martes, 16 de diciembre de 2008

ESCRITOS SOBRE RETÓRICA

1. ATICISMO Y ASIANISMO
2. LAS ESCUELAS DE RETÓRICA EN ÉPOCA IMPERIAL
3. DEMETRIO, SOBRE EL ESTILO
4. DIONISIO DE HALICARNASO


En época imperial, el ejercicio de la oratoria posee características peculiares: en buena medida, éstas vienen impuestas por la ausencia de libertades políticas propia del período.
Por ello, antes de enfrentarnos con el tipo de retórica elaborada por los autores de la Segunda Sofística, conviene detenerse a examinar algunas cuestiones previas, las que desarrollaremos en esta entrada:
  • Hemos de empezar por aclarar un concepto básico en esta nueva fase de la cultura griega: el aticismo.
  • Trataremos, igualmente, de la organización de la enseñanza de la retórica en época imperial.
  • Y, fundamentalmente, revisaremos las reflexiones sobre retórica compuestas al inicio de este período: hablaremos en concreto de dos autores:
“Demetrio” (Sobre el estilo)
y Dionisio de Halicarnaso.


1. ATICISMO Y ASIANISMO

Por reacción a la nueva koiné lingüística que se venía gestando desde el Helenismo, en el S. I a. C. se comenzó a definir el estilo ático de época clásica (SS. V – IV a. C.) como la norma lingüística por excelencia.
Ésa, se entendía, era la norma lingüística que había de ser cultivada en la expresión escrita, no la de la koiné hablada en la época.
En relación con la cuestión del aticismo escribió Th. Gelzer un trabajo en el que defendía que el impulso dado al llamado aticismo había procedido de los maestros de retórica establecidos en Roma.
Cfr. Gelzer 1978: “Klassizismus, Attizismus und Asianismus”, en H. Flashar (ed.), Le Classicisme à Rome aux 1ers siècles avant et après J.C., Ginebra, pp. 1-55.
Como explica Gelzer, la norma aticista del griego fue fijada con fines didácticos por los maestros griegos: para mostrarles a sus alumnos romanos cuál era el griego que habían de aprender, cultivar e imitar.

De otra parte, en su momento (SS. I a. C. y I d. C.) los seguidores del aticismo no hubieron de desmarcarse sólo de la lengua común en su época.
También marcaron distancias frente al tipo de retórica que se enseñaba en las escuelas de oratoria del Asia Menor, a la que se conoció como asianismo, término de connotaciones peyorativas.
El asianismo debió de ser impulsado por Hegesias de Magnesia (S. II a. C.) y tuvo éxito, sobre todo, entre capas populares de la helenidad.
Para el estudio de este enfrentamiento habría resultado de gran interés el escrito teórico de Cecilio de Caleacte (Sicilia), Sobre la diferencia entre aticismo y asianismo.
Este autor era posiblemente un liberto de Cecilio Metelo. Desarrolló su actividad en Roma desde 40 a. C. y estuvo muy vinculado a Dionisio de Halicarnaso, de quien fue amigo.
Cecilio escribió también estudios sobre los oradores áticos, igualmente perdidos. Según parece, en su obra debía de aparecer por primera vez el canon de los diez oradores:
  • Antifonte
  • Andócides
  • Lisias
  • Iseo
  • Isócrates
  • Demóstenes
  • Esquines
  • Hiperides
  • Licurgo
  • Dinarco
Cecilio es, por cierto, el autor con quien polemiza el Pseudo-Longino en el Sobre lo sublime.
Además de su obra retórica (¿o como parte de ella?) escribió también un trabajo perdido sobre el estilo elevado (¿el primer Sobre lo sublime?), que se deja reconstruir únicamente a partir de las críticas de Pseudo-Longino.

