sábado, 21 de febrero de 2009

TUCÍDIDES


Para María Ángeles, mi mujer, que tanto padeció con Tucídides

De Heródoto pasamos al otro gran historiador de Grecia, Tucídides. Para desarrollar esta entrada
  1. empezaremos por comentar algunos datos relevantes de la vida de Tucídides;
  2. nos centraremos después en el análisis del texto que conservamos bajo su nombre, la Historia de la Guerra del Peloponeso;
  3. a partir del análisis del texto discutiremos la concepción historiográfica y algunos aspectos del pensamiento de Tucídides.

1. LA BIOGRAFÍA DE TUCÍDIDES

Comenzamos el desarrollo del tema tratando de algunos datos importantes de la vida de Tucídides (hacia el 455 – 400 a. C.).

Lo que sabemos de su biografía procede, en buena medida, de su propia obra, de las informaciones que ofrece ocasionalmente él mismo: porque las Vidas antiguas (la Vita de Marcelino, el artículo de la Suda…) son mucho menos fiables.

Sabemos que era de familia ateniense adinerada, de origen tracio por parte de padre. La familia tenía, además, posesiones en Tracia (minas de oro): ésa es, por cierto, la zona donde se fraguaría su desgracia por culpa de los sucesos de Anfípolis (mira más adelante).

Por ciertas relaciones familiares que es posible rastrear parece además que la familia de Tucídides no debía de ser sólo muy adinerada sino, además, muy conservadora:
  • éste es el caso de “el otro Tucídides”, su pariente;
  • se pueden constatar además relaciones familiares con Cimón y Milcíades.
De las opiniones políticas del propio Tucídides deducimos algo a partir de lo que él mismo dice en VIII 97, donde elogia el intento de reformar la democracia del 411 introduciendo principios oligárquicos: Tucídides juzgaba que, de esta forma, se encontraba un equilibrio entre los oligarcas y el pueblo.

Siendo tales la tradición familiar y las propias ideas del autor, resulta tanto más notable la imparcialidad y objetividad con que Tucídides retrata y analiza el régimen político de Pericles, régimen en el que tampoco deja de apreciar los fallos internos que lo llevan a la ruina.

Por lo que dice la propia Historia sabemos igualmente que Tucídides comenzó a recopilar los materiales para escribir la obra desde el momento en que se inició el conflicto.

Como luego veremos, este dato tiene importancia para la llamada cuestión tucididea.

Él mismo padeció la peste que sacudió Atenas en el año 430, lo cual le convierte en testigo directo del suceso narrado en II 48 ss.

En el desempeño de la función de estratego, durante la guerra contra Esparta, no pudo evitar la caída de Anfípolis (424 a. C.). Por este motivo fue desterrado, sin que pudiera regresar a su ciudad hasta el final del conflicto (404): así lo dice él mismo en V 26, en el llamado “segundo proemio”.

Pero el destierro fue providencial para la composición de la obra, según se deduce de lo que dice el propio autor en el mismo lugar (V 26). Ocurre que el destierro le permitió entrar en contacto con los puntos de vista de ambos bandos (también con el de los peloponesios) y obtener una visión más completa de la guerra.

Por cierto que, si nosotros concebimos esta guerra como un solo enfrentamiento y no como dos (431 – 421, 414 – 404), es precisamente en función del análisis hecho por Tucídides (V 26):
Si a alguno no le parece bien considerar guerra a la época central de concordia [421 – 414], se equivoca. Que juzgue, en efecto, por cómo hemos caracterizado los hechos y descubrirá que no es lógico tener por tiempo de paz una época en que ni se devolvieron ni recobraron cuanto habían acordado (…) en que los beocios observaban un armisticio renovable cada diez días (trad. L. Macía).
La obra que escribió narrando la historia de la Guerra del Peloponeso consta de ocho libros: esta división, por cierto, no procede del propio Tucídides – en la Antigüedad coexistieron otros intentos de división.

La Historia se halla incompleta, pues se interrumpe abruptamente en el año 411. Ya en la Antigüedad se especuló sobre los motivos de este final abrupto y se manejó incluso la teoría del asesinato, bien en Atenas o en Tracia (no sabemos con seguridad dónde murió Tucídides).


2. ANÁLISIS DE LA HISTORIA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO

En relación con la estructura de la obra ha de hacerse notar, ante todo, que Tucídides no se limita a una simple exposición de los hechos en estricta sucesión cronológica. Aun siendo un narrador muy objetivo, no es un narrador neutro: la narración de los acontecimientos adopta en Tucídides una forma dramática.
En relación con este punto se podrá recordar de pasada que F. Cornford (Thucydides mythistoricus) habló de la influencia de la tragedia en la estructura y concepción de la obra.
Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que Tucídides ha sometido a un proceso concienzudo de elaboración y redisposición el material de su Historia. Y ello se aprecia ya desde el mismo principio del trabajo. Tucídides comienza afirmando que la guerra del Peloponeso es el mayor conflicto militar nunca producido (I 1):
Tucídides el ateniense escribió el relato de cómo se hicieron la guerra los atenienses y los peloponesios (...). Ésta resultó ser la conmoción más grande que afectó a los griegos, a una parte de los bárbaros y, por así decirlo, a la mayor parte de la humanidad (...). [A juzgar por los indicios en que debo basarme para averiguar lo más remoto no creo que hubiera acontecimientos importantes desde el punto de vista de la guerra ni en cualquier otro sentido] (trad. L. Macía).
La afirmación inicial lleva a Tucídides a la retrospección (primera alteración del orden cronológico) y a proponer un repaso sintético de los acontecimientos bélicos previos en la llamada Arqueología (I 2-19).

