jueves, 2 de abril de 2015

LA ORATORIA DEL S. IV A. C. COMO FENÓMENO LITERARIO


Remozo esta entrada de febrero de 2009 y se la dedico a una amiga, acreditada catedrática, que sufrió con Demóstenes en 1989; y, desde luego, no porque ella no supiese griego. ¡Ojalá la Týche nos dé siempre a todos buenos profesores!


Finalizado el “Siglo de Pericles”, la oratoria continuó representada en Atenas, a lo largo de todo el S. IV a. C., por figuras de primera o primerísima línea; de ellas se hablará en esta entrada.


1. AMBIENTE POLÍTICO EN EL S. IV. LA ORATORIA DE LISIAS.

Se han de plantear primeramente las características del ambiente político del S. IV a. C.:

El final de la guerra del Peloponeso, el año 404 a. C., constituye una fecha fundamental:
  • Desaparece de Atenas por un tiempo el sistema democrático y se implanta el gobierno de los Treinta Tiranos.
  • La democracia se reintrodujo en 401 / 400: continuará existiendo hasta 322, pero en forma rebajada, por contraste con la situación en el S. V.
  • Tras la victoria de 404, Esparta alcanza la hegemonía, si bien ésta no podrá mantenerse por mucho tiempo.
  • En el extremo oriental, las póleis griegas de Asia Menor caerán bajo el poder de Persia.
  • En Grecia continental, Esparta perdió su hegemonía ante Tebas en la batalla de Leuctra (371): el hundimiento de Esparta fue definitivo.
  • La hegemonía de Tebas tampoco pudo mantenerse, pues se basaba únicamente en la genialidad de una sola persona, Epaminondas.
  • Y la batalla de Mantinea (362) puso punto final a la hegemonía tebana al producirse en ella la muerte de Epaminondas.
  • En la situación de “vacío de poder” que se produjo entre las ciudades griegas aparece, venido de fuera, un nuevo poder que tendrá influencia decisiva: Macedonia.
  • Filipo II se enfrentó a sus oponentes, personificados en Demóstenes. La victoria en Queronea (338) llevó a Grecia una unidad política impuesta desde fuera (aunque, en principio, se trataba de formar una coalición contra el persa).
  • Filipo II muere en el 336 y le sucede Alejandro, creador de un imperio universal: mira la entrada 34. El mundo del Helenismo y el desarrollo de la Filología.
Tras repasar el nuevo contexto histórico de la literatura ateniense del S. IV, es oportuno comenzar el repaso a la oratoria de este período recordando el caso de Andócides (mira la entrada ), quien es un ejemplo a contrario.
La inadecuada formación retórica de Andócides le había privado de los éxitos que había esperado obtener fiado de su ascendiente y prestigio social. Que las características personales no bastaban para lograr el éxito como orador quedaba suficientemente probado.
Los oradores del nuevo siglo debían optar por el tipo de oratoria de Antifonte y desarrollarla, desestimando el ejemplo de Andócides.

Como primer representante de los oradores que, en el nuevo siglo, conjurarán los errores de éste mediante el dominio de las técnicas retóricas, ha de citarse al meteco Lisias (en torno a 440 – después de 380).

Lisias es, en el S. IV, el representante principal de la logografía (la redacción de discursos por cuenta ajena) que, en la generación anterior, había cultivado Antifonte.

