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lunes, 28 de septiembre de 2015

ALEJANDRO Y CONSTANTINO: ¿DOS VIDAS PARALELAS?


Esta entrada es un post del blog y es, al tiempo, algo más: es una versión de lo que voy a contar en Cáceres en diez días, DV, en esta actividad. Para quienes se interesan por Plutarco, que son muchos. Y para quienes se interesan por Eusebio, que también los hay.

Esta entrada sobre la tradición e intertextualidad de Plutarco trata de la Vida de Constantino de Eusebio de Cesarea. Una cuestión muy debatida en relación con esta obra es la del género. La mezcla de géneros es un rasgo llamativo de este texto.
  • Se trata, en principio, de un escrito encomiástico que persigue presentar ante los lectores al emperador de Roma como ejemplo de monarca cristiano.
  • Pero el título bajo el que se ha transmitido la obra también alude a su componente biográfico: εἰς τὸν βίον τοῦ μακαρίου Κωνσταντίνου βασιλέως.
La Vida de Constantino se ha puesto en relación con las Vidas paralelas de Plutarco, en concreto con la Vida de Alejandro, en función de ese componente biográfico.
En este texto se revisa lo dicho al respecto y se discute si puede existir realmente alguna relación entre las Vidas compuestas por Plutarco y Eusebio.
Ante todo se ha de indicar que Eusebio estaba familiarizado al menos con una parte de la obra de Plutarco. Eusebio cita en la Praeparatio Euangelica tres obras conservadas del autor de Queronea, las tres de carácter religioso:
  • Sobre la desaparición de los oráculos.
  • La E de Delfos.
  • Sobre Isis y Osiris.
Además Eusebio ha conservado en la Praeparatio fragmentos de dos escritos perdidos de Plutarco, Sobre las Dédalas de Platea y Sobre el alma.

Si estos cinco textos figuraban en la biblioteca de Eusebio, resulta más verosímil que conociera otras obras plutarqueas de temática distinta, no religiosas, por ejemplo la obra a la que se refiere este trabajo: la Vida de Alejandro.
Hago observar además que Eusebio se pudo interesar por las Vidas paralelas en función de sus trabajos históricos o cronográficos; se sabe con seguridad que el obispo de Cesarea manejó a otros autores paganos por el mismo motivo.
Eusebio no cita las Vidas paralelas. Sin embargo, como ya se ha dicho, se ha propuesto que podría existir alguna conexión intertextual entre las obras.

Por ejemplo, al principio de la Vida de Constantino (1,10,1), Eusebio establece una analogía entre su labor como escritor que propone una imagen verbal del bienaventurado Constantino y el trabajo de los pintores que elaboran imágenes humanas:
Aunque me resulte inviable decir algo digno de la beatitud de este varón (…), resulta no obstante preciso que, a imitación de la técnica humana del sombreado, dedique la imagen compuesta por palabras a la memoria del amado por Dios.
Se ha encontrado un paralelismo entre esta declaración de Eusebio y un texto de la Vida de Alejandro (1,3):
Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno.
Los dos pasajes presentan una referencia a la labor de los pintores, los ζῳγράφοι de Plutarco y los que practican la σκιαγραφία (la “pintura de sombras”) en Eusebio. En ambos casos se establece una analogía entre el arte pictórico y la labor del autor literario que elabora por medio de la palabra retratos humanos que van más allá de los rasgos físicos.

Sin embargo, la similitud puede resultar demasiado genérica, casi un lugar común.
  • La analogía entre la pintura y la literatura es un motivo conocido desde Simónides.
  • Y, sobre todo, no hay semejanzas verbales entre los dos pasajes citados, más allá del uso común de la raíz γραφ- en ζῳγράφοι y σκιαγραφία.
Por otro lado, hay una diferencia significativa entre los dos textos. Como ya se ha apuntado, Plutarco y Eusebio coinciden en su interés por retratar no solo los aspectos físicos o las acciones externas de sus biografiados sino también sus rasgos morales.
  • Pero el autor de Queronea habla de los pintores que representan el ἦθος del retratado, su ἀρετή o κακία (VA 1,2), a través de su expresión facial; y de su propia aspiración a representar el βίος de sus personajes por medio de “las señales del alma” (τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα, VA 1,3).
  • En cambio, el obispo de Cesarea adopta una perspectiva distinta y decididamente religiosa en tanto que intenta reflejar la “bienaventuranza” (μακαριότης) de un hombre al que caracteriza como “amado por Dios” (θεοφιλής).
Por eso creo que si hay algún argumento textual que apoye que Eusebio tenía en mente el modelo de la Vida de Alejandro, este se halla en lo que ambos autores declaran que van a omitir.

En la frase anterior al primer texto de Plutarco citado, el autor de Beocia renuncia a referir las hazañas de sus personajes:
Muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería, hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, enfrentamientos ingentes y asedios de ciudades.
Eusebio anuncia una prateritio similar en el libro primero de su obra (VC 1,11,1), en este otro texto:
Considero oportuno dejar de lado la mayor parte de las gestas imperiales del tres veces bienaventurado: las contiendas y los despliegues de tropas en las guerras, los actos de heroísmo, las victorias, los trofeos conquistados contra el enemigo, y cuantos triunfos celebró (…) el objetivo de la presente obra nuestra dicta escribir y hablar solo de lo que atañe a la vida de religiosa piedad.
  • Eusebio declara que no hablará de los triunfos militares de Constantino ni de su labor política porque su obra pretende hablar solo de lo que atañe a la vida de amor a Dios, μόνα τὰ πρὸς τὸν θεοφιλῆ συντείνοντα βίον.
  • A las hazañas bélicas del emperador se refiere solo de forma sintética: “los combates y los enfrentamientos bélicos, las proezas y las victorias, los trofeos arrebatados a los enemigos y cuantos triunfos celebró”.
  • Los dos textos comparten algo más que el motivo retórico; comparten también una coincidencia verbal, el empleo del término παρατάξεις (en mis traducciones, enfrentamientos :: despliegues de tropas) con el que se refieren a las tropas rivales dispuestas en formaciones paralelas y enfrentadas antes del combate.
  • Hago observar, por cierto, que la bibliografía de Eusebio que habla de la relación entre la Vida de Constantino y Plutarco no ha llamado la atención sobre este dato.

Como se ha dicho, Eusebio no cita nunca las Vidas paralelas ni la Vida de Alejandro. Pero el autor sí alude al macedonio en el proemio de su obra, en un pasaje que propone a Ciro el Grande y Alejandro como términos de comparación de Constantino:
Una antigua historia celebra que Ciro descolló entre los persas de hasta entonces; no obstante, ya que no se ha de atender a esto sino al final de una vida prolongada, afirman que sufrió una muerte no afortunada sino indigna y denigrante a manos de una mujer. Los hijos de los griegos cantan que, entre los macedonios, Alejandro asoló muchísimos linajes de gentes diversas y falleció antes de llegar a la madurez de muerte prematura, cautivo de ‘francachelas y borracheras’ (VC 1,7,1-2).
A Eusebio le interesa mostrar primero que estos grandes hombres llevaron una vida nada envidiable, a pesar de lo que digan los griegos:
  • Ciro por las circunstancias en que murió;
  • y el hijo de Filipo por lo desordenado de su vida y su muerte prematura.
La comparación con Alejandro se extiende después (1,7,2-8,1):
Este [Alejandro] llegaba a cumplir treinta y dos años, el tiempo de su reinado comprendía la tercera parte de estos y, siendo hombre, avanzaba entre matanzas a manera de un torbellino (…). Cuando hacía poco que había llegado a la flor de la edad y añoraba los placeres de la infancia, lo inevitable le sobrevino de forma terrible y lo hizo desaparecer sin hijos, sin raíces, sin hogar, en tierra extraña y enemiga (…). Sin embargo, a este se lo celebra con coros por tales hazañas. Nuestro emperador, en cambio, partía de aquel punto en que moría el macedonio, duplicaba en tiempo su vida y triplicaba la duración de su reinado.
  • El obispo recuerda que Alejandro solo vivió treinta y dos años y que su mandato duró un tercio; además, esos años los consumió entre matanzas hasta que murió sin hijos, sin raíces y sin hogar (ἄτεκνον ἄρριζον ἀνέστιον, 1,7,2); y sin embargo, termina Eusebio, a Alejandro “se lo celebra con coros” (ἀνυμνεῖται χοροῖς, 1,7,2).
  • Constantino, en cambio, “nuestro” (ἡμέτερος, 1,8,1) emperador, supera a Alejandro porque empezó a reinar cuando aquel murió, duplicó el tiempo de su vida y triplicó el de su mandato.
  • Más diferencias que hablan a favor del romano según Eusebio: poco después, en 1,8,4, se dirá que, si Alejandro realizó hazañas sangrientas, Constantino logró sus victorias militares ganándose el afecto de los extraños; más aún, en 1,9,2 se indica que Constantino logró transmitir el imperio a sus herederos, esos hijos que no tuvo Alejandro.
La comparación del emperador de Roma con Ciro y Alejandro en 1,7,1-2 no es casual; sin embargo, por sí misma no dice nada sobre la supuesta relación entre la Vida de Constantino y la Vida de Alejandro.
Ciro el Grande y Alejandro son ejemplos tópicos de grandes gobernantes a los que recurre quien compone un basilikòs lógos como la Vida de Constantino según la teoría del género.
De hecho, el elogio que Eusebio hace de Constantino presenta características de este tipo de discurso según se recoge en la exposición teórica de Menandro Rétor.

