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lunes, 28 de septiembre de 2015

ALEJANDRO Y CONSTANTINO: ¿DOS VIDAS PARALELAS?


Esta entrada es un post del blog y es, al tiempo, algo más: es una versión de lo que voy a contar en Cáceres en diez días, DV, en esta actividad. Para quienes se interesan por Plutarco, que son muchos. Y para quienes se interesan por Eusebio, que también los hay.

Esta entrada sobre la tradición e intertextualidad de Plutarco trata de la Vida de Constantino de Eusebio de Cesarea. Una cuestión muy debatida en relación con esta obra es la del género. La mezcla de géneros es un rasgo llamativo de este texto.
  • Se trata, en principio, de un escrito encomiástico que persigue presentar ante los lectores al emperador de Roma como ejemplo de monarca cristiano.
  • Pero el título bajo el que se ha transmitido la obra también alude a su componente biográfico: εἰς τὸν βίον τοῦ μακαρίου Κωνσταντίνου βασιλέως.
La Vida de Constantino se ha puesto en relación con las Vidas paralelas de Plutarco, en concreto con la Vida de Alejandro, en función de ese componente biográfico.
En este texto se revisa lo dicho al respecto y se discute si puede existir realmente alguna relación entre las Vidas compuestas por Plutarco y Eusebio.
Ante todo se ha de indicar que Eusebio estaba familiarizado al menos con una parte de la obra de Plutarco. Eusebio cita en la Praeparatio Euangelica tres obras conservadas del autor de Queronea, las tres de carácter religioso:
  • Sobre la desaparición de los oráculos.
  • La E de Delfos.
  • Sobre Isis y Osiris.
Además Eusebio ha conservado en la Praeparatio fragmentos de dos escritos perdidos de Plutarco, Sobre las Dédalas de Platea y Sobre el alma.

Si estos cinco textos figuraban en la biblioteca de Eusebio, resulta más verosímil que conociera otras obras plutarqueas de temática distinta, no religiosas, por ejemplo la obra a la que se refiere este trabajo: la Vida de Alejandro.
Hago observar además que Eusebio se pudo interesar por las Vidas paralelas en función de sus trabajos históricos o cronográficos; se sabe con seguridad que el obispo de Cesarea manejó a otros autores paganos por el mismo motivo.
Eusebio no cita las Vidas paralelas. Sin embargo, como ya se ha dicho, se ha propuesto que podría existir alguna conexión intertextual entre las obras.

Por ejemplo, al principio de la Vida de Constantino (1,10,1), Eusebio establece una analogía entre su labor como escritor que propone una imagen verbal del bienaventurado Constantino y el trabajo de los pintores que elaboran imágenes humanas:
Aunque me resulte inviable decir algo digno de la beatitud de este varón (…), resulta no obstante preciso que, a imitación de la técnica humana del sombreado, dedique la imagen compuesta por palabras a la memoria del amado por Dios.
Se ha encontrado un paralelismo entre esta declaración de Eusebio y un texto de la Vida de Alejandro (1,3):
Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno.
Los dos pasajes presentan una referencia a la labor de los pintores, los ζῳγράφοι de Plutarco y los que practican la σκιαγραφία (la “pintura de sombras”) en Eusebio. En ambos casos se establece una analogía entre el arte pictórico y la labor del autor literario que elabora por medio de la palabra retratos humanos que van más allá de los rasgos físicos.

Sin embargo, la similitud puede resultar demasiado genérica, casi un lugar común.
  • La analogía entre la pintura y la literatura es un motivo conocido desde Simónides.
  • Y, sobre todo, no hay semejanzas verbales entre los dos pasajes citados, más allá del uso común de la raíz γραφ- en ζῳγράφοι y σκιαγραφία.
Por otro lado, hay una diferencia significativa entre los dos textos. Como ya se ha apuntado, Plutarco y Eusebio coinciden en su interés por retratar no solo los aspectos físicos o las acciones externas de sus biografiados sino también sus rasgos morales.
  • Pero el autor de Queronea habla de los pintores que representan el ἦθος del retratado, su ἀρετή o κακία (VA 1,2), a través de su expresión facial; y de su propia aspiración a representar el βίος de sus personajes por medio de “las señales del alma” (τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα, VA 1,3).
  • En cambio, el obispo de Cesarea adopta una perspectiva distinta y decididamente religiosa en tanto que intenta reflejar la “bienaventuranza” (μακαριότης) de un hombre al que caracteriza como “amado por Dios” (θεοφιλής).
Por eso creo que si hay algún argumento textual que apoye que Eusebio tenía en mente el modelo de la Vida de Alejandro, este se halla en lo que ambos autores declaran que van a omitir.

En la frase anterior al primer texto de Plutarco citado, el autor de Beocia renuncia a referir las hazañas de sus personajes:
Muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería, hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, enfrentamientos ingentes y asedios de ciudades.
Eusebio anuncia una prateritio similar en el libro primero de su obra (VC 1,11,1), en este otro texto:
Considero oportuno dejar de lado la mayor parte de las gestas imperiales del tres veces bienaventurado: las contiendas y los despliegues de tropas en las guerras, los actos de heroísmo, las victorias, los trofeos conquistados contra el enemigo, y cuantos triunfos celebró (…) el objetivo de la presente obra nuestra dicta escribir y hablar solo de lo que atañe a la vida de religiosa piedad.
  • Eusebio declara que no hablará de los triunfos militares de Constantino ni de su labor política porque su obra pretende hablar solo de lo que atañe a la vida de amor a Dios, μόνα τὰ πρὸς τὸν θεοφιλῆ συντείνοντα βίον.
  • A las hazañas bélicas del emperador se refiere solo de forma sintética: “los combates y los enfrentamientos bélicos, las proezas y las victorias, los trofeos arrebatados a los enemigos y cuantos triunfos celebró”.
  • Los dos textos comparten algo más que el motivo retórico; comparten también una coincidencia verbal, el empleo del término παρατάξεις (en mis traducciones, enfrentamientos :: despliegues de tropas) con el que se refieren a las tropas rivales dispuestas en formaciones paralelas y enfrentadas antes del combate.
  • Hago observar, por cierto, que la bibliografía de Eusebio que habla de la relación entre la Vida de Constantino y Plutarco no ha llamado la atención sobre este dato.

