viernes, 27 de septiembre de 2013

DE RATONES, RANAS Y GATOS



Ranas y ratones son dos clásicos en la literatura de Grecia. Pero ¿qué pasa con los gatos? A ver en cuántos lugares de la literatura griega se habla de gatos. Más difícil todavía: probad a encontrar la versión griega de la fábula del cascabel y el gato, ya veréis lo que os sale.


Es habitual que en la épica burlesca aparezcan enumeraciones de alimentos. En el caso de Grecia, sucede así en Batracomiomaquia 35 ss.:
"Yo acostumbro roer cuanto poseen los hombres: no se me oculta el pan floreado que se guarda en el redondo cesto; ni la gran torta rociada de sésamo; ni la tajada de jamón; ni el hígado, dentro de su blanca túnica; ni el queso fresco, de dulce leche fabricado; ni los ricos melindres, que hasta los inmortales apetecen; ni cosa alguna de las que preparan los cocineros para los festines de los mortales, echando a las ollas condimentos de toda especie". 
El interés por el tema de la alimentación es visible también en los nombres de los ratones en la Batracomiomaquia, según pasa, p. ej., con “el que arrebata migajas” (“Robamigas”).

¿Por qué estas enumeraciones de alimentos? Posiblemente se busca la continuidad y la subversión de la épica seria:
  • hay una continuidad en cuanto que estas enumeraciones reproducen la forma del catálogo, tan habitual en las épicas homérica y hesiódica (el ejemplo extremo se encuentra en el Catálogo de las Naves); 
  • a la vez hay subversión, porque evidentemente Homero nunca cataloga alimentos, sino héroes, contingentes, dioses (Hesíodo en la Teogonía)... 
Por tanto, estas enumeraciones logran un efecto paródico: enumeran elementos a los que la épica “seria” solo concede un relativo interés. Lo curioso es que, como a veces se ha observado, las enumeraciones de alimentos se convierten en un rasgo del género de la épica paródica.

Así sucede, p. ej., en la Gatomaquia de Lope de Vega (1634). Téngase en cuenta que el texto básico que intenta parodiar Lope es el Orlando furioso (de Ludovico Ariosto, poema épico caballeresco de 1516-1532): la Batracomiomaquia (que también conocía) le puede haber servido de modelo. El siguiente párrafo sirve como síntesis del argumento:
Zapaquilda es una hermosa gata, versión paródica de Helena de Troya. La aman dos gatos, Marramaquiz y Micifuf. El día de la boda de Zapaquilda y Micifuf, Marramaquiz la rapta. Estalla la guerra entre los gatos. Los dioses olímpicos se inclinan por uno u otro bando. Al final Marramaquiz muere porque un cazador lo atrapa mientras intenta encontrar comida. El poema termina felizmente con la unión de Zapaquilda y Micifuf. 
En este poema, los gatos se intercambian comida como presente de amor; cf. vv. 2,20 ss. (la gata Zamaquilda espera noticias de Micifuf):
Zapaquilda, gallarda, / estaba en su balcón, que no atendía / más de a saber si Micifuf venía, / cuando Garraf, su paje, / si bien de su linaje, / llegó con un papel y una bandeja. / Ella la cola y el confín despeja / y la bandeja toma, / sobre negro color labrada de oro / por el indio oriental, y con decoro / mira si hay algo que primero coma, / ofensa del cristal de la belleza; / propia naturaleza / de gatas ser golosas, / aunque al tomar se finjan melindrosas; / y antes de oír al paje / ver las alhajas que el galán envía: / qué joya, qué invención, qué nuevo traje. / En fin, vio que traía / un pedazo de queso / de razonable peso / y un relleno de huevos y tocino. 
La comida también forma parte de la dote de la novia (cf. 4,262 ss., esp. 269: “cuatro quesos añejos casi enteros”). Y una de las manifestaciones de la locura de Marramaquiz, cuando se entera de que se va a casar Zapaquilda, es abalanzarse sobre las ollas en la cocina; cf. 4,348 ss., especialmente 351-4: 
Y a tanto mal llegó su desatino / que sacó media libra de tocino / que andaba como nave en las espumas, / y si no se le quitan, se le mama.