viernes, 19 de diciembre de 2008

CIENCIA Y TÉCNICA EN EL HELENISMO

1. LA PROGRESIVA ESPECIALIZACIÓN DE LA CIENCIA HELENÍSTICA
2. LOS ESTUDIOS SOBRE LA TRADICIÓN LITERARIA DE GRECIA
3. LA ECLOSIÓN DEL SABER MATEMÁTICO; LA ASTRONOMÍA
4. LA TEORÍA MÉDICA DE ÉPOCA HELENÍSTICA
5. LA ELABORACIÓN DE SÍNTESIS EN LA ETAPA FINAL DEL HELENISMO


En esta entrada volvemos a abordar la literatura científica de Grecia. No obstante, ha de hacerse la precisión de que, en el Helenismo, la situación de la ciencia es esencialmente distinta de la de épocas anteriores:
  • Ya se ha producido una especialización de las ciencias particulares y ello dificulta que un solo individuo, como Aristóteles en el período precedente, pueda cubrir todas las áreas del saber científico.
  • Por ello nos limitaremos a presentar una panorámica del asunto y eludiremos la excesiva atomización de la materia.


1. LA PROGRESIVA ESPECIALIZACIÓN DE LA CIENCIA HELENÍSTICA

Abrimos nuestra exposición recordando que la ciencia helenística vive en una situación nueva en la medida en que se emancipa de saberes a los que había estado vinculada antes (la filosofía) y se introduce por senderos de una progresiva especialización.
De manera general constatamos que el Helenismo es momento de desarrollo de la ciencia filológica y, sobre todo, de la matemática, así como de otras disciplinas vinculadas a ésta; igualmente es un momento importante para la historia de la medicina.
Ahora bien, hemos de anticipar también que muchos de los logros teóricos de la época no llegaron a encontrar aplicación práctica.


2. LOS ESTUDIOS SOBRE LA TRADICIÓN LITERARIA DE GRECIA

Comenzamos la exposición de saberes concretos refiriéndonos a algo que a nos toca muy cerca a quienes somos filólogos, los estudios sobre la tradición literaria de los griegos emprendidos, por ejemplo, desde el Museo; en este sentido es imprescindible la mención al trabajo de los primeros directores de la Biblioteca:En el campo hermano de los estudios sobre lingüística se debe recordar que éstos se desarrollaron bajo influjo estoico y que en este campo destacaron figuras como Dionisio el Tracio.
Fuera de Alejandría se desarrollaron también estudios de gramática, especialmente en Pérgamo (Crates).


3. LA ECLOSIÓN DEL SABER MATEMÁTICO; LA ASTRONOMÍA

Ahora bien, no ha de olvidarse que el Helenismo es, por encima de todo, la época de desarrollo de las MATEMÁTICAS; de alguna forma, puede entenderse que ahora eclosiona un saber para el que habían puesto los cimientos el pitagorismo y la Academia.
Figuras fundamentales de la matemática del momento son
  • Euclides
  • y, sobre todo, Arquímedes (287 – 212 a. C.).
A un campo derivado de la matemática pertenece la astronomía, de la que son representantes Sosísegenes y Aristarco de Samos, creador de un sistema heliocéntrico que no obtuvo éxito frente al geocentrismo imperante.
Como otro campo derivado se ha de mencionar también la geografía matemática (Artemidoro de Éfeso).


4. LA TEORÍA MÉDICA DE ÉPOCA HELENÍSTICA

La TEORÍA MÉDICA de época helenística encontró su representante más destacado en Herófilo, caracterizado por el énfasis puesto en la anatomía y la disección.
Esta atención a la anatomía, que pudo suponer un avance desde un punto de vista teórico, tropezó sin embargo con la desconfianza de quienes ejercían la medicina en la época, pues ni empíricos (Filino de Cos) ni metódicos supieron valorar las ideas de Herófilo.
Una vez más sucedió que un gran avance teórico no encontró aplicación práctica, de la misma forma que tampoco la hallaron tantos descubrimientos matemáticos de la época.


5. LA ELABORACIÓN DE SÍNTESIS EN LA ETAPA FINAL DEL HELENISMO

En la etapa final del Helenismo se llegó a un momento de decadencia que, en el caso de Alejandría, estuvo condicionado por la nueva situación política del momento, en el que los últimos monarcas (Ptolomeo Fiscón) tendieron a eliminar los elementos griegos (miembros del Museo incluidos) y a promocionar los autóctonos.
Esta etapa final, de relativo empobrecimiento de la cultura, fue un tiempo de ELABORACIÓN DE SÍNTESIS.
En el ámbito de la lingüística y la filología puede comentarse el ejemplo de Dídimo, sobre el cual hace Lesky (p. 819) este comentario irónico:
El trabajo erudito mantiene la salud, y así, Dídimo, contemporáneo de Cicerón, vivió todavía durante un período del reinado de Augusto.


José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

CLAGETT, M., Greek Science in Antiquity, Nueva York, 1955.
DIELS, H., Antike Technik, Leipzig, 1925 (3ª ed.).
FARRINGTON, B., Greek Science: Its Meaning for us, Baltimore, 1953.
IRBY-MASSIE, G.L., y Keyser, P.T., Greek Science of the Hellenistic Era: A Sourcebook, Londres-Nueva York, 2002.
LLOYD, G.E.R., Greek Science after Aristotle, Londres, 1973.
LLOYD, G.E.R., Methods and Problems in Greek Science, Cambridge, 1991.
LONGO, O., Saperi antichi: teoria ed esperienza nella scienza dei Greci, Venecia, 2003.
LÓPEZ FÉREZ, J.A., “Ciencias”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 964-988.
LÓPEZ FÉREZ, J.A. (ed.), La lengua científica griega: orígenes, desarrollo e influencia en las lenguas modernas europeas, Madrid, 2000.
MÍNGUEZ PÉREZ, C., La ciencia helenística, Valencia, 1979.
ORTIZ GARCÍA, P. (trad.), Arquímedes. Tratados. I. Eutocio. Comentarios (Selección), Madrid, 2005.
PUERTAS, MªL., y VEGA, L. (trads.), Arquímedes. El método, Madrid, 1986.
RIHLL, T.E., Greek Science, Oxford, 1999.





miércoles, 17 de diciembre de 2008

POESÍA DE ÉPOCA IMPERIAL

1. EPIGRAMATISTAS
2. POESÍA DIDÁCTICA
3. POESÍA ÉPICA
4. POESÍA LÍRICA Y ANACREÓNTICAS


Durante un período de unos cinco siglos, en época imperial, se produjo una cantidad ingente de poesía en griego. Cuestión distinta es la referida a la calidad de esa poesía.