Como se ha dicho, Eusebio no cita nunca las Vidas paralelas ni la Vida de Alejandro. Pero el autor sí alude al macedonio en el proemio de su obra, en un pasaje que propone a Ciro el Grande y Alejandro como términos de comparación de Constantino:
Una antigua historia celebra que Ciro descolló entre los persas de hasta entonces; no obstante, ya que no se ha de atender a esto sino al final de una vida prolongada, afirman que sufrió una muerte no afortunada sino indigna y denigrante a manos de una mujer. Los hijos de los griegos cantan que, entre los macedonios, Alejandro asoló muchísimos linajes de gentes diversas y falleció antes de llegar a la madurez de muerte prematura, cautivo de ‘francachelas y borracheras’ (VC 1,7,1-2).
A Eusebio le interesa mostrar primero que estos grandes hombres llevaron una vida nada envidiable, a pesar de lo que digan los griegos:
  • Ciro por las circunstancias en que murió;
  • y el hijo de Filipo por lo desordenado de su vida y su muerte prematura.
La comparación con Alejandro se extiende después (1,7,2-8,1):
Este [Alejandro] llegaba a cumplir treinta y dos años, el tiempo de su reinado comprendía la tercera parte de estos y, siendo hombre, avanzaba entre matanzas a manera de un torbellino (…). Cuando hacía poco que había llegado a la flor de la edad y añoraba los placeres de la infancia, lo inevitable le sobrevino de forma terrible y lo hizo desaparecer sin hijos, sin raíces, sin hogar, en tierra extraña y enemiga (…). Sin embargo, a este se lo celebra con coros por tales hazañas. Nuestro emperador, en cambio, partía de aquel punto en que moría el macedonio, duplicaba en tiempo su vida y triplicaba la duración de su reinado.
  • El obispo recuerda que Alejandro solo vivió treinta y dos años y que su mandato duró un tercio; además, esos años los consumió entre matanzas hasta que murió sin hijos, sin raíces y sin hogar (ἄτεκνον ἄρριζον ἀνέστιον, 1,7,2); y sin embargo, termina Eusebio, a Alejandro “se lo celebra con coros” (ἀνυμνεῖται χοροῖς, 1,7,2).
  • Constantino, en cambio, “nuestro” (ἡμέτερος, 1,8,1) emperador, supera a Alejandro porque empezó a reinar cuando aquel murió, duplicó el tiempo de su vida y triplicó el de su mandato.
  • Más diferencias que hablan a favor del romano según Eusebio: poco después, en 1,8,4, se dirá que, si Alejandro realizó hazañas sangrientas, Constantino logró sus victorias militares ganándose el afecto de los extraños; más aún, en 1,9,2 se indica que Constantino logró transmitir el imperio a sus herederos, esos hijos que no tuvo Alejandro.
La comparación del emperador de Roma con Ciro y Alejandro en 1,7,1-2 no es casual; sin embargo, por sí misma no dice nada sobre la supuesta relación entre la Vida de Constantino y la Vida de Alejandro.
Ciro el Grande y Alejandro son ejemplos tópicos de grandes gobernantes a los que recurre quien compone un basilikòs lógos como la Vida de Constantino según la teoría del género.
De hecho, el elogio que Eusebio hace de Constantino presenta características de este tipo de discurso según se recoge en la exposición teórica de Menandro Rétor.

Lo que llama la atención desde el punto de vista de la realización del género es que Ciro y Alejandro se proponen en la Vida de Constantino como ejemplos a contrario, ejemplos para evitar, a pesar de que los panegiristas entendían que estos gobernantes ideales eran espejos de príncipes con los que había que medir a los elogiados.

Pero Eusebio propone su propia imagen del gobernante cristiano ideal y por ello marca distancias frente al modelo pagano de Ciro y, sobre todo, de Alejandro. Además, Eusebio indica su voluntad de distinguirse de quienes escribieron las vidas de individuos nefastos como Nerón, al que se refiere como ejemplo de tirano en 1,10,2:
Es que, ¿acaso no sería una vergüenza que la memoria de Nerón y de los que fueron más nefastos que este con diferencia, tiranos impíos y ateos, encontrara autores diligentes que, embelleciendo con refinada interpretación los asuntos de sus viles acciones, los han registrado en voluminosas historias, y que en cambio callemos nosotros, a quienes el propio Dios nos juzgó dignos de coincidir con un emperador tan grande como no lo ha conocido toda la historia, de llegar a verlo, conocerlo y frecuentarlo?
Inmediatamente después (1,10,3) Eusebio censura el hecho de que estos autores hayan celebrado esas vidas nada ejemplares adoptando un estilo elevado e inadecuado, como si trataran de escribir tragedias.
Es que los unos compilaron vidas de varones nada ejemplares y acciones sin valor para la mejora de los caracteres, por favoritismo hacia algunos o inquina, quizá también para demostrar su propia cultura, y cantaron con tono de tragedia, sin necesidad, jactándose de su fluidez verbal, esquemas simples de sucesos vergonzosos. Por mi parte, aunque mi capacidad de expresión flaquee ante la magnitud de la exposición de lo que se muestra, no obstante ojalá reluzca al menos por la simple narración de las buenas acciones; de otro lado, el hacer memoria de las historias que placen a Dios hará que la lectura no sea inútil sino que también les resulte muy provechosa a quienes están bien preparados en su alma.
Eusebio, en cambio, habla de las limitaciones de su propio estilo (una captatio beneuolentiae obvia), espera que la dignidad de la materia dé lustre a su expresión y proclama su intención de presentar en su escrito un ejemplo humano “muy útil para quienes están bien preparados en su alma”.

Hay que recordar que el autor había indicado antes (1,10,2-3) la responsabilidad especial que él tenía:
Dado que había conocido a Constantino, estaba obligado a presentar ante el público “la imitación de las cosas buenas” a fin de que “despierte el anhelo por el amor divino”.

Eusebio había sido creador o renovador de géneros en obras como la Crónica o la Historia Eclesiástica. Posiblemente era consciente de que con la Vida de Constantino estaba ensayando una forma literaria nueva, porque su texto
  • no es una historia
  • ni es un panegírico al uso
  • ni es una biografía como las compuestas por autores paganos;
  • y tampoco es la vida de un santo cristiano como las escritas hasta entonces, si es que cabe considerar como tales las Actas de los mártires.
Para elaborar la que quizá es la primera ‘vida de santos’ cristiana escrita después de las persecuciones, Eusebio procede a una mezcla singular de géneros:
  • Por sus circunstancias, la Vida de Constantino es un encomio conectado con la tradición del basilikòs lógos.
  • Su texto narra además aspectos selectos de la vida del homenajeado tomando en consideración el modelo biográfico de Plutarco.
  • Al tiempo, la Vida de Constantino es literatura religiosa y aspira a cumplir una función formativa entre sus lectores: despertar, como dice Eusebio, “el anhelo por el amor divino”.
La bibliografía ha indicado que Moisés es la figura del Antiguo Testamento que obra en la Vida de Constantino como término de comparación con este. No puede caer en saco roto que Alejandro Magno está igualmente presente en el texto como modelo en la sombra o antimodelo necesario del emperador de Roma.

Y ello, probablemente, a partir del ejemplo concreto de la Vida de Alejandro de Plutarco, quien así escribió, sin sospecharlo, una página clave en la literatura griega cristiana.



viernes, 29 de mayo de 2015

PLUTARCO


Reciclo esta entrada sobre Plutarco porque he terminado de escribir un trabajo sobre su Vida de Alejandro. Y sobre Eusebio de Cesarea y la conveniencia de leer la Vida de Constantino de este a la luz de Plutarco.

Plutarco ya no tiene el prestigio de otras épocas. Aun así, sigue contando adictos muy considerables, dentro y fuera de España. El interés de conocerlo sería evidente aunque solo fuera por motivos culturales.



