domingo, 22 de marzo de 2015

LA CONSTITUCIÓN DE LA ORATORIA COMO GÉNERO LITERARIO EN EL S. V A. C.


Dentro de unos meses hablaré en Cáceres de un tema para el que la retórica tiene una importancia primordial. Por ello pienso que es buen momento para refrescar y renovar lo que escribí sobre el tema hará ya nueve años; esta entrada se publicó después en su primera versión el 12 de febrero de 2009.


El género de la oratoria se constituyó como tal en la Atenas del siglo V a. C., al amparo del ambiente político y social introducido por la democracia. Sobre este asunto propongo de entrada tres referencias básicas:

CANFORA, L., “Los oradores áticos”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. V. La crisis de la polis. Historia, literatura, filosofía, Barcelona, 1981, pp. 317-341.

CORTÉS GABAUDÁN, F., “La oratoria griega como género literario”, en D. Estefanía et alii (eds.), Géneros grecolatinos en prosa, Alcalá de Henares – Santiago, 2005, pp. 205-232.

LÓPEZ EIRE, A., “La oratoria”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 737-779.


1. NUEVAS CIRCUNSTANCIAS, NUEVAS NECESIDADES.

Abro la exposición comentando ese ambiente novedoso que introducen las estructuras democráticas del período clásico. Hablaré de los nuevos ámbitos públicos que surgen en la Atenas del S. V, ante todo la asamblea política y los tribunales de justicia: dos ámbitos nuevos para destacar en los cuales no bastaba con las estrategias que podía ofrecer la tradición.

I. Nótese que, en la sociedad aristocrática, las grandes decisiones “políticas” no se tomaban de manera pública sino entre bastidores. No se contaban votos, se llegaba a decisiones a través de la conversación “entre iguales”. Por ello, en esos ambientes, para llevar la negociación al punto apetecido podía bastar con la autoridad del individuo.

Es significativo, en este sentido, recordar la situación en Ilíada II y lo extemporánea que resulta la intervención en la asamblea de Tersites, quien
  • ni tiene autoridad para tomar la palabra ante Agamenón
  • ni domina las pautas de expresión tradicionales (oratoria avant la lettre: cfr. Torres 1998; y, más en general, Havelock 1963 = 1994) que desempeñaban también un papel en la cultura oral.
Nótese que en la nueva situación de la democracia ateniense ya no basta con el prestigio individual. Aunque éste pudiera tener un valor determinante en algunos casos como el de Pericles.

Para atraer mayorías en las asambleas populares y “llevarse el gato al agua”, lo habitual es que otro elemento tuviera más peso que la autoridad del personaje.

Ese elemento era la capacidad de hablar en público, el dominio de la técnica de la palabra.

II. Es equiparable la situación que se vivía en los tribunales de justicia de la democracia.
Nótese que el sistema judicial en Atenas era claramente distinto del actual:
  • No había un acusador público.
  • Cualquier ciudadano podía presentar la acusación cuando creía que se había transgredido la ley.
  • Ante una acusación, el estado constituía un jurado compuesto de ciudadanos de a pie, personas sin vinculo profesional con la justicia.
  • Como sabemos por la comedia de Aristófanes (p. ej., Avispas), estos individuos cobraban de la pólis una indemnización por los servicios prestados.
El conseguir que la causa de uno triunfara o fracasase dependía de la propia habilidad en defenderse y atacar. Por ello, también en este ámbito se imponía como necesidad tener un dominio técnico de la palabra.
  • Tanto más si recordamos que, en la oratoria judicial griega, el peso de la argumentación descansaba en los razonamientos de verosimilitud.
  • En cambio, el testimonio de los testigos (los mártyres) tenía sólo importancia subsidiaria.
  • Contra esta situación (que parece primar lo que se presente como verosímil por encima de la verdad) se pronunció Platón: mira Fedro 267 a, en referencia a Tisias y Gorgias.
III. A los dos foros antes mencionados (asamblea política y tribunales de justicia) han de añadirse, como tercer ámbito potencial de ejercicio de la retórica, ciertas celebraciones públicas.

