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miércoles, 24 de junio de 2020

EURÍPIDES: IFIGENIA ENTRE LOS TAUROS. GUÍA DE LECTURA


Esta es la primera entrada que publico en el blog desde hace mucho tiempo. No he estado cruzado de brazos, he escrito mucho sobre la Antigüedad pero de otra forma. Por ejemplo, tenía que escribir, basándome en las 60 primeras entradas del blog, este libro de
Introducción a la literatura griega antigua.
Ahora nos preparamos a vivir en la "nueva normalidad" post-covid-19, aún bajo la amenaza del covid-19. Por eso aprovecho el blog para publicar materiales que necesitarán los alumnos a los que daré clase en dos asignaturas: Literatura Universal y Destino y Libertad en el Mundo Clásico

Empiezo por Eurípides y la Ifigenia entre los Tauros, tragedia atípica a la que no se ajusta la definición de tragedia del DLE
En la Grecia antigua, género teatral en verso que, con ayuda de un coro y varios actores, desarrolla temas de la antigua épica centrados en el sufrimiento, la muerte y las peripecias dolorosas de la vida humana, CON UN FINAL FUNESTO y que mueve a la compasión o al espanto [las mayúsculas son mías].


Se conservan dos tragedias de Eurípides (485/484-406 a. C.) que llevan en su título el nombre de Ifigenia, hija de Agamenón y Clitemnestra, reyes de Argos y personajes de la saga troyana:


  • En Ifigenia en Áulide (408/406 a. C.) se dramatiza un episodio de los inicios de la expedición contra Troya. La flota griega se ha congregado en Áulide para partir contra esa ciudad. La diosa Ártemis, irritada con Agamenón porque este ha matado una cierva que le estaba consagrada, no permite que la escuadra se haga a la mar si el rey no le sacrifica antes a Ifigenia. Agamenón hace venir hasta el puerto de Áulide a su hija, supuestamente para desposarla con Aquiles, pero, en realidad, para cumplir con la exigencia de la diosa. No obstante, el desenlace de la tragedia no se ajusta a lo esperado.
  • Ifigenia entre los Tauros (414/412 a. C.), traducida a veces, de manera incorrecta, como Ifigenia en Táuride, dramatiza un episodio posterior. Ifigenia no fue sacrificada en Áulide: en el último momento, la diosa sustituyó a la víctima por una cierva; después, Ártemis trasladó prodigiosamente a la hija de Agamenón al país de los Tauros, en Crimea. En ese país, del que era rey Toante, Ifigenia debía ejercer como sacerdotisa de Ártemis y dirigir el sacrificio de los extranjeros que aparecían en el lugar. El destino quiso que llegaran hasta allí el hermano de Ifigenia, Orestes, y su amigo Pílades.


La estructura y el argumento de la obra se puede sintetizar de la manera siguiente:

  • Ifigenia entre los Tauros se abre con un prólogo (vv. 1-122) compuesto por un monólogo de Ifigenia y un diálogo de Orestes y Pílades. Ifigenia informa a los espectadores de los preliminares de la tragedia y de cómo llegó hasta el país de los Tauros, donde cumple la función de sacerdotisa en el templo de Ártemis. Un presagio recibido en forma de sueño le hace creer que ha muerto su hermano Orestes; por ello quiere ofrecer unas libaciones en su honor. Cuando sale de escena aparecen Orestes y su amigo Pílades, quienes han llegado hasta el país de los Tauros siguiendo las indicaciones de Apolo, con la intención de robar la imagen de Ártemis, hermana de ese dios.
  • Durante la párodos o entrada del coro (vv. 123-235), compuesto por cautivas griegas, Ifigenia y sus compatriotas tributan honras fúnebres a Orestes.
  • En el primer episodio (vv. 236-391) unos boyeros traen a escena a dos jóvenes griegos que acaban de capturar, Orestes y Pílades. Su intención es que, según la costumbre local, sean sacrificados a Ártemis. Ifigenia, ignorante de quiénes son los recién llegados, reconoce que ya no siente compasión por ningún extranjero y que está dispuesta a cooperar en el rito de su inmolación. Al narrar su encuentro con los jóvenes, los boyeros se refieren a los ataques de locura que le sobrevienen a uno de ellos; este es Orestes, quien se cree asediado por las Furias que vengan el crimen que cometió al matar a su madre Clitemnestra, asesina a su vez de su padre Agamenón (cf. también vv. 931-935).
  • El primer estásimo o intervención del coro (vv. 392-466) presenta las reflexiones de las cautivas sobre los motivos que han llevado a los griegos a navegar hasta el país de los Tauros, así como su anhelo de volver a la patria. El corifeo se refiere, finalmente, a la nueva aparición en escena de Orestes y Pílades.
  • El segundo episodio (vv. 467-642) comienza con la aparición de Ifigenia, quien se prepara a participar, sin saberlo, en el sacrificio de su propio hermano. Este, aunque se niega a revelar su nombre, le dice que procede de Argos, le informa de los acontecimientos que han rodeado a su familia y le da a entender que Orestes sigue vivo. Ifigenia propone entonces perdonar a uno de los dos amigos y enviarlo de regreso a Argos con una carta que deberá entregar a sus seres queridos; a instancias de Orestes se decide que sea Pílades quien se salve y cumpla esta misión.
  • El segundo estásimo (vv. 643-656) es un breve diálogo lírico entre el coro, Orestes y Pílades. El coro se lamenta por Orestes y se alegra al tiempo por Pílades.
  • El tercer episodio (vv. 657-1088) comienza con Orestes y Pílades comentando los últimos acontecimientos. Aparece Ifigenia, preparada ya para el sacrificio, portando la carta que Pílades ha de llevar a Argos. Cuando la lee en voz alta, los amigos descubren la verdadera identidad de la sacerdotisa; Pílades le indica a su vez que el joven al que iban a matar es su hermano Orestes, quien ofrece pruebas de su identidad. Tras un nuevo diálogo lírico de Orestes e Ifigenia y una monodia de esta (vv. 827-899), la acción dramática se reinicia con Pílades, Orestes e Ifigenia en escena. El hijo de Agamenón le explica a su hermana más detalles de su historia y le cuenta que, para librarse del azote de las Furias, tiene que llevar a Atenas la imagen de Ártemis que se venera en el país de los Tauros. Los dos hermanos diseñan un plan que les permitirá escapar: Ifigenia declarará que Orestes es impuro por haber matado a su madre y que por ello debe ser purificado en el mar junto con la estatua de la diosa; esta es la ocasión que aprovecharán para embarcar en la nave de los dos amigos y huir.
  • En el tercer estásimo (vv. 1089-1152) el coro de mujeres griegas se lamenta por no poder marcharse en el barco con Ifigenia, Orestes y Pílades.
  • El cuarto episodio (vv. 1152-1233) presenta el encuentro entre el rey Toante e Ifigenia, quien le explica el supuesto ritual de purificación que debe cumplir antes de sacrificar a los prisioneros.
  • El cuarto estásimo (vv. 1234-1282) habla de Apolo como dios de la adivinación y de su oráculo de Delfos.
  • El éxodo o final de la tragedia (vv. 1283-1499) comienza con la llegada de un mensajero que intenta anunciar a Toante que Ifigenia se ha escapado con los extranjeros y la estatua de Ártemis; el coro intenta retrasar el encuentro entre el mensajero y el rey. Cuando Toante se entera de la huida, se dispone a perseguir a Ifigenia y sus compañeros. En ese momento, aparece Atenea como deus ex machina y explica cuál es el futuro decretado por los dioses para los distintos personajes.


