trata de un ejercicio de escuela, en el que se acumulan citas poéticas (cinco o seis, en poco más de dos páginas de la traducción).
  • Pero, si una carta del corpus no es auténtica, entonces puede haber más que tampoco lo sean.
  • Las cartas de carácter privado son siempre más sospechosas que las cartas de carácter público: ¿cómo y por qué han entrado en el canal de la transmisión? Esto afecta a los números I, IV, V, IX, X, XII y XIII.
Al no poderse hacer mayores generalizaciones sobre la cuestión de la autenticidad de la colección, parece preferible discutir de forma concreta en cada caso particular los argumentos racionales que hacen más o menos verosímil la atribución de cada carta a Platón o a un presunto falsificador.

Por ello, en un libro de 1993 (Platón. Cartas [Introducción, traducción y notas], Madrid, 1993) discutí el problema de la autenticidad de cada carta. Mi postura general podía esquematizarse así:
  • Cartas probablemente auténticas: VII.
  • Cartas de autenticidad incierta: VI, VIII, XI.
  • Cartas de autenticidad dudosa: II, III.
  • Cartas probablemente falsas: IV, V, IX, X, XII, XIII.
  • Cartas seguramente falsas: I.
El esquema es discutible: en cambio, sí es seguro que las cartas I y VII constituyen los polos opuestos en el debate de la autenticidad.

Mi opinión actual es la siguiente:
  • la Carta VII, la única carta auténtica, es el centro de la colección, tanto por su colocación (ocupa la posición central en la serie) como por su extensión (es, con inmensa diferencia, la más larga de las cartas: 27 pp. en la edición de Moore-Blunt, frente a las 6 de II u VIII);
  • también es el centro de la colección por sus contenidos: en bastantes casos las otras epístolas reelaboran lugares de la Carta VII, sin que pueda demostrarse el caso contrario, que la Carta VII se base en alguna de las otras cartas.
Por ello es probable que la Carta VII haya sido el núcleo en torno al cual se han agregado, en capas sucesivas, las restantes cartas (falsas en esta concepción) hasta constituir nuestra colección.

Ello no quiere decir que todas las cartas deban beber necesariamente de la Carta VII: más aún, puede suceder que cartas llegadas con posterioridad al corpus beban de plagios anteriores, sin que ello pruebe la autenticidad de los mismos.


III. EL INTERÉS DE UN CORPUS FALSO.

Evidentemente, la cuestión sobre la autenticidad no es indiferente: no es indiferente saber si tales o cuales ideas presentes en las cartas son o no son de Platón.

Ahora bien, las cartas poseen un valor por sí mismas incluso en el caso de ser falsas, como reflejos de la historia del platonismo, o incluso del antiplatonismo, porque las cartas pseudónimas de la colección son testimonio de distintas tradiciones sobre la figura de Platón:
  • De una tradición apologética proceden la carta III, la V y la VIII.
  • A una tradición pitagórica corresponden los números II, VI, IX y XII.
  • Incluso una epístola refleja la tradición antiplatónica, teñida también de pitagorismo: la XIII, texto que, en cualquier caso, merece también atención por su elaboración literaria.
En los casos restantes, podemos hallarnos ante ejercicios de escuela o retóricos más que ante auténticas falsificaciones: esto afecta de manera muy singular a I (cfr. también IV y X).

Hago observar que las cuatro “tradiciones” que distingo no son categorías cerradas, y que entre ellas existen contactos y trasvases: por ello una carta puede ser apologética y escolar (retórica), pitagórica y antiplatónica (XIII), etc...