Con ocasión de las fiestas de la pólis, también se pronunciaban discursos con carácter oficial.
P. ej., con motivo de la conmemoración anual de los caídos en combate comenzó a pronunciarse, a partir de algún momento del S. V, un epitáphios lógos.
El más famoso de estos discursos es el que Tucídides pone en boca de Pericles dentro de su Historia.
Para satisfacer precisamente todas estas nuevas necesidades surge en este momento, en Atenas, el género literario de la retórica: con este género, alcanza su madurez la prosa literaria ática.
Como bibliografía de urgencia sobre los orígenes de la retórica, cf. LÓPEZ EIRE, A., “Sobre los orígenes de la oratoria”, Minerva 1 (1987), pp. 13-31.

2. LA RETÓRICA COMO GÉNERO.

Con cada uno de los tres ámbitos definidos en la sección previa de esta entrada (asamblea política, tribunales de justicia, celebraciones públicas) se corresponde uno de los tres géneros de la retórica:
  • génos symbouleutikón (género deliberativo),
  • génos dikanikón (género judicial),
  • génos epideiktikón (género demostrativo).
Esta tripartición de la oratoria recibe fundamento teórico en la obra de Aristóteles (Retórica I 3, 1358 a 36 ss.), quien se expresa así sobre los tres genera dicendi clásicos:
Los géneros de la retórica son tres, pues éste es el número de los tipos posibles de oyentes de los discursos. En efecto, en el discurso hay que distinguir tres elementos: quién habla, sobre qué habla y a quién habla; pero el fin del discurso está en éste, o sea en el oyente. Y es necesario que el oyente sea o espectador o árbitro, y de ser árbitro lo será de acontecimientos pasados o futuros. El que dictamina sobre los acontecimientos futuros es el miembro de una asamblea, el que dictamina sobre los pasados es el juez y el que lo hace sobre la habilidad es el espectador. Así pues, necesariamente debe haber tres géneros de discursos retóricos: el deliberativo, el judicial y el demostrativo (trad. J. B. Torres).
Los tres géneros del discurso retórico parecen tener un carácter efímero: su objetivo no es permanecer en la posteridad sino convencer al auditorio en un momento concreto. No obstante, lo cierto es que se ha conservado un corpus importante de discursos de finales del S. V y, sobre todo, del IV.
Ello se puede contemplar como un índice de la alta elaboración formal que alcanzaron estos discursos: su forma no es algo secundario sino esencial, que les hacía merecedores de permanecer en el tiempo.
Como sucedió habitualmente con los otros géneros literarios de Grecia, la constitución del género retórico llevó al establecimiento de pautas y convenciones:
  • La experiencia enseñó que éstas constituían la mejor estrategia si se quería tener éxito en la ejecución pública del discurso.
  • Por ello, las convenciones del género habían de ser conocidas por quienes desearan tener éxito en sus intervenciones.
Como un ejemplo simple y bien conocido de las convenciones del género retórico puede mencionarse la típica estructura cuatripartita de los discursos judiciales:
  • Prooímion, diégesis, pístis, epílogos.
  • Introducción, narración, argumentación (prueba), conclusión.
Esta es la estructura que solemos encontrar en los discursos judiciales clásicos. Es, por cierto, una división del discurso distinta de la identificada por Aristóteles en la Retórica (III 13, 1414 a 31 ss.); según dice el filósofo en ese lugar, el discurso debe constar de sólo dos partes:
  1. Proposición (próthesis).
  2. Argumentación (pístis).
El discurso consta de dos partes, pues es necesario decir de qué trata el asunto y demostrarlo. Por ello es imposible decir algo y no demostrarlo, o demostrarlo sin haberlo anunciado: el que demuestra, demuestra algo, y, el que anuncia, anuncia en función de su demostración. De estas dos partes del discurso, la una es la proposición (próthesis) y la otra la argumentación (pístis); daría lo mismo distinguir entre problema (próblema) y demostración (apódeixis).