1. EPIGRAMATISTAS

La poesía griega de época imperial continúa, de entrada, las corrientes de la poesía cortesana de época helenística: en este momento existe un cultivo activo del epigrama.
Todo lo más puede decirse que, con respecto al epigrama anterior, el epigrama imperial sustituye el tono más elitista y personal de la época previa por otro más pragmático; así, los poetas del momento tienden a convertirse en “cronistas sociales” (Brioso 1988, 903).

Los epigramas de la época son conocidos a través de una colección conservada en un manuscrito que recibió su nombre del lugar donde fue conservado en origen: me refiero a la Bibliotheca Palatina de Heidelberg, en el Palatinado.
El manuscrito en cuestión conserva 3700 epigramas, conocidos, por el motivo mencionado, como Antología Palatina.
Sobre esta base, en torno al año 1300, Máximo Planudes preparó una versión abreviada, conocida por el nombre de Anthologia Planudea.
La Antología Palatina se constituyó a partir de colecciones anteriores:
  • la Guirnalda de Meleagro (ca. 100 a. C.);
  • la Guirnalda de Filipo (ca. 40 d. C.: Filipo de Tesalónica), que recopiló la poesía compuesta desde la época de Meleagro;
  • el Ciclo de Agatias (568).
A partir de estos materiales, hacia el año 900, compiló una gran antología de epigramas un clérigo de la corte bizantina, Constantino Cefalas.
De ella extrajo el compilador de la Antología Palatina su propia colección, distribuida en 14 libros. Al menos en una parte de esos libros existe una unidad clara:
  • Libro I: inscripciones métricas cristianas.
  • Libro II: descripciones de estatuas de Constantinopla, compuestas en torno a 500 por Cristodoro de Coptos.
  • Libro III: inscripciones de un templo de Cízico.
  • Libro VIII: poemas de San Gregorio Nacianceno.
  • Libros XIII y XIV: epigramas que Cefalas no había incluido en su antología.
La poesía epigramática de principios de época imperial suele ser tildada de “poesía clientelar”.
Es cierto que sus representantes más destacados se pusieron al servicio de los grandes personajes del Imperio, o de los mismos emperadores, y que escribieron para ellos poesía de circunstancias, no demasiado brillante.
Los nombres más representativos de esta manera de vivir de la poesía son
  • Crinágoras de Mitilene (70 – 10 a. C.).
  • Antípatro de Tesalónica (ca. 10 a. C.).
  • Filipo de Tesalónica (ca. 40).
  • Leónidas de Alejandría.
  • Lucilio.
El último y el penúltimo estaban activos en época neroniana. Leónidas llegó incluso a redactar un epigrama de acción de gracias (IX 352) por la salvación de Nerón después de que éste mandara matar a su madre.

Tiene importancia histórica el epigrama escóptico de Lucilio, epigrama de invectiva y burla: conservamos unos 110 poemas del autor en la Antología.
Lucilio dedica sus invectivas no contra individuos concretos sino contra tipos; por ello, los nombres propios que aparecen en su poesía son demasiado genéricos (no se refieren a un individuo en particular).
Estos epigramas de Lucilio han debido de ejercer un gran influjo sobre Marcial según señalaron Burnikel (1980) y, más recientemente, Nisbet (2003).
Ahora pasa también por modelo de Marcial Estratón de Sardes, cuyos poemas recoge el libro XII de la Antología.
En su Musa puerilis hacía un fogoso alegato a favor de la pederastia, que por cierto es el tema de ese libro de la Antología. Cfr. Maxwell-Stuart (1972).
La época conoció también epigramas experimentales como los “anacíclicos”, que se pueden leer y medir también a la inversa: son palíndromos, como en el tipo del bien conocido dábale arroz a la zorra el abad.
Representante de esta forma un tanto estéril de hacer poesía fue Nicodemo de Heraclea.


2. POESÍA DIDÁCTICA

A principios del S. II se produjo una MEJORÍA GENERAL DE LAS CONDICIONES ECONÓMICAS EN EL ESTE, mejoría que dejó también sus frutos en el ámbito de la poesía.
P. ej., los gobernantes crearon certámenes poéticos, en torno a los cuales se produjo un resurgir (discutible quizá por la calidad de sus frutos) de la poesía épica, poesía épica a gran escala y también del epilio (cfr. infra).
Este “pequeño Renacimiento” poético del S. II benefició también a la POESÍA DIDÁCTICA, representada ante todo por
  • Opiano
  • Dionisio de Alejandría
  • Servilio Damócrates
El más importante de estos tres es OPIANO, quien se sirve del hexámetro, según lo habitual en el género del poema didáctico. Bajo su nombre conservamos dos obras distintas:
  • Haliéuticas;
  • Cinegéticas.
Cfr. la traducción al castellano publicada por Calvo Delcán (1990) en Gredos. Para las ediciones, cfr. Fajen 1999 (Haliéuticas) y Papathomopoulos 2003 (Cinegéticas).

El libro sobre la pesca consta de 5 libros (más de 3500 versos) y está dedicado a un emperador, se entiende que en referencia a Marco Aurelio, quien murió en el 180.
En cambio, el libro sobre la caza, en 4 libros, debe de datar del S. III (por la dedicatoria a Caracalla, quien murió en 212).
En épocas anteriores (y quizá futuras) ha sido muy discutido si Opiano era o no el autor de las dos obras, o si debíamos de pensar incluso en la existencia de dos Opianos diferentes.
En este sentido se puede recordar que Brioso (1988) plantea la cuestión de los dos Opianos en los siguientes términos:
  • Hubo dos Opianos, pero la cuestión resulta muy poco clara porque las noticias antiguas sobre éstos son confusas.
  • Un primer Opiano era de Anazarbo (o Córico), en Cilicia: es el autor de las Haliéuticas y es anterior en el tiempo.
  • El segundo Opiano, el de las Cinegéticas, parece ser de Apamea (Siria): así lo atestigua el propio poema de las Cinegéticas.
Entre las dos obras existe una relación estrecha: pero ello no implica necesariamente que sean obra del mismo autor, puede tratarse de un caso de relación hipertextual.
E incluso podría suceder que el segundo Opiano no se hubiera llamado así y que hubiese adoptado el nombre de su modelo, o que hubiese intentado hacer pasar por suya su propia obra (la segunda).