1. LA BIOGRAFÍA DE PLUTARCO Y SU PERSONALIDAD

Plutarco nació en Queronea (Beocia), en torno al 46 d. C.; era hijo de un filósofo académico, Autobulo.
  • Él, por su parte, aun habiendo cultivado también la filosofía y escrito una obra filosófica o parafilosófica, no se deja encuadrar en ninguna de las escuelas filosóficas de la época imperial.
  • Como tampoco se deja encuadrar dentro de la Segunda Sofística, pese a su proximidad cronológica a la misma.
Sobre las relaciones de Plutarco, cf. lo que ha dicho últimamente Van Hoof 2010. En concreto, sobre sus relaciones con Luciano, cfr. Wälchli 2003. 
De hecho, Plutarco no fue nunca un profesional de la oratoria como los miembros de ese movimiento. Y, además, parece que tampoco quiso serlo nunca, aunque en algunas de sus primeras obras pueda pecar de cierto exceso de retoricismo.

Por ello podemos decir que Plutarco resulta una figura singular en el panorama literario de Grecia.
Sobre Plutarco sigue siendo recomendable la exposición de conjunto de Ziegler 1965 = 1951; importante también, en relación con la vida y carrera del autor, Jones 1971, 1-64; como primera introducción, cfr. García López 1988.
Tuvo la educación característica de las clases altas de su época. Prosiguió sus estudios en Atenas, donde fue discípulo del peripatético Amonio y entró en contacto con la Estoa y el platonismo. Sólo se mantuvo al margen del epicureismo.

Viajó por Grecia, Asia Menor e Italia; también estuvo en Alejandría. En Roma (donde debía de estar hacia el 92 / 93) actuó en defensa de los intereses de su ciudad natal y llegó a tener un contacto íntimo con las clases altas de la urbe. Concretamente, tuvo contactos estrechos con dos personajes:
  • Marco Mestrio Floro, persona de confianza de Vespasiano.
  • Quinto Sosio Seneción, general de Trajano.
A Seneción le dedicó las Vidas paralelas, así como las Quaestiones conuiuales. El otro personaje fue quien le consiguió la ciudadanía romana; por ello, el nombre latino de Plutarco era Mestrius Plutarchus. Por cierto que, pese a tener ciudadanía romana, Plutarco no llegó a aprender correctamente el latín. Así lo reconoce él mismo en Demóstenes 2:
Mientras estuve en Roma y discurrí por Italia no tuve tiempo para ejercitarme en la lengua latina, por los negocios políticos y por la concurrencia de los que venían a tratar conmigo de filosofía (trad. Ranz Romanillos).
Plutarco era, pues, romano desde lo que hoy podríamos llamar un punto de vista civil. Sin embargo, aun pudiendo haber hecho carrera en la administración del Imperio, lo cierto es que Plutarco renunció a ello.
Nótese que, en Plutarco, pesó enormemente su fuerte sentido del helenismo, de las costumbres y tradiciones de Grecia.
Por ello prefirió mantenerse en su patria, Queronea, en Beocia, región que en la Antigüedad clásica no había sido precisamente famosa como cuna de hombres excelsos. Desde allí ejerció su influjo, dedicado a su familia (sabemos que se casó y tuvo hijos e hijas) y amigos. A su mujer, Timóxena, le dedicó un escrito consolatorio (Ad uxorem) con ocasión de la muerte de su hija homónima (cfr. el comentario de Pomeroy 1999).

Con todo, parece que debió de ser nombrado procurador honorífico de Grecia por Adriano; por otro lado, sabemos que, antes, Trajano le había concedido la dignidad consular.

Debe recordarse, además, que Plutarco era un hombre muy religioso (sobre su religiosidad, cfr. Brenk 1987).
Se hallaba directamente relacionado con el santuario de Delfos (próximo a Queronea), del que fue sacerdote vitalicio desde el 95. Parece, p. ej., que desempeñó un papel en el rejuvenecimiento de Delfos en época de Adriano.
En razón de esta misma religiosidad se preocupó además por los problemas escatológicos. 
La bibliografía suele resaltar también su bonhomía, su optimismo moral, su apego a las tradiciones y sus afectos familiares. Aunque, en contrapartida, Plutarco no posee el sentido del humor de otros autores de su época (cfr. Luciano): quizá por ello parece ser que prefería Menandro a Aristófanes, al que posiblemente no entendía. Murió en torno al año 127.


2. PANORÁMICA GENERAL DE LA OBRA DE PLUTARCO. LOS TRATADOS (MORALIA)

Plutarco dejó para la posteridad una obra inmensa, conservada sólo en parte. Se puede consultar en las ediciones de conjunto de
  • Flacelière-Defradas (1957-: Les Belles Lettres)
  • y Lindskog-Ziegler-Paton (1925-: Teubner);
  • hay también una edición en Loeb (Perrin-Babbitt 1914-1976).
El inventario total de la obra de Plutarco (o pseudoplutarquea) lo conocemos gracias a un manuscrito del S. XII en el que se contiene el llamado “catálogo de Lamprias”, un supuesto hijo de Plutarco (parece que Plutarco no tuvo un hijo de ese nombre) al que se le atribuye falsamente ese catálogo.
Este listado, procedente de finales de la Antigüedad, da idea de las obras que se conocían en esa época como escritas por Plutarco.
El “catálogo de Lamprias” cita 277 obras. Algunas son espurias; y otras obras conservadas no aparecen. Del conjunto de la obra de Plutarco conservamos hoy en día unos 100 títulos, lo cual debe de representar un tercio del total. En este conjunto podemos distinguir dos grandes grupos:
  • Sus Moralia (tratados de carácter “moral”).
  • La obra biográfica.
Para la ordenación cronológica de las obras, cfr. lo que indica Jones (1966).
Los Moralia de Plutarco son una colección de 78 escritos. La agrupación de estos escritos no se debe a Plutarco sino a Máximo Planudes, quien, a caballo entre los SS. XIII y XIV, reunió la colección actual a partir de colecciones más antiguas.

Pero, por cierto, al hacer esta nueva agrupación, Máximo Planudes también incluyó obras que pasaban en la época por ser de Plutarco sin serlo: habitualmente se considera que unos doce escritos del total son espurios.

El nombre de la colección es Ethiká en griego, Moralia en latín. Es un título que no cuadra al conjunto porque los contenidos de todas las obras no se refieren a “moral”.

Ahora bien, sí sucede que los primeros escritos se refieren a cuestiones éticas y pedagógicas: de ahí esta denominación del conjunto que, por sí misma, puede dar una idea falsa de los contenidos de los escritos.