Sin embargo, las divisiones al uso son risibles. En efecto, la narración sólo se da en el discurso judicial; mas en el demostrativo y en la arenga, ¿cómo va a haber una narración del tipo que dicen?; ¿o cómo habrá una refutación del contrario o un epílogo en los discursos demostrativos?
(trad. J. B. Torres).


3. LOS SOFISTAS Y LA RETÓRICA.

Un estudio de la oratoria en el S. V a. C. debe referirse necesariamente a la labor de los sofistas. Mira la entrada n ese lugar se habla suficientemente del papel que ocupan los sofistas en la historia de las ideas y la filosofía griega.

En esta nueva entrada se habla de los sofistas en tanto que teóricos y maestros de la palabra. Sucede que uno de los saberes que ofrecían era precisamente la habilidad en el manejo de la palabra, gracias a la cual lograrían triunfar sus jóvenes alumnos.

Empiezo por Protágoras y recuerdo su papel como maestro de retórica, concretamente de erística.
  • La erística es el arte de disputar sobre el que escribió una obra con ese título.
  • En ella debía de defenderse la idea de que sobre todo asunto hay dos lógoi contrapuestos.
  • Y que el orador ha de esforzarse por "convertir en superior el lógos [o argumento] inferior", τὸν ἥττω λόγον κρείττω ποιεῖν.
En relación con Gorgias de Leontinos (en torno a 485 – 390) destaco que fue, fundamentalmente, un maestro de retórica. Por ello creo que es ilustrativo recordar lo que dice Gorgias, en su Elogio de Helena, a propósito de la palabra,
poderoso soberano que, con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo, realiza empresas absolutamente divinas. En efecto, puede eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir alegría, aumentar la compasión.
Se han de destacar los supuestos vínculos de Gorgias con la retórica siciliana.
Nótese que Sicilia y Siracusa vivieron también un largo período de democracia (desde 466, tras la muerte de Hierón, hasta 405) en el que pudo desarrollarse el arte de la palabra. En el período democrático, tras la caída de las tiranías sicilianas, quienes antes habían sido desprovistos de sus bienes tuvieron que pleitear para poder recuperarlos.
Los representantes principales de la retórica siciliana de la época debieron de ser Córax y Tisias, aunque de su trabajo no queda apenas nada. Todo lo más se puede decir, partiendo del testimonio de Platón (Fedro 273 a), que Tisias desarrolló el método de la argumentación y confirió al eikós (el argumento de verosimilitud) el puesto que ocupa dentro de la oratoria griega.
Un ejemplo clásico del argumento de verosimilitud puede ser éste: un hombre pequeño es acusado de haber iniciado una pelea contra un hombre grande / el hombre pequeño se defenderá diciendo que es improbable que él hubiera empezado una pelea contra otro más grande y más fuerte.
Gorgias de Leontinos (Sicilia) pasa por haber sido discípulo de Córax y Tisias. En el año 427 llegó a Atenas como embajador de su patria: obtuvo rápidamente el éxito popular por el llamativo estilo de su oratoria, rica en efectos rítmicos.
Mira lo que se dice en la obra de K.J. Dover, The Evolution of Greek Prose Style, Oxford, 1997.
De la producción retórica de Gorgias se conservan dos ejemplos, dos discursos epidícticos: el Elogio de Helena y la Defensa de Palamedes. Estos dos discursos son verdaderos tours de force en los que la retórica se aplica a defender dos causas imposibles tomadas de la leyenda.

En el Elogio de Helena, Gorgias argumenta a favor de que Helena (la adúltera por excelencia en la mitología clásica) no es culpable porque cometió adulterio bajo coacción, no por decisión voluntaria sino obligada
  • o por disposición del destino,
  • o por la fuerza,
  • o persuadida por la palabra
  • o por amor.
En la Defensa de Palamedes, Gorgias asumió la defensa de Palamedes: en la leyenda, fue condenado a muerte por culpa de una acusación falsa de Odiseo.