Habitualmente se entiende que las Haliéuticas son la obra más lograda de la pareja. Ése fue ya el juicio de la Antigüedad y de la Edad Media bizantina.
Por ello, el primer poema es del que se conservan más manuscritos y el que fue más citado, imitado y comentado.
Ambas obras poseen muchas similitudes temáticas: en las dos se habla de las distintas especies de animales y en las dos se habla de los distintos procedimientos para su caza o captura.
Pero, a pesar de que la materia parece poco apropiada como materia poética, los dos autores (sobre todo el de las Haliéuticas) aciertan a amenizarla, p. ej. con digresiones mitológicas, referidas al animal del que se está hablando.
Ese gusto por las digresiones puede ponerse en relación con lo que se observa p. ej. en la novela de la época, en la que tampoco faltan las digresiones sobre aspectos prodigiosos.
Por otra parte, como en otras obras de la época, las Haliéuticas y las Cinegéticas presentan a veces un fuerte componente retórico.
En las dos obras, la unidad del conjunto es muy relativa, y lo que realmente parece funcionar como unidad son los episodios o, todo lo más, los libros individuales, que se inician con proemios de corte épico.

También parece proceder del S. II la obra de Dionisio de Alejandría (o Periegétes), autor de una descripción del mundo conocido en el momento (De situ orbis) en 1200 versos (hexámetros): cfr. Brodersen (1994) para la edición.
La obra fue muy leída en la Antigüedad, que la recibió como libro de texto . De hecho, se hicieron paráfrasis latinas.
En las obras de Opiano o Dionisio, la forma poética es ante todo un virtuosismo de los autores, que a través de la forma poética intentan dignificar la materia que tratan, materia un tanto ramplona.
La razón del empleo de la forma métrica es distinta en el caso de los escritos médicos, donde el ritmo ha de ayudar a la memorización de los preceptos y tratamientos: éste es el caso de los escritos de Servilio Damócrates, que Galeno cita.


3. POESÍA ÉPICA

Al hilo de los acontecimientos de los que hablábamos antes (certámenes de poesía), se produjo, desde el S. II, un renacer de la poesía épica.
En su variante mitológica, la épica está representada por las Basáricas de un tal Dionisio, obra de la que sólo tenemos fragmentos gracias a los papiros) La obra trataba el mito de Dioniso y tenía una extensión de al menos catorce libros.
También a través de papiros hemos recuperado partes de otro poema de la misma época sobre la lucha entre los Gigantes y los dioses olímpicos.
De la poesía épica que se escribió en el período imperial conservamos íntegras obras de cinco autores:
  • Quinto de Esmirna, Posthoméricas: S. III.
  • Trifiodoro, Captura de Troya: SS. III-IV.
  • Nono de Panópolis, Dionisíacas: S. V.
  • Museo, Hero y Leandro: finales S. V.
  • Coluto, El rapto de Helena: SS. V-VI.

Quinto de Esmirna representa la temática troyana. Su obra es, como indica su mismo título, una continuación de Homero: trata el tema de la guerra donde lo deja la Ilíada y llega hasta la partida de los griegos desde Troya.
Cfr. el principio de la obra (trad. José B. Torres):

Cuando Héctor, semejante a los dioses, fue domeñado por el Pelida
y la pira le devoró y la tierra había ocultado sus huesos,
entonces los troyanos se quedaban en la ciudad de Príamo,
temerosos de la valerosa fuerza del Eácida, de osados pensamientos;
como en el soto las vacas del melenudo león
no quieren llegar al encuentro, mas se amedrentan
y en grupo se cobijan entre los espesos arbustos:
así ellos en la ciudad temblaban ante el poderoso varón,
recordando a cuántos antes privó de la vida
cuando peleaba furioso en torno a los ribazos del Escamandro ideo
y cuántos que huían mató bajo la alta muralla,
y cómo a Héctor lo abatió y lo arrastró alrededor de la ciudad;
también recordaban a los demás que aniquiló junto al mar incansable
cuando llegó trayendo la destrucción para los troyanos.
Aquéllos, acordándose de éstos, permanecían en la ciudad,
y en torno a ellos revoloteaba la dolorosa tristeza,
pues ya veían al lastimero fuego devorar Troya.

En el libro III habla de la muerte de Aquiles; de la muerte de Paris en el X; del caballo de Troya y de la caída de la ciudad en los libros XII – XIII.
Existe una línea de estudio que defiende que Quinto conocía la Eneida y que es deudora de ella de alguna forma: la cuestión conecta con la posibilidad, apuntada por algunos, de que la literatura griega imperial pudo estar influida por la literatura latina. Cfr. D’Ippolito (1988).

La misma posibilidad (escribe bajo el influjo de Virgilio) se ha defendido para el egipcio Trifiodoro de Panópolis, quien escribió, en 691 versos, una Captura de Troya. Cfr. al respecto D’Ippolito (1976 y 1990) y la edición de Dubielzig (1996).
Según indica D’Ippolito, la narración de Trifiodoro sigue el modelo próximo de las Posthoméricas de Quinto (cfr. libros XII y XIII).
Pero, al tiempo, su poema evidencia una serie de coincidencias con el libro segundo de la Eneida de Virgilio: tanto de contenido como de expresión.
La existencia de esas coincidencias obliga cuando menos a plantearse el problema de qué relación media entre Trifiodoro y Virgilio:
  • si las coincidencias son mera casualidad,
  • si hay dependencia de una fuente común
  • o si Trifiodoro escribe teniendo en mente a Virgilio.
D’Ippolito definió tres tipos de argumentos que, en su opinión, hablan a favor de que la relación Trifiodoro-Virgilio posea carácter intertextual. Estos argumentos son
  • el “colorido” romano de algunos motivos coincidentes que aparecen en los dos poetas (si aparecen en Trifiodoro, parece que ha de ser a partir de una fuente romana);
  • la existencia de lugares en Trifiodoro que sólo se explican correctamente a la luz de la Eneida (es decir, se trata de motivos virgilianos adaptados de forma inadecuada a un contexto nuevo);
  • la existencia de coincidencias en la estructura del relato.
Obviamente, aquí no hay lugar para resumir en detalle toda la argumentación del autor italiano, que, con todo, ha de reconocerse que presenta probabilidades pero no ofrece certezas absolutas.

