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sábado, 27 de julio de 2013

YO SOY DE TUY / TUI Y VIVO EN PAMPLONA / IRUÑA



Cualquiera lo nota, ¿no? Lo que va de Tuy a Tui no es lo mismo que lo que va de Pamplona a Iruña. Y, sin embargo, la polémica sobre si Tuy o Tui ha parecido en algunos momentos más ácida que la discusión sobre si Pamplona o Iruña. En este caso es obvio que se trata de dos formas diversas, sin parentesco etimológico, forma románica la una, la otra vascuence.

El caso de Tuy / Tui es bien distinto. De hecho, digámoslo ya, tiene muchas papeletas para ser un falso problema. 

Un nombre autóctono Tude se reinterpretó, en clave etimologizante, como Tyde, topónimo que supuestamente deriva de Tydeus, "Tideo", padre de Diomedes, mítico fundador de Tuy / Tui según las fuentes grecorromanas.

La evolución fonética de Tude / Tyde (quizá ya hubo polémica en la Antigüedad entre indigenistas y helenizantes) parece nítida tanto en gallego como en castellano. De Tude (Tyde) surge en las dos lenguas una forma idéntica pronunciada como [ˈtuj], según escribiría un lingüista. ¿Dónde está entonces el problema?

Ni Franco ni los celtas ni la "y griega" porque a 'Tuy' lo fundaron los griegos. ¡Qué lástima tanta energía gastada en balde! Pero lo cierto es que todo es un problema de convenciones ortográficas que hoy son y mañana quién sabe.

Detrás del ábside de la iglesia de Pexegueiro, en el concello de Tuy / Tui, se encuentra esta inscripción del siglo XVIII:




"Me izo el illmo. obispo de Tui": "Tui", dentro de un texto escrito en castellano, con i latina final. Estamos en el año de 1765. Después vinieron las Academias y las normas escolares. Y antes de la cascada de leyes de educación inanes que marcaron en España el paso del siglo XX al XXI, los niños castellanoescribientes aprendían que en su lengua no debe haber más i latina final que la tónica: alhelí, sí. Todo lo demás es y griega, y
YO SOY DE ALCOY Y ME BEBO UN BOCOY.
Tuy y Tui no son la forma castellana y gallega del mismo topónimo. Sin más, son la misma palabra, en gallego y castellano, con dos formas distintas de escritura en función de normas ortográficas convencionales. Todo lo demás son disputas bizantinas. Pobres bizantinos, la fama injusta que tienen.



lunes, 22 de julio de 2013

SÓCRATES Y EL CHIVO (II)



En la entrada anterior hablé del monumento de Sócrates que fue arrojado al río Miño en Túi en 1936. Quiero completar esa información añadiendo aquí una foto de la reproducción del monumento inaugurada en 2010 (he sacado la foto de este blog de mi amigo y colega Ángel Ruiz).






viernes, 19 de julio de 2013

SÓCRATES Y EL CHIVO



'Sócrates' es el chivo expiatorio. Es casi un motivo de la realidad universal, que se atestiguó en Atenas en el año 399 a. C.; y también en Túi en 1936. Se ha dicho que los conciudadanos del filósofo lo juzgaron reo de muerte por ver en él la personificación de todos los sofistas e ilustrados que removieron las bases tradicionales de la cultura ateniense hasta conducir a la ciudad a la catástrofe del 404.

La figura de Sócrates no fue solo cabeza de turco tras la caída del Imperio Ateniense. De modo enigmático también en el Tui de la Guerra Civil se convirtió en chivo expiatorio el filósofo de Atenas. O mejor su imagen.

En ese año 36 un joven profesor del Instituto de Túi que acabó siendo un artista famoso, Benito Prieto Coussent, había elaborado en granito un busto de Sócrates, erigido posteriormente en los jardines de la ciudad. La efigie iba acompañada de esta inscripción - en castellano:
Estoy sobre el pueblo como mosca sobre caballo para picarle y tenerle despierto. La mejor manera de vivir consiste en practicar la justicia y la virtud.
¿Qué vieron de sospechoso en este Sócrates de la República quienes decidieron cubrirlo de alquitrán (eso dice Ferruxo) y removerlo de su pedestal después de que el levantamiento de julio se impusiera en Túi?

La inscripción de la base, ¿dio pie a confundir al filósofo con un líder revolucionario o galleguista [¿?]? ¿Podía entenderse que aquellas palabras de Platón [S. IV a. C.] presentaban a Sócrates como conciencia crítica de la buena sociedad tudense [S. XX d. C.]? ¿Es que era ya entonces Prieto Coussent una figura tan marcada que su criatura debía purgar sus pecados intelectuales?