IV.  LAS CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS DE LA CARTA VII.

Según hemos indicado antes, la supuesta fecha de composición de la Carta VII es hacia el 353 a. C.: esa cronología se establece a partir de las referencias del propio texto:
  • Dión ya ha muerto (354); 
  • su muerte, además, debe de ser reciente; 
  • no queda claro si el asesino de Dión, Calipo, sigue todavía en el poder o ya ha sido depuesto.
Ello lleva a datar la Carta VII en 354/3 a. C. 
En esas fechas, Sicilia se halla en una situación política bastante conflictiva que es preciso conocer mínimamente para entender los acontecimientos a los que se refiere la carta:
  • En el 410, se produjo otra intromisión de los cartagineses en Sicilia: los cartagineses se apoderan de Selinunte e Hímera; en el año 406 se apoderan de Acragante y se producen graves disturbios en Siracusa ante el avance enemigo. 
  • En Siracusa se hace con el cargo de estratego Dionisio I, el Viejo, quien acapara poder hasta convertirse en árbitro de la ciudad. Antes de que Siracusa caiga en manos de los cartagineses, logra firmar una paz con éstos. 
  • Durante su gobierno (que es el de un tirano típico), Dionisio I se apoya en los mercenarios y promueve medidas populistas. 
  • Dionisio I gobernó durante 38 años (405-367 a. C.): se convirtió en el prototipo del tirano, y así lo presenta Cicerón en Tusculanas V 57 ss. 
  • Sabemos, por la propia Carta VII, que Platón estuvo en la corte de Dionisio I, pero que la relación entre ellos no fue buena. Sí parece cierto que durante la estancia en Siracusa Platón intimó con Dión, cuñado de Dionisio I. 
  • En 367 sube al poder Dionisio II, inaugurando un período de inestabilidad política. En la corte siracusana, dada la relativa juventud de Dionisio II (¿25/30 años en 367?), se producen enfrentamientos entre camarillas y Dionisio II destierra a Dión durante la segunda estancia de Platón en Sicilia (367-6). 
  • A continuación Dión maquina para recuperar el control de Siracusa y en el 357 (después del tercer viaje de Platón a Sicilia) se apodera de la ciudad, quizá con la ayuda de algunos académicos: la intervención de los académicos en todos estos acontecimientos produjo escándalo (posiblemente Calipo era también un académico) y salpicó a Platón. 
  • Se producen disensiones entre Dión y su aliado Heraclides, se produce otro destierro de Dión, su regreso a Siracusa, el asesinato de Heraclides, de Dión, y luego de su esposa e hijo a manos de Calipo (354): en los años siguientes se suceden en el poder Hiparino II – Niseo – Dionisio II. 
  • A consecuencia de todo ello interviene la metrópoli (Corinto) para reintroducir la calma en Siracusa: en el año 344, Timoleón llega a Sicilia, derrota a Dionisio II y detiene los avances de los cartagineses. 
En mi opinión, Platón debió de publicar una única carta, al igual que publicó un único discurso. Si ese discurso fue la Apología de Sócrates, la Carta VII es en contrapartida una apologia pro uita sua: Platón aprovecha la carta que le dirigen a la muerte de Dión los parientes y camaradas de éste, pidiéndole consejo político, para escribir una “carta abierta”, no dirigida únicamente a esos “parientes y camaradas” sino a la opinión pública en general: 
  • en esa carta el filósofo explica su participación en los turbios manejos de la corte de Dionisio (por ello es una apologia pro uita sua)
  • quizá sea cierto también, como quiere Lloyd (G. E. R. Lloyd, “Plato and Archytas in the Seventh Letter”, Phronesis 35, 1990, pp. 159-174), que Platón aprovecha la carta (en la digresión filosófica) para hacer una apologia pro philosophia sua. 

V. EXPOSICIÓN DE LA CARTA VII. 

En lo que sigue, voy a pasar revista al conjunto de la carta, deteniéndome en puntos de interés por lo que puedan decirnos del carácter autobiográfico del texto. La estructura general de la Carta VII es la siguiente:

  1. Introducción (323 d – 324 b): motivos por lo que se escribe la carta. 
  2. Primera parte de la narración (324 b – 330 b): juventud de Platón en Atenas: Sócrates; primer viaje a Sicilia: encuentro con Dión; segundo viaje a Siracusa: Dionisio II. 
  3. Consejos a los destinatarios de la carta (330 b – 337 e). 
  4. Segunda parte de la narración (337 e – 351 e): tercer viaje a Siracusa; Dionisio y la filosofía: digresión filosófica (sobre teoría del conocimiento). 5. Conclusión (352 a). 

1. INTRODUCCIÓN: 323 D – 324 B. 

Platón replica a una carta de la facción de Dión en la que le invitaban a prestarles consejo político:
Platón establece como condición para prestárselo el que sus corresponsales participen de las ideas políticas de Dión. 
A manera de digresión, se introduce el relato de la génesis de esas ideas: sin embargo, Platón se retrotrae mucho más atrás y expone la génesis de sus propias ideas políticas, lo cual es sintomático del objetivo último que persigue este texto (es una apologia pro uita Platonis). 

2. PRIMERA PARTE DE LA NARRACIÓN: 324 B – 330 B. 

Platón parte de una exposición sobre la génesis de sus propias ideas, y así va tratando una serie de cuestiones que influyeron en él.
  • Se ha de atender a lo que comenta sobre sus primeras preocupaciones políticas: 324 b – c (no se habla simplemente de acontecimientos externos, se nos introduce en la interioridad de Platón).
  • Platón explica las circunstancias externas que le llevaron a abandonar estas disposiciones: los treinta tiranos – su intento de implicar a Sócrates – la restauración de la democracia y el proceso contra Sócrates.
  • Por cierto que es llamativo (para algunos, sospechoso) el hecho de que la Carta VII no hable de inquietudes filosóficas en el relato de la juventud de Platón. Pero la ausencia del tema se explica suficientemente por el contexto político de la carta.
  • Conclusión de todo el pasaje relativo a la formación política de Platón en Atenas (325 c – 326 b): Platón toma conciencia de la dificultad de la actividad política y concluye que los reyes deben filosofar, o bien los filósofos reinar. 
Platón pasa seguidamente a relatar su viaje [388 / 387 a. C.] y la situación que encuentra en Siracusa (326 b - 327 b): encuentro con Dión durante este viaje.