Algunas cuestiones a las que se puede atender al leer Ifigenia entre los Tauros son estas:

  • Ifigenia entre los Tauros es una tragedia que, evidentemente, termina bien. ¿Resulta ello sorprendente desde el concepto habitual de lo que es una tragedia?
  • ¿Se puede decir que Ifigenia entre los Tauros es una obra de intriga y suspense? La intriga de la tragedia, ¿es como aquella a la que estamos acostumbrados?
  • ¿Recibe alguna valoración moral en la obra la práctica bárbara de realizar sacrificios humanos?; ¿cómo contempla este cometido que le ha sido impuesto la griega Ifigenia (cf. vv. 617-626)?
  • ¿Qué opinión nos merece la aparición final de Atenea, ejemplo de deus ex machina?
  • ¿Cuál es la actitud de los distintos personajes hacia la religión tradicional? La cuestión interesa por lo que ello puede implicar en relación con la fe en los oráculos y la creencia en un destino trascendente. ¿Qué implica la creencia en los oráculos en relación con la disyuntiva entre destino y libertad?
  • ¿Producen los personajes de la tragedia la impresión de ser libres en sus decisiones u obran a instancias de los dioses, siguiendo las indicaciones que estos les dan a través de los oráculos o los sueños?
  • Desde la perspectiva de la obra, desde nuestra perspectiva, ¿es casualidad o destino que los dos hermanos se encuentren en el país de los Tauros?
  • El reconocimiento (o anagnórisis) es un elemento clave en la tragedia griega y, muy en especial, en Ifigenia entre los Tauros. ¿En qué momentos se produce ese o esos reconocimientos y cuál es su valor? ¿Señalan la existencia de un orden en el mundo, de que hay un destino que, en este caso, a diferencia del Edipo Rey, lleva a los personajes al reencuentro y la felicidad?
  • ¿Cómo trata Ifigenia entre los Tauros el tema de la mujer?


Puede ser oportuno recordar, por último, que Aristóteles, en su Poética, presenta Ifigenia entre los Tauros como ejemplo del segundo mejor tipo de tragedia: aquella en la que, a diferencia de lo que sucede en una tragedia típica como Edipo Rey de Sófocles, se produce un “cambio doble”, de manera que los personajes buenos reciben su premio y los malos su castigo.






domingo, 3 de febrero de 2013

EURÍPIDES, BACANTES: ENTRA EL CORO



Esta es la primera entrada del blog desde noviembre pasado, dos meses completos sin post. Han sido semanas de mucho trabajo y de escribir mucho, sí: para otros lugares. Semanas dedicado a los Himnos Homéricos, para cumplir los compromisos que tengo con Andrew y con Jordi. Para terminar la traducción del amigo Juan, se la tengo que mandar a otro Andrew
In šāʾ Allāh. 

Los meses próximos no se presentan mucho más tranquilos pero espero hacer de la necesidad virtud: si tengo que hablar de la Poética en Madrid, ¿por qué no aprovechar y reescribir lo que se dice en el blog sobre esa obra? Luego está lo de Colombia... no, no puedo ir por razones de salud que algunos conocéis bien. Pero, si finalmente lo resolvemos por videoconferencias, ahí habrá materia para una serie de entradas - ¿y para un libro?

Hoy no es un día adecuado para retomar a Aristóteles. Mientras llega el momento cuelgo, de la traducción inédita de las Bacantes, el texto de la Párodos; por si no nos entendemos: la entrada del coro.



La tierra de Asia 
y el sacro Tmolo tras trocar, me afano
por Bromio en un dulce trabajo 
y en un esfuerzo bien esforzado, al Baquio entre “¡evohés!” celebrando. 
¿Quién anda por el camino? ¿Quién anda por el camino, quién 
por casa? Que deje sitio 
y que todo el mundo su boca con el silencio reverencial purifique.
Pues, según lo que es costumbre, siempre 
a Dioniso celebraré entre himnos. 

 Dichoso aquel que,
bienaventurado, los misterios de los dioses
conociendo, su vida santifica
e inicia en la congregación su alma,
en los montes celebrando a Baco
entre pías purificaciones
y, cumpliendo según norma los ritos
de la Gran Madre Cibele
y en lo alto el tirso agitando,
de yedra coronado,
 a Dioniso sirve.
¡Id, bacantes! ¡Id, bacantes,
a Bromio, dios hijo de un dios,
a Dioniso, de vuelta trayendo
de los montes frigios a las calles
de amplio espacio de Hélade, al Bromio!