Lo que llama la atención desde el punto de vista de la realización del género es que Ciro y Alejandro se proponen en la Vida de Constantino como ejemplos a contrario, ejemplos para evitar, a pesar de que los panegiristas entendían que estos gobernantes ideales eran espejos de príncipes con los que había que medir a los elogiados.

Pero Eusebio propone su propia imagen del gobernante cristiano ideal y por ello marca distancias frente al modelo pagano de Ciro y, sobre todo, de Alejandro. Además, Eusebio indica su voluntad de distinguirse de quienes escribieron las vidas de individuos nefastos como Nerón, al que se refiere como ejemplo de tirano en 1,10,2:
Es que, ¿acaso no sería una vergüenza que la memoria de Nerón y de los que fueron más nefastos que este con diferencia, tiranos impíos y ateos, encontrara autores diligentes que, embelleciendo con refinada interpretación los asuntos de sus viles acciones, los han registrado en voluminosas historias, y que en cambio callemos nosotros, a quienes el propio Dios nos juzgó dignos de coincidir con un emperador tan grande como no lo ha conocido toda la historia, de llegar a verlo, conocerlo y frecuentarlo?
Inmediatamente después (1,10,3) Eusebio censura el hecho de que estos autores hayan celebrado esas vidas nada ejemplares adoptando un estilo elevado e inadecuado, como si trataran de escribir tragedias.
Es que los unos compilaron vidas de varones nada ejemplares y acciones sin valor para la mejora de los caracteres, por favoritismo hacia algunos o inquina, quizá también para demostrar su propia cultura, y cantaron con tono de tragedia, sin necesidad, jactándose de su fluidez verbal, esquemas simples de sucesos vergonzosos. Por mi parte, aunque mi capacidad de expresión flaquee ante la magnitud de la exposición de lo que se muestra, no obstante ojalá reluzca al menos por la simple narración de las buenas acciones; de otro lado, el hacer memoria de las historias que placen a Dios hará que la lectura no sea inútil sino que también les resulte muy provechosa a quienes están bien preparados en su alma.
Eusebio, en cambio, habla de las limitaciones de su propio estilo (una captatio beneuolentiae obvia), espera que la dignidad de la materia dé lustre a su expresión y proclama su intención de presentar en su escrito un ejemplo humano “muy útil para quienes están bien preparados en su alma”.

Hay que recordar que el autor había indicado antes (1,10,2-3) la responsabilidad especial que él tenía:
Dado que había conocido a Constantino, estaba obligado a presentar ante el público “la imitación de las cosas buenas” a fin de que “despierte el anhelo por el amor divino”.

Eusebio había sido creador o renovador de géneros en obras como la Crónica o la Historia Eclesiástica. Posiblemente era consciente de que con la Vida de Constantino estaba ensayando una forma literaria nueva, porque su texto
  • no es una historia
  • ni es un panegírico al uso
  • ni es una biografía como las compuestas por autores paganos;
  • y tampoco es la vida de un santo cristiano como las escritas hasta entonces, si es que cabe considerar como tales las Actas de los mártires.
Para elaborar la que quizá es la primera ‘vida de santos’ cristiana escrita después de las persecuciones, Eusebio procede a una mezcla singular de géneros:
  • Por sus circunstancias, la Vida de Constantino es un encomio conectado con la tradición del basilikòs lógos.
  • Su texto narra además aspectos selectos de la vida del homenajeado tomando en consideración el modelo biográfico de Plutarco.
  • Al tiempo, la Vida de Constantino es literatura religiosa y aspira a cumplir una función formativa entre sus lectores: despertar, como dice Eusebio, “el anhelo por el amor divino”.
La bibliografía ha indicado que Moisés es la figura del Antiguo Testamento que obra en la Vida de Constantino como término de comparación con este. No puede caer en saco roto que Alejandro Magno está igualmente presente en el texto como modelo en la sombra o antimodelo necesario del emperador de Roma.

Y ello, probablemente, a partir del ejemplo concreto de la Vida de Alejandro de Plutarco, quien así escribió, sin sospecharlo, una página clave en la literatura griega cristiana.



jueves, 2 de abril de 2015

LA ORATORIA DEL S. IV A. C. COMO FENÓMENO LITERARIO


Remozo esta entrada de febrero de 2009 y se la dedico a una amiga, acreditada catedrática, que sufrió con Demóstenes en 1989; y, desde luego, no porque ella no supiese griego. ¡Ojalá la Týche nos dé siempre a todos buenos profesores!


Finalizado el “Siglo de Pericles”, la oratoria continuó representada en Atenas, a lo largo de todo el S. IV a. C., por figuras de primera o primerísima línea; de ellas se hablará en esta entrada.


1. AMBIENTE POLÍTICO EN EL S. IV. LA ORATORIA DE LISIAS.

Se han de plantear primeramente las características del ambiente político del S. IV a. C.:

El final de la guerra del Peloponeso, el año 404 a. C., constituye una fecha fundamental:
  • Desaparece de Atenas por un tiempo el sistema democrático y se implanta el gobierno de los Treinta Tiranos.
  • La democracia se reintrodujo en 401 / 400: continuará existiendo hasta 322, pero en forma rebajada, por contraste con la situación en el S. V.
  • Tras la victoria de 404, Esparta alcanza la hegemonía, si bien ésta no podrá mantenerse por mucho tiempo.
  • En el extremo oriental, las póleis griegas de Asia Menor caerán bajo el poder de Persia.
  • En Grecia continental, Esparta perdió su hegemonía ante Tebas en la batalla de Leuctra (371): el hundimiento de Esparta fue definitivo.
  • La hegemonía de Tebas tampoco pudo mantenerse, pues se basaba únicamente en la genialidad de una sola persona, Epaminondas.
  • Y la batalla de Mantinea (362) puso punto final a la hegemonía tebana al producirse en ella la muerte de Epaminondas.
  • En la situación de “vacío de poder” que se produjo entre las ciudades griegas aparece, venido de fuera, un nuevo poder que tendrá influencia decisiva: Macedonia.
  • Filipo II se enfrentó a sus oponentes, personificados en Demóstenes. La victoria en Queronea (338) llevó a Grecia una unidad política impuesta desde fuera (aunque, en principio, se trataba de formar una coalición contra el persa).
  • Filipo II muere en el 336 y le sucede Alejandro, creador de un imperio universal: mira la entrada 34. El mundo del Helenismo y el desarrollo de la Filología.
Tras repasar el nuevo contexto histórico de la literatura ateniense del S. IV, es oportuno comenzar el repaso a la oratoria de este período recordando el caso de Andócides (mira la entrada ), quien es un ejemplo a contrario.
La inadecuada formación retórica de Andócides le había privado de los éxitos que había esperado obtener fiado de su ascendiente y prestigio social. Que las características personales no bastaban para lograr el éxito como orador quedaba suficientemente probado.
Los oradores del nuevo siglo debían optar por el tipo de oratoria de Antifonte y desarrollarla, desestimando el ejemplo de Andócides.

Como primer representante de los oradores que, en el nuevo siglo, conjurarán los errores de éste mediante el dominio de las técnicas retóricas, ha de citarse al meteco Lisias (en torno a 440 – después de 380).

Lisias es, en el S. IV, el representante principal de la logografía (la redacción de discursos por cuenta ajena) que, en la generación anterior, había cultivado Antifonte.

Es conveniente comentar algunos datos importantes de la biografía de Lisias; en alguna ocasión (en el discurso XII, Contra Eratóstenes), estos datos han dejado sus huellas en los discursos:
  • Su padre, Céfalo, había llegado a Atenas procedente de Siracusa: por tanto, Lisias no era ciudadano ateniense sino meteco.
  • Era de profesión fabricante de escudos (con éxito): su casa es el escenario de la República de Platón.
  • En 430 emigró con su hermano Polemarco a la nueva fundación de Turios: allí debió de entrar en contacto con la retórica siciliana y se familiarizó con sus métodos.
  • Regresó a Atenas en 412.
  • En 404 / 403, el régimen de los Treinta Tiranos confiscó la fortuna de la familia y ejecutó a Polemarco; Lisias debió de escapar a Mégara.
  • A la caída del régimen, Lisias procedió contra el máximo responsable de lo sucedido con su familia, Eratóstenes.
  • Ésta es la situación tratada en el discurso XII, el único del corpus que trata de un proceso protagonizado por Lisias: posiblemente, fue pronunciado por él mismo.
El corpus Lysiacum está integrado por 35 discursos; sobre él, y en general sobre Lisias, cfr. Dover 1968:
Dover, K.J., Lysias and the Corpus Lysiacum, Berkeley, 1968.
En la Antigüedad circularon más de 400 discursos con su nombre, de los que pasaban por ser auténticos 233. De esos 35 discursos que conservamos hoy en día, son de autoría dudosa o claramente falsa algunos, especialmente el VI (Contra Andócides) y el XX (En defensa de Polístrato).