También era egipcio, y también procedía de Panópolis, el siguiente épico al que vamos a considerar, Nono, autor de las Dionisíacas, obra en 48 libros, el doble de los libros de Ilíada u Odisea: le corresponde el honor de ser, al menos, el poema más extenso de la Antigüedad.
Es tan extenso que el copista del Codex Laurentianus XXIII 16 (el códice más importante del poema), al final de la copia, escribió una acción de gracias a Dios por el fin de aquella calamidad (cfr. Keydell 1982, 431).
El poema trata la biografía del dios en estilo barroco.
  • Comienza con una amplia introducción a la materia, en la que se tratan los antecedentes de la historia y el nacimiento del dios.
  • Del libro XIII al XL se habla del viaje del dios hacia India y de sus enfrentamientos con el rey Deriades.
  • Dioniso regresa luego a Frigia (libros XL-XLIII) y llega luego a Europa (libros XLIV-XLVIII).
  • Al final de la obra, Dioniso ingresa en el Olimpo.
La obra de Nono tiene abundantes digresiones, como p. ej. en el libro XXXVIII, donde se cuenta la historia de Faetonte.
Se ha supuesto, en relación con ese episodio, que Nono también podría escribir teniendo como modelo fuentes latinas, en concreto las Metamorfosis de Ovidio (así, Keydell 1982, 233).
Por cierto que Nono compuso también una obra de espíritu radicalmente distinto del de su obra principal: ¡una paráfrasis del Evangelio de San Juan en hexámetros! (cfr. Golega 1934).
Nono parece haber influido bastante en las obras de otros dos épicos de este período, Coluto y Museo.


Aunque posiblemente sea algo posterior en el tiempo, hablaremos primero de Coluto (SS. V-VI), autor del Rapto de Helena.
Es un epilio de 392 versos; su autor, procedente de Licópolis, también pertenece al grupo de los poetas egipcios, culturalmente griegos, de época imperial.

Es mucho más interesante y de mayor trascendencia histórica el caso de Museo y su Hero y Leandro.
No sabemos quién era este Museo ni en qué momento en concreto escribió su poema. Pero, si es la misma persona a quien van dirigidas dos cartas de Procopio de Gaza, debe de datarse a finales del S. V (o quizá principios del VI).
El poema tiene una extensión de 343 hexámetros y narra la historia de los dos amantes, separados por el estrecho del Helesponto, que cruza por las noches Leandro utilizando como faro un candil que cuelga Hero de su ventana.
Una cuestión muy repetida en relación con el Hero y Leandro es la que se refiere a sus fuentes. A manera de introducción general al tema de Museo y sus fuentes, cfr. Montes Cala (1994, 23-27), y el estudio de Schott (1957).
La cuestión es que existe una semejanza evidente en el tema entre las Heroidas de Ovidio (17 y 18) y el Hero y Leandro de Museo: con anterioridad a Museo, y hasta donde sabemos, Ovidio fue quien trató la leyenda con un desarrollo más pormenorizado.
Ahora bien, esa similitud entre las obras de uno y otro viene explicándose habitualmente por la dependencia común de un poema helenístico perdido, no porque Museo tuviera in mente el texto de Ovidio.
Y ciertamente contamos con fragmentos papiráceos que pueden apoyar la hipótesis de una fuente helenística desconocida, aunque andan muy lejos de demostrarla: p. ej., el Pap. 1783 Pack parece presentar similitudes con el v. 231 de Hero y Leandro.
Desde mi punto de vista, la cuestión merece un análisis más en detalle
  • que tome en consideración los nuevos papiros descubiertos en los que parece estar presente el tema de esta fábula;
  • que no descarte de entrada la posibilidad de que Museo, aun siendo griego, haya conocido a Ovidio;
  • que, además, tenga también en cuenta la pluralidad de las fuentes de Museo: su modelo dominante fue ciertamente Nono – lo que desearíamos saber es si utilizó además otra fuente a la que siguió no en aspectos de técnica poética (como a Nono) sino en el tema y la leyenda.
Debe recordarse, por último, que Museo es un poeta de gran importancia en la Tradición Occidental, en la que ha influido a través de la versión italiana de Bernardo Tasso (1555).

Como resumen del tema de la épica imperial deseo subrayar que toda esta épica es pura 'épica imitativa', un revival más o menos mimético de la épica homérica; se imitan las maneras de ésta, pero de forma automática.
Por contraste, la verdadera 'épica real' de este período es la novela, que surge entonces por primera vez en Grecia y Roma: una vez más observamos (como en época moderna) que el momento de ocaso de la épica coincide con el nacimiento de la novela.


4. POESÍA LÍRICA Y ANACREÓNTICAS

Puede llamar la atención que, hasta el momento, hayamos hablado del epigrama en dísticos, de la poesía didáctica y de la épica, pero que en cambio no hayamos dicho nada de la lírica.
Sucede que el cultivo de la lírica en sentido propio debió de ser muy reducido en época imperial. En este apartado se pueden mencionar todo lo más:
  • Himnos compuestos para el culto, habitualmente con factura poética escasa. En este grupo pueden destacar las composiciones de Mesomedes, liberto de Adriano, autor de himnos a Isis, el Sol, Némesis..., y representado también en la Antología Palatina.
  • En cambio, me parece que sería dilatar demasiado el concepto de lírica el incluir aquí también la colección de los 87 Himnos órficos, que además están escritos en hexámetros.
  • Existió también un cultivo ocasional de las formas líricas en el contexto del simposio. A esta categoría pertenecen diversas miniaturas poéticas, compuestas para entretenimiento de los participantes en el simposio.
Al contexto del simposio pertenecen también las Anacreónticas, composiciones de época imperial escritas imitando el estilo de Anacreonte.
Unas sesenta debieron de ser agrupadas en una colección en el S. VI.
En relación con las Anacreónticas concluyo proponiendo un ejemplo (XXIII) que nos permita el contraste con el auténtico Anacreonte (trad. J. B. Torres):

Quiero hablar de los Atridas
y quiero a Cadmo cantar,
mas las cuerdas de mi cítara
no repiten más que “amor”.
Cambié las cuerdas anteayer
y la lira toda;
yo quería cantar los trofeos
de Heracles, mas la lira
respondía “amores”.
Sed felices por siempre con nosotros,
amores: que mi lira
nada canta más que amores.
Nótese, ante todo,
  • Las profundas diferencias de estilo con el auténtico Anacreonte no pueden ser apreciadas en una traducción, habría que apreciarlas a partir del texto griego.
  • El concepto de fondo (elección de la temática amorosa por delante de la épica) recibe tratamientos afortunados en la lírica arcaica y de épocas posteriores: en cambio, en este poema el tema se convierte en algo intrascendente y banal, una broma de simposio.