Es conveniente comentar algunos datos importantes de la biografía de Lisias; en alguna ocasión (en el discurso XII, Contra Eratóstenes), estos datos han dejado sus huellas en los discursos:
  • Su padre, Céfalo, había llegado a Atenas procedente de Siracusa: por tanto, Lisias no era ciudadano ateniense sino meteco.
  • Era de profesión fabricante de escudos (con éxito): su casa es el escenario de la República de Platón.
  • En 430 emigró con su hermano Polemarco a la nueva fundación de Turios: allí debió de entrar en contacto con la retórica siciliana y se familiarizó con sus métodos.
  • Regresó a Atenas en 412.
  • En 404 / 403, el régimen de los Treinta Tiranos confiscó la fortuna de la familia y ejecutó a Polemarco; Lisias debió de escapar a Mégara.
  • A la caída del régimen, Lisias procedió contra el máximo responsable de lo sucedido con su familia, Eratóstenes.
  • Ésta es la situación tratada en el discurso XII, el único del corpus que trata de un proceso protagonizado por Lisias: posiblemente, fue pronunciado por él mismo.
El corpus Lysiacum está integrado por 35 discursos; sobre él, y en general sobre Lisias, cfr. Dover 1968:
Dover, K.J., Lysias and the Corpus Lysiacum, Berkeley, 1968.
En la Antigüedad circularon más de 400 discursos con su nombre, de los que pasaban por ser auténticos 233. De esos 35 discursos que conservamos hoy en día, son de autoría dudosa o claramente falsa algunos, especialmente el VI (Contra Andócides) y el XX (En defensa de Polístrato).

Han de resaltarse los aspectos que hicieron famoso a Lisias como logógrafo:
  • Su forma hábil de argumentar.
  • Su capacidad de hallar el tono adecuado para cada uno de los clientes que le encargaban discursos, el retrato de caracteres o ἠθοποιία.
En este sentido es ejemplar el caso del inválido al que se refiere el discurso XXIV (Sobre la suspensión de ayuda monetaria al inválido): el inválido refiere su propia historia y la razón de ser de su invalidez en términos dignos de un verdadero autor dramático.


2. ISÓCRATES

Isócrates de Atenas es prácticamente contemporáneo de Platón. Sin embargo, se le puede considerar en varios aspectos como su polo opuesto.

Sobre su vida recuerdo que vivió entre 436 – 338 (Platón, entre 428/427 – 348/347). Según una tradición poco fiable, se dejó morir de hambre tras la derrota ateniense en Queronea.

Se instruyó con figuras como los sofistas Gorgias (al que sigue en el estilo), Pródico y el propio Sócrates.

Descendía de una familia acaudalada pero no aristocrática, a diferencia de Platón. Perdió la fortuna de su padre en la guerra del Peloponeso, según cuenta en Sobre el cambio de fortunas 161 – 162.

Entre 403 y 390, hubo de dedicarse a escribir discursos judiciales para otros, a fin de poder sobrevivir: esto es, también él, como Lisias (cfr. supra) trabajó como “logógrafo”.

Más adelante (p. ej. en Sobre el cambio de fortunas) negará haber desempeñado esta actividad, que era considerada como propia de artesanos; mira Sobre el cambio de fortunas 36, 38:
Ni aunque pudiera hablar así sobre mí, no se verá que me haya dedicado a discursos semejantes [de tipo forense].
A mí nadie me ha visto en los consejos ni en las investigaciones de un proceso, ni en los tribunales ni con los árbitros, sino que estoy tan alejado de todo esto como ningún otro ciudadano (trad. de J. M. Guzmán Hermida).
En 390 instituyó una escuela en la que Isócrates intentaba enseñar a la juventud lo que él llamaba “filosofía”, el tipo de educación y cultura práctica que necesitarían los jóvenes para su vida pública. Pero, desde el punto de vista de su contemporáneo Platón, aquello no era una escuela de filosofía sino de retórica.

A este respecto es importante, dentro de la obra platónica, el Gorgias y el final del Fedro, 278 e ss., donde se habla de Isócrates en términos evidentemente irónicos:
No sería nada extraño que, al avanzar su edad [la de Isócrates], en ese tipo de discursos que ahora intenta sobrepasara a todos los que anteriormente escribieron más que si fueran niños; y mucho más aún, si no le contentaran estos discursos, y a cosas mayores le condujese un impulso más divino. Pues por natural disposición, amigo mío, hay en la mente de este hombre cierta filosofía (trad. L. Gil).
Sobre la escuela de Isócrates como escuela de retórica habla también, p. ej., Cicerón (De or. V 27: rhetoris officina). De esa escuela salieron, entre los oradores, figuras como Iseo, Licurgo e Hiperides (cfr. infra).
También formó a políticos e historiadores, desde presupuestos claramente distintos de los observados en la Academia de Platón.
Con todo, hago observar que Isócrates parece haber sentido la mayor hostilidad no hacia Platón sino hacia Aristóteles: el sentimiento, a tenor de lo que sabemos y leemos en las obras, era mutuo.