Han de resaltarse los aspectos que hicieron famoso a Lisias como logógrafo:
  • Su forma hábil de argumentar.
  • Su capacidad de hallar el tono adecuado para cada uno de los clientes que le encargaban discursos, el retrato de caracteres o ἠθοποιία.
En este sentido es ejemplar el caso del inválido al que se refiere el discurso XXIV (Sobre la suspensión de ayuda monetaria al inválido): el inválido refiere su propia historia y la razón de ser de su invalidez en términos dignos de un verdadero autor dramático.


2. ISÓCRATES

Isócrates de Atenas es prácticamente contemporáneo de Platón. Sin embargo, se le puede considerar en varios aspectos como su polo opuesto.

Sobre su vida recuerdo que vivió entre 436 – 338 (Platón, entre 428/427 – 348/347). Según una tradición poco fiable, se dejó morir de hambre tras la derrota ateniense en Queronea.

Se instruyó con figuras como los sofistas Gorgias (al que sigue en el estilo), Pródico y el propio Sócrates.

Descendía de una familia acaudalada pero no aristocrática, a diferencia de Platón. Perdió la fortuna de su padre en la guerra del Peloponeso, según cuenta en Sobre el cambio de fortunas 161 – 162.

Entre 403 y 390, hubo de dedicarse a escribir discursos judiciales para otros, a fin de poder sobrevivir: esto es, también él, como Lisias (cfr. supra) trabajó como “logógrafo”.

Más adelante (p. ej. en Sobre el cambio de fortunas) negará haber desempeñado esta actividad, que era considerada como propia de artesanos; mira Sobre el cambio de fortunas 36, 38:
Ni aunque pudiera hablar así sobre mí, no se verá que me haya dedicado a discursos semejantes [de tipo forense].
A mí nadie me ha visto en los consejos ni en las investigaciones de un proceso, ni en los tribunales ni con los árbitros, sino que estoy tan alejado de todo esto como ningún otro ciudadano (trad. de J. M. Guzmán Hermida).
En 390 instituyó una escuela en la que Isócrates intentaba enseñar a la juventud lo que él llamaba “filosofía”, el tipo de educación y cultura práctica que necesitarían los jóvenes para su vida pública. Pero, desde el punto de vista de su contemporáneo Platón, aquello no era una escuela de filosofía sino de retórica.

A este respecto es importante, dentro de la obra platónica, el Gorgias y el final del Fedro, 278 e ss., donde se habla de Isócrates en términos evidentemente irónicos:
No sería nada extraño que, al avanzar su edad [la de Isócrates], en ese tipo de discursos que ahora intenta sobrepasara a todos los que anteriormente escribieron más que si fueran niños; y mucho más aún, si no le contentaran estos discursos, y a cosas mayores le condujese un impulso más divino. Pues por natural disposición, amigo mío, hay en la mente de este hombre cierta filosofía (trad. L. Gil).
Sobre la escuela de Isócrates como escuela de retórica habla también, p. ej., Cicerón (De or. V 27: rhetoris officina). De esa escuela salieron, entre los oradores, figuras como Iseo, Licurgo e Hiperides (cfr. infra).
También formó a políticos e historiadores, desde presupuestos claramente distintos de los observados en la Academia de Platón.
Con todo, hago observar que Isócrates parece haber sentido la mayor hostilidad no hacia Platón sino hacia Aristóteles: el sentimiento, a tenor de lo que sabemos y leemos en las obras, era mutuo.

En lo político (ámbito en el que también intentó influir) defendía posturas conservadoras, se oponía a la democracia radical y era favorable al panhelenismo. En función de este panhelenismo llegó, por cierto, a ver con buenos ojos la actuación de Filipo (cfr. discurso 5).

Sin embargo, él no pronunciaba de manera pública los discursos que escribía para celebraciones oficiales: su voz no era buena. Por ello,
  • encargaba a otros que los leyeran,
  • los divulgaba por escrito,
  • los pronunciaba sólo en círculos pequeños.
En época helenística se conservaban 60 discursos bajo su nombre, aunque ya entonces se dudaba de la autenticidad de bastantes: hoy tenemos 21. En los discursos de Isócrates hay
  • Oratoria judicial (escrita para sus clientes antes de la fundación de la escuela: discursos 16 – 21).
  • Oratoria epidíctica (demostrativa): mira el Panegírico (discurso 4), con el que, en 380, propuso a los griegos reunidos en Olimpia una expedición conjunta contra Persia; o mira Sobre la paz (8) y el Areopagítico (7): son muy representativos de su ideario político.
  • Ejercicios retóricos (Helena, discurso 10, y Busiris, discurso 11).
  • Debemos destacar además dos textos que podemos considerar como manifiestos y defensas de su método intelectual: Contra los sofistas (discurso 13) y Sobre el cambio de fortunas (discurso 15).
I. Contra los sofistas (discurso 13) tiene carácter programático y debió de ser compuesto poco después de la apertura de la escuela de Isócrates. En la obra, el orador intenta marcar distancias con respecto al relativismo de la Sofística. Acusa a los sofistas de transmitir una educación superficial, opuesta en este sentido a la que él ofrece a los jóvenes.

II. El Sobre el cambio de fortunas se escribió en el año 354, desarrollando las ideas incluidas en la obra anterior, a la que cita: cfr. § 194:
Para evitar estas acusaciones [de ser un sofista], cuando comencé a dedicarme a esta actividad divulgué un discurso escrito en el que dejaba claro que criticaba a quienes hacen promesas excesivas [a los sofistas en cuanto educadores] y exponía mi propia opinión. (...) Intentaré explicaros lo que declaraba. Empezaba desde aquí [cita].
El Sobre el cambio de fortunas es el texto que la crítica considera como la “autobiografía de Isócrates”. Las circunstancias del discurso eran éstas:
El ciudadano Megaclides, que debía sufragar una trierarquía, propuso contra Isócrates, hacia el año 355, un pleito de cambio de fortunas (antídosis), que implicaba la obligación de que Isócrates se encargara de esa leitourgía (si es que se juzgaba que era más rico que Megaclides) o bien intercambiara con él su fortuna (con lo que saldría perdiendo en términos económicos).
Isócrates perdió el proceso y hubo de cargar con los gastos de la leitourgía. Esto debió de hacerle comprender la opinión que tenían de él los ciudadanos atenienses, quienes pensaban que se estaba enriqueciendo a través de las actividades de su escuela.
III. Dentro del corpus ocupa también un lugar importante el Panatenaico (discurso 12), la última obra de Isócrates.
  • Contiene una alabanza de Atenas.
  • En el discurso hay también largas partes en las que Isócrates reflexiona sobre cómo escribió el discurso: se aproxima a lo que para nosotros es un ensayo.
Es oportuno comentar que existe acuerdo en considerar que el estilo de Isócrates no es especialmente memorable. P. ej., es uno de los autores más criticados por distintos vicios de estilo en el Tratado de lo sublime de Pseudo-Longino (mira la entrada ).
  • De él se habla allí en XXI, a propósito del asíndeton, del error en que se puede caer por no usarlo y recurrir al polisíndeton, que destruye la intensidad del estilo: se lo considera como un vicio de la escuela de Isócrátes.
  • También se habla de él en XXXVIII, dentro del estudio de la hipérbole y de los vicios a los que puede dar ocasión. En este sentido se proponen ejemplos incorrectos de Isócrátes junto a otros correctos de Tucídides y Heródoto.


3. ISEO, HIPERIDES, LICURGO Y DINARCO

En la escuela de Isócrates se formaron políticos e historiadores. Pero de aquella rhetoris officina (Cic., De or. V 27) salieron, ante todo, oradores, como por ejemplo éstos que pertenecen a la lista canónica:
  • Iseo (en torno a 420 – después de 343),
  • Hiperides (389 – 322),
  • Licurgo (en torno a 390 – 324)
  • Dinarco (en torno a 360 – después de 292).
En relación con ellos recordaremos:

I. Iseo (en torno al 420 – después del 343) estuvo activo en la primera mitad del S. IV como maestro de retórica y logógrafo. Nótese que Iseo ya no unía en su persona (como Isócrates) los aspectos de
  • El profesor.
  • El ciudadano implicado en la política.
Era, simplemente, un profesional de la logografía. Conservamos doce de sus discursos: once a través de los códices, más uno conservado sólo en parte gracias a Dionisio de Halicarnaso.

