sábado, 14 de febrero de 2015

LA FILOSOFÍA DEL IMPERIO


No es una de las entradas más visitadas del blog. Pero es una entrada importante. Y una de las que llevan más tiempo esperando a ser remozadas. Aprovecho para hacerlo este día de febrero, día de lluvia fina en Pamplona. Y restos de nieve en los montes, cada vez más lejana.


1. LA FILOSOFÍA EN EL PERÍODO IMPERIAL: LÍNEAS GENERALES.

La cultura griega, desde finales del Helenismo, es una cultura de las síntesis. Por ello, en toda la época imperial, en el ámbito de la filosofía como en los demás ámbitos, nos encontramos con una proliferación de autores que recopilan los saberes filosóficos anteriores sirviéndose de formas literarias tipificadas. Nos referimos a continuación a tres categorías.

1) En lo que hoy conocemos como “doxografía” (cfr. Diels 1879) entran las siguientes formas:
  • Recopilaciones de doctrinas de los filósofos previos en relación con temas concretos.
Representativa de esta forma de “escribir sobre filosofía” (que no de hacer filosofía) fue la obra de Aecio, Compendio de doctrinas (S. I): cfr. Mansfeld-Runia 1997. Aunque la obra se perdió, es posible reconstruir su contenido general a través de obras posteriores que la utilizaron. Así sabemos que la obra constaba de cinco libros, que trataban los siguientes temas:
  1. Principios básicos.
  2. Cosmología.
  3. Meteorología.
  4. Psicología (2 libros).
  • Recopilaciones sistemáticas de las opiniones de las escuelas filosóficas.
Este tipo lo representaba un compendio perdido de Ario Dídimo (SS. I / II): cfr. Göransson 1995. La obra resumía la lógica / física / ética de Platonismo / Aristotelismo / Estoicismo.
  • Historias de las escuelas filosóficas. 
Es el tipo representado por las Vidas de los filósofos de Diógenes Laercio (SS. II / III). La obra consta de 10 libros que hablan de
  1. los sabios antiguos, de Tales a Ferécides,
  2. la filosofía jonia, Sócrates y los socráticos,
  3. Platón,
  4. los seguidores de Platón,
  5. Aristóteles y sus discípulos,
  6. Antístenes y los cínicos,
  7. los estoicos,
  8. los pitagóricos,
  9. filósofos no adscritos a las categorías anteriores,
  10. Epicuro.
La obra proporciona información importante por lo que se refiere a listas de obras, aunque por lo demás tiende a quedarse en lo anecdótico. Es interesante y significativa su renuncia a hablar de los autores del final del Helenismo y de su propia época.
Una obra análoga a la de Diógenes Laercio es la de Porfirio (234 – ca. 304), Historia filosófica (Philosophos historia), de la que sólo conservamos la Vida de Pitágoras (cfr. Periago Lorente 1987, Gredos).
2) En época imperial se produce además una abundante literatura de introducciones o eisagogaí, tratados introductorios sobre temas diversos (no exclusivamente sobre filosofía). Estos tratados estaban escritos con intención pedagógica y estilo sencillo. En general procuraban tocar los puntos capitales de un tema en un espacio breve. Las Eisagogaí filosóficas que conservamos son obras introductorias sobre filosofía platónica, como las compuestas por Alción y Albino (representantes del platonismo medio: 50 – 250 d. C.). Carácter de Eisagogé poseen también los anónimos Prolegómenos a la filosofía de Platón (S. VI).

Por su parte, Porfirio, desde el platonismo, escribió también una eisagogé, que en su caso es una introducción específica a las Categorías de Aristóteles.
  • Sucede que, en esa época y en esa fase del platonismo, esta obra de Aristóteles era considerada como un clásico básico y una lectura necesaria para todos.
  • Es llamativo que, en adición a ello, Porfirio también escribiese un comentario o libro de aclaraciones a las Categorías de Aristóteles (esto es: se trata de dos obras distintas, que persiguen objetivos diferentes).
3) Acabamos de hablar de un comentario o libro de aclaraciones de Porfirio. La época imperial, por ese mismo empeño de síntesis, es la época de los comentarios (ha de decirse de nuevo que no se trata sólo comentarios sobre filosofía).