Nótese, además, que tal analepsis no sirve sólo para justificar la tesis de I 1. Tucídides aprovecha también este repaso a la historia militar de Grecia para presentarnos en acción algunos de los motivos constantes de su obra.

De manera eminente, la idea de que la historia evoluciona en el sentido de una progresiva constitución del poder político y militar.
Éste es el poder al que concede su atención Tucídides. En cambio, el historiador toma mucho menos en consideración el poder económico: ¿es esto un fallo de Tucídides como historiador?
Es notable además el que Tucídides presente los poderes político y militar que se constituyeron en el pasado remoto como superación de estadios previos de primitivismo, en los que p. ej. el hombre no era capaz de hacer frente a la piratería.

En este sentido puede decirse que Tucídides parece creer en el progreso de la humanidad, idea no muy frecuente en el pensamiento griego que parece relacionarlo con el ambiente de la Sofística contemporánea – volveremos sobre ello.

Las grandes secciones de la obra de Tucídides vienen marcadas por los acontecimientos que en ella se narran, y así podemos distinguir cuatro grandes bloques en el relato:
  1. relato de la guerra arquidámica (I – V 25),
  2. la paz de Nicias (V 26 – final del libro V),
  3. la expedición contra Sicilia (VI – VII)
  4. y la guerra de Jonia y Decelía (VIII).
Antes hemos dicho ya que Tucídides no se limita a narrar los hechos en sucesión cronológica estricta. Eso puede apreciarse, ciertamente, en cualquiera de estos cuatro bloques que acabamos de proponer. Ya lo hemos comprobado en nuestro comentario al inicio de la obra y la Arqueología.

Pero, quizá, donde mejor se advierte la reelaboración del material y la intervención del narrador en lo narrado es en dos de los libros más elaborados de la obra, el VI y, sobre todo, el VII. Éstos son los libros sobre la expedición a Sicilia. Los acontecimientos (la materia histórica) son éstos:
  • cómo Alcibíades y Nicias se enfrentaron en la asamblea, discutiendo sobre la oportunidad de la expedición;
  • cómo Alcibíades abandonó la expedición, acusado de la mutilación de los Hermes;
  • cómo los atenienses parece que están a punto de cercar Siracusa y vencer al final del libro VI;
  • cómo en el VII se produce un vuelco paulatino en la situación, gracias a los refuerzos lacedemonios, la incipiente habilidad siracusana en el mar y los errores tácticos de los atenienses.
Algún crítico (Macaulay) llegó incluso a considerar el libro VII como el mejor texto en prosa de la literatura universal: esta opinión aparece recogida en el comentario de Gomme.

Sin llegar a formular juicios tan comprometidos podemos destacar una serie de aspectos especialmente destacables en la manera en que Tucídides narra la historia en estos libros:
  • la habilidad para crear un clímax: la acción se desarrolla a través de una serie de momentos de crisis hasta llegar al punto de la crisis definitiva;
  • en todo el proceso, Tucídides acierta además al combinar pasajes de gran tensión con otros que suponen distensión;
  • además, Tucídides es un maestro en la creación de suspense, tarea nada fácil puesto que, como en la tragedia, todos conocemos ya el final de la historia: Tucídides lo había anticipado y desde II 65 ya sabemos que los atenienses fracasarán;
  • ¿cómo crea entonces suspense?: en relación no con el final de la historia sino con su desarrollo – administrando la información que ofrece al lector, omitiendo en ocasiones información y creando de esta forma suspense;
  • son notables además aquellos momentos que podemos considerar ejemplos de ironía trágica: el efecto de “ironía trágica” guarda también relación con el distinto grado de conocimiento de la realidad por parte de los personajes, los lectores y el autor;
  • por ejemplo: Nicias es un hombre de suerte según dice Alcibíades en la asamblea en VI 19 – de hecho, parece que los atenienses inician la campaña de Sicilia fiados del ímpetu de Alcibíades y la buena suerte de Nicias – el resultado final de la expedición arroja una luz totalmente distinta sobre las palabras de Alcibíades en VI 19.
Una cuestión a la que se ha dedicado buena parte de la atención de la crítica es la que se refiere a la posibilidad de que Tucídides no diese la última mano a su obra.
Por ejemplo, ha sorprendido a la crítica que en los libros V y VIII no aparezca un elemento tan característico de la prosa de Tucídides como son los discursos en estilo directo (en el V, sólo aparece el llamado “diálogo de los melios”).
Esto, junto a otros datos, ¿puede ser indicio suficiente de que el autor no alcanzó en esos libros el grado de elaboración presente en el resto de la obra?