En lo político (ámbito en el que también intentó influir) defendía posturas conservadoras, se oponía a la democracia radical y era favorable al panhelenismo. En función de este panhelenismo llegó, por cierto, a ver con buenos ojos la actuación de Filipo (cfr. discurso 5).

Sin embargo, él no pronunciaba de manera pública los discursos que escribía para celebraciones oficiales: su voz no era buena. Por ello,
  • encargaba a otros que los leyeran,
  • los divulgaba por escrito,
  • los pronunciaba sólo en círculos pequeños.
En época helenística se conservaban 60 discursos bajo su nombre, aunque ya entonces se dudaba de la autenticidad de bastantes: hoy tenemos 21. En los discursos de Isócrates hay
  • Oratoria judicial (escrita para sus clientes antes de la fundación de la escuela: discursos 16 – 21).
  • Oratoria epidíctica (demostrativa): mira el Panegírico (discurso 4), con el que, en 380, propuso a los griegos reunidos en Olimpia una expedición conjunta contra Persia; o mira Sobre la paz (8) y el Areopagítico (7): son muy representativos de su ideario político.
  • Ejercicios retóricos (Helena, discurso 10, y Busiris, discurso 11).
  • Debemos destacar además dos textos que podemos considerar como manifiestos y defensas de su método intelectual: Contra los sofistas (discurso 13) y Sobre el cambio de fortunas (discurso 15).
I. Contra los sofistas (discurso 13) tiene carácter programático y debió de ser compuesto poco después de la apertura de la escuela de Isócrates. En la obra, el orador intenta marcar distancias con respecto al relativismo de la Sofística. Acusa a los sofistas de transmitir una educación superficial, opuesta en este sentido a la que él ofrece a los jóvenes.

II. El Sobre el cambio de fortunas se escribió en el año 354, desarrollando las ideas incluidas en la obra anterior, a la que cita: cfr. § 194:
Para evitar estas acusaciones [de ser un sofista], cuando comencé a dedicarme a esta actividad divulgué un discurso escrito en el que dejaba claro que criticaba a quienes hacen promesas excesivas [a los sofistas en cuanto educadores] y exponía mi propia opinión. (...) Intentaré explicaros lo que declaraba. Empezaba desde aquí [cita].
El Sobre el cambio de fortunas es el texto que la crítica considera como la “autobiografía de Isócrates”. Las circunstancias del discurso eran éstas:
El ciudadano Megaclides, que debía sufragar una trierarquía, propuso contra Isócrates, hacia el año 355, un pleito de cambio de fortunas (antídosis), que implicaba la obligación de que Isócrates se encargara de esa leitourgía (si es que se juzgaba que era más rico que Megaclides) o bien intercambiara con él su fortuna (con lo que saldría perdiendo en términos económicos).
Isócrates perdió el proceso y hubo de cargar con los gastos de la leitourgía. Esto debió de hacerle comprender la opinión que tenían de él los ciudadanos atenienses, quienes pensaban que se estaba enriqueciendo a través de las actividades de su escuela.
III. Dentro del corpus ocupa también un lugar importante el Panatenaico (discurso 12), la última obra de Isócrates.
  • Contiene una alabanza de Atenas.
  • En el discurso hay también largas partes en las que Isócrates reflexiona sobre cómo escribió el discurso: se aproxima a lo que para nosotros es un ensayo.
Es oportuno comentar que existe acuerdo en considerar que el estilo de Isócrates no es especialmente memorable. P. ej., es uno de los autores más criticados por distintos vicios de estilo en el Tratado de lo sublime de Pseudo-Longino (mira la entrada ).
  • De él se habla allí en XXI, a propósito del asíndeton, del error en que se puede caer por no usarlo y recurrir al polisíndeton, que destruye la intensidad del estilo: se lo considera como un vicio de la escuela de Isócrátes.
  • También se habla de él en XXXVIII, dentro del estudio de la hipérbole y de los vicios a los que puede dar ocasión. En este sentido se proponen ejemplos incorrectos de Isócrátes junto a otros correctos de Tucídides y Heródoto.