Pero lo que ahora interesa realmente es resaltar que el aticismo se convirtió en norma indiscutible a partir del S. I d. C. y durante todo el Imperio.
Con él se producía una vuelta al pasado en la norma lingüística: esta vuelta al pasado era, además, coherente con los ideales de “vuelta al pasado” perseguidos, desde el punto de vista ideológico, por la educación de la época.
Por otra parte, restaurar una lengua que no era la del presente sino la de cinco siglos atrás forzó el desarrollo de obras lexicográficas que debían ayudar al escritor a escoger las formas genuinamente áticas.
Éste era, p. ej., el objetivo de la Eklogé de Frínico: ésta era una selección de una obra en dos tomos, anteriormente perdida, el Onomástikon de Julio Pólux.
En el Onomástikon se recogía un índice de palabras y expresiones áticas agrupadas por criterios temáticos.
En el mismo sentido han de recordarse las obras de:
  • Harpocratión (Léxico de los diez oradores).
  • Moiris (Giros [expresiones] del ático).
No ha de pasarse por alto el hecho de que el absolutismo de la norma aticista también se encontró con opositores, si bien la crítica ejercida por éstos tuvo escaso efecto.
Al grupo de los opositores pertenece p. ej. Galeno (129 – ca. 199). Escribió un léxico antiaticista; además indica en diversos lugares que los conocimientos que de verdad interesan a un músico o un médico son otros, no la norma ática.
Por otro lado, también Luciano de Samósata (115 / 125 – post 180) se enfrentó de manera paródica con la norma aticista en el Rhetorum praeceptor (op. 41).
El protagonista de la obra recomienda aprenderse unas 15 ó 20 palabras áticas raras y emplearlas a conciencia para impresionar al público.
La asunción de una norma lingüística propia de cuatro siglos atrás implicaba establecer diferencias evidentes con respecto a la lengua realmente hablada en el momento.
Además, esta vuelta al clasicismo condenaba la norma literaria al inmovilismo, según ha sucedido en otras épocas históricas, también dentro de Grecia (cfr. lengua kathareûsa frente a demotiké).
Ciertamente, tanto lo uno como lo otro puede ser considerado como un defecto.
Pero, aunque efectivamente lo sea, no han de pasarse por alto aspectos menos negativos del movimiento aticista.
En un momento en que el mundo griego carecía de un centro cultural o político, el Aticismo constituye un elemento unificador fuerte.
Gracias a él y al sistema educativo de la época se logró que existiera una unidad cultural durante más de 500 años entre, al menos, las elites de habla griega: desde el Sur de Francia (Favorino de Arelate) hasta el Éufrates.
Esta relativa homogeneidad ayudó a superar diferencias étnicas o religiosas.
En este sentido puede decirse incluso que el Aticismo cooperó a mantener la estabilidad del Imperio Romano.


2. LAS ESCUELAS DE RETÓRICA EN ÉPOCA IMPERIAL

Las escuelas de retórica constituían en época imperial el estadio superior de la educación. En estas escuelas se aprendía el arte de la elocuencia al lado de un rhétor o sophistés.
En el aprendizaje de la retórica se distinguían tres tareas:
  1. El estudio de la teoría.
  2. El estudio de textos que servían como modelo.
  3. El ejercicio práctico.
1. La teoría sobre retórica venía transmitida a través de manuales conocidos como téchnai rhetorikaí.
En ellas se distinguían las cinco partes de la Retórica: inuentio, dispositio, elocutio, memoria, pronuntiatio, que a su vez volvían a subdividirse en tipos más específicos.
De época imperial conservamos un cuerpo importante de obras de este tipo: ¡9 tomos en la edición de Waltz 1832 (Rhetores Graeci)!
Desde nuestro punto de vista, las más importantes son las compuestas por Hermógenes de Tarsos (160-230 d. C.):
  • Orador precoz, renunció al ejercicio de la retórica para dedicarse a teorizar sobre ella; carece de intereses filosóficos.
  • Escribió sobre aspectos como la inuentio en Sobre la invención; es también autor de Sobre formas de estilo, Sobre la vehemencia del método.
  • El conjunto de su obra era conocida como Téchne rhetoriké.
  • El papel canónico del autor lo muestran los abundantes comentarios a Hermógenes que se hicieron desde el S. III d. C. hasta época bizantina.
Posteriores (S. III d. C.) son las obras de autores como Apsines de Gádara y, sobre todo:
  • Menandro Rétor: bajo su nombre se conservan dos tratados, Sobre discursos demostrativos: no pueden ser obra del mismo autor pero parece que los dos fueron escritos en época de Diocleciano (284 – 305 d. C.).
  • El primero trata de la división de la retórica, la diferencia entre elogio y encomio y las clases de himnos.
  • El segundo tiene carácter más práctico.
  • En general, el mayor interés de la obra de este Menandro es la información que nos ofrece sobre los gustos literarios de su momento.
2. El estudio de textos que servían como modelo.
A la hora de estudiar textos modélicos el esfuerzo se concentraba, según lo esperable en el marco del Aticismo, en los oradores áticos (lo cual, a su vez, retroalimentaba la importancia de ese canon).
3. El ejercicio práctico.
El ejercicio práctico consistía en la elaboración de discursos ficticios para diversas circunstancias: éstos son las melétai o declamationes.
En función de los géneros del discurso se distinguían a su vez:
  • théseis dikanikaí, controuersiae (discursos judiciales).
  • théseis symbouleutikaí, suasoriae (discursos deliberativos).
  • discursos de exhibición (se corresponden con el género del discurso demostrativo).
En estos discursos había de buscarse la adecuación a las circunstancias históricas en que supuestamente se pronunciaban los discursos.
Parte de esta adecuación consistía en respetar la ethopoiía del personaje que, supuestamente, estaba hablando.
El corpus de declamationes conservado, tanto en griego como en latín, es abundante.