Para defender a Palamedes, Gorgias recurría al método de la reducción al absurdo, que había sido desarrollado por la escuela de Elea.
Así pues, su defensa de Palamedes consiste en hacer ver que carece de sentido suponer que el héroe hubiera sido sobornado por los troyanos.
El mismo tipo de argumentación lo aplicó también en su obra de carácter filosófico: en el escrito Sobre el no ser (hay resumen en Sexto Empírico), toma postura contra las tesis de Parménides intentando reducirlas al absurdo: mira la entrada .


4. RETÓRICA EN LA ATENAS DEL S. V A. C.: ANTIFONTE; ANDÓCIDES.

Como representantes fundamentales de la oratoria ática del S. V a. C. se ha de destacar, tras lo dicho sobre Gorgias, a Antifonte y Andócides, de los cuales se conservan discursos. Hay traducción de los dos en Redondo Sánchez, J. (trad.), Antifonte, Andócides. Discursos y fragmentos, Madrid, 1991.

No son, obviamente, los únicos oradores áticos del S. V; a su número se podrían agregar otros que conocemos, al menos, por sus nombres: Trasímaco de Calcedón, Teodoro de Bizancio, Eveno de Paros o Critias.

En el caso de Antifonte (supuestamente, 480-411) ha de indicarse, ante todo, que no sabemos con certeza si Antifonte, el orador oriundo de Ramnunte, ha de ser identificado con Antifonte, el sofista.
Cfr. Wiesner, J., “Antiphon, der Sophist und Antiphon der Redner – ein oder zwei Autoren?”, WS 107-108 (1994-1995), pp. 225-243.
De ser idénticos, este único Antifonte, sofista y orador, habría sido el oligarca que murió ejecutado en 411, tras el paréntesis oligárquico de ese año (gobierno de los Cuatrocientos). Según Tucídides (VIII 68), este Antifonte fue, además, el ideólogo del golpe del 411. Algunos creen en una evolución de Antifonte:
  • primero, orador;
  • después, con más edad, sofista y filósofo.
De tratarse de personas distintas (en la Antigüedad, era ya la opinión de Dídimo; también lo dice López Eire 1988), al primero se le deberían atribuir los tratados que circularon bajo el nombre de Antifonte.

Éstos trataban de temas como la verdad y la concordia (Sobre la verdad, Sobre la concordia): vuelve a mirar la entrada .

Por otro lado, el orador Antifonte, del que Tucídides habla en términos claramente elogiosos, es el rétor ático más antiguo del que conservamos textos.

Este Antifonte fue un logógraphos, un escritor de discursos judiciales por cuenta ajena. Redactó modelos de discurso en los que presentaba, para un mismo caso (relacionados todos con homicidios), tanto el escrito de la defensa como el de la acusación.
  • Han de destacarse, por cierto, las concomitancias que tal modo de proceder presenta con la Sofística, con los tratados anónimos conocidos como Dissoì lógoi.
  • Las concomitancias con la Sofística se advierten además en aspectos de estilo: cfr. lo que comenta López Eire (1988, 749-750).
Los modelos de discursos de Antifonte se agrupan en tres tetralogías, que nosotros conservamos. Cada tetralogía consta de un escrito de la acusación, otro de la defensa, otro de réplica de la acusación y otro de réplica de la defensa.

Estos doce discursos presentan introducción, argumentación y conclusión pero apenas se detienen en la narración. Se da por sobreentendida, pues era algo así como el enunciado del problema retórico al que intentaba responder el discurso de muestra.

Dada la consideración del homicidio en estos “discursos de muestra” como una mancha que contamina a toda la ciudad, dada la relación que en ellos se advierte todavía entre religión y derecho, suelen ser atribuidos a una fecha de composición temprana: 440 aproximadamente.