 De este otrora embarazada su madre,
entre los dolores inevitables del parto,
al vuelo del trueno de Zeus
lo dio a luz, fruto de su vientre,
y la vida abandonó
herida por el rayo.
Al punto lo acogió
en la cavidad del parto el Crónida Zeus
y, ocultándolo en el muslo,
con dorados broches
lo prende a escondidas de Hera.

Y parió cuando las Moiras
lo llevaron a término,
al dios de cuernos de toro,
y lo coronó con coronas
de serpientes, por lo cual las ménades
adornan sus cabellos con el fruto de su bestial cacería.

 ¡Oh, Tebas, nodriza de Sémele, 
corónate de yedra! 
Cúbrete, cúbrete de verde 
zarzamora de hermoso fruto, 
y entrégate al éxtasis báquico 
con ramos de encina o abeto, 
 y las vestes de variegados cervatillos 
rodead con vellones 
de trenzada lana. Y las cañas transgresoras 
santamente tratad. Al punto toda esta tierra bailará 
cuando Bromio guíe los tíasos 
al monte, ¡al monte!, donde aguarda 
la femenil multitud, 
de telares y lanzaderas 
apartada por el aguijón de Dioniso. 

¡Oh, espelunca de los Curetes,
y divinales moradas de Creta 
en que Zeus nació, 
gruta donde los Curetes 
 de triple penacho inventaron para mí 
este timbal de tensa piel!
A la hora del báquico frenesí, intenso, 
 lo mezclaron con el soplo de dulce son 
de las flautas frigias, y de la madre Rea 
en la mano lo pusieron, estrépito que acompaña
al “¡evohé!” de las bacantes. 
Y los enfebrecidos sátiros
lo lograron de la diosa Madre 
y lo unieron 
a los bailes de sus fiestas trienales 
en que Dioniso se complace. 

Dulce es cuando, en los montes,
separándose de los tíasos corretones
cae al suelo, llevando del cervatillo
la sacra veste, persiguiendo
la sangre del cabrito inmolado, gracioso festín de cruda carne,
lanzándose a los montes frigios, lidios:
† quien dirige la comitiva es Bromio.
¡Evohé!

Mana leche el suelo, mana vino,
mana néctar de abejas.
Y, como humo de incienso
 de Siria, el Baquio, alzando
la ígnea llama de una tea
con la cañaheja, se apresura
a correr y bailar,
a las que vagan excitando,
con sus gritos agitando
y sus delicados cabellos al éter arrojando.
† Al tiempo brama de tal forma por efecto de sus gritos: †
“¡Marchad, bacantes,
marchad bacantes,
boato del Tmolo de doradas corrientes,
celebrad a Dioniso
al compás de los tímpanos de grave sonar,
glorificando entre ‘¡evohés!’ al dios del evohé,
con voces y gritos frigios,
cuando la melodiosa flauta
sagrada sagrados tonos deja oír que acompañan
a quienes acuden al monte, ¡al monte!”. Y, complacida,
como una potranca junto a su montaraz
madre, los veloces miembros de sus pies mueve entre brincos la bacante.





viernes, 6 de julio de 2012

UN HOMBRE (O MUJER) QUE SE PARECÍA A TIRESIAS



Un profesor griego me invitó hace tres años a colaborar con él en algo y acepté. Después me invitó a una segunda cosa y volví a aceptar. Está claro que no hay dos sin tres, y por eso Christos Tsagalis ha debido de proponerme hace dos días que participe en un libro sobre Tebas y Homero. Yo le he respondido que me gustaría escribir algo sobre el adivino Tiresias en la Odisea.

Tiresias es ese individuo singular que fue tanto hombre como mujer en distintos momentos de su vida, punto sugerente (o sea: morboso para algunos gustos que quizá no captaron el sentido último de la transformación) al que se refieren tantos textos de la Antigüedad. 