José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre aspectos generales:
BOWIE, E.L., “Greek Poetry in the Antonine Age”, en D.A. Russell, Antonine Literature, Oxford, 1990, pp. 53-90.
BRIOSO, M., “Literatura imperial. Poesía”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 993-1004.
HOSE, M., Poesie aus der Schule. Überlegungen zur spätgriechischen Dichtung, Múnich, 2004.
KEYDELL, R., Kleine Schriften zur Hellenistischen und Spätgriechischen Dichtung, Leipzig, 1982.

* Sobre el epigrama imperial:
BURNIKEL, W., Untersuchungen zur Struktur des Witzepigramms bei Lukillios und Martial, Wiesbaden, 1980.
GALÁN VIOQUE, G. (trad.), Antología Palatina. II. La guirnalda de Filipo, Madrid, 2004.
GOW, A.S.F. y PAGE, D.L., The Greek Anthology: The Garland of Philip, Cambridge, 1968.
MAXWELL-STUART, P.G., “Strato and the Musa puerilis”, Hermes 100 (1972), pp. 215-240.
NISBET, G., Greek Epigram in the Roman Empire: Martial's Forgotten Rivals, Oxford, 2003.
PAGE, D.L., Further Greek Epigrams, Cambridge, 1981.
WALTZ, P. et alii (eds.), Anthologie grecque, París, 1928-.

* Sobre la poesía didáctica:
BRODERSEN, K. (ed.), Dionysios von Alexandria. Das Lied von der Welt, Hildesheim, 1994.
CALVO DELCÁN, C. (trad.), Opiano. De la caza. De la pesca. Anónimo. Lapidario órfico, Madrid, 1990.
FAJEN, F. (ed.), Halievtica. Oppianus, Stuttgart-Leipzig, 1999.
GIANGRANDE, G., “On the Halieutica of Oppian”, Eranos 68 (1970), pp. 76-94.
GOW, A.S.F., “On the Halieutica of Oppian”, CQ 18 (1968), pp. 60-68.
IGLESIAS ZOIDO, J.C., “El tratamiento del tema de las Edades del Mundo en el libro II de las Haliéuticas de Opiano de Cilicia”, Emerita 67 (1999), pp. 263-284.
IGLESIAS ZOIDO, J.C., “Opiano y Virgilio: la influencia de las Geórgicas sobre la estructura de las Haliéuticas”, Emerita 70 (2002), pp. 283-304.
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IGLESIAS ZOIDO, J.C., “Las Haliéuticas de Opiano como instrucción: el problema del contenido en la poesía didáctica grecolatina de época imperial”, Euphrosyne 33 (2005), pp. 403-419.
PAPATHOMOPOULOS, M. (ed.), Oppianus Apameensis. Cynegetica. Eutecnius Sophistes. Paraphrasis metro soluta, Múnich, 2003.
REBUFFAT, E., Poietes Epeon: tecniche di composizione poetica negli Halieutica di Oppiano, Florencia, 2001.

* Sobre la poesía épica:
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ACCORINTI, D. (ed.), Brill’s Companion to Nonnus of Panopolis, Leiden-Boston, 2016.
CALERO, I.M.ª, “Los epítetos de divinidades en las Posthoméricas de Quinto de Esmirna”, Habis 24 (1993), pp. 133-146.
CALERO, I.M.ª, “Plutarco y Quinto de Esmirna: epístola y poesía, dos caminos para la consolatio”, en J.A. Fernández Delgado y F. Pordomingo Pardo (eds.), Estudios sobre Plutarco. Aspectos formales, Madrid, 1996, pp. 167-176.
CAMERON, A., “Wandering Poets: A Literary Movement in Byzantine Egypt”, Historia 14 (1965), pp. 470-509.
D’IPPOLITO, G., Trifiodoro e Vergilio: il Proemio della Presa di Ilio e l’esordio del libro secondo dell’Eneide, Palermo, 1976.
D’IPPOLITO, G., “Quinto Smirneo”, en Istituto della Enciclopedia Italiana (eds.), Enciclopedia Virgiliana. IV, Roma, 1988, pp. 376-80.
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GOLEGA, J., Studien über die Evangeliendichtung des Nonnos von Panopolis, Breslau, 1934.
MANTEROLA, S.D.; PINKLER, L. M., y HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, D. (trad.), Nono de Panópolis. Las Dionisíacas, Madrid, 1995-2004.
MONTES CALA, J. G. (trad.), Museo. Hero y Leandro, Madrid, 1994.
RUIZ DE ELVIRA, A. (ed. y trad.), Museo. Hero y Leandro, Madrid, 2003.
SCHOTT, G., Hero und Leander bei Musaios und Ovid, Colonia, 1957.
VIAN, F., Recherches sur les Posthomerica de Quintus de Smyrne, París, 1959.
VIAN, F. (ed.), Quintus de Smyrne. La suite d'Homère, París, 1963-1969.
VIAN, F. et alii (eds.), Nonnos de Panopolis. Les Dionysiaques, París, 1976-.

* Sobre las Anacreónticas:
BRIOSO, M., “Estoicos y Anacreónticas”, Emerita 38 (1970), pp. 311-324.
BRIOSO, M. (ed. y trad.), Anacreónticas, Madrid, 1981.
GIANGRANDE, G., “On the Text of the Anacreontea”, QUCC 19 (1975), pp. 177-210.






martes, 16 de diciembre de 2008

ESCRITOS SOBRE RETÓRICA

1. ATICISMO Y ASIANISMO
2. LAS ESCUELAS DE RETÓRICA EN ÉPOCA IMPERIAL
3. DEMETRIO, SOBRE EL ESTILO
4. DIONISIO DE HALICARNASO


En época imperial, el ejercicio de la oratoria posee características peculiares: en buena medida, éstas vienen impuestas por la ausencia de libertades políticas propia del período.
Por ello, antes de enfrentarnos con el tipo de retórica elaborada por los autores de la Segunda Sofística, conviene detenerse a examinar algunas cuestiones previas, las que desarrollaremos en esta entrada:
  • Hemos de empezar por aclarar un concepto básico en esta nueva fase de la cultura griega: el aticismo.
  • Trataremos, igualmente, de la organización de la enseñanza de la retórica en época imperial.
  • Y, fundamentalmente, revisaremos las reflexiones sobre retórica compuestas al inicio de este período: hablaremos en concreto de dos autores:
“Demetrio” (Sobre el estilo)
y Dionisio de Halicarnaso.