Iseo demuestra una competencia especial en los procesos relativos a herencias: es una fuente fundamental para conocer los entresijos del derecho de sucesión ateniense. De él se dice que fue maestro de Demóstenes.

II. Hiperides (389 – 322), por su parte, representa una manera diferente de entender la labor del rétor:
  • renuncia a la enseñanza
  • y se implica activamente en la vida política.
Así lo hizo también Demóstenes, con quien coincide Hiperides, además, por haber abrazado, como él, el bando antimacedónico. A través de los papiros se conserva de él un discurso completo (En defensa de Euxenipo) y fragmentos de otros cinco. Como Lisias, pasa por haber sido maestro de la ἠθοποιία.

III. Licurgo (en torno a 390 – 324) pertenece también al canon de los 10 oradores áticos, aun siendo, con Dinarco, uno de los menos famosos. Pertenecía a la facción antimacedónica. No era logógrafo pero pronunció discursos contra rivales corruptos (conservamos una demanda contra Leócrates por traición).

IV. Dinarco (en torno a 360 – después de 292), el más joven de estos oradores del S. IV, era un meteco procedente de Corinto. Fue un logógrafo de segunda fila que alcanzó importancia política por escribir discursos para procesos políticos. También él pertenece al canon de los diez oradores áticos.
Conservamos tres discursos de Dinarco; entre éstos, un discurso contra Demóstenes (discurso 1).


4. DEMÓSTENES. ESQUINES

El orador más importante del S. IV a. C. (y, en realidad, de toda la historia de Grecia) es Demóstenes (384 – 322); al hablar de él deberemos recordar además a su rival Esquines (390 – ca. 315).

Demóstenes (384 – 322) era hijo de un fabricante de armas que murió siendo él un niño. En el año 364 / 363 se enfrentó en el tribunal con sus tutores legales por causa de la herencia, que había sido malversada.

Trabajó hasta aproximadamente 355 a. C. exclusivamente como logógrafo, ocupación que parece que no abandonó nunca.
Parece incluso que, en una ocasión, redactó los discursos para las dos partes enfrentadas: mira los discursos 36 y 45, y el testimonio de Plutarco en su Vida de Demóstenes.
En torno a esa fecha (355) emprendió una nueva senda como orador político, enfrentado al poder en expansión de Filipo.

Como tránsito entre una fase y otra pueden contemplarse los discursos, escritos todavía como logógrafo (para otros), en los que denuncia a personajes públicos de su época.
P. ej., Discursos 22, 24, 20: Contra Androción, Contra Timócrates, Contra Leptines.
Estos discursos son de los años 355 y siguientes. El paso siguiente fue entrar directamente en la vida pública y atacar la política de Filipo: del año 351 a. C. es la primera de sus cuatro Filípicas (or. 4).
Fracasó en este intento, como también con las Olintíacas (or. 1, 2, 3), relativas a la ciudad de Olinto, que Filipo había aniquilado. Las cuatro Filípicas, que fracasaron, son los discursos 6, 9, 10, más el 4, ya mencionado.
En vista de ello y del fracaso en Queronea (338) de la coalición (Tebas y Atenas) que él había apoyado, se esforzó por que se mantuvieran intactos y se mejoraran los muros de Atenas.

Estos esfuerzos le granjearon una enorme estima pública entre sus conciudadanos y le hicieron merecedor del encargo del epitáphios lógos que ocupa el número 60 dentro de su corpus.

El año del asesinato de Filipo (336), un particular, Ctesifonte, solicitó que los esfuerzos desarrollados por Demóstenes en relación con la defensa de Atenas fueran premiados con una corona. Esquines se manifestó en contra de ello y acusó a Demóstenes.

En el proceso del 330 (se retrasó hasta esa fecha por diversos acontecimientos) Esquines pronunció un discurso contrario a Demóstenes (Contra Ctesifonte), que se conserva.

Asimismo se conserva el discurso contrario de Demóstenes: Sobre la corona (or. 18), discurso de defensa que el orador pronunció en persona. Este discurso fundamental contiene una justificación de toda su actividad política.
En este sentido, el discurso puede compararse con la Antídosis de Isócrates, también una autojustificación.
La derrota de Esquines en el proceso fue completa: al no conseguir un quinto de los votos y no poder pagar la multa consiguiente, abandonó Atenas para dedicarse a la enseñanza de la retórica en Rodas.

Con todo, la fase siguiente de la vida de Demóstenes no fue exactamente dorada. Las muertes de Filipo y Alejandro no devolvieron a Atenas a su situación previa. Y Demóstenes se vio implicado en un escándalo en relación con Hárpalo, tesorero de Alejandro que huyó a Atenas: supuestamente, este Hárpalo le habría sobornado.
  • En el 323, Demóstenes fue condenado (Dinarco elaboró el escrito de acusación): tuvo que abandonar Atenas.
  • Regresó cuando Hiperides emprendió una guerra contra los macedonios (guerra lamíaca): de Hiperides conservamos a través de papiros su discurso en honor de los caídos en la guerra en el 322.
  • Demades presentó un requerimiento, Demóstenes fue condenado a muerte y se suicidó (322). Después, los macedonios ejecutaron a Hiperides (también en el 322).
Para ofrecer una visión de conjunto de la obra del orador recordamos que se conservan 61 discursos de Demóstenes. Los cuatro grupos en los que suelen dividirse sus obras son:
  • Discursos pronunciados ante la asamblea: or. 1-17 (pero 11 y 12 no son auténticos) – aquí se encuentran las Olintíacas y las Filípicas.
  • Discursos pronunciados con ocasión de procesos políticos: or. 18-26 (25 y 26 no son auténticos).
  • Discursos pronunciados con ocasión de procesos privados: or. 27-59 – en este grupo hay bastantes discursos de autenticidad incierta.
  • Los dos discursos epidícticos que aparecen al final del corpus: or. 60 y 61.
Or. 60 es el Epitafio. Or. 61 es el Erótico, un discurso falso con el que se intenta que un joven conceda sus favores a otro joven.

Demóstenes, el mejor orador de Grecia, se convirtió en referencia para los oradores de la posteridad. Entre ellos, para el mejor orador de Roma, Cicerón, quien compuso sus propias Filípicas contra Marco Antonio.
Pseudo-Longino puso en relación a Demóstenes y Cicerón, considerando a los dos como las cimas de, respectivamente, la oratoria griega y la latina.
A manera de broche de la entrada debemos hablar de Esquines (390 – en torno al 315); en relación con su vida comentaremos su oposición a Demóstenes y que adoptó una postura favorable a Macedonia. De su obra se conservan tan sólo tres discursos:
  • Contra Timarco (345).
  • Sobre la embajada (343).
  • Contra Ctesifonte (330): relativo a la cuestión de la corona que Ctesifonte pidió para Demóstenes.
En varios momentos de los discursos, hay oposición abierta a Demóstenes y sus ideas. Su caso es, en cierto modo, comparable con el de Andócides: parece que, antes que orador profesional, era un aficionado con talento. Filóstrato lo consideraba como fundador de la Segunda Sofística precisamente por su capacidad de improvisación.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre aspectos generales:
BUCKLER, J., The Theban Hegemony (371-362 b.C.), Cambridge-Massachusetts-Boston, 1980.
CARGILL, J., The Second Athenian Empire. Empire or Free Alliance?, California, 1981.
DAVID, E., Sparta between Empire and Revolution (404-243 b.C.). Internal Problems and their Impact on Contemporary Greek Consciousness, Salem-New Hampshire, 1981.
KENNEDY, G., “La oratoria en el siglo IV”, en P.E. Easterling y B.M.W. Knox (eds.), Historia de la Literatura Clásica. I. Literatura Griega, Madrid, 1990, pp. 548-570 (The Cambridge History of Classical Literature I. Greek Literature, Cambridge, 1985).

* Sobre Lisias:
DOVER, K.J., Lysias and the Corpus Lysiacum, Berkeley, 1968.
CALVO MARTÍNEZ, J.L. (trad.), Lisias. Discursos, Madrid, 1988-1995.
FLORISTÁN IMÍZCOZ, J.M. (ed. y trad.), Lisias. Discursos. III, XXVI-XXXV. Fragmentos, Madrid, 2000.
GALIANO, M.F. (ed. y trad.), Lisias. Discursos. I, I-XII, Madrid, 1953.
GIL, L. (ed. y trad.), Lisias. Discursos. II, XIII-XXV, Madrid, 1963.