De él se ha hablado ya en este blog, o mejor dicho: se ha incluido la traducción de El baño de Palas de Calímaco, texto en el que se recoge una versión poco habitual sobre el motivo de su ceguera y la obtención del don mántico, todo ello (como siempre en su leyenda) por intervención divina.

Tiresias también es un personaje destacado en una tragedia de la que ya he presentado en este blog una parte de una traducción incompleta. Son las Bacantes de Eurípides, de las que he publicado aquí el prólogo, todo por evitar que algunos trabajos se queden olvidados en un archivo sin servir a nadie. Añado ahora la traducción de la escena en que se presentan ante el público Cadmo y Tiresias (vv. 170-214), escena peculiar en la tragedia por sus aires de comedia.




TIRESIAS:
¿Quién anda en la puerta? A Cadmo llama fuera de la casa,
al hijo de Agénor, el que la ciudad sidonia
dejó y amuralló esta plaza de los tebanos.
Que alguien vaya, anúnciale que Tiresias
lo busca: él sabe por qué he venido
y lo que acordé, siendo viejo, con otro aún mayor:
prender los tirsos, llevar pieles de cervatillo
y coronar las cabezas con brotes de yedra.

CADMO:
¡Viejo amigo! ¡Cómo he reconocido, tras oírla, tu voz,
voz sabia de un hombre sabio, mientras estaba en casa!
Aquí estoy, ya listo, con este aparato propio del dios.
Es que es preciso que, ya que él es hijo de mi hija,
[Dioniso, el que se ha revelado a los hombres como dios,]
lo engrandezca en cuanto me sea posible.
¿Dónde hay que bailar, dónde hay que poner el pie
y menear la gris cabeza? Guíame tú a mí,
el anciano al anciano, Tiresias, que tú eres sabio.
Porque no me cansaría de sacudir la tierra con el tirso,
ni de noche ni de día. Nos hemos olvidado con placer
de que somos ancianos.

TIRESIAS:
En esto, sí, te pasa lo mismo que a mí.
Pues también yo me siento joven y probaré a bailar en los coros.

CADMO:
¿No marcharemos al monte en carro?

TIRESIAS:
No, que no recibiría la misma honra el dios.

CADMO:
¿Yo, anciano, te guiaré a ti, anciano, como a un niño? 

TIRESIAS:
Sin esfuerzo allí el dios nos conducirá a los dos.

CADMO:
¿Somos los únicos de la ciudad que bailaremos para Baquio?

TIRESIAS:
Somos los únicos que pensamos sanamente, los demás no atinan.

CADMO:
Larga es la demora. Mas sujétate de mi mano.

TIRESIAS:
Mira, agárrate a mí y enlaza tu mano con la mía.


[CADMO:
No desdeño yo a los dioses, que nací mortal.

TIRESIAS:
Nada entendemos de sutilezas, a ojos de los dioses.
Las paternas tradiciones, que con la antigüedad del tiempo
poseemos, ningún razonamiento las tirará por tierra,
ni aunque agudas mentes hayan descubierto la sabiduría.]

CADMO: 
¿Dirá alguno que la vejez no respeto
pues a bailar voy con la cabeza cubierta de yedra?


TIRESIAS:
Es que el dios no ha hecho distingos de si el joven
no debe bailar o el de más edad,
que de todos quiere recibir honras
comunes, y desea ser ensalzado sin hacer cuenta aparte con nadie.

CADMO:
Ya que tú, Tiresias, esta luz no ves,
yo me convertiré para ti en profeta de palabra.
Este que a la casa se apresura es Penteo,
hijo de Equión, a quien he transmitido el dominio del país.
¡Qué alterado está! ¿Qué nuevas irá a decir?


sábado, 7 de mayo de 2011

ΕΝ ΚΑΙ ΔΕΚΑ (DIEZ MAS UNO)


Hace unas semanas, al publicar el post que titulé Diez de diez, prometí elaborar una entrada similar para el caso de la literatura griega, tema propio de este blog.