El paso siguiente que dio la crítica (sobre todo la crítica alemana) consistió en intentar detectar la tectónica de la obra, de tal forma que puede hablarse de una “cuestión tucididea” igual que hablamos de la cuestión homérica.

Lo innegable es que nos hallamos ante una obra de composición compleja, muy dilatada en el tiempo, según indica su propio autor, pues empezó a recopilar materiales en el 431 y siguió trabajando en ella después del 404.

Por tanto, quizá no deba extrañar que pueda haber contradicciones o desajustes ocasionales en el relato: también puede ser cierto que, efectivamente, Tucídides dejara inacabados los libros V y VIII de la obra.

Ahora bien, otra cuestión es que reconozcamos la pertinencia de los distintos intentos realizados para descubrir bajo la superficie de la Historia estratos anteriores de su elaboración. P. ej., podríamos sentir la tentación de afirmar, con algún pionero de la “cuestión” (Ullrich), que Tucídides habría combinado en la obra definitiva dos redacciones distintas:
  • La primera, predominante en los libros I – IV (hasta la mitad), sería la propia de una obra centrada en los diez primeros años de la guerra; esta protohistoria habría sido compuesta poco después de la paz de Nicias (421 a. C.), momento en el que Tucídides debió de pensar que la guerra había acabado definitivamente.
  • La segunda habría que datarla después del 404 y habría sido elaborada ya con una visión de conjunto de los acontecimientos de la guerra.
Lo cierto es que el análisis de Ullrich, como el de los que siguieron por la misma línea (Schwartz, Schadewaldt, Pohlenz, H. Patzer…), no presenta un cuadro coherente de principio a fin.
Ninguno de estos análisis, como también ha sucedido con el análisis homérico, ofrece una imagen definitiva de cuáles pudieron ser las fases de composición de la obra.
Ante la imposibilidad de hacer un análisis definitivo de la obra, quizá sea preferible situarnos, aquí como en el caso de Homero, en una postura unitaria y dedicarnos
  • a comentar la elaboración narrativa de la obra de Tucídides, tarea que ya hemos intentado cumplir;
  • a comentar el pensamiento y la concepción de la historia en Tucídides, punto al que ahora nos volvemos.

3. LA CONCEPCIÓN HISTORIOGRÁFICA Y EL PENSAMIENTO DE TUCÍDIDES

El comentario del método historiográfico de Tucídides conduce casi necesariamente a la comparación con Heródoto. Tucídides parece buscar directamente el contraste con el método y la forma de hacer historia de este autor: de la manera más evidente, en la sección metodológica de I.

Ahí apreciamos, por cierto, cómo Tucídides representa a todos los efectos esa fase en la que la literatura griega es ya puramente literatura escrita, de composición y recepción escrita:
  • A diferencia de Heródoto, Tucídides no piensa en la ejecución pública de su obra. Cfr. I 22:
Es posible que el carácter no fabulesco de mi relato resulte escasamente atractivo para una lectura en público (...). Se trata de un logro para siempre más que de una obra de concurso para una audición de un momento (trad. L. Macía).
  • El receptor de Tucídides es ahora el lector y, se ha dicho, incluso la compleja forma de escribir del autor puede responder a su deseo de obligar a los receptores a una lectura atenta.
Conviene recordar que, con respecto a Heródoto, en Tucídides hay un avance evidente en el manejo de la cronología (caballo de batalla en la historiografía griega).
Esta cuestión aparece expuesta en detalle en el comentario de Gomme; nótese que
  • no había un calendario panhelénico, de uso general entre los griegos;
  • al saltar del cómputo de una ciudad al cómputo de otra podían producirse desajustes notables.
A la hora de datar el inicio de la guerra (II 2), Tucídides busca la mayor precisión cruzando tres criterios distintos:
  • referencia a la sacerdotisa de Hera en Argos;
  • el éforo epónimo de Esparta;
  • el arconte epónimo de Atenas
De esta forma sabemos que el inicio de la guerra se produjo en el comienzo de la primavera del año 431 a. C. Pero éste no es el procedimiento que emplea regularmente, y lo habitual es que exponga los acontecimientos de cada año subdividiéndolo en verano e invierno.

Con todo, las diferencias más interesantes entre Heródoto y Tucídides son las que se refieren a la aspiración a la verdad histórica.

Heródoto, cuando se encontraba con una pluralidad de informes sobre un mismo suceso, se limitaba a narrarlos uno tras otro. Renunciaba, de hecho, a buscar la verdad que subyacía a esos informes discrepantes: así lo declara, además, en VII 152:
Mi deber es informar de todo lo que oigo, no, por cierto, dar crédito a todo lo que expongo. Lo cual es válido para toda mi obra histórica (trad. M. Balasch).
Tucídides, en cambio, busca la exactitud histórica, y ello le lleva a desarrollar un método para la crítica de sus fuentes, tal y como expone en la sección metodológica de la obra, I 20-22 (sobre esos apartados, cfr. Tsakmakis 1998):
En cuanto a los hechos de lo que sucedió en la guerra, no consideré adecuado escribirlos, informándome del primero con que me topase, ni según me parecía, sino sólo aquellos en los que estuve presente o, yendo a buscarlos a otras fuentes con cuanta exactitud era posible en cada caso. La investigación resultaba penosa porque los presentes en cada suceso no decían lo mismo sobre el mismo tema, sino según la inclinación que sentían por cada bando o sus recuerdos (I 22, trad. Romero Cruz).
Es decir, Tucídides opera a partir de
  • la entrevista a los testigos;
  • la ponderación del grado de verosimilitud (el eikós) de sus informaciones.
Y, a través de estos pasos, intenta llegar al descubrimiento de la verdad histórica. Nótese que, al operar así, Tucídides se sitúa muy cerca del ideal del historiador tal y como se desarrollará en el S. XIX.