* Sobre Isócrates:
CLOCHE, P., Isocrate et son temps, París, 1963.
EUCKEN, C., Isokrates. Seine Positionen in den Auseinandersetzungen mit den zeitgenössischen Philosophen, Berlín-Nueva York, 1983.
FORD, L.C., The Sophistic Trichotomy of Natural Ability, Practice and Knowledge in the Educational Philosophy of Isocrates, Princeton, 1984.
LOMBARD, J., Isocrate: rhétorique et éducation, París, 1990.
MASARACCHIA, A., Isocrate: retorica e politica, Roma, 1995.
POULAKOS, T., Speaking for the Polis: Isocrates' Rhetorical Education, Columbia S. C., 1997.
POULAKOS, T., y DEPEW, D., Isocrates and Civic Education, Austin, 2004.
ROTH, P., Der Panathenaikos des Isokrates: Übersetzung und Kommentar, Múnich, 2003.
SIGNES CODOÑER, J., “El Panatenaico de Isócrates. 1. El excursus de Agamenón”, Emerita 64 (1996), pp.137-156.
SIGNES CODOÑER, J., “El Panatenaico de Isócrates: Tema y finalidad del discurso”, Emerita 66 (1998), pp. 67-94.
TOO, Y. L., The Rhethoric of Identity in Isocrates: Text, Power, Pedagogy, Cambridge, 1995.
USHER, S., “The Style of Isocrates”, BICS 20 (1973), pp. 39-67.

* Sobre Iseo, Hiperides, Licurgo y Dinarco:
CURTIS, T.B., The Judicial Oratory of Hyperides, Chapel Hill, 1970.
DENOMME, J.M., Recherches sur la langue et le style d'Isée, Hildesheim-Nueva York, 1974.
ENGELS, J., Studien zur politischen Biographie des Hypereides, Múnich, 1993 (2ª ed.).
MALCOVATI, E., Licurgo, Roma, 1966.
MARENGLI, G., De Dinarcho, Florencia, 1970.
WEVERS, R.F., Isaeus. Chronology, Prosopography and Social History, La Haya, 1969.
WORTHINGTON, I., A Historical Commentary on Dinarchus: Rhetoric and Conspiracy in Later Fourth-Century Athens, Ann Arbor, 1992.

* Sobre Demóstenes:
COLUBÍ, J.M. (trad.), Demóstenes. Discursos privados, Madrid, 1983 (2 tomos).
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HERNÁNDEZ MUÑOZ, F., “Demóstenes 1965-1997: repertorio bibliográfico”, Tempus 21 (1999), pp. 37-74.
HERNÁNDEZ MUÑOZ, F., “Demóstenes, Esquines y el teatro”, en E. Calderón Dorda et alii (eds.), KOINÒS LÓGOS. Homenaje al profesor José García López, Murcia, 2006, pp. 425-430.
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LÓPEZ EIRE, A., “Demóstenes: estado de la cuestión”, EClás 20 (1976), pp. 37-63.
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LÓPEZ EIRE, A. (trad.), Demóstenes. Discursos políticos, Madrid, 1980-1985 (3 tomos).
MATHIEU, G., Démosthène. L'homme et l'oeuvre, París, 1948.
NAVARRO GONZÁLEZ, J.L. (trad.), Demóstenes. Discursos, Madrid, 1990.
PEARSON, L., The Art of Demosthenes, Meisenheim am Glan, 1976.
RONNET, G., Étude sur le style de Démosthène dans les discours politiques, París, 1951.
SEALEY, R., Demosthenes and His Time. A Study in Defeat, Oxford, 1993.

* Sobre Esquines:
KINDSTRAND, J.F., The Stylistic Evaluation of Aeschines in Antiquity, Upsala, 1982.
SCHINDEL, U., “Doppeltes Recht oder Prozeßtaktik? Zu Aischines'erster und dritter Rede”, Hermes 76 (1978), pp. 100-116.






domingo, 22 de marzo de 2015

LA CONSTITUCIÓN DE LA ORATORIA COMO GÉNERO LITERARIO EN EL S. V A. C.


Dentro de unos meses hablaré en Cáceres de un tema para el que la retórica tiene una importancia primordial. Por ello pienso que es buen momento para refrescar y renovar lo que escribí sobre el tema hará ya nueve años; esta entrada se publicó después en su primera versión el 12 de febrero de 2009.


El género de la oratoria se constituyó como tal en la Atenas del siglo V a. C., al amparo del ambiente político y social introducido por la democracia. Sobre este asunto propongo de entrada tres referencias básicas:

CANFORA, L., “Los oradores áticos”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. V. La crisis de la polis. Historia, literatura, filosofía, Barcelona, 1981, pp. 317-341.

CORTÉS GABAUDÁN, F., “La oratoria griega como género literario”, en D. Estefanía et alii (eds.), Géneros grecolatinos en prosa, Alcalá de Henares – Santiago, 2005, pp. 205-232.

LÓPEZ EIRE, A., “La oratoria”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 737-779.


1. NUEVAS CIRCUNSTANCIAS, NUEVAS NECESIDADES.

Abro la exposición comentando ese ambiente novedoso que introducen las estructuras democráticas del período clásico. Hablaré de los nuevos ámbitos públicos que surgen en la Atenas del S. V, ante todo la asamblea política y los tribunales de justicia: dos ámbitos nuevos para destacar en los cuales no bastaba con las estrategias que podía ofrecer la tradición.

I. Nótese que, en la sociedad aristocrática, las grandes decisiones “políticas” no se tomaban de manera pública sino entre bastidores. No se contaban votos, se llegaba a decisiones a través de la conversación “entre iguales”. Por ello, en esos ambientes, para llevar la negociación al punto apetecido podía bastar con la autoridad del individuo.

Es significativo, en este sentido, recordar la situación en Ilíada II y lo extemporánea que resulta la intervención en la asamblea de Tersites, quien
  • ni tiene autoridad para tomar la palabra ante Agamenón
  • ni domina las pautas de expresión tradicionales (oratoria avant la lettre: cfr. Torres 1998; y, más en general, Havelock 1963 = 1994) que desempeñaban también un papel en la cultura oral.
Nótese que en la nueva situación de la democracia ateniense ya no basta con el prestigio individual. Aunque éste pudiera tener un valor determinante en algunos casos como el de Pericles.

Para atraer mayorías en las asambleas populares y “llevarse el gato al agua”, lo habitual es que otro elemento tuviera más peso que la autoridad del personaje.

Ese elemento era la capacidad de hablar en público, el dominio de la técnica de la palabra.

II. Es equiparable la situación que se vivía en los tribunales de justicia de la democracia.
Nótese que el sistema judicial en Atenas era claramente distinto del actual:
  • No había un acusador público.
  • Cualquier ciudadano podía presentar la acusación cuando creía que se había transgredido la ley.
  • Ante una acusación, el estado constituía un jurado compuesto de ciudadanos de a pie, personas sin vinculo profesional con la justicia.
  • Como sabemos por la comedia de Aristófanes (p. ej., Avispas), estos individuos cobraban de la pólis una indemnización por los servicios prestados.
El conseguir que la causa de uno triunfara o fracasase dependía de la propia habilidad en defenderse y atacar. Por ello, también en este ámbito se imponía como necesidad tener un dominio técnico de la palabra.
  • Tanto más si recordamos que, en la oratoria judicial griega, el peso de la argumentación descansaba en los razonamientos de verosimilitud.
  • En cambio, el testimonio de los testigos (los mártyres) tenía sólo importancia subsidiaria.
  • Contra esta situación (que parece primar lo que se presente como verosímil por encima de la verdad) se pronunció Platón: mira Fedro 267 a, en referencia a Tisias y Gorgias.
III. A los dos foros antes mencionados (asamblea política y tribunales de justicia) han de añadirse, como tercer ámbito potencial de ejercicio de la retórica, ciertas celebraciones públicas.

Con ocasión de las fiestas de la pólis, también se pronunciaban discursos con carácter oficial.
P. ej., con motivo de la conmemoración anual de los caídos en combate comenzó a pronunciarse, a partir de algún momento del S. V, un epitáphios lógos.
El más famoso de estos discursos es el que Tucídides pone en boca de Pericles dentro de su Historia.
Para satisfacer precisamente todas estas nuevas necesidades surge en este momento, en Atenas, el género literario de la retórica: con este género, alcanza su madurez la prosa literaria ática.
Como bibliografía de urgencia sobre los orígenes de la retórica, cf. LÓPEZ EIRE, A., “Sobre los orígenes de la oratoria”, Minerva 1 (1987), pp. 13-31.