3. ISEO, HIPERIDES, LICURGO Y DINARCO

En la escuela de Isócrates se formaron políticos e historiadores. Pero de aquella rhetoris officina (Cic., De or. V 27) salieron, ante todo, oradores, como por ejemplo éstos que pertenecen a la lista canónica:
  • Iseo (en torno a 420 – después de 343),
  • Hiperides (389 – 322),
  • Licurgo (en torno a 390 – 324)
  • Dinarco (en torno a 360 – después de 292).
En relación con ellos recordaremos:

I. Iseo (en torno al 420 – después del 343) estuvo activo en la primera mitad del S. IV como maestro de retórica y logógrafo. Nótese que Iseo ya no unía en su persona (como Isócrates) los aspectos de
  • El profesor.
  • El ciudadano implicado en la política.
Era, simplemente, un profesional de la logografía. Conservamos doce de sus discursos: once a través de los códices, más uno conservado sólo en parte gracias a Dionisio de Halicarnaso.

Iseo demuestra una competencia especial en los procesos relativos a herencias: es una fuente fundamental para conocer los entresijos del derecho de sucesión ateniense. De él se dice que fue maestro de Demóstenes.

II. Hiperides (389 – 322), por su parte, representa una manera diferente de entender la labor del rétor:
  • renuncia a la enseñanza
  • y se implica activamente en la vida política.
Así lo hizo también Demóstenes, con quien coincide Hiperides, además, por haber abrazado, como él, el bando antimacedónico. A través de los papiros se conserva de él un discurso completo (En defensa de Euxenipo) y fragmentos de otros cinco. Como Lisias, pasa por haber sido maestro de la ἠθοποιία.

III. Licurgo (en torno a 390 – 324) pertenece también al canon de los 10 oradores áticos, aun siendo, con Dinarco, uno de los menos famosos. Pertenecía a la facción antimacedónica. No era logógrafo pero pronunció discursos contra rivales corruptos (conservamos una demanda contra Leócrates por traición).

IV. Dinarco (en torno a 360 – después de 292), el más joven de estos oradores del S. IV, era un meteco procedente de Corinto. Fue un logógrafo de segunda fila que alcanzó importancia política por escribir discursos para procesos políticos. También él pertenece al canon de los diez oradores áticos.
Conservamos tres discursos de Dinarco; entre éstos, un discurso contra Demóstenes (discurso 1).


4. DEMÓSTENES. ESQUINES

El orador más importante del S. IV a. C. (y, en realidad, de toda la historia de Grecia) es Demóstenes (384 – 322); al hablar de él deberemos recordar además a su rival Esquines (390 – ca. 315).

Demóstenes (384 – 322) era hijo de un fabricante de armas que murió siendo él un niño. En el año 364 / 363 se enfrentó en el tribunal con sus tutores legales por causa de la herencia, que había sido malversada.

Trabajó hasta aproximadamente 355 a. C. exclusivamente como logógrafo, ocupación que parece que no abandonó nunca.
Parece incluso que, en una ocasión, redactó los discursos para las dos partes enfrentadas: mira los discursos 36 y 45, y el testimonio de Plutarco en su Vida de Demóstenes.
En torno a esa fecha (355) emprendió una nueva senda como orador político, enfrentado al poder en expansión de Filipo.

Como tránsito entre una fase y otra pueden contemplarse los discursos, escritos todavía como logógrafo (para otros), en los que denuncia a personajes públicos de su época.
P. ej., Discursos 22, 24, 20: Contra Androción, Contra Timócrates, Contra Leptines.
Estos discursos son de los años 355 y siguientes. El paso siguiente fue entrar directamente en la vida pública y atacar la política de Filipo: del año 351 a. C. es la primera de sus cuatro Filípicas (or. 4).
Fracasó en este intento, como también con las Olintíacas (or. 1, 2, 3), relativas a la ciudad de Olinto, que Filipo había aniquilado. Las cuatro Filípicas, que fracasaron, son los discursos 6, 9, 10, más el 4, ya mencionado.
En vista de ello y del fracaso en Queronea (338) de la coalición (Tebas y Atenas) que él había apoyado, se esforzó por que se mantuvieran intactos y se mejoraran los muros de Atenas.