A la vista de estos principios, y desde la concepción contemporánea de la Historia (la que tenemos nosotros), sorprende el que Tucídides no renuncie a recrear los discursos de sus personajes, como también había hecho Heródoto. P. ej., éste, en III 80-82, hace que los persas más destacados discutan sobre la mejor constitución (¿democracia, oligarquía, monarquía?).
  • Es obvio que ello sólo puede responder a duras penas a la verdad histórica.
  • Pero, con todo, lo importante es que esta discusión posee un notable efecto dramático dentro de su contexto.
Tucídides opera de manera similar cuando introduce los discursos de los protagonistas en momentos decisivos (¡críticos!) de su obra. En bastantes ocasiones introduce incluso pares de discursos antitéticos en los que se ponderan los distintos puntos de vista en relación con una decisión.
Así sucede, de manera notable, con la deliberación en la asamblea ateniense sobre la expedición a Sicilia, donde se contraponen los puntos de vista del prudente Nicias y Alcibíades, el aventurero: VI 9-23.
Es más, Tucídides justifica su forma de actuar en relación con los discursos en los capítulos metodológicos:
Respecto a las palabras que dijo cada uno a punto de entrar en guerra o ya en ella, resultaba difícil recordarlas exactamente, tanto a mí de lo que oí personalmente como a los que me lo transmitieron de una u otra fuente. Con todo, tal y como me parecía que cada uno lo diría de acuerdo con las circunstancias presentes en cada momento y acercándome lo más posible al sentido general de lo que realmente se dijo, así se ha expuesto (I 22, trad. Romero Cruz).
Con esta última frase, por cierto, Tucídides viene a decir que pone al servicio de la historiografía los métodos de la logografía contemporánea, la representada p. ej. por el orador Antifonte, quien, según Tucídides (VIII 68), fue el ideólogo del golpe del 411.

Recuerdo que la logografía de esta época consistía en la redacción de discursos por cuenta ajena: mira la entrada .

Acabamos de hablar de Antifonte, el orador, que posiblemente es la misma persona que Antifonte, el sofista. Podemos tomar pie de ello para recordar que, en Tucídides, ciertos elementos nos hacen pensar en la corriente contemporánea de la Sofística:
  • Algo dijimos ya la concepción del progreso de la humanidad presente en la Arqueología, típica de la Sofística y nada habitual en el pensamiento griego tradicional.
  • A influjo de la Sofística puede responder también la inclusión de discursos contrapuestos en la obra, otro procedimiento bien conocido de la sofística: recuérdense p. ej. los tratados anónimos del S. V a. C. conocidos como Dissoì lógoi).
Junto a lo ya dicho sobre las relaciones y concomitancias de Tucídides con el ambiente de la Sofística, habrá de comentarse además que el autor presenta coincidencias notables con otro movimiento intelectual de su época, la medicina hipocrática, según detalla p. ej. Rechenauer 1991.

Evidentemente, hay una similitud que a todos se nos viene a la mente en su descripción de la peste que asola Atenas (II 48-53), en su enumeración minuciosa de los síntomas (mira lo que se dice sobre las observaciones igualmente minuciosas de las Epidemias hipocráticas en la entrada ).

Pero, más allá de ello, lo verdaderamente importante es que Tucídides analiza los acontecimientos históricos con categorías propias de la medicina que se está constituyendo en la época. Por ejemplo, a influjo de la medicina debe de obedecer la distinción que establece Tucídides (en I 23) entre las causas del conflicto, las aitíai, y la “razón más verdadera”, la alethestáte próphasis de la guerra; ésta es, según él,
que el auge de los atenienses dio miedo a los lacedemonios y los obligó a ir a la guerra. Los motivos [aitíai] que se aducían públicamente, por los que cada parte se puso en guerra rompiendo los pactos, eran los siguientes (trad. L. Macía).
Tucídides, como los médicos,
  • busca las causas del mal (del mal histórico) en la naturaleza del hombre,
  • y además busca trascender el caso particular (de un suceso histórico) para llegar a conclusiones de tipo general.
De esta forma, Tucídides recurre a explicar los sucesos en función de características de la naturaleza humana como el afán de posesión (la codicia) o el orgullo.

