jueves, 19 de marzo de 2015

PRIMERA FILOSOFÍA GRIEGA


Para Alejandro Vigo. Con estima. Con afecto.

La última entrada dedicada a la literatura griega de la época arcaica tiene por objeto presentar un panorama de la primera filosofía griega, es decir, de aquellos autores a los que tradicionalmente conocemos como filósofos presocráticos. Lo primero que se ha de aclarar es por qué renuncio a hablar de “filósofos presocráticos”:
  • Ante todo, algunos de los autores incluidos bajo la etiqueta no son en realidad “presocráticos” sino contemporáneos de Sócrates: es el caso de los atomistas, y en especial de Demócrito.
  • Por otra parte, el término “filósofos presocráticos” lleva a no valorar por sí mismos a estos autores: de entrada damos ya a entender que su interés se halla en el hecho de ser los precursores de Sócrates.

1. LA TRANSICIÓN DE LA SABIDURÍA TRADICIONAL A LA FILOSOFÍA.

Es habitual considerar que el tránsito de la sabiduría tradicional a la filosofía es el resultado de un proceso de reflexión y autocrítica propiciado por las nuevas circunstancias a que se enfrentaron los griegos en las tierras de frontera de Asia Menor y Magna Grecia.

No parece indiferente que el paso “del mito al lógos” del que hablaba un conocido libro de W. Nestle (1942, 2ª ed.) comenzara a producirse en los territorios de las colonias, donde los griegos entraron en contacto con otras culturas.

Esta toma de contacto con culturas ajenas debió de llevar a los griegos a cuestionarse muchas de sus creencias y sentir el asombro (thaûma) que, para Aristóteles, constituía el principio de la filosofía.

Sin negar la validez de estas consideraciones tradicionales, considero necesario tomar también en consideración el enfoque de la cuestión que ofreció Eric Havelock, por la luz que puede arrojarnos sobre el contexto cultural y literario en que empiezan a trabajar los primeros filósofos de Grecia.

Nótese que la Grecia arcaica, en la que surge la filosofía, vive en un estadio cultural de oralidad orgánica, según parecen indicarnos los datos arqueológicos y las fuentes.

Por cierto, importa tener presente que la oralidad orgánica es algo distinto de la oralidad absoluta: es posible saber leer y escribir y vivir, sin embargo, en la oralidad más orgánica.

La cuestión es que la presencia o ausencia de escritura determina las características de una cultura y que, curiosamente, es en un mundo oral donde nace la filosofía de Occidente. Un intento pionero de dar cuenta de los rasgos culturales de la oralidad arcaica griega y de los condicionantes que impuso en el nacimiento de la filosofía es el de E. Havelock (Preface to Plato, Oxford, 1963).

Este trabajo es considerado como la extensión al ámbito de la cultura arcaica de las apreciaciones de Milman Parry sobre la oralidad literaria.

El título del libro parece indicar que Havelock escribe una introducción a Platón, pero no es así: Preface to Plato ha de ser entendido como “presupuestos de Platón”.

Con todo, es verdad que Havelock inicia su argumentación planteándose una pregunta relativa al filósofo de Atenas: ¿por qué ataca Platón a la poesía en República (libros III y X)?.

Havelock constata dos hechos que pueden parecer llamativos:
  1. Platón atribuye a la poesía una función que a nosotros nos resulta ajena, la función educativa (Platón no plantea el problema de la poesía en términos de cuestión estética).
  2. Platón critica la condición mimética que impone la poesía en la cadena creación-ejecución-recepción.
Platón dice que el acto de creación (que efectúa el poeta) es un acto de imitación, mímesis, y que también lo son los de ejecución (efectuado por el performer, quizá el propio poeta) y el de recepción (ámbito del auditorio).
Pero este último punto resulta extraño: ¿en qué sentido adopta una actitud mimética el receptor?
Havelock explica este hecho a través de la hipótesis según la cual la poesía arcaica griega habría sido una “enciclopedia tribal”.

En este punto Havelock recuerda que la escritura no se introdujo en Grecia hasta bien avanzado el S. VIII, y que pese a ello, la Grecia arcaica siguió siendo orgánicamente oral. En esa tradición oral preplatónica (afirma Havelock) el contacto con la poesía comportaba la educación en una “enciclopedia tribal”, entendiendo por tal el conjunto de saberes tradicionales que constituyen el patrimonio cultural de la comunidad y se intercalan en la narración poética.