1. ATICISMO Y ASIANISMO

Por reacción a la nueva koiné lingüística que se venía gestando desde el Helenismo, en el S. I a. C. se comenzó a definir el estilo ático de época clásica (SS. V – IV a. C.) como la norma lingüística por excelencia.
Ésa, se entendía, era la norma lingüística que había de ser cultivada en la expresión escrita, no la de la koiné hablada en la época.
En relación con la cuestión del aticismo escribió Th. Gelzer un trabajo en el que defendía que el impulso dado al llamado aticismo había procedido de los maestros de retórica establecidos en Roma.
Cfr. Gelzer 1978: “Klassizismus, Attizismus und Asianismus”, en H. Flashar (ed.), Le Classicisme à Rome aux 1ers siècles avant et après J.C., Ginebra, pp. 1-55.
Como explica Gelzer, la norma aticista del griego fue fijada con fines didácticos por los maestros griegos: para mostrarles a sus alumnos romanos cuál era el griego que habían de aprender, cultivar e imitar.

De otra parte, en su momento (SS. I a. C. y I d. C.) los seguidores del aticismo no hubieron de desmarcarse sólo de la lengua común en su época.
También marcaron distancias frente al tipo de retórica que se enseñaba en las escuelas de oratoria del Asia Menor, a la que se conoció como asianismo, término de connotaciones peyorativas.
El asianismo debió de ser impulsado por Hegesias de Magnesia (S. II a. C.) y tuvo éxito, sobre todo, entre capas populares de la helenidad.
Para el estudio de este enfrentamiento habría resultado de gran interés el escrito teórico de Cecilio de Caleacte (Sicilia), Sobre la diferencia entre aticismo y asianismo.
Este autor era posiblemente un liberto de Cecilio Metelo. Desarrolló su actividad en Roma desde 40 a. C. y estuvo muy vinculado a Dionisio de Halicarnaso, de quien fue amigo.
Cecilio escribió también estudios sobre los oradores áticos, igualmente perdidos. Según parece, en su obra debía de aparecer por primera vez el canon de los diez oradores:
  • Antifonte
  • Andócides
  • Lisias
  • Iseo
  • Isócrates
  • Demóstenes
  • Esquines
  • Hiperides
  • Licurgo
  • Dinarco
Cecilio es, por cierto, el autor con quien polemiza el Pseudo-Longino en el Sobre lo sublime.
Además de su obra retórica (¿o como parte de ella?) escribió también un trabajo perdido sobre el estilo elevado (¿el primer Sobre lo sublime?), que se deja reconstruir únicamente a partir de las críticas de Pseudo-Longino.

Pero lo que ahora interesa realmente es resaltar que el aticismo se convirtió en norma indiscutible a partir del S. I d. C. y durante todo el Imperio.
Con él se producía una vuelta al pasado en la norma lingüística: esta vuelta al pasado era, además, coherente con los ideales de “vuelta al pasado” perseguidos, desde el punto de vista ideológico, por la educación de la época.
Por otra parte, restaurar una lengua que no era la del presente sino la de cinco siglos atrás forzó el desarrollo de obras lexicográficas que debían ayudar al escritor a escoger las formas genuinamente áticas.
Éste era, p. ej., el objetivo de la Eklogé de Frínico: ésta era una selección de una obra en dos tomos, anteriormente perdida, el Onomástikon de Julio Pólux.
En el Onomástikon se recogía un índice de palabras y expresiones áticas agrupadas por criterios temáticos.
En el mismo sentido han de recordarse las obras de:
  • Harpocratión (Léxico de los diez oradores).
  • Moiris (Giros [expresiones] del ático).
No ha de pasarse por alto el hecho de que el absolutismo de la norma aticista también se encontró con opositores, si bien la crítica ejercida por éstos tuvo escaso efecto.
Al grupo de los opositores pertenece p. ej. Galeno (129 – ca. 199). Escribió un léxico antiaticista; además indica en diversos lugares que los conocimientos que de verdad interesan a un músico o un médico son otros, no la norma ática.
Por otro lado, también Luciano de Samósata (115 / 125 – post 180) se enfrentó de manera paródica con la norma aticista en el Rhetorum praeceptor (op. 41).
El protagonista de la obra recomienda aprenderse unas 15 ó 20 palabras áticas raras y emplearlas a conciencia para impresionar al público.
La asunción de una norma lingüística propia de cuatro siglos atrás implicaba establecer diferencias evidentes con respecto a la lengua realmente hablada en el momento.
Además, esta vuelta al clasicismo condenaba la norma literaria al inmovilismo, según ha sucedido en otras épocas históricas, también dentro de Grecia (cfr. lengua kathareûsa frente a demotiké).
Ciertamente, tanto lo uno como lo otro puede ser considerado como un defecto.
Pero, aunque efectivamente lo sea, no han de pasarse por alto aspectos menos negativos del movimiento aticista.
En un momento en que el mundo griego carecía de un centro cultural o político, el Aticismo constituye un elemento unificador fuerte.
Gracias a él y al sistema educativo de la época se logró que existiera una unidad cultural durante más de 500 años entre, al menos, las elites de habla griega: desde el Sur de Francia (Favorino de Arelate) hasta el Éufrates.
Esta relativa homogeneidad ayudó a superar diferencias étnicas o religiosas.
En este sentido puede decirse incluso que el Aticismo cooperó a mantener la estabilidad del Imperio Romano.