Una clasificación aproximativa de estas obras podría ser la siguiente:
  • Escritos de filosofía moral y psicología.
  • De historia de la filosofía.
  • De pedagogía.
  • De teoría política
  • De miscelánea de filosofía, historia natural, medicina e higiene.
  • De religión.
  • De literatura y música.
  • De historia, anécdotas, colecciones de dichos, instituciones, antigüedades.
Pero lo cierto es que como centro de los Moralia se sitúan las preocupaciones filosóficas del autor. Por ejemplo, Plutarco trata
  • de cómo ha de relacionarse uno con los demás hombres, en Cómo se puede diferenciar a un amigo de un adulador / Sobre el número de los amigos / Recomendaciones sobre el matrimonio;
  • de temas de filosofía popular, en Sobre la tranquilidad del ánimo / Sobre si se puede enseñar la virtud / Sobre la avaricia;
  • de las doctrinas filosóficas de la Estoa y Epicuro, a las que se enfrenta con actitud crítica (para su relación con el estoicismo, cfr. Babut 1969) – conservamos 3 escritos contra los estoicos y 3 contra los epicúreos, lo cual hace pensar en una selección (cfr. Ziegler);
  • o, en términos más positivos, de ideas platónicas, como en Sobre el origen del alma en el Timeo.
Son interesantes una serie de tratados en los que trata de cuestiones políticas, pues arrojan luz sobre su actitud como griego con ciudadanía romana. A este grupo pertenecen p. ej. Sobre si un anciano debe desarrollar una actividad política o Sobre las tres formas del estado.
(Por cierto que esta última obra es posiblemente falsa; pero, aun así, resulta muy interesante por lo que nos informa sobre el pensamiento político de época imperial).
En la misma línea de tratados políticos se encuentran los Consejos o Preceptos políticos (politikà parangélmata), dirigidos a un joven aristócrata que quiere introducirse en la vida política. Plutarco le recomienda al destinatario de la obra no olvidar la patria (su pólis) en razón de su carrera y también le da indicaciones sobre cuál ha de ser la actitud de un griego ante el poder de Roma.
Sobre Plutarco y la política, cfr. Carriere 1982.
Otro grupo de escritos giran en torno al santuario de Apolo en Delfos y guardan una relación lógica con el cargo de sacerdote de Apolo que tenía Plutarco.
  • P. ej., Sobre la E de Delfos, tratado en el que recoge y discute las distintas interpretaciones de la E que aparecía en la portada del santuario délfico
  • Sobre el oráculo de la Pitia intenta hallar una explicación para el retroceso de los oráculos en verso.
  • En Sobre la decadencia de los oráculos se pregunta, de manera más general, cuál es la razón de que sedes oraculares importantes hayan desaparecido.
En estos escritos emplea Plutarco una forma dialógica, de inspiración evidentemente platónica, aunque el uso del diálogo tienda a dejar paso a exposiciones continuadas de un solo personaje. En Plutarco, el recurso al diálogo tiene por objeto contraponer opiniones, ante todo las de procedencia estoica o epicúrea. Él mismo aparece como personaje del diálogo en Sobre la E de Delfos.

Otros escritos de carácter religioso lo ponen en relación con Egipto, según sucede en el caso de De Iside et Osiride: para la relación de Plutarco con la religión egipcia, cfr. Hani 1976.

Como ejemplo de los escritos sobre literatura se ha de citar el Sobre la malignidad de Heródoto, quizá la obra más conocida dentro de este grupo. La idea general de la obra (Heródoto fue un adulador rastrero) puede sorprender al lector actual. Quizá es preferible quedarnos con que el recto sentido moral de Plutarco no le permitía apreciar el tono menos austero de Heródoto, sin que debamos concluir que su gusto literario era deficiente.

Como se ha indicado antes, la colección de Moralia también incluyen obra espuria (12 escritos), no por ello menos interesante; me refiero a dos ejemplos:
  • Sobre la música: reúne datos importantes en relación con la historia de la música y de los músicos griegos.
  • Vidas de los diez oradores: tiene importancia para la historia de la literatura.


3. LAS OBRAS BIOGRÁFICAS (VIDAS PARALELAS)

Puede parecer curioso que, junto a estas obras que clasificamos bajo el nombre general de Moralia, Plutarco escribiese una obra biográfica igualmente voluminosa.

Esa obra biográfica la constituyen las llamadas Vidas Paralelas, escritas hacia los años 105-115 (cuando Plutarco ya había pasado de los sesenta o, como poco, los rondaba). Otros (cfr. Nesselrath) datan la redacción de las Vidas entre 96 y 120.

La impresión general que produce el conjunto es unitaria, y ciertamente podríamos analizarlo desde esa perspectiva unitaria. Ahora bien, parece que la labor de Plutarco como biógrafo se desarrolló en dos fases distintas (cfr. Hose 1999, 211):

I) A la edad de 50 años debió de componer algunas biografías aisladas de figuras importantes de la historia de Grecia: Arato, el fundador de la liga aquea; Leónidas, el héroe de las Termópilas.
También escribió biográficas de figuras míticas (Heracles) o importantes dentro de la literatura (Hesíodo).

Puede suponerse que esta primera dedicación a la biografía es una especie de huída del presente, de la situación política en la época del Imperio, y un refugiarse en las glorias del pasado.

Ahora bien, al tiempo Plutarco dedicó también su interés a otras figuras importantes de la historia (Artajerjes), y sobre todo a romanos ilustres, caudillos militares y emperadores; sabemos, p. ej., que escribió las vidas de los emperadores romanos desde Augusto a Vitelio.
De todas estas primeras biografías sólo conservamos las de Arato, Artajerjes, Galba y Otón. Éstas son las cuatro “biografías sin pareja” que se incluyen en el catálogo de las Vidas paralelas.
II) En un segundo momento, Plutarco se plantea escribir biografías paralelas, invención que es la que realmente le ha granjeado una fama casi popular. Escribió 23 parejas de Vidas paralelas, de las que conservamos 22. Se perdió el primer par: Epaminondas – Escipión (parece que el Viejo).

Las 22 parejas de vidas que conservamos son las siguientes:
  • Teseo – Rómulo
  • Licurgo – Numa
  • Solón – Valerio Publícola
  • Temístocles – Camilo
  • Pericles – Fabio Máximo
  • Alcibíades – Coriolano
  • Timoleón – Emilio Paulo
  • Aristides – Catón el Viejo
  • Filopemen – Flaminio
  • Pirro – Mario
  • Lisandro – Sulla
  • Cimón – Lúculo
  • Nicias – Craso
  • Eumenes – Sertorio
  • Agesilao – Pompeyo
  • Alejandro – César
  • Foción – Catón el Joven
  • Agis y Cleomenes – los Graco [son dos más dos biografías, hasta completar el número de 22 parejas y 44 biografías de individuos]
  • Demóstenes – Cicerón
  • Demetrio Poliorcetes – Antonio
  • Dión – Bruto
En estas biografías paralelas contrapone un griego y un romano, describe sus vidas por separado y termina la pareja de biografías con una comparación de los caracteres y fortunas de sus personajes.

Esta comparación, sýnkrisis, falta en el caso de las cuatro vidas que antes adscribimos a una primera etapa: Arato, Artajerjes, Galba y Otón.
Por supuesto, los paralelismos establecidos son muchas veces más que subjetivos.
Dentro de cada una de las vidas, el modelo seguido por Plutarco es el propio de la biografía peripatética (recuérdese lo dicho sobre su formación en Atenas). Este modelo llevaba a la narración del
  • nacimiento
  • juventud y carácter
  • hechos
  • muerte
  • y a la adición final de consideraciones morales.
Por otro lado, parte del mismo concepto peripatético es también la noción de que existe una relación entre caracteres (éthe) y acciones (práxeis).
Esto no se ha de entender en el sentido obvio de que las cualidades morales se reflejan en las acciones. Se ha de entender en el sentido de que las “virtudes éticas” surgen como actitudes habituales (hábitos operativos) con el obrar y en virtud de éste: la repetición de actos buenos desarrolla la virtud correspondiente.
El concepto biográfico de las Vidas paralelas ha sido reempleado en otros momentos históricos, p. ej. por el historiador Alan Bullock, quien escribió también una Vida paralela de Hitler y Stalin:
A. Bullock, Hitler and Stalin: Parallel Lives, Londres, Harper Collins Academic, 1991.
No debe perderse de vista que Plutarco no escribe con un interés último de tipo histórico. Aunque, por supuesto, sus Vidas nos proporcionan muchas informaciones históricas (procedentes de obras historiográficas perdidas) a las que sólo tenemos acceso a través de él.