Ahora podemos entender la dificultad del texto de Platón referida a la actitud mimética del receptor: para que la poesía cumpla esta función educativa en una cultura oral es necesario que el receptor se identifique con el canto de forma acrítica, lo interiorice y lo memorice. Por ello reconoce Platón un tipo de mímesis en los oyentes de esta poesía.

Parte de la tesis de Havelock es que el ataque platónico al saber tradicional había sido iniciado ya en los presocráticos, cuya consideración como pensadores sobre física o metafísica sería, por tanto, un anacronismo.

Al contrario, el interés de los presocráticos por el tema del ser y el devenir no indica preocupación sobre física o metafísica sino que es, en realidad, una reacción al esquema mental de la educación tribal.

¿Por qué se inicia con los Presocráticos la superación de la educación tribal?: porque (sigue Havelock) con ellos se produce históricamente el descubrimiento del Yo.
Descubrir el Yo (dice) equivale a separar el sujeto del objeto de conocimiento (el conocedor de lo conocido), que en la cultura oral estaban imbricados.
De esta forma se hace posible la re-flexión sobre el canto y la crítica a la tradición: se rompe el “encanto”, la actitud acrítica ante los saberes tradicionales: se produce, en definitiva, el paso del mito al lógos.
El planteamiento de Havelock es sugerente y entiendo que acertado, en líneas generales, en su análisis del estadio cultural previo a Platón. Ahora bien, es innegable que ciertos puntos de su exposición pueden resultar controvertidos.
Ante todo: ¿es verdad que los presocráticos no se preocuparon por cuestiones físicas ni metafísicas sino por crear un nuevo lenguaje?
Pero, pese a todas las objeciones que se puedan hacer a Havelock (y ésta es, obviamente, una de peso), parece que de su trabajo han de extraerse corolarios de gran relevancia para cualquier estudio sobre la primera filosofía griega:
  1. Se hace preciso situar a los presocráticos en su contexto cultural y literario.
  2. El ataque a la poesía no es un aspecto periférico del pensamiento presocrático, sino una faceta central que manifiesta su actitud polémica frente a la paideía precedente.
  3. Pese a su actitud polémica, los poetas presocráticos surgen de la tradición que atacan y son aún parte de esa tradición: han de ser leídos tomando en cuenta esa tradición y, por tanto, desde una perspectiva filológica.
Ésa es la orientación con la que está planteada toda esta exposición: es una exposición filológica, no de historia de la filosofía.


2. LOS FISIÓLOGOS: TALES, ANAXIMANDRO Y ANAXÍMENES.

Las primeras explicaciones filosóficas del origen de la phýsis, de su diversidad y unidad, son las que ofrecieron los pensadores de Jonia, según indica Aristóteles (Metafísica, A 3, 983 b).

Estos pensadores de Jonia son conocidos, significativamente, como los fisiólogos:
  • Tales (floruit 585/84 a.C.),
  • Anaximandro (hacia 610/09 – hacia 547/46)
  • y Anaxímenes (floruit 546/45).
El pensamiento y la obra de los fisiólogos nos son conocidos a través de los testimonios y fragmentos transmitidos por los doxógrafos (mira Diels 1879, Diels-Kranz 1951, 6ª ed.: es discutido si conservamos o no algún fragmento literal.

Más aún, el problema con el que nos encontramos al intentar acercarnos al pensamiento de los primeros filósofos griegos es que quienes nos lo han transmitido han actuado como filtro, pues han intentado adaptar sus ideas a sus propios sistemas; así sucede p. ej. con el propio Aristóteles.

En el caso de los fisiólogos no está totalmente clara su relación con la escritura y la oralidad; pero parece que, en el mejor de los casos, debieron de componer sendos tratados en prosa, los clásicos perì phýseos.

Ahora bien, este título fue asignado por la posteridad (los peripatéticos) y no puede proceder de los propios autores, pues la palabra phýsis no ha debido de aplicarse con el sentido colectivo de “naturaleza” hasta el S. V a. C.

Gracias a la doxografía sabemos que Tales y Anaxímenes intentaron explicar el Ser suponiendo que su principio (arché) era un ser concreto, el agua para Tales y el aire para Anaxímenes.