2. LAS ESCUELAS DE RETÓRICA EN ÉPOCA IMPERIAL

Las escuelas de retórica constituían en época imperial el estadio superior de la educación. En estas escuelas se aprendía el arte de la elocuencia al lado de un rhétor o sophistés.
En el aprendizaje de la retórica se distinguían tres tareas:
  1. El estudio de la teoría.
  2. El estudio de textos que servían como modelo.
  3. El ejercicio práctico.
1. La teoría sobre retórica venía transmitida a través de manuales conocidos como téchnai rhetorikaí.
En ellas se distinguían las cinco partes de la Retórica: inuentio, dispositio, elocutio, memoria, pronuntiatio, que a su vez volvían a subdividirse en tipos más específicos.
De época imperial conservamos un cuerpo importante de obras de este tipo: ¡9 tomos en la edición de Waltz 1832 (Rhetores Graeci)!
Desde nuestro punto de vista, las más importantes son las compuestas por Hermógenes de Tarsos (160-230 d. C.):
  • Orador precoz, renunció al ejercicio de la retórica para dedicarse a teorizar sobre ella; carece de intereses filosóficos.
  • Escribió sobre aspectos como la inuentio en Sobre la invención; es también autor de Sobre formas de estilo, Sobre la vehemencia del método.
  • El conjunto de su obra era conocida como Téchne rhetoriké.
  • El papel canónico del autor lo muestran los abundantes comentarios a Hermógenes que se hicieron desde el S. III d. C. hasta época bizantina.
Posteriores (S. III d. C.) son las obras de autores como Apsines de Gádara y, sobre todo:
  • Menandro Rétor: bajo su nombre se conservan dos tratados, Sobre discursos demostrativos: no pueden ser obra del mismo autor pero parece que los dos fueron escritos en época de Diocleciano (284 – 305 d. C.).
  • El primero trata de la división de la retórica, la diferencia entre elogio y encomio y las clases de himnos.
  • El segundo tiene carácter más práctico.
  • En general, el mayor interés de la obra de este Menandro es la información que nos ofrece sobre los gustos literarios de su momento.
2. El estudio de textos que servían como modelo.
A la hora de estudiar textos modélicos el esfuerzo se concentraba, según lo esperable en el marco del Aticismo, en los oradores áticos (lo cual, a su vez, retroalimentaba la importancia de ese canon).
3. El ejercicio práctico.
El ejercicio práctico consistía en la elaboración de discursos ficticios para diversas circunstancias: éstos son las melétai o declamationes.
En función de los géneros del discurso se distinguían a su vez:
  • théseis dikanikaí, controuersiae (discursos judiciales).
  • théseis symbouleutikaí, suasoriae (discursos deliberativos).
  • discursos de exhibición (se corresponden con el género del discurso demostrativo).
En estos discursos había de buscarse la adecuación a las circunstancias históricas en que supuestamente se pronunciaban los discursos.
Parte de esta adecuación consistía en respetar la ethopoiía del personaje que, supuestamente, estaba hablando.
El corpus de declamationes conservado, tanto en griego como en latín, es abundante.


3. DEMETRIO, SOBRE EL ESTILO

El primer tratado sobre retórica al que nos referiremos es el Sobre el estilo de Demetrio.
Ciertamente, las razones cronológicas parecen aconsejar que se hable antes de Dionisio. Ahora bien:
  • esas razones no son concluyentes: el Sobre el estilo podría ser anterior a Dionisio;
  • de otra parte, es evidente que con Dionisio llegamos al clímax de la entrada: por eso prefiero reservarle el último puesto.
El tratado Sobre el estilo transmitido bajo el nombre de “Demetrio” (supuestamente, Demetrio de Falero: así ya desde Diógenes Laercio) debe de datar, según lo más verosímil, del siglo primero antes o después de Cristo.
Sobre el personaje histórico de Demetrio de Falero:
  • filósofo (discípulo de Teofrasto) y político del S. IV a. C.;
  • ciertos relatos hablan de un papel destacado en la fundación de la Biblioteca (pero esto carece de fundamento);
  • desarrolló una labor literaria importante: hay un listado de sus obras en Diógenes Laercio.
Pero Sobre el estilo no es suyo: las fechas no cuadran, a pesar de que la fecha de la obra es incierta: se ha propuesto incluso que habría sido compuesta en S. III a. C.

Sobre el estilo es un trabajo aticista, fuertemente influido por la escuela peripatética (p. e., Teofrasto; y el libro III de la Retórica de Aristóteles).
Su importancia no estriba tanto en sus ideas originales (pocas) como en su activa recopilación de teorías precedentes y en sus juicios sobre la literatura griega anterior: ayuda a conocer la historia de la recepción en su época.
La obra tiene dos partes claramente diferenciadas:
  1. Tras los treinta y cinco primeros apartados, de carácter más introductorio (define kôla, kómma, períodos, enthýmema: estudio de los miembros, de la frase, del periodo, del entimema),
  2. el grueso de la obra (36 – 302) se dedica a analizar los cuatro tipos de estilo definidos por el autor, así como sus contrarios (estilos perversos):
  • megaloprepés (elevado) frente a psychrós (frío)
  • glaphyrós (elegante) frente a kakózelos (afectado)
  • ischnós (sencillo) frente a xerós (árido)
  • deinós (vigoroso) frente a ácharis (desagradable).
En su caso, como en el del Pseudo-Longino, nos hallamos ante una obra que se sitúa a caballo entre la retórica y la crítica literaria.


4. DIONISIO DE HALICARNASO

La obra teórica de Cecilio de Caleacte en relación con el conflicto entre aticismo y asianismo (cfr. punto 1 de esta entrada) se ha perdido: no nos es accesible.
Pero sí son accesibles, en cambio, los escritos compuestos sobre el tema de la retórica por su amigo Dionisio de Halicarnaso (60 a. C. – 7 d. C.).
Dionisio emigró a Roma en el 30 a. C. para ejercer allí como maestro de retórica.
Nos referiremos a él primero como teórico del aticismo y, en segundo lugar, como autor de obras históricas fuertemente cargadas de retoricismo.