En este sentido es paradigmático cómo narra Tucídides los acontecimientos que rodean la aparición de la peste en Atenas (II 48-53):
  • La aparición de la enfermedad hace que se resquebrajen todas las normas mínimas de la civilización admitidas de manera habitual.
  • Y Tucídides hace además que este relato tan poco optimista destaque aún más al hallarse situado justo después del elogio de Atenas y su cultura que acababa de pronunciar Pericles en el epitáphios lógos (II 35-46).
En el mismo sentido se pueden analizar también otros momentos no demasiado gloriosos que Tucídides retrata en su obra; entre otros, cfr. p. ej.:
  • La llamada “Patología” de la guerra en III 82, la descripción de cómo la guerra civil de Corcira hace que los ciudadanos se aniquilen unos a otros.
Como el médico junto a la cabecera del enfermo pronuncia su diagnóstico a base de los síntomas que observa, así Tucídides muestra aquí cómo la guerra, que desencadena fácilmente las pasiones, exacerba las tensiones internas de todo sistema político, convirtiéndolas en lucha de todos contra todos (Lesky, p. 493).
  • O el “diálogo de los melios” (V 84-114). En él vemos cómo el pragmatismo político viola con cinismo las normas morales tradicionales cuando los enviados atenienses intentan forzar a los melios, que eran neutrales, a que se adhieran a la liga de los atenienses.
La argumentación razonada de los melios no servirá de nada ante el imperialismo ateniense: de hecho, la narración de los acontecimientos concluye con la indicación de que los hombres de Melos fueron asesinados y las mujeres y niños vendidos como esclavos.

El resultado final no es quizá una obra demasiado optimista: no puede serlo porque Tucídides no parece creer demasiado en la bondad natural del hombre. Pero es importante recordar que Tucídides está orgulloso de haber compuesto la obra porque considera que su introspección de la naturaleza humana es un “logro para siempre”, un ktêma eis aieí (I 22, 4).

“Logro para siempre”, quizá también para nuestra época: recordatorio de los riesgos que implica la constitución de un poder político carente de control ético.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Trabajos de carácter general e introductorio:
ALSINA, J., Tucídides. Historia, ética y política, Madrid, 1981.
CALONGE RUIZ, J., “Introducción”, en Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso. I, Madrid, 1990, pp. 7-106.
CONNOR, W.R., Thucydides, Princeton, 1984.
GOMME, A.W.; ANDREWES, A., y DOVER, K.J., A Historical Commentary on Thucydides. I-V, Oxford, 1945-81.
GREENWOOD, E., Thucydides and the Shaping of History, Londres, 2006.
GUZMÁN GUERRA, A. (trad.), Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, 1989.
HORNBLOWER, S., Thucydides, Londres, 1987.
HORNBLOWER, S., A Commentary on Thucydides, Oxford, 1991-.
IMMERWAHR, H.R., “Tucídides”, en P.E. Easterling y B.M.W. Knox (eds.), Historia de la Literatura Clásica. I. Literatura Griega, Madrid, 1990, pp. 481-497 (The Cambridge History of Classical Literature I. Greek Literature, Cambridge, 1985).
KONISHI, H., Power and Structure in Thucydides: An Analytical Commentary, Amsterdam, 2008-.
LÓPEZ FÉREZ, J.A., “Tucídides”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 537-567.
LUSCHNAT, O., “Thukydides”, RE Supl. XII (1971), coll. 1085-1354.
LUSCHNAT, O., “Thukydides (Nachträge)”, RE Supl. XIV (1974), coll. 760-786.
PATZER, H., Das Problem der Geschichtschreibung des Thukydides und die thukydideische Frage, Berlín, 1937.
ROMILLY, J. DE, Thucydide et l'imperialisme athénien, París, 1947.
ROMILLY, J. DE, Histoire et raison chez Thucydide, París, 1956.
STAHL, H.P., Thucydides: Man's Place in History, Swansea, 2003.
ZAGORIN, P., Thucydides: An Introduction for the Common Reader, Princeton, 2005.

* Trabajos de carácter específico:
IGLESIAS ZOIDO, J.C., La argumentación en los discursos deliberativos de Tucídides y su relación con la normativa retórica del siglo IV, Cáceres, 1995.
IGLESIAS ZOIDO, J.C., “Las arengas de Tucídides y el problema de su adscripción a un género oratorio”, en A. López Eire et alii (eds.), Retórica, política e ideología: desde la Antigüedad hasta nuestros días. Actas del II Congreso Internacional, Salamanca, 1998, tomo I, pp. 65-69.
MORALEJO, J.J., “La 'Archaeologia' de Tucídides: balance crítico”, en J.J. Moralejo et alii (eds.), Nuevos estudios de literatura griega, Madrid, 1981, pp. 9-52.
RAWLINGS, H.R., The Structure of Thucydides' History, Princeton, N. J., 1981.
RECHENAUER, G., Thukydides und die hippokratische Medizin, Hildesheim, 1991.
RHODES, P.J., “Thucydides on the Causes of the Peloponnesian War”, Hermes 115 (1987), pp. 154-165.
TSAKMAKIS, A., “Von der Rhetorik zur Geschichtschreibung: Das Methodenkapitel des Thukydides (1, 22, 1-3)”, RhM 141 (1998), pp. 239-255.
ZIOLKOWSKI, J.E., Thucydides and the Tradition of Funeral Speech, Nueva York, 1981.





jueves, 19 de febrero de 2009

LA HISTORIOGRAFÍA EN EL S. IV A. C.