En la Antigüedad se le atribuían a Antifonte, en total, 35 discursos. Nosotros, aparte de las Tetralogías, conservamos otros tres discursos, sus únicos discursos reales, todos obras de encargo, todos sobre casos de homicidio:
  • Sobre el coreuta (419 / 418).
  • Acusación de envenenamiento contra la madrastra (416 aproximadamente).
  • Sobre el asesinato de Herodes (414 aproximadamente).
Además, tenemos fragmentos de su Autodefensa (pronunciada en el proceso del 411): es el único discurso en el que Antifonte habla en nombre propio.

Es notable la habilidad con que Antifonte maneja el argumento del eikós, por ejemplo en el discurso I: Acusación de envenenamiento contra la madrastra (presenta la demanda el hijastro de la madrastra, pues piensa que ésta ha envenenado a su padre):
  • la defensa de la madrastra no accedía a que los esclavos fueran sometidos al básanos;
  • por tanto, el orador deduce que los acusados basaban la salvación de la madrastra en que los esclavos no fueran interrogados bajo tortura;
  • de ahí se llegaba a deducir, como lo más verosímil, la culpabilidad de la madrastra.
Antifonte es el primero de los diez oradores áticos canónicos a los que se refieren las Vidas incluidas en el corpus de Plutarco: Antifonte / Andócides / Lisias / Iseo / Isócrates / Demóstenes / Esquines / Hiperides / Licurgo / Dinarco.

Cerraré esta entrada sobre la oratoria del S. V con algunas observaciones acerca de Andócides (en torno a 440-390).

A este le corresponde el dudoso honor de haber sido considerado el peor de los diez oradores áticos canónicos. En realidad, no fue un orador profesional sino un aficionado del que, por suerte para él, conservamos discursos. Mira lo que dicen

KENNEDY, G., “The Oratory of Andocides”, AJPh 79 (1958), pp. 32-43.
LÓPEZ EIRE, A., “El orador Andócides”, SPhS 5 (1981), pp. 233-253.

Su vida y su obra se vieron marcadas por el episodio de la mutilación de los Hermes en el 415 a. C., con la que estuvo relacionado.

Era un joven aristócrata que, al verse implicado en el proceso por la mutilación, hubo de exiliarse de Atenas. En el 408 a. C. intentó regresar a Atenas pero argumentó de forma tan torpe ante la asamblea que sus aspiraciones fueron rechazadas: cfr. oratio 2, Sobre su regreso.
Nótese, por cierto, que Andócides es nuestro primer ejemplo de oratoria deliberativa, dirigida a convencer a la asamblea.
En el 403 regresa a Atenas y, en el 399, debe defenderse otra vez de la acusación de haber mutilado los Hermes: cfr. oratio 1, Sobre los misterios. En el 392 / 391 formó parte de una embajada a Lacedemonia: el fracaso de la embajada lo condujo a un nuevo destierro.
Al resultado de estas negociaciones fracasadas se refería en el discurso Sobre la paz, que pasa por ser el mejor de los que escribió.
Bajo el nombre de Andócides conservamos otro discurso, Contra Alcibíades, de autenticidad dudosa.

Andócides ejemplifica bien a las claras que, en las nuevas circunstancias, para ganarse apoyos no bastaba con el prestigio personal. Sobre todo era imprescindible dominar la técnica de la oratoria. Andócides, sin embargo, tenía un dominio incompleto de esa técnica. Aunque algo debía de haber aprendido a través de los sofistas, según evidencia, p. ej., su imitación tosca de algunas de las figuras de Gorgias.