2. LA RETÓRICA COMO GÉNERO.

Con cada uno de los tres ámbitos definidos en la sección previa de esta entrada (asamblea política, tribunales de justicia, celebraciones públicas) se corresponde uno de los tres géneros de la retórica:
  • génos symbouleutikón (género deliberativo),
  • génos dikanikón (género judicial),
  • génos epideiktikón (género demostrativo).
Esta tripartición de la oratoria recibe fundamento teórico en la obra de Aristóteles (Retórica I 3, 1358 a 36 ss.), quien se expresa así sobre los tres genera dicendi clásicos:
Los géneros de la retórica son tres, pues éste es el número de los tipos posibles de oyentes de los discursos. En efecto, en el discurso hay que distinguir tres elementos: quién habla, sobre qué habla y a quién habla; pero el fin del discurso está en éste, o sea en el oyente. Y es necesario que el oyente sea o espectador o árbitro, y de ser árbitro lo será de acontecimientos pasados o futuros. El que dictamina sobre los acontecimientos futuros es el miembro de una asamblea, el que dictamina sobre los pasados es el juez y el que lo hace sobre la habilidad es el espectador. Así pues, necesariamente debe haber tres géneros de discursos retóricos: el deliberativo, el judicial y el demostrativo (trad. J. B. Torres).
Los tres géneros del discurso retórico parecen tener un carácter efímero: su objetivo no es permanecer en la posteridad sino convencer al auditorio en un momento concreto. No obstante, lo cierto es que se ha conservado un corpus importante de discursos de finales del S. V y, sobre todo, del IV.
Ello se puede contemplar como un índice de la alta elaboración formal que alcanzaron estos discursos: su forma no es algo secundario sino esencial, que les hacía merecedores de permanecer en el tiempo.
Como sucedió habitualmente con los otros géneros literarios de Grecia, la constitución del género retórico llevó al establecimiento de pautas y convenciones:
  • La experiencia enseñó que éstas constituían la mejor estrategia si se quería tener éxito en la ejecución pública del discurso.
  • Por ello, las convenciones del género habían de ser conocidas por quienes desearan tener éxito en sus intervenciones.
Como un ejemplo simple y bien conocido de las convenciones del género retórico puede mencionarse la típica estructura cuatripartita de los discursos judiciales:
  • Prooímion, diégesis, pístis, epílogos.
  • Introducción, narración, argumentación (prueba), conclusión.
Esta es la estructura que solemos encontrar en los discursos judiciales clásicos. Es, por cierto, una división del discurso distinta de la identificada por Aristóteles en la Retórica (III 13, 1414 a 31 ss.); según dice el filósofo en ese lugar, el discurso debe constar de sólo dos partes:
  1. Proposición (próthesis).
  2. Argumentación (pístis).
El discurso consta de dos partes, pues es necesario decir de qué trata el asunto y demostrarlo. Por ello es imposible decir algo y no demostrarlo, o demostrarlo sin haberlo anunciado: el que demuestra, demuestra algo, y, el que anuncia, anuncia en función de su demostración. De estas dos partes del discurso, la una es la proposición (próthesis) y la otra la argumentación (pístis); daría lo mismo distinguir entre problema (próblema) y demostración (apódeixis).

Sin embargo, las divisiones al uso son risibles. En efecto, la narración sólo se da en el discurso judicial; mas en el demostrativo y en la arenga, ¿cómo va a haber una narración del tipo que dicen?; ¿o cómo habrá una refutación del contrario o un epílogo en los discursos demostrativos?
(trad. J. B. Torres).


3. LOS SOFISTAS Y LA RETÓRICA.

Un estudio de la oratoria en el S. V a. C. debe referirse necesariamente a la labor de los sofistas. Mira la entrada n ese lugar se habla suficientemente del papel que ocupan los sofistas en la historia de las ideas y la filosofía griega.

En esta nueva entrada se habla de los sofistas en tanto que teóricos y maestros de la palabra. Sucede que uno de los saberes que ofrecían era precisamente la habilidad en el manejo de la palabra, gracias a la cual lograrían triunfar sus jóvenes alumnos.

Empiezo por Protágoras y recuerdo su papel como maestro de retórica, concretamente de erística.
  • La erística es el arte de disputar sobre el que escribió una obra con ese título.
  • En ella debía de defenderse la idea de que sobre todo asunto hay dos lógoi contrapuestos.
  • Y que el orador ha de esforzarse por "convertir en superior el lógos [o argumento] inferior", τὸν ἥττω λόγον κρείττω ποιεῖν.
En relación con Gorgias de Leontinos (en torno a 485 – 390) destaco que fue, fundamentalmente, un maestro de retórica. Por ello creo que es ilustrativo recordar lo que dice Gorgias, en su Elogio de Helena, a propósito de la palabra,
poderoso soberano que, con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo, realiza empresas absolutamente divinas. En efecto, puede eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir alegría, aumentar la compasión.
Se han de destacar los supuestos vínculos de Gorgias con la retórica siciliana.
Nótese que Sicilia y Siracusa vivieron también un largo período de democracia (desde 466, tras la muerte de Hierón, hasta 405) en el que pudo desarrollarse el arte de la palabra. En el período democrático, tras la caída de las tiranías sicilianas, quienes antes habían sido desprovistos de sus bienes tuvieron que pleitear para poder recuperarlos.
Los representantes principales de la retórica siciliana de la época debieron de ser Córax y Tisias, aunque de su trabajo no queda apenas nada. Todo lo más se puede decir, partiendo del testimonio de Platón (Fedro 273 a), que Tisias desarrolló el método de la argumentación y confirió al eikós (el argumento de verosimilitud) el puesto que ocupa dentro de la oratoria griega.
Un ejemplo clásico del argumento de verosimilitud puede ser éste: un hombre pequeño es acusado de haber iniciado una pelea contra un hombre grande / el hombre pequeño se defenderá diciendo que es improbable que él hubiera empezado una pelea contra otro más grande y más fuerte.
Gorgias de Leontinos (Sicilia) pasa por haber sido discípulo de Córax y Tisias. En el año 427 llegó a Atenas como embajador de su patria: obtuvo rápidamente el éxito popular por el llamativo estilo de su oratoria, rica en efectos rítmicos.
Mira lo que se dice en la obra de K.J. Dover, The Evolution of Greek Prose Style, Oxford, 1997.
De la producción retórica de Gorgias se conservan dos ejemplos, dos discursos epidícticos: el Elogio de Helena y la Defensa de Palamedes. Estos dos discursos son verdaderos tours de force en los que la retórica se aplica a defender dos causas imposibles tomadas de la leyenda.

En el Elogio de Helena, Gorgias argumenta a favor de que Helena (la adúltera por excelencia en la mitología clásica) no es culpable porque cometió adulterio bajo coacción, no por decisión voluntaria sino obligada
  • o por disposición del destino,
  • o por la fuerza,
  • o persuadida por la palabra
  • o por amor.
En la Defensa de Palamedes, Gorgias asumió la defensa de Palamedes: en la leyenda, fue condenado a muerte por culpa de una acusación falsa de Odiseo.

Para defender a Palamedes, Gorgias recurría al método de la reducción al absurdo, que había sido desarrollado por la escuela de Elea.
Así pues, su defensa de Palamedes consiste en hacer ver que carece de sentido suponer que el héroe hubiera sido sobornado por los troyanos.
El mismo tipo de argumentación lo aplicó también en su obra de carácter filosófico: en el escrito Sobre el no ser (hay resumen en Sexto Empírico), toma postura contra las tesis de Parménides intentando reducirlas al absurdo: mira la entrada .


4. RETÓRICA EN LA ATENAS DEL S. V A. C.: ANTIFONTE; ANDÓCIDES.

Como representantes fundamentales de la oratoria ática del S. V a. C. se ha de destacar, tras lo dicho sobre Gorgias, a Antifonte y Andócides, de los cuales se conservan discursos. Hay traducción de los dos en Redondo Sánchez, J. (trad.), Antifonte, Andócides. Discursos y fragmentos, Madrid, 1991.

No son, obviamente, los únicos oradores áticos del S. V; a su número se podrían agregar otros que conocemos, al menos, por sus nombres: Trasímaco de Calcedón, Teodoro de Bizancio, Eveno de Paros o Critias.

En el caso de Antifonte (supuestamente, 480-411) ha de indicarse, ante todo, que no sabemos con certeza si Antifonte, el orador oriundo de Ramnunte, ha de ser identificado con Antifonte, el sofista.
Cfr. Wiesner, J., “Antiphon, der Sophist und Antiphon der Redner – ein oder zwei Autoren?”, WS 107-108 (1994-1995), pp. 225-243.
De ser idénticos, este único Antifonte, sofista y orador, habría sido el oligarca que murió ejecutado en 411, tras el paréntesis oligárquico de ese año (gobierno de los Cuatrocientos). Según Tucídides (VIII 68), este Antifonte fue, además, el ideólogo del golpe del 411. Algunos creen en una evolución de Antifonte:
  • primero, orador;
  • después, con más edad, sofista y filósofo.
De tratarse de personas distintas (en la Antigüedad, era ya la opinión de Dídimo; también lo dice López Eire 1988), al primero se le deberían atribuir los tratados que circularon bajo el nombre de Antifonte.