1. PANORÁMICA GENERAL
2. JENOFONTE. OBRA SOCRÁTICA Y OBRAS MENORES
3. LA OBRA HISTORIOGRÁFICA DE JENOFONTE
4. LOS RESTANTES HISTORIADORES DEL S. IV A. C.


Las entradas sobre la historiografía de época preclásica y clásica concluyen con una entrada sobre los historiadores del S. IV a. C.


1. PANORÁMICA GENERAL

Desde un punto de vista general empezamos comentando que la historiografía posterior a Tucídides no es continuadora
  • ni de su hondura de pensamiento
  • ni de su complejo estilo.
Los historiadores que vienen tras él pueden intentar convertirse en continuadores de la Historia de la guerra del Peloponeso, pero sólo lo logran desde un punto de vista formal.
Por otro lado, ha de observarse, también de manera general, que la historiografía del S. IV, excepción hecha de Jenofonte, se conserva sólo en forma de fragmentos.


2. JENOFONTE. OBRA SOCRÁTICA Y OBRAS MENORES

Empezaremos recordando algunos datos de la biografía de Jenofonte que conviene retener:

Nació en torno al 430 a. C. en Atenas. Allí debió de ser educado por el sofista Pródico; parece que después fue discípulo de Sócrates: sobre su relación con éste, mira Anábasis III 1, 5 ss.
Tuvo algún tipo de intervención relevante durante el mandato de los Treinta Tiranos (políticamente él era de tendencias oligárquicas).
  • En el 401 a. C. participó en la llamada “expedición de los diez mil”: 13000 mercenarios auxiliaron a Ciro el Joven, en lucha con su hermano Artajerjes II por el trono de Persia.
(A tenor del texto de la Anábasis [I 1, 11; I 3, 1; I 4, 11], los expedicionarios no debían de conocer al principio las verdaderas intenciones del pretendiente).
  • Ciro murió en combate (en la batalla de Cunaxa, que sus tropas ganaron en vano).
  • Al ser asesinados a traición los cinco jefes de la expedición que capitaneaba el espartano Clearco, Jenofonte se convirtió en uno de los líderes que condujeron a los mercenarios de vuelta a Bizancio.
  • El viaje duró cinco meses y los supervivientes fueron 7000: ésta es la expedición que relató Jenofonte en la Anábasis.
En el 396 a. C. Jenofonte conoció en Asia Menor a Agesilao, rey de Esparta, con quien trabó amistad (puso por escrito su vida en el Agesilao).
Jenofonte acompañó a Agesilao en su lucha contra los sátrapas persas y ¡contra los propios atenienses! (en la batalla de Coronea, 394 a. C., como mercenario).
Posiblemente a raíz de esto (¿o quizá ya de antes, por haber participado en la expedición junto a Ciro, considerado como enemigo de Atenas?), Jenofonte fue desterrado y sus bienes confiscados.
Se retiró a una hacienda de Escilunte (en Olimpia), premio que le concedieron los espartanos por los servicios prestados; allí nacieron sus dos hijos. De la finca habla con detalle en Anábasis V 3, 7.
En esta hacienda Jenofonte se dedicó a la composición de sus obras, desde una perspectiva hostil a la democracia de Atenas y con simpatía abierta por los gobiernos autoritarios (como el de Esparta).
Esta actitud política queda muy bien reflejada en una de sus obras menores, la Constitución de Esparta.

Tras la derrota de Esparta ante Tebas en el 371 a. C. (en la batalla de Leuctra) Jenofonte abandonó Escilunte, pasó a Lepreo y posteriormente a Corinto.
En torno al 365 a. C. (¿antes quizá?) Atenas anuló el decreto de destierro: sus hijos (no sabemos si el propio Jenofonte) volvieron al Ática: el mayor de los hijos murió luchando por Atenas en la batalla de Mantinea (362 a. C.).
Jenofonte debió de morir con unos 70 años, después del 355 a. C., en fecha y lugar inciertos.

Al parecer conservamos todas sus obras literarias, aunque la datación de las mismas es muy poco segura. Estas obras se dejan agrupar en obras historiográficas, socráticas y obras menores.

Obras socráticas:
Muchos datos de Jenofonte sobre Sócrates deben de proceder no de su experiencia directa sino de Antístenes (en general, Jenofonte parece apoyarse en la literatura socrática preexistente, y por ello no podemos aceptar sin más su retrato de Sócrates como histórico).

Memorables (Recuerdos de Sócrates):
  • Son el primer representante de un género importante en la filosofía griega, los apomnemoneúmata.
  • Estas obras están siempre compuestas con una intención historiográfica y fueron una forma empleada en época postclásica en obras estoicas.
  • En el caso de este texto, se recogen discusiones entre Sócrates y jóvenes atenienses.
Apología: coincide con la obra homónima de Platón.
Banquete: ídem.
Económico: diálogo sobre administración doméstica entre Sócrates e Iscómaco. Es quizá la mejor introducción al pensamiento de Jenofonte.

Obras menores:
Cabe recordar al menos un par de nombres:
Constitución de Esparta: es, ante todo, una descripción del sistema de educación espartano.
La Constitución de los Atenienses, también atribuida a él en la Antigüedad, es una obra espuria, contraria a la democracia y partidaria de las oligarquías.
Rentas (¿la última obra que escribió?): trata de las reformas fiscales que, en su opinión, deberían abordarse en Atenas para salir de la situación de crisis en que se había caído tras el fin de la segunda liga naval, 355 a. C.