En relación con la cuestión de las fuentes de Plutarco debe recordarse que, como ya se dijo, parece que Plutarco no era capaz de leer (o hablar) latín con soltura.

Otra cuestión relacionada es la de hasta qué punto Plutarco leyó realmente todo aquello que cita: la crítica del S. XIX llegó a la conclusión de que eso era materialmente imposible, y de que, por tanto, Plutarco tenía que haber tomado sus informaciones de prontuarios o libros de tópicos.

Hoy en día se ha descartado tal punto de vista y se acepta que Plutarco fue compulsivo como escritor y como lector.

Pero volviendo a la cuestión de género (historia y biografía): Plutarco tenía muy claro que escribir biografías no es lo mismo que escribir historia, y así lo explica en el cap. 1 de la Vida de Alejandro:
οὔτε γὰρ ἱστορίας γράφομεν, ἀλλὰ βίους, οὔτε ταῖς ἐπιφανεστάταις πράξεσι πάντως ἔνεστι δήλωσις ἀρετῆς ἢ κακίας, ἀλλὰ πρᾶγμα βραχὺ πολλάκις καὶ ῥῆμα καὶ παιδιά τις ἔμφασιν ἤθους ἐποίησε μᾶλλον ἢ μάχαι μυριόνεκροι καὶ παρατάξεις αἱ μέγισται καὶ πολιορκίαι πόλεων. ὥσπερ οὖν οἱ ζῳγράφοι τὰς ὁμοιότητας ἀπὸ τοῦ προσώπου καὶ τῶν περὶ τὴν ὄψιν εἰδῶν οἷς ἐμφαίνεται τὸ ἦθος ἀναλαμβάνουσιν, ἐλάχιστα τῶν λοιπῶν μερῶν φροντίζοντες, οὕτως ἡμῖν δοτέον εἰς τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα μᾶλλον ἐνδύεσθαι, καὶ διὰ τούτων εἰδοποιεῖν τὸν ἑκάστου βίον, ἐάσαντας ἑτέροις τὰ μεγέθη καὶ τοὺς ἀγῶνας (Plu., Alex. 1,2-3).
Es que no escribimos historias sino vidas, y la evidencia de la virtud o el vicio no se encierra necesariamente en las acciones más señaladas; al contrario, muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, los despliegues inmensos de tropas y asedios de ciudades. Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno, dejando para otros las grandes hazañas y certámenes (trad. José B. Torres).
  • Es decir, según Plutarco, escribir historia significa hacer una exposición lo más completa posible de lo sucedido.
  • En cambio, escribir biografía implica la selección de rasgos característicos, que a lo mejor poseen menor importancia histórica pero que, en contrapartida, pueden encerrar características significativas del biografiado.
  • En este sentido recuerdo que suele destacar que Plutarco sabe profundizar en la psicología de los individuos de los que escribe.
Por tanto, lo que hace Plutarco es escribir biografía, no historia. Además, en el cap. 1 de la Vida de Pericles aclara el autor la intención que perseguía al escribir biografías. Éstas son materiales de los que se ha de seguir una enseñanza moral, y posiblemente por ello los biografiados tienden a ser esclavos de las pasiones o modelos de virtudes (cfr. Duff 1992).

De hecho se puede decir que las biografías de Plutarco intentan ser “maestras de moral”: durante mucho tiempo se ha acudido a la lectura de Plutarco como quien acude a un “maestro de virtud”. En este punto, por cierto, encontramos al fin una conexión directa entre las Vidas paralelas y los Moralia.
Sobre los motivos por los que Plutarco escribe las biografías puede leerse también lo que dice en los capítulos 1 y 2 de la Vida de Emilio Paulo.

Ha de tenerse en cuenta, además, que las Vidas paralelas no responden únicamente a una intención moral, según destaca Jones (1971): al comparar de forma constante a un griego con un romano, Plutarco está subrayando que entre las dos culturas existe un paralelismo, que tienen una base común y que, por tanto, toda diferencia es superable. Por toda diferencia me refiero, más en concreto, a lo siguiente:
  • Venía de atrás la idea de que el mundo griego, ya desde época helenística, era un mundo decadente.
  • Los romanos se apuntan a esta idea, con lo que además parecen compensar su sentimiento de inferioridad en lo intelectual.
  • Plutarco procura mostrar a los romanos que, contra lo que pudieran pensar, Grecia no había descollado sólo en cuestión de filósofos o maestros de retórica: Grecia también produjo grandes caudillos militares.
  • Por otro lado, de cara a los griegos, las Vidas paralelas vienen a reforzar la conciencia de su propio valor y, además, intentan desmontar prejuicios de los griegos con respecto a los romanos, considerados culturalmente como inferiores.
En este sentido, la obra de Plutarco jugó un papel en la construcción de la unidad del Imperio.


4. LA POSTERIDAD DE PLUTARCO: SU VALORACIÓN COMO ESCRITOR
Sobre la suerte de Plutarco en la posteridad sigue siendo muy recomendable lo que dice Hirzel 1912. Para el tema concreto de “Plutarco en España”, cfr. Bergua Cavero 1995.
Su influencia en la Tradición Occidental fue muy importante:
  • Los Padres de la Iglesia lo tienen en gran estima y aprovechan las ideas que Plutarco expresa en los Moralia (cfr. Betz 1973).
  • En Bizancio se le consideró como un autor de saber enciclopédico y como un maestro de moralidad.
  • En la Edad Moderna ejerció su influjo a través de abundantes traducciones. Fue un autor muy traducido, especial importancia tuvo la traducción del francés Amyot (1513 – 1593).
  • Las tragedias romanas de Shakespeare beben también, a través de traducciones, de la obra biográfica de Plutarco.
Pero, a partir del S. XVIII, la “estética del genio” hizo que Plutarco perdiera puntos. Más todavía, la preponderancia concedida desde el S. XIX al clasicismo y al ideal de formación clásico hizo que la popularidad de Plutarco se hundiera aún más. Tampoco se debe olvidar que, actualmente, existen nuevos intentos de revitalizar desde presupuestos diferentes (cfr. S. Goldhill, Who needs Greek? Contests in the Cultural History of Hellenism, Cambridge, 2002, pp. 246-293).

Recuérdese, por cierto, que Plutarco era un aticista moderado, que acoge formas de la koiné y que, por el otro lado, rehuye un arcaísmo extremo.




ALGUNAS REFERENCIAS:

* Ediciones y comentarios de la obra de Plutarco:
Flacelière, R.; Defradas, J. (et alii), Plutarque, París, 1957-.
Georgiadou, A., Plutarch's Pelopidas: A Historical and Philological Commentary, Stuttgart, 1997.
Lindskog, C.; Ziegler, K.; Paton, W.R. (et alii), Plutarchus, Leipzig, 1925-.
Perrin, B.; Babbitt, F.B. (et alii), Plutarch, Londres-Cambridge Mass., 1914-76.