ALGUNAS REFERENCIAS

* Trabajos de carácter general e introductorio:
ANDERSEN, O., Im Garten der Rhetorik. Die Kunst der Reden in der Antike, Darmstadt, 2001.
CANFORA, L., “Los oradores áticos”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. V. La crisis de la polis. Historia, literatura, filosofía, Barcelona, 1981, pp. 317-341 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1979).
CORTÉS GABAUDÁN, F., “La oratoria griega como género literario”, en D. Estefanía et alii (eds.), Géneros grecolatinos en prosa, Alcalá de Henares – Santiago, 2005, pp. 205-232.
DOVER, K.J., The Evolution of Greek Prose Style, Oxford, 1997.
EISENHUT, W., Einführung in die antike Rhetorik und ihre Geschichte, Darmstadt, 1974.
FUHRMANN, M., Die antike Rhetorik, Múnich, 1984.
KENNEDY, G., The Art of Persuasion in Greece, Princeton, 1963.
KENNEDY, G., A New History of Classical Rhetoric, Princeton, 1995.
LÓPEZ EIRE, A., “La oratoria”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 737-779.
NORDEN, E., La prosa d'arte antica: del VI secolo a.C. all' età della Rinascenza, Roma, 1986 (Die antike Kunstprosa, Darmstadt, 1974 = Berlín, 1898).

* Sobre la constitución del género (de la oratoria política e intelectual a la oratoria literaria):
CORTES GABAUDAN, F., Fórmulas retóricas de la oratoria judicial ática, Salamanca, 1987.
IGLESIAS ZOIDO, J.C., “Oratoria, retórica y escritura en Grecia”, CFC (egi) 10 (2000), pp. 39-70.
LAVENCY, M., Aspects de la logographie judiciaire attique, Lovaina, 1964.
LÓPEZ EIRE, A., “Sobre los orígenes de la oratoria”, Minerva 1 (1987), pp. 13-31.
LÓPEZ EIRE, A., y SCHRADER, C., Los orígenes de la oratoria y la historiografía en la Grecia clásica, Zaragoza, 1994.
SCHIAPPA, E., The Beginnings of Rhetorical Theory in Classical Greece, New Haven, 1999.
TORRES, J.B., “El héroe como orador”, en A. López Eire (ed.), Retórica, política e ideología: desde la Antigüedad hasta nuestros días, Salamanca, 1998. Tomo I, pp. 39-43.

* Sobre la oratoria en el S. V a.C. (Gorgias; Antifonte; Andócides):
DUE, B., Antiphon, a Study in Argumentation, Copenhague, 1980.
FURLEY, W.D., Andokides and the Herms, Londres, 1996.
GARIN, M. (ed.), Antiphon. The Speeches, Cambridge, 1997.
HEITSCH, E., Antiphon aus Rhamnus, Wiesbaden, 1984.
IGLESIAS ZOIDO, J.C., “Aproximación a la oratoria deliberativa en el paso del siglo V al IV a.C: el discurso de Andócides Sobre la paz con los lacedemonios”, Minerva 8 (1994), pp. 115-134.
KENNEDY, G., “The Oratory of Andocides”, AJPh 79 (1958), pp. 32-43.
LÓPEZ EIRE, A., “El orador Andócides”, SPhS 5 (1981), pp. 233-253.
LÓPEZ EIRE, A., “Estilo y vida en el orador Andócides”, Faventia 3 (1981), pp. 59-81.
MACDOWELL, D., Andocides. On the Mysteries, Oxford, 1962.
MELERO, A. (trad.), Sofistas, testimonios y fragmentos, Madrid, 1996.
MISSIOU, A., The Subversive Oratory of Andokides. Politics, Ideology and Decision-Making in Democratic Athens, Cambridge, 1992.
REDONDO SÁNCHEZ, J. (trad.), Antifonte, Andócides. Discursos y fragmentos, Madrid, 1991.
SOLMSEN, F., Antiphonstudien. Untersuchungen zur Entstehung der attischen Gerichtsrede, Berlín, 1931.
VITALI, R., Gorgia. Retorica e Filosofia, Urbino, 1971.
WIESNER, J., “Antiphon, der Sophist und Antiphon der Redner – ein oder zwei Autoren?”, WS 107-108 (1994-1995), pp. 225-243.