Estos esfuerzos le granjearon una enorme estima pública entre sus conciudadanos y le hicieron merecedor del encargo del epitáphios lógos que ocupa el número 60 dentro de su corpus.

El año del asesinato de Filipo (336), un particular, Ctesifonte, solicitó que los esfuerzos desarrollados por Demóstenes en relación con la defensa de Atenas fueran premiados con una corona. Esquines se manifestó en contra de ello y acusó a Demóstenes.

En el proceso del 330 (se retrasó hasta esa fecha por diversos acontecimientos) Esquines pronunció un discurso contrario a Demóstenes (Contra Ctesifonte), que se conserva.

Asimismo se conserva el discurso contrario de Demóstenes: Sobre la corona (or. 18), discurso de defensa que el orador pronunció en persona. Este discurso fundamental contiene una justificación de toda su actividad política.
En este sentido, el discurso puede compararse con la Antídosis de Isócrates, también una autojustificación.
La derrota de Esquines en el proceso fue completa: al no conseguir un quinto de los votos y no poder pagar la multa consiguiente, abandonó Atenas para dedicarse a la enseñanza de la retórica en Rodas.

Con todo, la fase siguiente de la vida de Demóstenes no fue exactamente dorada. Las muertes de Filipo y Alejandro no devolvieron a Atenas a su situación previa. Y Demóstenes se vio implicado en un escándalo en relación con Hárpalo, tesorero de Alejandro que huyó a Atenas: supuestamente, este Hárpalo le habría sobornado.
  • En el 323, Demóstenes fue condenado (Dinarco elaboró el escrito de acusación): tuvo que abandonar Atenas.
  • Regresó cuando Hiperides emprendió una guerra contra los macedonios (guerra lamíaca): de Hiperides conservamos a través de papiros su discurso en honor de los caídos en la guerra en el 322.
  • Demades presentó un requerimiento, Demóstenes fue condenado a muerte y se suicidó (322). Después, los macedonios ejecutaron a Hiperides (también en el 322).
Para ofrecer una visión de conjunto de la obra del orador recordamos que se conservan 61 discursos de Demóstenes. Los cuatro grupos en los que suelen dividirse sus obras son:
  • Discursos pronunciados ante la asamblea: or. 1-17 (pero 11 y 12 no son auténticos) – aquí se encuentran las Olintíacas y las Filípicas.
  • Discursos pronunciados con ocasión de procesos políticos: or. 18-26 (25 y 26 no son auténticos).
  • Discursos pronunciados con ocasión de procesos privados: or. 27-59 – en este grupo hay bastantes discursos de autenticidad incierta.
  • Los dos discursos epidícticos que aparecen al final del corpus: or. 60 y 61.
Or. 60 es el Epitafio. Or. 61 es el Erótico, un discurso falso con el que se intenta que un joven conceda sus favores a otro joven.

Demóstenes, el mejor orador de Grecia, se convirtió en referencia para los oradores de la posteridad. Entre ellos, para el mejor orador de Roma, Cicerón, quien compuso sus propias Filípicas contra Marco Antonio.
Pseudo-Longino puso en relación a Demóstenes y Cicerón, considerando a los dos como las cimas de, respectivamente, la oratoria griega y la latina.
A manera de broche de la entrada debemos hablar de Esquines (390 – en torno al 315); en relación con su vida comentaremos su oposición a Demóstenes y que adoptó una postura favorable a Macedonia. De su obra se conservan tan sólo tres discursos:
  • Contra Timarco (345).
  • Sobre la embajada (343).
  • Contra Ctesifonte (330): relativo a la cuestión de la corona que Ctesifonte pidió para Demóstenes.
En varios momentos de los discursos, hay oposición abierta a Demóstenes y sus ideas. Su caso es, en cierto modo, comparable con el de Andócides: parece que, antes que orador profesional, era un aficionado con talento. Filóstrato lo consideraba como fundador de la Segunda Sofística precisamente por su capacidad de improvisación.



ALGUNAS REFERENCIAS:

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