* Traducciones:
Crespo Güemes, E. (trad.), Plutarco. Vidas paralelas. Alejandro-César, Pericles-Fabio Máximo, Alcibíades-Coriolano, Madrid, Cátedra, 1999 [Barcelona, 1983].
García Valdés, M. (trad.), Plutarco. Obras morales y de costumbres, Madrid, Akal, 1987.
Guzmán Guerra, A. (trad.), Vidas paralelas: Alejandro Magno-César, Madrid, Alianza, 2003.
Morales Otal, C. et alii (trads.), Plutarco. Obras Morales y de costumbres (Moralia), Madrid, Gredos, 1985-1989 (5 tomos).
Ozaeta Gálvez, Mª.A. (trad.), Plutarco. Vidas paralelas. Alcibíades-Coriolano, Sertorio-Éumenes, Madrid, Gredos, 1998.
Pérez Jiménez, A. (trad.), Plutarco. Vidas paralelas, Madrid, Gredos, 1985-.

* Como primera introducción teórica a Plutarco, cfr.
García López, J., “Plutarco”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1024-38.

* Manuales de carácter general sobre el autor:
Barrow, R.H., Plutarch and his Times, Oxford, 1967.
Hirzel, R., Plutarch, Leipzig, 1912.
Jones, C.P., Plutarch and Rome, Oxford, 1971 [en este libro es muy interesante la información recogida en pp. 1-64 en relación con la vida y carrera del autor].
Russell, D.A., Plutarch, Londres, 1973.
Ziegler, K., Plutarcho, Brescia, 1965 (“Plutarchos”, RE XXI.1 (1951), coll. 636-962).

* Sobre pensamiento, religiosidad y otras cuestiones de carácter concreto:
Babut, D., Plutarque et le stoïcisme, París, 1969.
Bergua Cavero, J., Estudios sobre la tradición de Plutarco en España (siglos XIII-XVII), Zaragoza, 1995.
Brenk, F.E., “An Imperial Heritage: The Religious Spirit of Plutarch of Chaironeia”, ANRW II 36.1 (1987), pp. 248-349.Carriere, J.C., Les idées politiques de Plutarque, París, 1982.
Crespo, E., “Plutarco y la epigrafía”, en R.M.ª Aguilar, M. López salvá e I. Rodríguez Alfageme (eds.), Homenaje a Luis Gil, Madrid, 1994, pp. 145-154.
Hani, J., La réligion égyptienne dans la pensée de Plutarque, París, 1976.
Jones, C.P., “Towards a Chronology of Plutarch's Works”, JRS 56 (1966), pp. 61-74.
Wälchli, Ph., Studien zu den literarischen Beziehungen zwischen Plutarch und Lukian: ausgehend von Plutarch, De genio Socratis und Lukian, Philopseudeis, Múnich, 2003.
Van hoof, L., Plutarch’s Practical Ethics: The Social Dynamics of Philosophy, Oxford, 2010.

* Sobre las biografías (para ediciones comentadas, cfr. Hamilton 1969, Pomeroy 1999 y Stadter 1989):
Bucher-Isher, B., Norm und Individualität in den Biographien Plutarchs, Berna, 1972.
Duff, T., Plutarch's Lives: Exploring Virtue and Vice, Oxford- New York, 1999. 
García Valdés, M., “Análisis formal de la biografía en Plutarco”, en A. Bernabé et alii (eds.), Athlon: satura grammatica in honorem Francisci R. Adrados, Madrid, 1984-1987, Tomo II, pp. 323-334.
Hamilton, J.R., Plutarch’s Alexander: A Commentary, Oxford, 1969.
Momigliano, A., Second Thoughts on Greek Biography, Amsterdam, 1971.
Pérez Jiménez, A., La biografía griega como género literario. Plutarco y la biografía antigua, Barcelona, 1978.
Pérez Jiménez, A., “Introducción general”, en Plutarco. Vidas paralelas. I, Madrid, 1985, pp. 7-135.
Scardigli, B. (ed.), Essays on Plutarch's Lives, Oxford, 1995.
Schrader, C.; Ramón, V. y Vela, J. (eds.), Plutarco y la historia, Zaragoza, 1997.
Stadter, Ph.A., A Commentary on Plutarch's Pericles, Chapel Hill, University of California, 1989.
Swain, S.C.R., “Hellenic Culture and the Roman Heroes of Plutarch”, JHS 110 (1990), pp. 126-145.
Wardman, A., Plutarch's Lives, Berkeley, 1974.

* Sobre los tratados (Moralia):
Betz, H.D. (ed.), Plutarch's Theological Writings and Early Christian Literature, Leiden, 1973.
Panagopoulos, C., “Vocabulaire et mentalité dans les Moralia de Plutarque”, DHA 3 (1977), pp. 197-235.
Pomeroy, S.B., Plutarch's Advice to the Bride and Groom and A Consolation to his Wife: English Translations, Commentary, interpretive Essays and Bibliography, Nueva York-Londres, 1999.
Stadter, Ph.A., Plutarch's Historical Methods. An Analysis of the Mulierum uirtutes, Cambridge, 1965.

* Deben tenerse además muy en cuenta los distintos volúmenes que se han venido publicando en España desde 1990 bajo el título genérico de Estudios sobre Plutarco:Pérez Jiménez, A. y Cerro Calderón, G. del (eds.), Estudios sobre Plutarco. Obra y tradición, Madrid, 1990.
García López, J. y Calderón Dorda, E. (eds.), Estudios sobre Plutarco. Paisaje y naturaleza, Madrid, 1991.
García Valdés, M. (ed.), Estudios sobre Plutarco. Ideas religiosas, Madrid, 1994.
Fernández Delgado, J.A. y Pordomingo Pardo, F. (eds.), Estudios sobre Plutarco. Aspectos formales, Madrid, 1996.
Pérez Jiménez, A. y Casadesús Bordoy, F. (eds.), Estudios sobre Plutarco: misticismo y religiones mistéricas en la obra de Plutarco, Madrid, 2001.






jueves, 19 de febrero de 2009

LA HISTORIOGRAFÍA EN EL S. IV A. C.


1. PANORÁMICA GENERAL
2. JENOFONTE. OBRA SOCRÁTICA Y OBRAS MENORES
3. LA OBRA HISTORIOGRÁFICA DE JENOFONTE
4. LOS RESTANTES HISTORIADORES DEL S. IV A. C.


Las entradas sobre la historiografía de época preclásica y clásica concluyen con una entrada sobre los historiadores del S. IV a. C.


1. PANORÁMICA GENERAL

Desde un punto de vista general empezamos comentando que la historiografía posterior a Tucídides no es continuadora
  • ni de su hondura de pensamiento
  • ni de su complejo estilo.
Los historiadores que vienen tras él pueden intentar convertirse en continuadores de la Historia de la guerra del Peloponeso, pero sólo lo logran desde un punto de vista formal.
Por otro lado, ha de observarse, también de manera general, que la historiografía del S. IV, excepción hecha de Jenofonte, se conserva sólo en forma de fragmentos.