TALES, el primero cronológicamente, debió de transmitir su pensamiento en forma de máximas (que después se habrían transmitido oralmente). Es p. ej. la opinión de Bernabé (1979):
  • a la forma de la máxima parece corresponder este fragmento: πάντα πλήρη θεῶν (Arist., de An. 411 a 7);
  • otro indicio de que Tales seguía la tradición del apotegma podría verse en su inclusión en el canon de los Siete Sabios.
No tenemos certeza, ni siquiera constancia, de que compusiera una obra. En relación con la forma de difusión de su pensamiento parece lo más probable que él, como los otros pensadores milesios, hubiera sido un maestro con discípulos y relevancia pública, y que por ello hubiera ocupado un puesto destacado como consejero de la ciudad (mira lo que dice Heródoto I 74 y 170).

ANAXIMANDRO adopta un punto de vista diferente del de Tales (y del de Anaxímenes) y supone que el principio y origen de la naturaleza ha de buscarse en una entidad indefinida, el ápeiron.
Lo cual puede entenderse y valorarse como un avance en la abstracción.
Es también novedoso el hecho de que, al parecer, Anaximandro fuese el primer autor griego que recurrió a la prosa como canal de expresión de sus ideas (cfr. DK 12 A 9, B 1).

Ahora bien, la obra en prosa de Anaximandro debió de ser un texto breve, según el testimonio de Diógenes Laercio II 2:
τῶν δ᾿ ἀρεσκόντων αὐτῷ πεποίηται κεφαλαιώδη τὴν ἔκθεσιν, “la exposición de sus puntos de vista la hizo ateniéndose a las cuestiones capitales”.
En lo que se refiere al contenido, es de suponer que la obra de Anaximandro era un “discurso sobre la naturaleza de las cosas en general” (Bernabé 1979, 367). En lo que se refiere al estilo también podemos decir algo: debía de ser un estilo poético a juzgar por los fragmentos, que en algún caso parecen ser fragmentos literales:
  • Según Simplicio, Teofrasto (cfr. D-K 12 A 9) comentaba un fragmento de Anaximandro (διδόναι γὰρ αὐτὰ δίκην καὶ τίσιν ἀλλήλοις τῆς ἀδικίας κατὰ τὴν τοῦ χρόνου τάξιν: “se dan recíprocamente satisfacción y pago por su injusticia según la disposición del tiempo”) diciendo ποιητικωτέροις οὕτως ὀνόμασιν αὐτὰ λέγων (“lo describe con términos muy poéticos”).
  • El propio término de ἄπειρον, lo indefinido, es un término tradicional en la poesía.
ANAXÍMENES, por su parte, parece dar un paso atrás al volver a conceptos análogos a los de Tales, aunque sustituyendo ahora el agua por el aire. Pero, desde un punto de vista más positivo, puede entenderse también que la renuncia de Anaxímenes al ápeiron implica una mayor atención a la experiencia sensible.

También en el caso de Anaxímenes es posible un cierto comentario filológico de sus fragmentos; Bernabé (“Los filósofos presocráticos como autores literarios”) lo hace basándose en Diógenes Laercio II 3 (13 A 1):
κέχρηταί τε λέξει Ἰάδι ἁπλῇ καὶ ἀπερίττῳ (“usa la lengua jónica simple y ordinaria”).
Es decir, Anaxímenes escribe en prosa, en una prosa que, además, debe de haber sido poco poética: atiende a su empleo de un término sin tradición poética como χαλαρός (“suelto”; 13 B 1). Sin embargo, es notable que también recurra, dándole un uso nuevo, al procedimiento épico del símil, como en este caso:
οἷον ἡ ψυχὴ ἡ ἡμετέρα ἀὴρ οὖσα συγκρατεῖ ἡμᾶς, καὶ ὅλον τὸν κόσμον πνεῦμα καὶ ἀὴρ περιέχει (“como nuestra alma, que es aire, ejerce control sobre nosotros, también al universo entero lo abarcan el aliento y el aire”; 13 B 2).