Como en la entrada anterior, mi pretensión en ésta es proponer una lista que recoja las obras que yo considero como básicas (representativas, esenciales...) de la literatura griega de la Antigüedad. Quería haberme limitado (por pura economía) al límite de diez referencias pero me he excedido, de ahí el título de la entrada.

hèn kaì déka no es la forma normal de decir en griego "once" (héndeka) y equivale, de hecho, a "diez más uno". Claro, el resultado es el mismo; pero la expresión indica que uno de los elementos está desplazado, en posición incierta. 
Uno, ¿o dos?

Antes de seguir con las explicaciones puede ser más agradecido que veamos directamente cuáles son los títulos que propongo:


Homero, Ilíada

Homero, Odisea

Safo, Poesía
Píndaro, Olímpicas

Sófocles, Edipo Rey

Eurípides, Medea

Aristófanes, Las aves

Menandro, El díscolo

Teócrito, Idilios

Plutarco, Alejandro. César

Longo, Dafnis y Cloe


Paso ahora a las apostillas, que intentaré sean breves. Espero que en los comentarios haya ocasión de discutir más cuestiones:
  • Me imagino que habrá cierto acuerdo a la hora de entender que el intruso del listado es El díscolo de Menandro. ¿Por qué este autor y por qué esta obra? Incluyo a Menandro porque, a diferencia de lo que ocurre con Aristófanes, de él procede toda la comedia occidental, pasando por Plauto hasta llegar a la comedia cinematográfica del S. XXI. ¿Y por qué El díscolo, que seguro que no era su mejor obra? Por una razón evidente: es la única comedia de Menandro que conservamos íntegra.  
  • La cuestión de la "obra íntegra" nos invita a fijar la atención en la poesía de Safo, que también se singulariza dentro del listado como única obra fragmentaria. Aunque mi intención era incluir solo textos que hubieran llegado completos hasta nosotros, pienso que estaba justificado hacer una excepción en el caso de quien aparece aquí como representante de la poesía lírica griega.
    • En el canon de novelas que propuse en Diez de diez, algún lector descubría ciertas redundancias. Y, de forma semejante, puede que alguien juzgue que también es reiterativo acoger en esta lista las dos epopeyas homéricas. Ruego que se me permita una excusatio non petita. La Ilíada es una epopeya trágica cuyos acontecimientos escapan al control de sus personajes; la Odisea, en cambio, inaugura el final feliz en la literatura de Occidente. El lector interesado podrá encontrar algo más sobre ello en este libro.
    • Quiero explicar (y termino) una incongruencia. En Diez de diez escogí la obra de Heliodoro como una de las diez novelas básicas de la historia. ¿Que por qué no la incluyo ahora y pongo en su lugar el Dafnis y Cloe? Porque me parece que también era bueno darle una oportunidad a Longo
    Sólo recomiendo, de verdad, que nadie se lo lea pensando que es un libro para señoritas.




    viernes, 29 de abril de 2011

    EURÍPIDES, BACANTES: EL PRÓLOGO


    Durante este curso he trabajado las Bacantes de Eurípides con un alumno del primer año de Griego. No es que todos mis alumnos sean monstruos de la naturaleza (no, todos no) que entran en la universidad recitando coros de tragedia. Lo que ocurre es que, a Eugenio, su padre le enseñó griego cuando debía de tener catorce años.

    Por supuesto era un desperdicio de tiempo y entusiasmo explicarle a este alumno que la beta viene después de la alfa. En lugar de eso decidimos dedicar el año a trabajar una tragedia de Eurípides; y la que le propuse fueron las Bacantes. La hemos leído y traducido a partir de la edición de Diggle. Lo que cuelgo ahora es mi versión del prólogo de la tragedia, pronunciado por Dioniso a su regreso a su patria, Tebas.

    El plan especial de Eugenio le ha servido a él para familiarizarse con un género que no había leído nunca en el original griego, para aprender a cantar trímetros y para introducirse en el maravilloso mundo de la crítica textual. Yo me he beneficiado tanto como él de esta simbiosis. En los nuevos tiempos de Bolonia será un consuelo recordar que mis últimas clases de griego en la Facultad de Filosofía y Letras de mi Universidad las dediqué a hacer filología con un texto como las Bacantes de Eurípides.