Puede notarse, a pesar de la variedad de esta obra, la falta en ella de una Metafísica: Jenofonte se interesa más bien por la Ética, por una ética basada en la moderación.


3. LA OBRA HISTORIOGRÁFICA DE JENOFONTE

ANÁBASIS:
La Anábasis relata en siete libros la “Expedición de los diez mil”: esa división en siete libros no debe de proceder del autor sino de época posterior, al igual que los resúmenes que preceden a cada libro.
La Anábasis de Jenofonte es la segunda obra de este título: es anterior el texto del general Soféneto de Estínfalo (otro miembro del contingente, repetidamente aludido por Jenofonte), que cayó en el olvido después de la divulgación de nuestra obra.
El sentido del término anábasis es el de “ascensión”, “subida” (desde la costa hasta el interior de un país).
Efectivamente, la obra narra la ascensión de los diez mil desde Sardes hasta el interior de Persia: pero el relato de ese acontecimiento sólo ocupa los seis primeros capítulos de la obra (I 2 – 6).
Sigue a la anábasis propiamente dicha el relato del enfrentamiento entre Ciro el Joven y Artajerjes II en la batalla de Cunaxa: I 7 – 8; dentro de este episodio se menciona por primera vez a “Jenofonte de Atenas” (I 8, 15), en conversación con Ciro.

Pero lo que ocupa la mayor parte de la obra es el relato de la retirada de los mercenarios griegos: una retirada de 4000 Km. en la que atravesaron las tierras de los carducos [hoy, curdos] y Armenia hasta llegar al Mar Negro (a Trapezunte, según se cuenta a finales del libro IV).
Con todo, Jenofonte aún alarga la narración otros tres libros hasta el momento en que sus tropas se reúnen con las del espartano Tibrón (VII 6, 1).
Es importante llamar la atención sobre el hecho de que Jenofonte no es un historiador imparcial.
En este sentido hay diferencias notables entre Jenofonte y Tucídides, según ha destacado a menudo la crítica. Jenofonte maquilla la realidad e intenta constantemente situarse en el primer plano:
  • Por ello mengua el papel del espartano Quirísofo, que era quien estaba realmente al mando del contingente. En una ocasión habla de un enfrentamiento Jenofonte – Quirísofo e indica que es el único que se dio entre los dos (IV 6, 1 – 3); mira además los términos de la discusión en IV 6, 14 – 16.
  • Jenofonte se presenta además a sí mismo como salvador de los griegos; él es quien toma la iniciativa tras la muerte de los generales y se ofrece a conducir a los griegos de vuelta a Grecia (cfr. III 1, 15 – 26). Sobre el carácter providencial de su figura, mira p. ej. IV 3, 8 – 16.
  • En la narración es él el que adopta los puntos de vista acertados, y el que, en las deliberaciones, recibe el mayor apoyo de los soldados. Es significativo p. ej. el debate sobre cómo han de continuar a partir de Trapezunte; mira cómo manipula Jenofonte la asamblea en V 1, 14.
Otros autores que escribieron sobre la expedición de Ciro el Joven manipularon la historia en sentido inverso.
Éste debió de ser el caso de Éforo, discípulo de Isócrates; Éforo debió de ser fuente de Diodoro de Sicilia, y ello explica que Jenofonte esté ausente del relato de la expedición que escribió Diodoro (XIV 19 – 31).

Por otro lado, parece que el propio Jenofonte intentó menguar su personalismo y aparentar objetividad escribiendo su historia en tercera persona: los primeros receptores de la obra tenían que pensar que era alguien independiente quien hablaba de la expedición y escribía los hechos de Jenofonte.
Por ello debió de dar a conocer la obra bajo un pseudónimo; éste es el de Temistógenes de Siracusa, a quien se refiere la primera persona que aparece a veces en la obra:
Lo que escribí [yo, Temistógenes] de que el Rey se asustó con este avance era evidente (II 3, 1).
A este Temistógenes alude Jenofonte en las Helénicas (III 1, 2) y se refiere a él como autor de una Anábasis: pero lo cita y la cita coincide textualmente con la de su propia Anábasis.
Ya Plutarco (De gloria Atheniensium 345 e) consideró que todo esto era un artificio y que Temistógenes era en realidad el nombre bajo el que Jenofonte publicó su obra, al objeto de dar impresión de imparcialidad. Desde Plutarco, la crítica acepta (prácticamente sin excepciones) su intuición.
Con todo, también cabe pensar que la adscripción de la obra a Temistógenes de Siracusa pudo obedecer a lo que podríamos llamar “motivos editoriales”: como Jenofonte estaba desterrado de Atenas, quizá tuvo que dar a conocer su obra bajo pseudónimo, para poder darla a conocer en su ciudad.
Una cuestión emparentada con la del personalismo de Jenofonte es su supuesto carácter tendencioso (todavía más marcado en las Helénicas que en la Anábasis).
Éste es otro lugar común de la crítica sobre Jenofonte. Al respecto mira este comentario de García Gual (p. 23 en la traducción de Bach Pellicer):
La tendencia apologética es patente, creemos, a lo largo de la narración. Lo que no quiere decir que sea un relato tendencioso. Jenofonte escribe sus recuerdos personales de la expedición, a más de veinte años tal vez, apoyándose quizás en algunos apuntes o un diario de viaje. Pero escribe con un propósito mucho más amplio que el de redactar un escrito exculpatorio o laudatorio. Si la Anábasis tiene algo de “rendición de cuentas”, es también una “rendición de cuentas” consigo mismo, una rememoración orgullosa y sincera de su pasado.