Lo cierto es que, por una vía u otra, Sócrates volvió a ser chivo expiatorio en la guerra de España: condenado, depuesto, el gran objetor de conciencia no cayó esta vez víctima de la cicuta sino que su cabeza fue arrojada a las aguas del Padre Miño - para toda la eternidad.
En el año 2010 una iniciativa de ciudadanos tudenses repuso en los jardines una réplica del busto original. Per multos annos.




sábado, 11 de agosto de 2012

EL DELFÍN Y EL PENEDO


EL DELFÍN Y EL PENEDO


Para David, Raquel, Alicia, Tato, Juan y Mari Àngels: por muchas noches más en el monte Aloia


El Himno Homérico VII, dedicado a Dioniso, es nuestro testimonio literario más antiguo de la leyenda del rapto de este dios. Cuando se hallaba junto al mar, Dioniso fue capturado por unos piratas tirrenos que después, ante los prodigios provocados por él, se arrojaron despavoridos al mar y se convirtieron en delfines:


Al punto por el extremo de la vela se descolgó
una vid, de una parte y de otra, y de ella pendían muchos
racimos; en torno al mástil se enroscaba la negra yedra
de flores repleta, y sobre ella brotaba su delicioso fruto;
todos los escálamos tenían coronas. Y ellos, al verlo,
entonces luego ya mandaban al timonel que la nave
a tierra acercase. Pero aquél a la vista de ellos se convirtió dentro de la nave en un león
de terrible y torva mirada; y ellos hacia popa salieron huyendo,
y en torno al timonel, que mantenía un ánimo sereno,
se pusieron aterrados: él, de repente abalanzándose,
al capitán atrapó, y los demás evitando el aciago destino fuera
todos a un tiempo saltaron al mar divino, después que lo hubieron visto,
y en delfines se convirtieron.


Esta es la primera versión literaria de una historia que luego retomaron Ovidio en sus Metamorfosis y Nono de Panópolis en las Dionisíacas. Pero quien se refiere a las revisiones literarias del episodio no puede no citar su representación artística más bella, un plato de figuras negras del siglo VI a. C., obra de Exequias. Huella de la manifestación portentosa del dios del vino son en este plato la vid y los racimos que crecen y se descuelgan por el mástil de la nave.

Dicen que a Galicia llegó el Apóstol en una barca de piedra. Y que Nosa Señora da Barca, en Muxía, también llegó de manera semejante hasta su santuario de la Costa da Morte. No sé qué hay de verdad en estas leyendas piadosas ni quién las creó. Tampoco sé por qué a los gallegos nos gustan tanto las grandes moles de granito, los penedos. En cambio no tengo duda de que alguno de los delfines de Dioniso sí llegó hasta estas tierras y aquí se conserva metamorfoseado en piedra.

En Túi, junto a la gran cruz de piedra, cerca del rincón del monte Aloia donde hubo una pedra de abalar hasta que unos jóvenes animosos la sometieron a un test de stress excesivo (abalaron, abalaron e a escarallaron), se halla el delfín. Otros ven en él una ballena. Yo me inclino por la interpretación dionisíaca.

Es sabido que Diomedes y sus hombres, tras la captura de Troya, llegaron navegando hasta Túi. ¿Cómo fue posible?

Quizá estaba escrito, quizá fue casualidad que acertaran con el rumbo. Quizá intervino en tal viaje uno de los delfines de Dioniso, antes hombre, ahora fiel ayudante de los humanos que surcan el mar. Si el delfín condujo a Diomedes hasta estas tierras, ¿qué tiene de extraño que, metamorfoseado en penedo, siga velando desde las alturas del Aloia por los descendientes de los marineros que él guió hasta Túi?

En cristiano, San Telmo es el patrono de los marineros, de Túi, de los tudenses. Quizá es que todos en Túi somos un poco marineros.



jueves, 16 de diciembre de 2010

AQUÍLIX, EL HÉROE IRREDUCTIBLE


Nunca uses la ironía dando clase, ¡qué peligro!, lo digo por propia experiencia. Es que, como gallego, tengo tendencia al jueguecito irónico (las resonancias socráticas…). Sé irónico con tus amigos, con el alcalde de tu pueblo, con el guarda del parque – pero no lo seas con tus alumnos, porque en un porcentaje apreciable de los casos se fiarán del profesor hasta para lo más inaudito. Es lo que me sucedió aquella vez que dije en el curso de griego para incipientibus que, a final del semestre, haríamos un examen de conversación en griego antiguo sobre un tema de actualidad – y hubo quien se lo creyó, claro.