Éstos trataban de temas como la verdad y la concordia (Sobre la verdad, Sobre la concordia): vuelve a mirar la entrada .

Por otro lado, el orador Antifonte, del que Tucídides habla en términos claramente elogiosos, es el rétor ático más antiguo del que conservamos textos.

Este Antifonte fue un logógraphos, un escritor de discursos judiciales por cuenta ajena. Redactó modelos de discurso en los que presentaba, para un mismo caso (relacionados todos con homicidios), tanto el escrito de la defensa como el de la acusación.
  • Han de destacarse, por cierto, las concomitancias que tal modo de proceder presenta con la Sofística, con los tratados anónimos conocidos como Dissoì lógoi.
  • Las concomitancias con la Sofística se advierten además en aspectos de estilo: cfr. lo que comenta López Eire (1988, 749-750).
Los modelos de discursos de Antifonte se agrupan en tres tetralogías, que nosotros conservamos. Cada tetralogía consta de un escrito de la acusación, otro de la defensa, otro de réplica de la acusación y otro de réplica de la defensa.

Estos doce discursos presentan introducción, argumentación y conclusión pero apenas se detienen en la narración. Se da por sobreentendida, pues era algo así como el enunciado del problema retórico al que intentaba responder el discurso de muestra.

Dada la consideración del homicidio en estos “discursos de muestra” como una mancha que contamina a toda la ciudad, dada la relación que en ellos se advierte todavía entre religión y derecho, suelen ser atribuidos a una fecha de composición temprana: 440 aproximadamente.

En la Antigüedad se le atribuían a Antifonte, en total, 35 discursos. Nosotros, aparte de las Tetralogías, conservamos otros tres discursos, sus únicos discursos reales, todos obras de encargo, todos sobre casos de homicidio:
  • Sobre el coreuta (419 / 418).
  • Acusación de envenenamiento contra la madrastra (416 aproximadamente).
  • Sobre el asesinato de Herodes (414 aproximadamente).
Además, tenemos fragmentos de su Autodefensa (pronunciada en el proceso del 411): es el único discurso en el que Antifonte habla en nombre propio.

Es notable la habilidad con que Antifonte maneja el argumento del eikós, por ejemplo en el discurso I: Acusación de envenenamiento contra la madrastra (presenta la demanda el hijastro de la madrastra, pues piensa que ésta ha envenenado a su padre):
  • la defensa de la madrastra no accedía a que los esclavos fueran sometidos al básanos;
  • por tanto, el orador deduce que los acusados basaban la salvación de la madrastra en que los esclavos no fueran interrogados bajo tortura;
  • de ahí se llegaba a deducir, como lo más verosímil, la culpabilidad de la madrastra.
Antifonte es el primero de los diez oradores áticos canónicos a los que se refieren las Vidas incluidas en el corpus de Plutarco: Antifonte / Andócides / Lisias / Iseo / Isócrates / Demóstenes / Esquines / Hiperides / Licurgo / Dinarco.

Cerraré esta entrada sobre la oratoria del S. V con algunas observaciones acerca de Andócides (en torno a 440-390).

A este le corresponde el dudoso honor de haber sido considerado el peor de los diez oradores áticos canónicos. En realidad, no fue un orador profesional sino un aficionado del que, por suerte para él, conservamos discursos. Mira lo que dicen

KENNEDY, G., “The Oratory of Andocides”, AJPh 79 (1958), pp. 32-43.
LÓPEZ EIRE, A., “El orador Andócides”, SPhS 5 (1981), pp. 233-253.

Su vida y su obra se vieron marcadas por el episodio de la mutilación de los Hermes en el 415 a. C., con la que estuvo relacionado.

Era un joven aristócrata que, al verse implicado en el proceso por la mutilación, hubo de exiliarse de Atenas. En el 408 a. C. intentó regresar a Atenas pero argumentó de forma tan torpe ante la asamblea que sus aspiraciones fueron rechazadas: cfr. oratio 2, Sobre su regreso.
Nótese, por cierto, que Andócides es nuestro primer ejemplo de oratoria deliberativa, dirigida a convencer a la asamblea.
En el 403 regresa a Atenas y, en el 399, debe defenderse otra vez de la acusación de haber mutilado los Hermes: cfr. oratio 1, Sobre los misterios. En el 392 / 391 formó parte de una embajada a Lacedemonia: el fracaso de la embajada lo condujo a un nuevo destierro.
Al resultado de estas negociaciones fracasadas se refería en el discurso Sobre la paz, que pasa por ser el mejor de los que escribió.
Bajo el nombre de Andócides conservamos otro discurso, Contra Alcibíades, de autenticidad dudosa.

Andócides ejemplifica bien a las claras que, en las nuevas circunstancias, para ganarse apoyos no bastaba con el prestigio personal. Sobre todo era imprescindible dominar la técnica de la oratoria. Andócides, sin embargo, tenía un dominio incompleto de esa técnica. Aunque algo debía de haber aprendido a través de los sofistas, según evidencia, p. ej., su imitación tosca de algunas de las figuras de Gorgias.



ALGUNAS REFERENCIAS

* Trabajos de carácter general e introductorio:
ANDERSEN, O., Im Garten der Rhetorik. Die Kunst der Reden in der Antike, Darmstadt, 2001.
CANFORA, L., “Los oradores áticos”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. V. La crisis de la polis. Historia, literatura, filosofía, Barcelona, 1981, pp. 317-341 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1979).
CORTÉS GABAUDÁN, F., “La oratoria griega como género literario”, en D. Estefanía et alii (eds.), Géneros grecolatinos en prosa, Alcalá de Henares – Santiago, 2005, pp. 205-232.
DOVER, K.J., The Evolution of Greek Prose Style, Oxford, 1997.
EISENHUT, W., Einführung in die antike Rhetorik und ihre Geschichte, Darmstadt, 1974.
FUHRMANN, M., Die antike Rhetorik, Múnich, 1984.
KENNEDY, G., The Art of Persuasion in Greece, Princeton, 1963.
KENNEDY, G., A New History of Classical Rhetoric, Princeton, 1995.
LÓPEZ EIRE, A., “La oratoria”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 737-779.
NORDEN, E., La prosa d'arte antica: del VI secolo a.C. all' età della Rinascenza, Roma, 1986 (Die antike Kunstprosa, Darmstadt, 1974 = Berlín, 1898).

* Sobre la constitución del género (de la oratoria política e intelectual a la oratoria literaria):
CORTES GABAUDAN, F., Fórmulas retóricas de la oratoria judicial ática, Salamanca, 1987.
IGLESIAS ZOIDO, J.C., “Oratoria, retórica y escritura en Grecia”, CFC (egi) 10 (2000), pp. 39-70.
LAVENCY, M., Aspects de la logographie judiciaire attique, Lovaina, 1964.
LÓPEZ EIRE, A., “Sobre los orígenes de la oratoria”, Minerva 1 (1987), pp. 13-31.
LÓPEZ EIRE, A., y SCHRADER, C., Los orígenes de la oratoria y la historiografía en la Grecia clásica, Zaragoza, 1994.
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* Sobre la oratoria en el S. V a.C. (Gorgias; Antifonte; Andócides):
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domingo, 31 de agosto de 2014

CRÍTICA LITERARIA: PSEUDO-LONGINO


Para José Manuel Querol, que me dio a conocer hace más de treinta años el tratado Sobre lo Sublime

Como se dice al final del post, Pseudo-Longino nos atrae porque, al leerlo, se nota que estamos ante alguien que realmente sabe leer: él sí que conocía El arte de bien leer.


Crítica literaria y retórica pueden ser ámbitos fáciles de deslindar para nosotros, pero no lo eran tanto en las literaturas de la época imperial de Roma y Grecia. Con todo, es cierto que, desde nuestra perspectiva al menos, el tratado Sobre lo sublime de Pseudo-Longino es una obra de crítica literaria: una obra, además, sorprendente.


1. SOBRE EL AUTOR Y SU FECHA; LA LENGUA

Comenzamos por referirnos a los problemas que afectan a la fecha de la obra y la identidad de su autor, cuestión nunca resuelta de forma satisfactoria. Por lo que a la cronología se refiere, proponemos situar el De sublimitate en el siglo I d. C. (cfr. García López 1988, 1018).

En relación con la lengua del De sublimitate se puede comentar que presenta características parecidas a las de la koiné, con ciertos toques clásicos; claro que ello no basta para decir que el autor intentara escribir en la línea del aticismo, al que de hecho parece atacar en los capítulos 30-38.


2. FUENTES Y PRECEDENTES DEL PSEUDO-LONGINO

Se ha de comentar también la cuestión de las fuentes y precedentes del Pseudo-Longino. Precedentes suyos son, evidentemente, Cecilio de Caleacte, con el que polemiza; también lo son las reflexiones críticas del Helenismo, ante las que Pseudo-Longino reacciona.