    Gracias, Eugenio.



    DIONISO

    Me presento, de Zeus hijo, en esta tierra tebana,
    Dioniso, al que parió otrora la hija de Cadmo,
    Sémele, a quien hizo alumbrar el fuego que el rayo porta.
    Después de trocar mi forma de dios por una mortal,
    me hallo junto a las fuentes del Dirce y el agua del Ismeno.
    Y veo la tumba de mi madre, víctima del rayo,
    esta es, cerca de la casa, y las ruinas del palacio
    a las que hace humear la llama del fuego de Zeus, aún viva,
    inmortal exceso de Hera contra mi madre dirigido.
    Alabo a Cadmo, quien este terreno intransitable
    ha hecho, de su hija recinto; de la vid yo
    todo alrededor lo he cubierto con el follaje rico en racimos.

    Tras abandonar las campiñas de abundante oro de los lidios
    y de los frigios, las planicies batidas por el sol de los persas,
    las murallas bactrianas y la tierra de invierno inclemente
    de los medos recorrí, y Arabia dichosa
    y toda el Asia que junto al salado mar
    se extiende, la que tiene sus ciudades de hermosas torres
    llenas en mezcolanza de helenos y, juntamente, bárbaros;
    esta es la primera ciudad de los griegos a la que he llegado
    después de formar allí mis coros e instituir mis
    misterios, para ser una divinidad conocida por los mortales.


    Y a esta Tebas la primera de la tierra helena
    excité entre clamores, prendiendo una piel de cervatillo a su cuerpo
    y el tirso poniendo en su mano, proyectil de yedra.
    Es que las hermanas de mi madre, las que menos convenía,
    iban diciendo que yo, Dioniso, no había nacido de Zeus
    y que Sémele, tras ser seducida por algún mortal,
    a Zeus atribuía la deshonra de su lecho,
    triquiñuelas de Cadmo, por lo cual la mató
    Zeus, proclamaban, porque su matrimonio fingió.
    Pues bien, a ellas mismas de palacio hice yo salir
    enloquecidas, y el monte habitan con mente trastornada,
    y a llevar la indumentaria de mis ritos las forcé.
    Y a toda la femenil simiente, cuantas eran
    mujeres de los cadmeos, las saqué, locas, de sus casas.
    Juntamente mezcladas con las hijas de Cadmo
    bajo los verdes abetos se asientan en peñas sin techo.
    Pues es preciso que esta ciudad aprenda bien, aun sin quererlo,
    que vive sin iniciarse en mis ritos báquicos,
    y que yo salga en defensa de mi madre Sémele
    mostrándome ante los mortales como divinidad engendrada por Zeus.


    Es que Cadmo dignidad y tiranía
    a Penteo ha transmitido, nacido de su hija,
    el cual a los dioses combate al enfrentarse conmigo y de las libaciones
    me aparta y en ningún punto de sus súplicas hace memoria de mí.
    Por lo cual les demostraré que he nacido como dios a él
    y a todos los tebanos. Y a otra tierra,
    tras poner en orden lo de aquí, tornaré mi pie,
    mostrando mi persona. Y, si es que la ciudad de los tebanos
    con saña, con armas, del monte a las bacantes sacar
    intenta, a las ménades me uniré en campaña militar.
    Por lo cual he cambiado mi aspecto por el de un mortal
    y mi forma transformé a la natural de un varón.

    Mas, las que abandonasteis el Tmolo, baluarte de Lidia,
    tíaso mío, mujeres a las que de entre los bárbaros
    traje como mis asistentes y compañeras de camino:
    alzad los tímpanos, que en ciudad de frigios
    se hallan en suelo propio, invento mío y de la madre Rea,
    y montad estrépito yendo a uno y otro lado de este palacio,
    el de Penteo, que lo vea la ciudad de Cadmo.
    Que yo, yendo a los pliegues del Citerón,
    donde se hallan las bacantes, participaré con ellas en los coros.