Platón habla después de un segundo viaje a Siracusa [367 / 366 a. C.], a instancias de Dión, tras la muerte de Dionisio I (367 a. C.; 327 b - 330 b): en este punto, Platón explica los motivos de conveniencia por los que decidió prestar consejo político a Dionisio II, a pesar de que había razones que le recomendaban no hacerlo.
El pasaje adopta claramente la apariencia de una justificación: es un querer “lavarse las manos”. 
Sin embargo, la segunda estancia de Platón en Siracusa fracasa: se produce el destierro de Dión y Platón toma conciencia de la falta de interés filosófico de Dionisio II.

3. CONSEJOS A LOS DESTINATARIOS DE LA CARTA: 330 B – 337 E. 

En este punto, Platón interrumpe su narración e introduce el apartado de los consejos: al iniciarse esta sección (en 330 c) Platón dice que los va a dar porque no quiere que lo secundario (la explicación de sus propias actuaciones) se convierta en lo primario de la carta (esto debe ser el consejo político a los hombres de Dión).

Obsérvese que, a pesar de esta excusatio non petita, Platón incumple su aspiración: de hecho, el motivo central de la carta es la explicación de las actuaciones de Platón, la apologia pro uita sua: es, con diferencia, el motivo con más extensión en la Carta VII.


Hay cuatro secciones en este apartado:

  1. Se plantean consideraciones generales sobre cómo se debe aconsejar. 
  2. Se recuerdan los consejos que le dieron Platón y Dión a Dionisio II. 
  3. La reacción hostil de Dionisio II: Dión fue enviado al destierro y, tras ello, Platón se negó a colaborar con Dionisio II, lo cual supone una nueva autojustificación que además viene acompañada de una justificación de los atenienses en 334 a – c; es decir, la idea central de este lugar es que los atenienses no deben ser juzgados por el crimen del ateniense Calipo. 
  4. Al fin, después de tan larga preparación, Platón presta sus consejos (consejos que encima son muy genéricos) a los parientes y camaradas de Dión (en 334 c – 337 e). 

4. SEGUNDA PARTE DE LA NARRACIÓN (TERCER VIAJE A SIRACUSA; DIONISIO Y LA FILOSOFÍA: DIGRESIÓN FILOSÓFICA, SOBRE TEORÍA DEL CONOCIMIENTO): 337 E – 351 E. 

1) 337 e - 340 a. Se habla del final de la segunda estancia de Platón en Sicilia. Tercera estancia [361 / 360 a. C.]: los motivos que la produjeron (la intervención de Arquitas, la carta de Dionisio a Platón: cfr. cómo ésta sirve para variar el estilo, 339 b-d).

2) 340 b - 345 c. Se habla de la evaluación filosófica de Dionisio (a la llegada de Platón a Siracusa), que da pie para exponer la digresión filosófica.
  • Según Platón, hay unos medios para comprobar el interés de un tirano por la filosofía.
  • Aplicados a Dionisio II, desvelan la superficialidad del tirano: tal superficialidad queda también en evidencia por la supuesta composición de un tratado filosófico que desarrollaba el pensamiento platónico (cfr. 341 b – d).
  • La inconveniencia de escribir sobre los primeros principios se fundamenta en una digresión teórica sobre gnoseología, la llamada digresión filosófica; dentro de ésta, el problema de si las Ideas son entes de razón se plantea en 342 d. 

3) 345 c - 350 e. Platón da fin a su estancia en Sicilia. Aumenta el carácter narrativo del texto y se refieren las ofensas que el filósofo recibió de Dionisio. Tras la marcha de Sicilia, Platón se encuentra con él en Olimpia.

4) 351 a - e. Elogio final de Dión, considerado como modelo político. Este elogio adopta dos formas.
  1. Primero, en forma negativa, se nos dice que Dión no hizo las cosas que no debe hacer un buen gobernante. 
  2. Después se repite el elogio en forma positiva: cfr. la idea recurrente de la renuncia a la violencia en 351 c. 

5. CONCLUSIÓN: 352 A.

“Con lo ahora referido quedan más o menos dados mis consejos; valga lo dicho. Y en cuanto a por qué he retomado el relato de mi segundo viaje a Sicilia, es que me pareció que era preciso contarlo por lo insólito y extravagante de lo ocurrido. Si alguno sacara la impresión de que lo dicho ahora es más razonable, o le pareciera que da buena cuenta de lo sucedido,  sería que en esta ocasión he dicho lo apropiado y en la medida suficiente”.