Esta posibilidad de “escribir sobre filosofía” fue poco practicada por el aristotelismo, con excepciones: p. ej., Alejandro de Afrodisias (principios S. III) realizó comentarios a obras del maestro, comentarios considerados como definitivos por seguidores posteriores. En cambio, los platónicos fueron comentadores incansables. Además, no sólo comentaron las obras de Platón, sino también las de Aristóteles, lo cual no parece tener parangón en las escuelas filosóficas del momento. A esta corriente de platónicos comentadores de Aristóteles pertenecieron
  • Porfirio.
  • Jámblico.
  • Proclo.
  • Y, además: Plutarco de Atenas / Damascio / Siriano / Amonio / Juan Filópono / Olimpiodoro / Simplicio …
Es decir, en el curso de la historia se tendió a armonizar los pensamientos de Platón y Aristóteles: así sucedió también en el Oeste, en el caso de Boecio.


2. LA SUERTE DE LAS ESCUELAS HELENÍSTICAS.

Al hablar de la actividad como comentadores de los platónicos parece que deberíamos abrir paso al comentario del Neoplatonismo y Plotino, el filósofo creativo de mayor importancia en época imperial. Pero antes de llegar a ello conviene que recordemos con mayor o menor brevedad en qué situación se encontraban las escuelas filosóficas del Helenismo y quiénes eran sus representantes. Hablaremos, por este orden, de
  • cinismo,
  • epicureismo
  • y estoicismo.
Los cínicos de época imperial fueron filósofos ambulantes que iban de ciudad en ciudad pronunciando lo que hoy llamaríamos conferencias sobre temas filosófico-morales: diatribaí.

Éste es el género del que el representante más destacado fue el estoico Epicteto (cfr. infra). Con todo, el género de la diatriba ya era cultivado desde el S. III a. C. por los cínicos, que a través de este género, se ha dicho, intentaban poner la filosofía al alcance del gran público.
No en vano los “pensamientos” de Epicteto también han conocido cierta divulgación en nuestros días en colecciones populares, pseudosapienciales.
Esta forma de filosofía popular cínica la representan, desde nuestra perspectiva, dos figuras distintas y de cierta importancia literaria:
  • Dión de Prusa (del que hablamos en el contexto de la Segunda Sofística)
  • y, por otro lado, Máximo de Tiro (ca. 120 – 190), del que conservamos 41 discursos-conferencias: o Disertaciones filosóficas, según el título de la traducción de Gredos (López Cruces y Campos Daroca 2005).
En relación con las dos corrientes filosóficas fundamentales del Helenismo, estoicismo y epicureísmo, empezamos reconociendo que es muy poco lo que se puede decir sobre este último.
Todo lo más indicaremos que está atestiguada la actividad del epicúreo Diógenes, de cronología incierta (¿S. I a. C. – SS. II, III d. C.?). Este autor es conocido como Diógenes de Enoanda, ciudad donde hizo inscribir un texto que resumía las doctrinas de Epicuro: se conserva en 212 fragmentos (cfr. Chilton 1971, Smith 1992 y 2003).
La situación es mucho más favorable en el caso del estoicismo, cuya historia se puede rastrear hasta mediados del S. III. Entre los estoicos de la época fue habitual que la difusión de las enseñanzas corriera cargo de particulares, no como una actividad promovida desde la escuela estoica de Atenas. Las dos figuras fundamentales del estoicismo en época imperial son Epicteto y Marco Aurelio, de los que poseemos obras que no son precisamente de altos vuelos filosóficos pero que han encontrado mucho eco en toda la tradición de Occidente.