2. JENOFONTE. OBRA SOCRÁTICA Y OBRAS MENORES

Empezaremos recordando algunos datos de la biografía de Jenofonte que conviene retener:

Nació en torno al 430 a. C. en Atenas. Allí debió de ser educado por el sofista Pródico; parece que después fue discípulo de Sócrates: sobre su relación con éste, mira Anábasis III 1, 5 ss.
Tuvo algún tipo de intervención relevante durante el mandato de los Treinta Tiranos (políticamente él era de tendencias oligárquicas).
  • En el 401 a. C. participó en la llamada “expedición de los diez mil”: 13000 mercenarios auxiliaron a Ciro el Joven, en lucha con su hermano Artajerjes II por el trono de Persia.
(A tenor del texto de la Anábasis [I 1, 11; I 3, 1; I 4, 11], los expedicionarios no debían de conocer al principio las verdaderas intenciones del pretendiente).
  • Ciro murió en combate (en la batalla de Cunaxa, que sus tropas ganaron en vano).
  • Al ser asesinados a traición los cinco jefes de la expedición que capitaneaba el espartano Clearco, Jenofonte se convirtió en uno de los líderes que condujeron a los mercenarios de vuelta a Bizancio.
  • El viaje duró cinco meses y los supervivientes fueron 7000: ésta es la expedición que relató Jenofonte en la Anábasis.
En el 396 a. C. Jenofonte conoció en Asia Menor a Agesilao, rey de Esparta, con quien trabó amistad (puso por escrito su vida en el Agesilao).
Jenofonte acompañó a Agesilao en su lucha contra los sátrapas persas y ¡contra los propios atenienses! (en la batalla de Coronea, 394 a. C., como mercenario).
Posiblemente a raíz de esto (¿o quizá ya de antes, por haber participado en la expedición junto a Ciro, considerado como enemigo de Atenas?), Jenofonte fue desterrado y sus bienes confiscados.
Se retiró a una hacienda de Escilunte (en Olimpia), premio que le concedieron los espartanos por los servicios prestados; allí nacieron sus dos hijos. De la finca habla con detalle en Anábasis V 3, 7.
En esta hacienda Jenofonte se dedicó a la composición de sus obras, desde una perspectiva hostil a la democracia de Atenas y con simpatía abierta por los gobiernos autoritarios (como el de Esparta).
Esta actitud política queda muy bien reflejada en una de sus obras menores, la Constitución de Esparta.

Tras la derrota de Esparta ante Tebas en el 371 a. C. (en la batalla de Leuctra) Jenofonte abandonó Escilunte, pasó a Lepreo y posteriormente a Corinto.
En torno al 365 a. C. (¿antes quizá?) Atenas anuló el decreto de destierro: sus hijos (no sabemos si el propio Jenofonte) volvieron al Ática: el mayor de los hijos murió luchando por Atenas en la batalla de Mantinea (362 a. C.).
Jenofonte debió de morir con unos 70 años, después del 355 a. C., en fecha y lugar inciertos.

Al parecer conservamos todas sus obras literarias, aunque la datación de las mismas es muy poco segura. Estas obras se dejan agrupar en obras historiográficas, socráticas y obras menores.

Obras socráticas:
Muchos datos de Jenofonte sobre Sócrates deben de proceder no de su experiencia directa sino de Antístenes (en general, Jenofonte parece apoyarse en la literatura socrática preexistente, y por ello no podemos aceptar sin más su retrato de Sócrates como histórico).

Memorables (Recuerdos de Sócrates):
  • Son el primer representante de un género importante en la filosofía griega, los apomnemoneúmata.
  • Estas obras están siempre compuestas con una intención historiográfica y fueron una forma empleada en época postclásica en obras estoicas.
  • En el caso de este texto, se recogen discusiones entre Sócrates y jóvenes atenienses.
Apología: coincide con la obra homónima de Platón.
Banquete: ídem.
Económico: diálogo sobre administración doméstica entre Sócrates e Iscómaco. Es quizá la mejor introducción al pensamiento de Jenofonte.

Obras menores:
Cabe recordar al menos un par de nombres:
Constitución de Esparta: es, ante todo, una descripción del sistema de educación espartano.
La Constitución de los Atenienses, también atribuida a él en la Antigüedad, es una obra espuria, contraria a la democracia y partidaria de las oligarquías.
Rentas (¿la última obra que escribió?): trata de las reformas fiscales que, en su opinión, deberían abordarse en Atenas para salir de la situación de crisis en que se había caído tras el fin de la segunda liga naval, 355 a. C.

Puede notarse, a pesar de la variedad de esta obra, la falta en ella de una Metafísica: Jenofonte se interesa más bien por la Ética, por una ética basada en la moderación.


3. LA OBRA HISTORIOGRÁFICA DE JENOFONTE

ANÁBASIS:
La Anábasis relata en siete libros la “Expedición de los diez mil”: esa división en siete libros no debe de proceder del autor sino de época posterior, al igual que los resúmenes que preceden a cada libro.
La Anábasis de Jenofonte es la segunda obra de este título: es anterior el texto del general Soféneto de Estínfalo (otro miembro del contingente, repetidamente aludido por Jenofonte), que cayó en el olvido después de la divulgación de nuestra obra.
El sentido del término anábasis es el de “ascensión”, “subida” (desde la costa hasta el interior de un país).
Efectivamente, la obra narra la ascensión de los diez mil desde Sardes hasta el interior de Persia: pero el relato de ese acontecimiento sólo ocupa los seis primeros capítulos de la obra (I 2 – 6).
Sigue a la anábasis propiamente dicha el relato del enfrentamiento entre Ciro el Joven y Artajerjes II en la batalla de Cunaxa: I 7 – 8; dentro de este episodio se menciona por primera vez a “Jenofonte de Atenas” (I 8, 15), en conversación con Ciro.

Pero lo que ocupa la mayor parte de la obra es el relato de la retirada de los mercenarios griegos: una retirada de 4000 Km. en la que atravesaron las tierras de los carducos [hoy, curdos] y Armenia hasta llegar al Mar Negro (a Trapezunte, según se cuenta a finales del libro IV).
Con todo, Jenofonte aún alarga la narración otros tres libros hasta el momento en que sus tropas se reúnen con las del espartano Tibrón (VII 6, 1).
Es importante llamar la atención sobre el hecho de que Jenofonte no es un historiador imparcial.
En este sentido hay diferencias notables entre Jenofonte y Tucídides, según ha destacado a menudo la crítica. Jenofonte maquilla la realidad e intenta constantemente situarse en el primer plano:
  • Por ello mengua el papel del espartano Quirísofo, que era quien estaba realmente al mando del contingente. En una ocasión habla de un enfrentamiento Jenofonte – Quirísofo e indica que es el único que se dio entre los dos (IV 6, 1 – 3); mira además los términos de la discusión en IV 6, 14 – 16.
  • Jenofonte se presenta además a sí mismo como salvador de los griegos; él es quien toma la iniciativa tras la muerte de los generales y se ofrece a conducir a los griegos de vuelta a Grecia (cfr. III 1, 15 – 26). Sobre el carácter providencial de su figura, mira p. ej. IV 3, 8 – 16.
  • En la narración es él el que adopta los puntos de vista acertados, y el que, en las deliberaciones, recibe el mayor apoyo de los soldados. Es significativo p. ej. el debate sobre cómo han de continuar a partir de Trapezunte; mira cómo manipula Jenofonte la asamblea en V 1, 14.
Otros autores que escribieron sobre la expedición de Ciro el Joven manipularon la historia en sentido inverso.
Éste debió de ser el caso de Éforo, discípulo de Isócrates; Éforo debió de ser fuente de Diodoro de Sicilia, y ello explica que Jenofonte esté ausente del relato de la expedición que escribió Diodoro (XIV 19 – 31).