3. LA FILOSOFÍA EN EL EXTREMO OCCIDENTAL: PITÁGORAS.

En el extremo occidental del mundo griego, en la Magna Grecia (Crotona, Metaponto), desarrolló su actividad PITÁGORAS (floruit 532/31), oriundo de Samos, de donde debió de expulsarlo el tirano Polícrates.
Debía de ser, por tanto, otro aristócrata exiliado por los tiranos, como Alceo, Mimnermo, Safo...
De hecho, hay mucho de aristocrático en su actitud hacia el saber y la transmisión de ese saber.

Al parecer, Pitágoras no puso por escrito sus ideas, y en este sentido es significativo que el nombre que reciben los preceptos o máximas que se le atribuyen sea ἀκούσματα: parece que Pitágoras sólo transmitía su sabiduría de manera oral dentro de su círculo.

Más aún, la divulgación de las ideas del maestro fuera de su círculo estaba vetada por un pacto de silencio.

Parece que hemos de entender que el círculo del filósofo poseía carácter aristocrático (estaba constituido a la manera de las hetairías aristocráticas), según refleja también la actuación política de algunos de sus miembros.

A través de los escritos de pitagóricos posteriores (a partir del 450 comienzan las indiscreciones: Filolao de Crotona, Arquitas de Tarento) podemos saber que, para Pitágoras, el cosmos debe explicarse como orden matemático.
Lo cual representa, por cierto, un grado mayor de abstracción en la búsqueda de los fundamentos del Ser, que ahora no es ya un ser concreto ni una entidad indefinida: es una abstracción.
Con todo, Pitágoras también asumió la teoría del ápeiron recibida de Anaximandro. Éste es el principio ilimitado del cosmos, que él contrapone a un principio limitado, el Uno.

Al aplicar al microcosmos del hombre la teoría cosmológica de los dos principios contrapuestos, se deduce además la creencia en la contraposición de alma y cuerpo. A esta teoría superpuso ideas de posible origen chamanístico, según Burkert (1972). Esta combinación de lo filosófico y lo religioso da cuenta de la creencia pitagórica en la transmigración de las almas.

Tal creencia establece además vínculos entre Pitágoras, la tradición órfica y Platón, de quien además sabemos que mantuvo relaciones personales con los círculos pitagóricos de la Magna Grecia.


4. DE JENÓFANES A ANAXÁGORAS.

El paso siguiente de nuestra exposición consistirá en tratar de Jenófanes, Heráclito, Parménides, Empédocles y Anaxágoras. Plantearé algunas cuestiones básicas en relación con estos autores e incidiré especialmente en el aspecto filológico de la cuestión.

JENÓFANES DE COLOFÓN (hacia 580 a. C. – hacia 475) emigró de su patria por culpa de la invasión persa: es, otra vez, el tipo del poeta aristócrata emigrado. Fue autor de elegías, de sátiras hexamétricas (σίλλοι) y de un περὶ φύσεως en hexámetros. En su caso ha sido especialmente discutido si nos hallamos ante un filósofo o un poeta.
Entiendo que la cuestión es en realidad anacrónica, y que lo mejor es caracterizar a Jenófanes como “filósofo de simposio”, con lo que vengo a reconocer que, por la temática filosófica de parte al menos de sus fragmentos, se distingue de otros poetas que escriben para el banquete.
Por ejemplo, esto se advierte incluso en sus elegías, aquellos textos que parecen más continuadores de la tradición “literaria” y más ajenos a la incipiente tradición filosófica.

HERÁCLITO DE ÉFESO (floruit 504/01), de origen aristocrático: lo que conservamos de él es una serie de máximas, de oscuridad característica (¿es su oscuridad indicio de una arrogancia de clase, como se supuso en la Antigüedad?).

Según parece, estas máximas debían de ser el contenido del “libro de Heráclito”, conservado en una copia única en el templo de Ártemis en Éfeso. Ahora bien, no sabemos si fue el mismo autor quien reunió las máximas en forma de libro, o si fueron recopiladas tras su muerte.

En cuanto al contenido de su pensamiento, Heráclito consideraba como fundamento de la naturaleza el Lógos, la “razón común” que regula, a través de la armonía recurrente (παλίντροπος ἁρμονίη), el contraste de contrarios.