Nunca uses la ironía dando clase y nunca te rías de tus alumnos cuando corrijas los exámenes. Nunca he entendido esa obsesión de algunos por acumular “antologías de disparates”, como si fuera gracioso reírse de los errores cometidos por los estudiantes cuando escriben bajo presión. 

Pero hoy me muerdo la lengua. Es que no puedo olvidar el encantador disparate que encontré ayer en un examen donde se decía que la madre de Aquiles sumergió a su retoño en una marmita para hacerlo invulnerable.

 

En Túi yo leía como un loco Astérix y Obélix. En Madrid leí la Ilíada y hasta escribí una tesis sobre épica griega arcaica. Tanto tiempo dedicado a estas dos pasiones, y yo sin saber nada de la relación existente entre el hijo de Peleo (Brad Pitt, para los amigos de Wolfgang Petersen) y el gordo rey de los menhires, mi buen Obélix, que de niño se cayó en la marmita del druida Panorámix.

Quiero juntar mis dos aficiones en esta entrada dedicada a ese ser sincrético que me ha descubierto mi alumn@: 

Aquílix, el héroe irreductible, al que su madre sumergió en una marmita para hacerlo invulnerable – ¡lástima que, al darle tal baño, lo sujetara por el talón!

viernes, 5 de febrero de 2010

EL CANTÓN DE DIÓMEDES [SIC]


Según un sabio alemán del XIX o principios del XX (tanto da), viajeros griegos dieron, unos dos siglos antes de Cristo, con una población próspera en Galicia: Tude, a orillas del río Miño, a los pies de nuestro monte sagrado, el Aloia, que los habitantes del lugar, paganos o cristianos, concebimos como ómphalos mágico desde los tiempos más remotos.

Tude, el nombre indígena, supuso una tentación lingüística muy fuerte para aquellos viajeros desesperados que aliviaron su confusión al descubrir que aquella palabra nativa era la corrupción de Tydeús, Tideo, el héroe heleno que pereció atacando Tebas y perdió el don de la inmortalidad. Atenea se la quiso ofrecer, y sin embargo retiró su don al contemplar la crueldad de su comportamiento, la furia caníbal que llevó a Tideo a devorar los sesos del caído Melanipo.

La inmortalidad no fue para el padre impío sino para nuestro protagonista, Diomedes, uno de los siete caudillos que sí capturaron Tebas y que, después, logró también la victoria ante Troya. Pero, quien hirió a Afrodita en el combate según la Ilíada, atrajo sobre sí las furias de la diosa del amor, la cual contagió a su esposa Egialea de una pasión adúltera. Avergonzado por el comportamiento de su mujer, Diomedes hubo de abandonar Grecia y partir hacia Occidente.

Así llegó a los últimos confines de Iberia. Y, remontando el Miño desde su desembocadura, Diomedes vio amanecer en un paraje donde el río se ensanchaba. A los pies de una colina de granito, a la sombra de un vasto monte tras el cual ascendía el sol, Diomedes decidió varar sus buques. Qué lugar tan hermoso para descansar, qué homenaje pío fundar allí, en honor al padre muerto ante Tebas, una ciudad que llevara su nombre.

Por eso hay en Túi, allí donde estuvo Tude o Tyde, una plaza dedicada al hijo de Tideo, nuestro heroico fundador, Diomedes, Diómedes para los tudenses. Porque lo cierto es que, por motivos que aún no comprendo, aquel espacio cuadrado, anejo a la Corredera, se llama oficialmente "cantón de Diómedes". Digo "oficialmente" no porque cuestione la acentuación del nombre del héroe sino porque, cuando la Corredera estaba llena de niños, finales de los sesenta y principios de los setenta, nosotros no jugábamos al escondite en el cantón de nadie sino, más sencillo, "donde el palco".

Qué tentación las escaleras de metal que subían hasta la plataforma de los músicos, qué riesgo llegar, paso a paso, a la cancela cerrada que sólo podían traspasar en domingo unos pocos adultos míticos, sudorosos, armados de trombón y de platillos.

Pero nosotros no éramos ni músicos ni míticos, tan sólo niños sudorosos a los que sus madres convocaban con voz tonante cuando nos veían arriesgar nuestras vidas, cuatro peldaños por encima del suelo del cantón de Diómedes, digo, donde el palco de la música.

Aunque el hijo de Tideo no fundara mi ciudad (pero, ¿quién demostró que no lo hiciera?), lo cierto es que en Túi sí que hubo griegos, esos viajeros desesperados del siglo II antes de Cristo que descubrieron la relación entre Tude y Tydeús.

¿Me habré dedicado yo a la Filología Clásica porque, hace 2200 años, un griego de paso echó raíces estables en la colina de piedra?