Por otro lado, parece que el propio Jenofonte intentó menguar su personalismo y aparentar objetividad escribiendo su historia en tercera persona: los primeros receptores de la obra tenían que pensar que era alguien independiente quien hablaba de la expedición y escribía los hechos de Jenofonte.
Por ello debió de dar a conocer la obra bajo un pseudónimo; éste es el de Temistógenes de Siracusa, a quien se refiere la primera persona que aparece a veces en la obra:
Lo que escribí [yo, Temistógenes] de que el Rey se asustó con este avance era evidente (II 3, 1).
A este Temistógenes alude Jenofonte en las Helénicas (III 1, 2) y se refiere a él como autor de una Anábasis: pero lo cita y la cita coincide textualmente con la de su propia Anábasis.
Ya Plutarco (De gloria Atheniensium 345 e) consideró que todo esto era un artificio y que Temistógenes era en realidad el nombre bajo el que Jenofonte publicó su obra, al objeto de dar impresión de imparcialidad. Desde Plutarco, la crítica acepta (prácticamente sin excepciones) su intuición.
Con todo, también cabe pensar que la adscripción de la obra a Temistógenes de Siracusa pudo obedecer a lo que podríamos llamar “motivos editoriales”: como Jenofonte estaba desterrado de Atenas, quizá tuvo que dar a conocer su obra bajo pseudónimo, para poder darla a conocer en su ciudad.
Una cuestión emparentada con la del personalismo de Jenofonte es su supuesto carácter tendencioso (todavía más marcado en las Helénicas que en la Anábasis).
Éste es otro lugar común de la crítica sobre Jenofonte. Al respecto mira este comentario de García Gual (p. 23 en la traducción de Bach Pellicer):
La tendencia apologética es patente, creemos, a lo largo de la narración. Lo que no quiere decir que sea un relato tendencioso. Jenofonte escribe sus recuerdos personales de la expedición, a más de veinte años tal vez, apoyándose quizás en algunos apuntes o un diario de viaje. Pero escribe con un propósito mucho más amplio que el de redactar un escrito exculpatorio o laudatorio. Si la Anábasis tiene algo de “rendición de cuentas”, es también una “rendición de cuentas” consigo mismo, una rememoración orgullosa y sincera de su pasado.

HELÉNICAS:
En siete libros, son continuación de la Historia de Tucídides, muy inferior en valor histórico: sucede que Jenofonte se deja llevar, al escribir la obra, por su interés en defender determinadas actitudes político-morales (Jenofonte es claramente parcial, partidario de Esparta y contrario a Tebas).
La obra abarca desde la batalla de Cícico (411 a. C.) hasta la de Mantinea (362 a. C.): es nuestra fuente principal para el conocimiento de ese período histórico.
Jenofonte debió de escribir la obra en dos fases, pues a partir de II 3, 10 se aprecian variaciones importantes de tipo distinto (estilométricas, cambio de convenciones cronológicas, cambio de punto de vista [de Atenas a Esparta], variaciones en el foco de interés de la obra [con una mayor atención a la valoración moral de los individuos]).

CIROPEDIA (la “educación de Ciro”, i.e., Ciro el Grande, S. VI a. C.): viene a ser una especie de novela histórica con intención moralizadora (cómo ha de educarse el rey ideal); mezcla, por tanto, historiografía, novela, y el tipo de filosofía que era capaz de escribir el autor.

AGESILAO: biografía de Agesilao de Esparta (444/3 – 360 a. C.), es una de las primeras biografías de la Literatura Griega.


4. LOS RESTANTES HISTORIADORES DEL S. IV A. C.

De los otros historiadores del S. IV hemos de mencionar de pasada los nombres de
  • Ctesias (quien, en torno al 390, intentó rivalizar con Heródoto con sus Pérsicas)
  • o de Filisto de Siracusa (autor de una Historia de Sicilia).
En cambio conviene centrarse en el tipo de historia, más ambiciosa y retóricamente elaborada, que escribieron dos discípulos de Isócrates
  • Éforo
  • Teopompo
El primero, oriundo de Cime, escribió una Historia universal que llegaba hasta el 340 a. C.
Teopompo (en torno a 378 – después de 322), por su parte, fue autor de unas Helénicas que abarcaban desde el 411 (fecha en que se interrumpe la Historia de Tucídides) hasta el 394, así como de una Historia de Filipo.
Un caso especial lo constituyen las llamadas Helénicas de Oxirrinco, de autor anónimo, recuperadas a través de hallazgos papiráceos; lo que conservamos de esta obra, otra continuación de Tucídides, trata de los años 409 a 406 y del 397 al 395.

José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre Historiografía en el S. IV a.C.:
BLOCH, H., “Historical Literature of the Fourth Century”, HSCPh Supl. I (1940), pp. 302-376.
* Sobre Jenofonte:
ANDERSON, J.K., Xenophon, Londres, 1974.
BACH PELLICER, R. (trad.), Jenofonte. Anábasis, Madrid, 1982.
CARTLEDGE, P., Agesilaus and the Crisis of Sparta, Londres, 1987.
DILLERY, J., Xenophon and the history of his times, Londres, 1995.
GRAY, V.J., The Character of Xenophon's Hellenica, Baltimore, 1989.
GRAY, V.J., “Xenophon's Defence of Socrates: The Rhetorical Background of the Socratic Problem”, CQ 39 (1989), pp. 136-140.
GRAY, V.J., “Xenophon's Symposion: The Display of Wisdom”, Hermes 120 (1992), pp. 58-75.
HIGGINS, W.E., Xenophon the Athenian, Nueva York, 1977.
KRAFFT, P., “Vier Beispiele des Xenophontischen in Xenophons Hellenika”, RhM 110 (1967), pp. 103-105.
LIPKA, M. (ed.), Xenophon's Spartan Constitution: Introduction, Text, Commentary, Berlín-Nueva York, 2002.
LUCCIONI, J., Xenophon et le socratism, París, 1952.
NESTLE, W., Xenophon und die Sophistik, Stuttgart, 1948.
ROOD, T., The Sea! The Sea!: The Shout of the Ten Thousand in the Modern Imagination, Londres-Nueva York, 2005.
* Sobre otros historiadores del S. IV:
ALCALDE, C., y MORFAKIDIS, M., El historiador Éforo, Granada, 1980.
BARBER, G.L., The Historian Ephorus, Cambridge, 1935.
BRUCE, I.A.F., A Historical Commentary on the Hellenica Oxyrhynchia, Londres, 1967.
CONNOR, W.R., Theopompus and Fifth-Century Athens, Washington, 1968.
GARCÍA, J.M., y CAMPOS, J., “Éforo y el ethos espartano”, EFG 2 (1986), pp. 193-207.
JACOBY, F., “The Authorship of the Hellenica of Oxyrhinchus”, CQ 20 (1970), pp. 1-8.
LÉRIDA LAFARGA, R., Comentario histórico de las Helénicas de Oxirrinco, 2007: http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/25/88/_ebook.pdf