Con PARMÉNIDES DE ELEA (floruit 1ª mitad S. V) regresamos a la parte occidental del mundo griego. Desde un punto de vista filológico se observará que su poema, compuesto en hexámetros (154 vv.), renunciaba a formas previas de expresión filosófica (la prosa de Anaximandro). La obra constaba de tres partes:
  1. Proemio.
  2. La vía de la verdad.
  3. La vía de la opinión.
Por lo que a los contenidos se refiere se ha de indicar que Parménides construía una metafísica del Ser, la cual relativizaba (y disminuía) el valor de la experiencia sensible: Parménides ya no explica ese Ser a partir de seres o substancias como Tales o Anaximandro. Por otro lado, suponía el carácter inalterable y la ausencia de cambio de ese mismo Ser.

EMPÉDOCLES (hacia 483/82 – hacia 423), oriundo de Sicilia (Acragante), tomó postura contra el monismo de los eléaticos.

Regresó a la doctrina de los principios, que para él son cuatro: fuego, aire, agua y tierra. Y supuso que estos cuatro principios están regidos por las fuerzas contrapuestas de la philótes y la éris, el Amor y la Rencilla.
(Nótese la impronta poética de esta concepción).
Sabemos que compuso dos poemas didácticos en hexámetros, los Katharmoí y un escrito Sobre la naturaleza. 

De éste recuperamos partes extensas en los años noventa del S. XX gracias a un importante hallazgo papiráceo (editado en Martin-Primavesi 1999; mira la exposición actualizada del pensamiento de Empédocles en Trépanier 2004).

En su momento se supuso que este hallazgo demostraba que en realidad Empédocles había escrito una única obra, porque los cinco primeros versos del papiro coincidían con el final del περὶ φύσεως y, en los versos siguientes, podían leerse términos atribuidos al Purificaciones.

Pero esta teoría parece ahora falsa: la cuestión debe de ser más bien que las atribuciones hechas a una y otra obra eran erróneas, se habían basado en criterios de contenido y eran apriorísticas.

Se había supuesto, sin base suficiente, que lo que sonaba a “filosófico” debía ser asignado al Sobre la naturaleza, y que lo que sonaba a “religioso” debía ser asignado al Purificaciones.

Cerraré las referencias a este grupo de filósofos hablando de ANAXÁGORAS DE CLAZOMENE (500/496 – 428), quien pasa por ser el introductor de la filosofía en Atenas, donde se vio expuesto a grandes controversias.

Escribió un tratado en prosa; por la Apología platónica (26 d) sabemos que el libro de Anaxágoras podía adquirirse en aquella época por una pequeña cantidad de dinero (una dracma); por tanto, debía de tratarse de un libro de extensión breve.

El punto básico de la doctrina de Anaxágoras que debe ser recordado es que, según él, el cosmos se halla regido por una Noûs trascendente, idea que puede contemplarse como precursora de la teleología aristotélica (mira lo que dice Schofield 1980).


5. LOS FILÓSOFOS ATOMISTAS DEL S. V A. C.

Por los temas que abordaron parece que han de estudiarse a renglón seguido los filósofos atomistas del S. V a. C.: dando, por cierto un salto en el tiempo, y obviando a los sofistas y a Sócrates. Nótese que su preocupación preferente por el mundo físico parece conectarlos con los pensadores anteriores y diferenciarlos de los sofistas o de Sócrates, sus contemporáneos.

Recordaremos a Leucipo (nacido hacia 475):
  • oriundo quizá de Mileto;
  • se instaló en Abdera;
  • parece que debió de ser otro de los filósofos de una sola obra.
Pero el atomista más importante es el discípulo de Leucipo, Demócrito de Abdera (468/60 - 380/70). Su obra (notablemente extensa) consistía en tratados en prosa que se agruparon en tetralogías, como la obra de Platón. Lo único que conservamos de él son fragmentos, máximas éticas.

Según Diógenes Laercio, trató gran variedad de temas: física / ética / matemáticas / “cultura general” / arte...: Sobre el buen humor, Sobre los planetas, Sobre los colores, Fundamentos de los sonidos, Sobre líneas irracionales y sólidos, Sobre poesía, Sobre la pintura...
De ahí que en la Antigüedad se le comparase con un atleta del pentatlón.
Por sus fechas es contemporáneo de Platón y Jenofonte. Y, como ellos, es representante de una cultura puramente libresca, punto en el cual se manifiesta una diferencia clara con los filósofos previos.
Nótese, por cierto, que Demócrito ya no escribe un libro (como era el caso de los περὶ φύσεως, como debió de ser el caso de su maestro Leucipo): Demócrito es autor de muchos libros.
Tanto él como su maestro Leucipo son continuadores de la tesis de Parménides según la cual nada surge de la nada.