HELÉNICAS:
En siete libros, son continuación de la Historia de Tucídides, muy inferior en valor histórico: sucede que Jenofonte se deja llevar, al escribir la obra, por su interés en defender determinadas actitudes político-morales (Jenofonte es claramente parcial, partidario de Esparta y contrario a Tebas).
La obra abarca desde la batalla de Cícico (411 a. C.) hasta la de Mantinea (362 a. C.): es nuestra fuente principal para el conocimiento de ese período histórico.
Jenofonte debió de escribir la obra en dos fases, pues a partir de II 3, 10 se aprecian variaciones importantes de tipo distinto (estilométricas, cambio de convenciones cronológicas, cambio de punto de vista [de Atenas a Esparta], variaciones en el foco de interés de la obra [con una mayor atención a la valoración moral de los individuos]).

CIROPEDIA (la “educación de Ciro”, i.e., Ciro el Grande, S. VI a. C.): viene a ser una especie de novela histórica con intención moralizadora (cómo ha de educarse el rey ideal); mezcla, por tanto, historiografía, novela, y el tipo de filosofía que era capaz de escribir el autor.

AGESILAO: biografía de Agesilao de Esparta (444/3 – 360 a. C.), es una de las primeras biografías de la Literatura Griega.


4. LOS RESTANTES HISTORIADORES DEL S. IV A. C.

De los otros historiadores del S. IV hemos de mencionar de pasada los nombres de
  • Ctesias (quien, en torno al 390, intentó rivalizar con Heródoto con sus Pérsicas)
  • o de Filisto de Siracusa (autor de una Historia de Sicilia).
En cambio conviene centrarse en el tipo de historia, más ambiciosa y retóricamente elaborada, que escribieron dos discípulos de Isócrates
  • Éforo
  • Teopompo
El primero, oriundo de Cime, escribió una Historia universal que llegaba hasta el 340 a. C.
Teopompo (en torno a 378 – después de 322), por su parte, fue autor de unas Helénicas que abarcaban desde el 411 (fecha en que se interrumpe la Historia de Tucídides) hasta el 394, así como de una Historia de Filipo.
Un caso especial lo constituyen las llamadas Helénicas de Oxirrinco, de autor anónimo, recuperadas a través de hallazgos papiráceos; lo que conservamos de esta obra, otra continuación de Tucídides, trata de los años 409 a 406 y del 397 al 395.

José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre Historiografía en el S. IV a.C.:
BLOCH, H., “Historical Literature of the Fourth Century”, HSCPh Supl. I (1940), pp. 302-376.
* Sobre Jenofonte:
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BACH PELLICER, R. (trad.), Jenofonte. Anábasis, Madrid, 1982.
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DILLERY, J., Xenophon and the history of his times, Londres, 1995.
GRAY, V.J., The Character of Xenophon's Hellenica, Baltimore, 1989.
GRAY, V.J., “Xenophon's Defence of Socrates: The Rhetorical Background of the Socratic Problem”, CQ 39 (1989), pp. 136-140.
GRAY, V.J., “Xenophon's Symposion: The Display of Wisdom”, Hermes 120 (1992), pp. 58-75.
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KRAFFT, P., “Vier Beispiele des Xenophontischen in Xenophons Hellenika”, RhM 110 (1967), pp. 103-105.
LIPKA, M. (ed.), Xenophon's Spartan Constitution: Introduction, Text, Commentary, Berlín-Nueva York, 2002.
LUCCIONI, J., Xenophon et le socratism, París, 1952.
NESTLE, W., Xenophon und die Sophistik, Stuttgart, 1948.
ROOD, T., The Sea! The Sea!: The Shout of the Ten Thousand in the Modern Imagination, Londres-Nueva York, 2005.
* Sobre otros historiadores del S. IV:
ALCALDE, C., y MORFAKIDIS, M., El historiador Éforo, Granada, 1980.
BARBER, G.L., The Historian Ephorus, Cambridge, 1935.
BRUCE, I.A.F., A Historical Commentary on the Hellenica Oxyrhynchia, Londres, 1967.
CONNOR, W.R., Theopompus and Fifth-Century Athens, Washington, 1968.
GARCÍA, J.M., y CAMPOS, J., “Éforo y el ethos espartano”, EFG 2 (1986), pp. 193-207.
JACOBY, F., “The Authorship of the Hellenica of Oxyrhinchus”, CQ 20 (1970), pp. 1-8.
LÉRIDA LAFARGA, R., Comentario histórico de las Helénicas de Oxirrinco, 2007: http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/25/88/_ebook.pdf