Hablamos primero de Epicteto (55 d.C. – ca. 120 d.C.), quien procedía de Hierápolis, Frigia: hay traducción en Gredos de Ortiz García 1993. Vivió como esclavo en Roma, donde su amo le dejó escuchar las enseñanzas del estoico Musonio Rufo (cfr. Laurenti 1989), quien también fue maestro de Dión de Prusa. Al obtener la libertad, enseñó en Roma en su propia escuela, hasta que la expulsión de los filósofos bajo Domiciano (89) le obligó a trasladarse a Nicópolis (Epiro). Allí enseñó, sin publicar nada (igual que su maestro Musonio).
Tuvo entre sus alumnos a griegos de clase alta como Arriano, gracias al cual nos ha llegado el texto con las enseñanzas de Epicteto.
Obviamente, no sabemos en qué medida sus Diatribas (95 conferencias cortas o sermones) son las ipsissima uerba de Epicteto o hasta qué punto ha podido añadir Arriano cosas de su cosecha, aunque tal extremo lo niegue éste en la introducción (sobre la cuestión cfr. Wirth 1967). De la colección original de ocho libros de Diatribas han llegado hasta nosotros cuatro, más el Enquirídion que presenta, en 53 extractos, lo esencial del pensamiento de Epicteto.
El elemento esencial en lo que conocemos de Epicteto es la ética, la recomendación de la renuncia y de la aceptación de las circunstancias: fata sequi.
El otro gran estoico de época imperial, Marco Aurelio, coincide con Epicteto en el hecho de no haber sido un escritor profesional. El futuro emperador nació en Roma en el año 121 y murió en el 180 en Viena. Su caso es peculiar por diversos motivos.
  1. Lo primero que puede sorprender a un profano es que un emperador de Roma redactara en griego las reflexiones personales que constituyen la materia de sus Meditaciones. A un filólogo le sorprenderá menos esto. Pero sí le sorprenderá que un texto de carácter privado y tan íntimo, no concebido para ser publicado, haya entrado en los canales de transmisión medievales. La obra, en doce libros, se escribió entre los años 168 y 180, en los campamentos militares desde los que el emperador hacía la guerra contra los bárbaros. Así lo indica el propio texto (al final del libro I y principios del III, cfr. edición de Dalfen, Leipzig 1987). La vinculación conceptual de las Meditaciones con la doctrina estoica es evidente. Además, al escribir una obra estoica en griego, Marco Aurelio actúa según la pauta habitual de todos los estoicos romanos, a excepción de Séneca. Las Meditaciones también están relacionadas con el género de la diatriba, género que, como ya se ha indicado, fue cultivado de manera primordial por los cínicos y estoicos. Del representante más eminente de la diatriba, Epicteto, hace mención expresa el emperador en el libro primero de las Meditaciones (7). 
  2. Además es llamativo el hecho de que conservemos obra bilingüe de Marco Aurelio. Este fenómeno se aprecia en pocos escritores de la Antigüedad (la otra gran excepción es Claudiano). Gracias a un descubrimiento accidental del S. XIX ha llegado hasta nosotros parte de la correspondencia intercambiada en latín entre el retórico Frontón y diversos personajes, entre ellos Marco Aurelio. 


3. EL NEOPLATONISMO.

Como hemos dicho antes, la aportación más importante de época imperial a la producción filosófica es la del Platonismo del momento: el Neoplatonismo.
  • El platonismo medio, que buscó combinar a Platón y Aristóteles, podía darse por superado en el S. III.
  • Los iniciadores de la nueva fase de la filosofía platónica fueron Amonio Sacas (175 – 240) y su discípulo Plotino (204 – 269).
Nuestra primera fuente sobre la actividad de éste es la biografía escrita por su discípulo Porfirio. Por esta fuente sabemos que Plotino escribió, partiendo de su actividad docente, obras en relación con distintos puntos de la filosofía, y que estas obras circulaban en ambientes especializados (alumnos e interesados en el tema).

Unos 30 años después de la muerte de Plotino publicó Porfirio una edición conjunta de sus escritos, en seis libros, cada uno de los cuales contiene nueve secciones: son las Enéadas de Plotino.
Cfr. la traducción de Gredos: Igal 1982 (I-II), 1985 (III-IV), 1998 (V-VI).
Hay una disposición sistemática en las Enéadas, que no tiene nada que ver con la cronología de los escritos: por otro lado, esa cronología la conocemos a partir de las informaciones que ofrece el propio Porfirio en su Vida de Plotino (cfr. Igal 1982).

Es habitual que Plotino trate los distintos temas de cada uno de sus escritos a partir de un problema o aporía, a la manera de lo que también hacía Aristóteles. O bien a partir de la confrontación con las opiniones de filósofos previos, especialmente de Platón. La filosofía de Plotino es, en lo fundamental, continuación e interpretación de la de Platón. Pero este componente central aparece en él combinado con ideas tomadas de los estoicos y peripatéticos.
En este sentido se ha podido decir que el pensamiento de Plotino es o pretende ser una “síntesis comprensiva”.
En esencia, Plotino trasciende la doctrina platónica de las Ideas al concebir que la idea del Bien se halla completamente por encima de todas las demás Ideas y de todo lo concebible. De esa Idea del Bien, que es al tiempo Idea de la Unidad o del Uno, son producto las restantes Ideas, y de éstas las almas. El último escalón de la realidad lo representa lo sensible.