Ahora bien, para escapar a las aporías a las que podía llevar la tesis (negación del movimiento), asumieron la existencias de una multiplicidad de elementos a los que llamaron átomos. El átomo implica, por su propio nombre, que no se trata de elementos indivisibles ad infinitum, lo cual habría llevado a aporías de tipo distinto.

En la concepción de los atomistas, todo (todos) nos componemos de átomos, también nuestras almas y los dioses. Tal concepto fue heredado por Epicuro, quien hereda también conceptos atomistas en el campo de la ética.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Trabajos de carácter general e introductorio:
BERNABÉ, A., “Los filósofos presocráticos como autores literarios”, Emerita 47 (1979), pp. 357-394.
CORNFORD, F.M., Principium Sapientiae: Los orígenes del pensamiento filosófico griego, Madrid, 1987 (Principium Sapientiae: The origins of the Greek philosophical thought, Cambridge, 1952).
DÍAZ DE CERIO, M., “Filosofía griega antigua”, en D. Estefanía et alii (eds.), Géneros grecolatinos en prosa, Alcalá de Henares – Santiago, 2005, pp. 9-84.
DIELS, H. (ed.), Doxographi Graeci, Berlín, 1879.
DIELS, H., y KRANZ, W. (eds.), Die Fragmente der Vorsokratiker, Berlín, 1951, 6ª ed..
GARCÍA TEIJEIRO, M., “Filosofía arcaica”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 243-257.
GIGON, O., Los orígenes de la filosofía griega (de Hesíodo a Parménides), Madrid, 1985 (Der Ursprung der griechischen Philosophie, Basilea-Stuttgart, 1968, 2ª ed.).
GUTHRIE, W.K.C., Historia de la filosofía griega. I. Los primeros Presocráticos y los Pitagóricos, Madrid, 1984 (A History of Greek Philosophy. I. The earlier Presocratics and the Pythagoreans, Cambridge, 1962).
GUTHRIE, W.K.C., Historia de la filosofía griega. II. La tradición presocrática desde Parménides a Demócrito, Madrid, 1986 (A History of Greek Philosophy. II. The Presocratic tradition from Parmenides to Democritus, Cambridge, 1965).
HAVELOCK, E., “Preliteracy and the Presocratics”, BICS 13 (1966), pp. 44-67.
KIRK, G.S.; RAVEN, J.E. y SCHOFIELD, M., Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos, Madrid, 1987, 2ª ed. (The Presocratic Philosophers. A critical History with a Selection of Texts, Cambridge, 1983, 2ª ed. ).
NESTLE, W., Vom Mythos zum Logos, Stuttgart, 1942, 2ª ed.

* Sobre los fisiólogos jonios:
KAHN, C.H., Anaximander and the Origins of Greek Cosmology, Nueva York, 1960.
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* Sobre Pitágoras:
http://www.csun.edu/~hcfll004/pythag.html
BURKERT, W., Lore and Science in Ancient Pythagoreism, Cambridge, Mass., 1972.
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* Sobre Jenófanes, Heráclito, Parménides, Anaxágoras y Empédocles:
CURD, P., The Legacy of Parmenides: Eleatic Monism and Later Presocratic Thought, Princeton, 2004.
DEICHGRÄBER, K., Rhythmische Elemente im Logos des Heraklits, Maguncia, 1962.
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KAHN, C.H., The Art and Thought of Heraclitus, Cambridge, 1979.
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SCHAFER, CHR., Xenophanes von Kolophon: ein Vorsokratiker zwischen Mythos und Philisophie, Stuttgart, 1996.
SCHOFIELD, M., An essay on Anaxagoras, Cambridge, 1980.
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* Sobre los atomistas:
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FURLEY, D.J., Two Studies in the Greek Atomists, Princeton, 1967.
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LEE, M.-K., Epistemology after Protagoras: Responses to Relativism in Plato, Aristotle and Democritus, Oxford-Nueva York, 2005.
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