Los escritos del primer tipo (tratados y epístolas de alcance teórico) giran en torno a los modelos del estilo ático que se han de imitar.
Es importante señalar también que estas obras dedican una atención muy especial a la crítica literaria que, como se ve, vuelve a aparecer como inseparable de la retórica en este momento histórico.
Los escritos de retórica y crítica de Dionisio constituyen un corpus notablemente extenso, que sólo conservamos en parte.
  • Hay en él obras dirigidas por Dionisio a sus alumnos de Roma.
  • Hay también cartas dirigidas a amigos, miembros de su grupo literario: desde el punto de vista del género, estas epístolas didácticas se diferencian con dificultad de los tratados.
La cronología del corpus (de lo conservado y de lo perdido a lo que el autor alude) es difícil de fijar. Pero como clasificación práctica puede servir la de Usher, y así distinguimos:
I. En un primer período:
  • Sobre los oradores antiguos: algunos consideran que el prólogo de esta obra es, prácticamente, un manifiesto del Aticismo.
  • La primera Carta a Ameo: más una obra de historia literaria que de pura crítica.
II. En el período medio:
  • Sobre la composición literaria: incluye un estudio sobre los tres tipos de estilo (severo, elegante, medio).
  • Demóstenes: Dionisio lo considera como representante del estilo medio, frente a Tucídides (estilo severo).
  • Sobre la imitación.
  • La Carta a Pompeyo Gémino.
III. En el último período:
  • Sobre Tucídides.
  • La segunda Carta a Ameo.
En su obra teórica Dionisio intenta mostrar, a través del análisis de distintos autores, cómo, en el campo de los autores áticos, el estilo que ha de servir como referente es el de Demóstenes y no el de Tucídides, objetable por su oscuridad.
La conclusión de la exposición sobre esta obra teórica es hasta cierto punto paradójica, pues se ha de decir (siguiendo a Radermacher) que la importancia de Dionisio en este campo no se halla posiblemente en lo que escribió “como teórico de la retórica sino en su crítica estética y literaria” (G.ª López).

Por lo que se refiere a la obra histórica de Dionisio se ha de destacar la Historia antigua de Roma, en veintidós libros (sólo conservamos íntegros los diez primeros).
  • El punto de inicio de la obra se sitúa en los orígenes legendarios de Roma.
  • El punto final lo fijó el autor en el año 264 a. C., precisamente aquél en que arrancan las Historias de Polibio (cfr. Gabba 1991: Dionysius and the History of Archaic Rome, Berkeley-Los Angeles-Oxford).
Por lo que a la cuestión de las fuentes se refiere, es de destacar que Dionisio escribe basándose en los analistas romanos, para los que es testimonio básico.
Ello implica, por cierto, que Dionisio conocía suficiente latín como para leerlos.
Debe señalarse también ante los alumnos el paralelismo fundamental que existe entre Polibio y Dionisio:
  • los dos eran griegos por origen y formación;
  • los dos escogieron convertir Roma en la materia de sus obras historiográficas, con un tono plenamente favorable.
En Dionisio es fundamental el empeño por conectar la historia y cultura de Roma con la de Grecia:
  • defiende la idea de que Roma es en realidad una antigua fundación griega;
  • entiende, además, que el latín es un dialecto del griego;
  • pero da una vuelta de tuerca al considerar que Roma es superior a Grecia y que los romanos son, en realidad, griegos mejorados, griegos perfeccionados.
En su fascinación ante Roma parece claramente influido por el ambiente de la pax Romana de Augusto.
Dado el sentido general de esta entrada, dedicada a la retórica, se ha de terminar resaltando el carácter fuertemente retórico de la Historia antigua de Roma:
El carácter retórico de la obra se aprecia, p. ej., en el empleo de los discursos:
  • Muy abundantes a partir del libro III.
  • Pero Dionisio no se aprovecha del modelo de Tucídides y queda a enorme distancia: los discursos en su obra no son funcionales como en Tucídides, son mera repetición de tópicos de las escuelas de retórica.
Ha de decirse que Dionisio no es, en realidad, un historiador sino un rétor, y su trabajo no es, en el fondo, una obra historiográfica (de investigación) sino un encomio de Roma.

José B. Torres Guerra



ALGUNAS REFERENCIAS:

GARCÍA LÓPEZ, J., “Retórica y crítica literaria en época imperial”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1005-23.
KENNEDY, G., The Art of Rhetoric in the Roman World, Princeton, 1972.
KENNEDY, G. (ed.), The Cambridge History of Literary Criticism. I. Classical Criticism, Cambridge, 1989.
MARTIN, J., Antike Rhetorik. Technik und Methode, Múnich, 1974.
* Sobre el aticismo:
ADRADOS, F.R., “Sobre el movimiento aticista”, EClás 14 (1970), pp. 433-451.
GELZER, T., “Klassizismus, Attizismus und Asianismus”, en H. Flashar (ed.), Le Classicisme à Rome aux 1ers siècles avant et après J.C., Ginebra, 1978, pp. 1-55.
* Sobre Menandro Rétor:
HEATH, M., Menander: A Rhetor in Context, Oxford, 2004.
* Sobre Demetrio, Sobre el estilo:
GARCÍA LÓPEZ, J. (trad.), Demetrio. Sobre el estilo. “Longino”. Sobre lo sublime, Madrid, 1979.
GARCÍA LÓPEZ, J., “Introducción”, en Demetrio. Sobre el estilo. “Longino”. Sobre lo sublime, Madrid, 1979, pp. 9-26.
SCHENKEVELD, D.M., Studies in Demetrius on Style, Amsterdam, 1964.
* Sobre Dionisio de Halicarnaso:
ALONSO, A.; JIMÉNEZ, E.; SÁNCHEZ, E., y SECO, C. (trads.), Dionisio de Halicarnaso. Historia antigua de Roma, Madrid, 1984-1989 (4 volúmenes).
BONNER, S.F., The Literary Treatises of Dionysius: A Study in the Development of Critical Method, Cambridge, 1939.
DAMON, C., “Aesthetic Response and Technical Analysis in the Rhetorical Writings of Dionysius of Halicarnassus”, MH 48 (1991), pp. 33-58.
DELCOURT, A., Lecture des Antiquités romaines de Denys d'Halicarnasse: un historien entre deux mondes, Bruselas, 2005.
GABBA, E., Dionysius and the History of Archaic Rome, Berkeley-Los Angeles-Oxford, 1991.
GALÁN VIOQUE, G., y Márquez Guerrero, M.Á. (trads.), Dionisio de Halicarnaso. Sobre la composición literaria. Sobre Dinarco. Primera carta a Ameo. Carta a Pompeyo Gémino. Segunda carta a Ameo, Madrid, 2001.
OLIVER SEGURA, J.P. (trad.), Dionisio de Halicarnaso. Tratados de crítica literaria, Madrid, [2005].
SACKS, K.S., “Historiography in the Rhetorical Works of Dionysius of Halicarnassus”, Athenaeum 59 (1983), pp. 65-87.