El Uno es, para Plotino, la perfección. En él no hay diferencia entre el ser, el pensar y el moverse. Está más allá de toda percepción y, por ello, es in-comprehen-sible. Del Uno, dice la filosofía de Plotino, surge como emanación la Razón (noûs), que representa el conjunto de las Ideas; de ésta surge a su vez, y de la misma manera, el Alma (del mundo), de la que a su vez surge luego el mundo sensible. Plotino entiende además que el hombre tiene como tarea elevarse hacia el Uno, aunque su entendimiento y razón no le permiten llegar hasta Él. Ese paso sólo se puede dar a través de una unión mística (un éxtasis filosófico) de la que, según Porfirio (Vida... XXIII 15), Plotino gozó en diversas ocasiones.
La obra de Plotino es difícil de aprehender, en buena medida a causa de su estilo condensado y alusivo, que es reflejo del origen oral de sus enseñanzas: Plotino no escribió sus obras para que fueran leídas por un público amplio.
El mayor seguidor de Plotino dentro del Neoplatonismo fue su discípulo Porfirio, al que ya nos hemos referido. Porfirio (234 – ca. 304) nació en Tiro y debía de ser de origen sirio. Tras estudiar en Atenas con Casio Longino, fue en el 263 a Roma para escuchar a Plotino. A la muerte de éste, se hizo cargo de su escuela.

De su abundante producción filosófica ya han sido mencionados su Philosophos historia y su Eisagogé a las Categorías de Aristóteles. Gracias a Plotino, Porfirio no sólo adquirió competencias filosóficas sino también filológicas. Fue comentador de Homero, por ejemplo en La gruta de las Ninfas (trad. en Gredos: Periago Lorente 1992), donde interpreta alegóricamente el episodio de Odisea VIII 102 – 112 (cfr. Alt 1998).

En otro orden de cosas, tomó posición contra el Cristianismo, al que atacó en una obra perdida, Contra los cristianos (15 tomos, según las fuentes).

Con posterioridad a Plotino y Porfirio, el Neoplatonismo se dividió en distintas escuelas:

1) La “escuela siria” se inicia con Jámblico (ca. 245 – 325), discípulo directo de Porfirio: cfr. Dillon 1987. Con Jámblico el Neoplatonismo se abrió al pitagorismo. Por ello, junto a comentarios a las obras de Platón y Aristóteles, escribió también, en 10 libros, una Exposición de las doctrinas pitagóricas.
Sólo conservamos partes de ella: la Vida de Pitágoras (trad. en Gredos: Periago Lorente 1987), un Protréptico y tres libros sobre cuestiones matemáticas.
En él, como también sucedía (pero en menor medida) en Porfirio, posee gran importancia la “teúrgia”, “especie de magia de los antiguos gentiles, mediante la cual pretendían tener comunicación con sus divinidades y operar prodigios” (según el DRAE). Por ello, en el De mysteriis, afirma, frente a Porfirio, que lo que lleva hasta los dioses no es el pensamiento sino la teúrgia.

2) La “escuela ateniense” dimana también de Jámblico, pero adquiere carácter propio con Proclo (410 – 485), el último filósofo griego de cierta importancia. Estableció más distinciones en las escalas del ser, escribió 6 libros Sobre la teología de Platón y era también un convencido de la eficacia de la teúrgia.
Proclo murió en el 485. La Academia de Atenas continuó existiendo hasta ser clausurada por Justiniano en el 529. El último director de la Academia, Simplicio, emigró a Persia.

ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre la filosofía del final de la Antigüedad:
ACOSTA, E., “Filosofía de la época imperial”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1109-1132.
SMITH, A., Philosophy in Late Antiquity, Londres-Nueva York, 2004.

* Sobre Doxografía:
DIELS, H. (ed.), Doxographi Graeci, Berlín, 1879.
GÖRANSSON, T., Albinus, Alcinous, Arius Didymus, Göteborg, 1995.
MANSFELD, J. y RUNIA, D. T., Aetiana. I. The Methods and Intellectual Context of a Doxographer, Leiden, 1997.

* Sobre Epicureismo:
CHILTON, C.W., Diogenes of Oenoanda. The Fragments: A Translation and Commentary, Londres-Nueva York-Toronto, 1971.
SMITH, M. F. (ed.), Diogenes of Oinoanda. The Epicurean Inscription, Nápoles, 1992. SMITH, M. F. (ed.), Supplement to Diogenes of Oinoanda The Epicurean Inscription, Nápoles, 2003.

* Sobre Estoicismo:
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FARQUHARSON, A.S.L. (ed.), The Meditations of the Emperor Marcus Antoninus, Oxford, 1944 [comentario].
HORST, C., Marc Aurel: Philosophie und politische Macht zur Zeit der Zweiten Sophistik, Stuttgart, 2013.
KASULKE, C. T., Fronto, Marc Aurel und kein Konflikt zwischen Rhetorik und Philosophie im 2. Jh. n. Chr., Munich, 2005.
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* Sobre el Neoplatonismo:
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RIST, J.M., Plotinus: The Road to Reality, Cambridge, 1967.
WALLIS, R., Neoplatonism, Londres, 1972.