Pero los presupuestos teóricos del autor son, posiblemente, deudores del Estoicismo; algunos críticos (cfr. Schmid-Stählin II.1, p. 477) han llegado a considerarlo como un “estoico platonizante”: la deuda del Pseudo-Longino con Platón es obvia, también en lo que a estilo se refiere.

Algunos han señalado la procedencia estoica de ciertas definiciones del autor y, más en concreto, han defendido que el influjo estoico lo recibiría Pseudo-Longino a través de Posidonio de Apamea, también él un estoico platonizante.


3. ESTRUCTURA DE LA OBRA

A continuación se ha de exponer la estructura de la obra, difícil de deslindar a causa de las lagunas con las que se nos ha transmitido el texto. Con todo, parece que, en lo conservado, se puede reconocer una estructura tripartita muy básica:
  • 1-5.
  • 6-43.
  • 44.
La parte central, la más extensa, trata sobre las cinco fuentes de las que nace el estilo elevado y sublime; se enumeran así en el capítulo 8:
  • talento para concebir grandes pensamientos;
  • pasión vehemente y entusiasta;
  • cierta clase de formación de figuras;
  • noble expresión;
  • composición digna y elevada
La sección final del escrito habla de la decadencia literaria de su época. Aquí se indaga en los motivos de esa decadencia dentro de una supuesta conversación mantenida por el autor con un filósofo amigo suyo; la cuestión que se plantean es: la decadencia, ¿es resultado de la ausencia de libertad?

El autor defiende la tesis de que esa decadencia es resultado de la abundancia de bienes materiales y del apegamiento a los mismos. Esta explicación moral es, por cierto, un lugar común en la literatura del S. I d. C.

El asunto no es irrelevante en el tratado pues una idea básica en Pseudo-Longino es que los megáloi lógoi (nosotros diríamos quizá "los grandes textos") sólo puede crearlos quien tenga psychikòn mégethos, "grandeza de alma".


4. LA ORIGINALIDAD DEL PSEUDO-LONGINO

Por comparación con la Poética de Aristóteles, la peculiaridad fundamental de este tratado procede de que su autor persigue un enfoque práctico, no teórico, e intenta básicamente responder a una pregunta: ¿cómo se debe escribir?

Es igualmente peculiar del tratado su valoración de las dotes naturales del escritor, del genio, aspecto claramente desatendido en la Poietikè téchne, en la Poética del Estagirita: aquí radica, sin duda, su mayor originalidad.


5. EL TRATADO DE PSEUDO-LONGINO EN LA POSTERIDAD

A partir del códice fundamental de Pseudo-Longino (el Parisinus) se debieron de empezar a hacer copias a finales del S. XV. Recuérdese, como se dijo al principio, que en el S. XVI había ya tres ediciones impresas: había también traducciones al latín (Pizzimenti 1566 y Pagano 1572) y al italiano.

Sin embargo, Pseudo-Longino no tuvo demasiada influencia en la educación de la época (ni en el S. XVI, ni en la mayor parte del XVII), a diferencia de otros críticos antiguos que para nosotros son hoy poco menos que desconocidos: ello se explica por la dificultad de Pseudo-Longino y porque de su obra no podían deducirse muchos preceptos escolares prácticos.
Todo lo más, puede recordarse que John Milton menciona a Pseudo-Longino entre los autores de los que se puede aprender retórica: pero no sabemos hasta qué punto lo conocía o podía estar influido por él.
Las cosas cambian diametralmente a raíz de la traducción de Boileau (1674): en el siglo y medio siguiente, “Longino” se convirtió en un nombre familiar, en un gran crítico y en un gran héroe (al pensarse que Pseudo-Longino era Casio Dionisio Longino). El influjo del libro en esta época fue independiente de sus méritos intrínsecos (y quizá hasta desproporcionado):
  • Pseudo-Longino aparece citado en infinidad de escritos: p. ej. Dryden, Pope... Pseudo-Longino era una lectura común entre la gente educada.
  • La obra fue empleada también en apoyo de las tesis de unos y otros dentro de la “Querella de los antiguos y los modernos”.
  • El tema de “lo sublime” se convirtió además en un tópico de la discusión filosófica, sin que ésta necesitase tener ninguna relación con Pseudo-Longino (quien había sido, sin más, la excusa para iniciar la discusión).
Por tanto, Pseudo-Longino jugó un papel importante en el desarrollo del gusto en el S. XVIII y los comienzos del Romanticismo: por lo que al Neoclasicismo se refiere, era evidente que éste conectaba con el interés de Pseudo-Longino por las reglas positivas (por el mismo motivo también conectó bien el Neoclasicismo con Horacio, recuérdese: mucho más preceptivo que Aristóteles).

Pero esta asociación con las “reglas positivas” hizo caer a Pseudo-Longino en desgracia en la época romántica.

Lo cual resulta bastante irónico, porque lo cierto es que bastantes de las ideas de Pseudo-Longino parecen precursoras del Romanticismo: 
Ante todo su interés por la personalidad del poeta, sus referencias a la inspiración y el entusiasmo: son aspectos que ningún otro crítico anterior al redescubrimiento de Pseudo-Longino había destacado tanto.
En el S. XVIII lo más famoso del tratado de Pseudo-Longino era el capítulo 9: alimentó la idea, típica del momento, de que ciertos temas eran sublimes per se. Aunque la tesis de que sólo ciertos temas se prestaran al tratamiento poético sublime era, por supuesto, una lectura exagerada de Pseudo-Longino.

En el S. XIX los críticos despreciaron en su mayoría a Pseudo-Longino, para lo cual pueden proponerse distintas causas:
  • su interés (relativo) por las reglas;
  • su aceptación del principio de autoridad en el capítulo 44;
  • y sobre todo el hecho de que lo que decía Pseudo-Longino, en el Romanticismo, había dejado de ser novedoso y transgresor: no había nada nuevo en lo que decía sobre el genio y la inspiración, y sin embargo sí cosas que resultaban incómodas en lo que se refiere a las reglas y la autoridad (en 44).
Tras el Romanticismo, volvió a producirse un movimiento pendular: lectores que encontraban a Aristóteles poco simpático se volvieron hacia Pseudo-Longino.

Como razón de ello puede proponerse el interés que demuestra Pseudo-Longino por el genio, la inspiración, etc... Pero, por encima de ello, parece que si Pseudo-Longino nos atrae es porque, con él, tenemos la sensación de estar ante alguien que ama la literatura.




ALGUNAS REFERENCIAS:

* Obras de carácter general sobre crítica literaria en la Antigüedad:
ATKINS, J.W.H., Literary Criticism in Antiquity. I-II, Cambridge, 1934.
FUHRMANN, M., Dichtungstheorie der Antike. Aristoteles. Horaz. Longin, Darmstadt, 1992 (2ª ed.).
RUSSELL, D., Criticism in Antiquity, Berkeley-Los Angeles, 1981.

* Ediciones, comentarios y léxicos:
ALSINA CLOTA, J. (ed. y trad.), Anónimo. Sobre lo sublime. Aristóteles. Poética, Barcelona, 1977.
NEUBERGER-DONATH, R. (ed.), Longini De sublimitate, lexicon, Hildesheim, 1987.
RUSSELL, D.A. (ed.), Longinus. De sublimitate, Oxford, 1974.
RUSSELL, D.A. (ed.), Longinus: On the sublime, Oxford, 1982 [con introducción y comentario].

* Traducciones:
ALSINA CLOTA, J. (ed. y trad.), Anónimo. Sobre lo sublime. Aristóteles. Poética, Barcelona, 1977.
GARCÍA LÓPEZ, J. (trad.), Demetrio. Sobre el estilo. “Longino”. Sobre lo sublime, Madrid, 1979.

* Bibliografía secundaria:
BILLAULT, A., “La nature et l' art dans le traité Du sublime”, en J. Bompaire y A. Billault (eds.), Opora. La belle saison de l' hellénisme, París, 2001, pp. 33-42.
BRISSON, L. y PATILLON, M., “Longinus Platonicus et Philologus, II. Longinus Philologus”, en W. Haase (ed.), ANRW II.34.4 (1998), pp. 3023-3108.
GARCÍA LÓPEZ, J., “Retórica y crítica literaria en época imperial”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1005-23.
INNES, D.C., “Longinus and Caecilius. Models of the Sublime”, Mnemosyne 55 (2002), pp. 259-284.
LANA, I., Quintiliano, il "Sublime" e gli "Esercizi preparatori" di Elio Teone. Ricerca sulle fonti greche di Quintiliano e sull'autore "del Sublime", Turín, 1951.
LOMBARDO, G., Hypsegoria. Studi sulla retorica del sublime, Módena, 1989.
STADEN, H. VON, “Metaphor and the Sublime: Longinus”, en J.A. López Férez (ed.), Desde los poemas homéricos hasta la prosa griega del siglo IV d. C., Madrid, 1999, pp. 359-380.