3. DEMETRIO, SOBRE EL ESTILO

El primer tratado sobre retórica al que nos referiremos es el Sobre el estilo de Demetrio.
Ciertamente, las razones cronológicas parecen aconsejar que se hable antes de Dionisio. Ahora bien:
  • esas razones no son concluyentes: el Sobre el estilo podría ser anterior a Dionisio;
  • de otra parte, es evidente que con Dionisio llegamos al clímax de la entrada: por eso prefiero reservarle el último puesto.
El tratado Sobre el estilo transmitido bajo el nombre de “Demetrio” (supuestamente, Demetrio de Falero: así ya desde Diógenes Laercio) debe de datar, según lo más verosímil, del siglo primero antes o después de Cristo.
Sobre el personaje histórico de Demetrio de Falero:
  • filósofo (discípulo de Teofrasto) y político del S. IV a. C.;
  • ciertos relatos hablan de un papel destacado en la fundación de la Biblioteca (pero esto carece de fundamento);
  • desarrolló una labor literaria importante: hay un listado de sus obras en Diógenes Laercio.
Pero Sobre el estilo no es suyo: las fechas no cuadran, a pesar de que la fecha de la obra es incierta: se ha propuesto incluso que habría sido compuesta en S. III a. C.

Sobre el estilo es un trabajo aticista, fuertemente influido por la escuela peripatética (p. e., Teofrasto; y el libro III de la Retórica de Aristóteles).
Su importancia no estriba tanto en sus ideas originales (pocas) como en su activa recopilación de teorías precedentes y en sus juicios sobre la literatura griega anterior: ayuda a conocer la historia de la recepción en su época.
La obra tiene dos partes claramente diferenciadas:
  1. Tras los treinta y cinco primeros apartados, de carácter más introductorio (define kôla, kómma, períodos, enthýmema: estudio de los miembros, de la frase, del periodo, del entimema),
  2. el grueso de la obra (36 – 302) se dedica a analizar los cuatro tipos de estilo definidos por el autor, así como sus contrarios (estilos perversos):
  • megaloprepés (elevado) frente a psychrós (frío)
  • glaphyrós (elegante) frente a kakózelos (afectado)
  • ischnós (sencillo) frente a xerós (árido)
  • deinós (vigoroso) frente a ácharis (desagradable).
En su caso, como en el del Pseudo-Longino, nos hallamos ante una obra que se sitúa a caballo entre la retórica y la crítica literaria.


4. DIONISIO DE HALICARNASO

La obra teórica de Cecilio de Caleacte en relación con el conflicto entre aticismo y asianismo (cfr. punto 1 de esta entrada) se ha perdido: no nos es accesible.
Pero sí son accesibles, en cambio, los escritos compuestos sobre el tema de la retórica por su amigo Dionisio de Halicarnaso (60 a. C. – 7 d. C.).
Dionisio emigró a Roma en el 30 a. C. para ejercer allí como maestro de retórica.
Nos referiremos a él primero como teórico del aticismo y, en segundo lugar, como autor de obras históricas fuertemente cargadas de retoricismo.

Los escritos del primer tipo (tratados y epístolas de alcance teórico) giran en torno a los modelos del estilo ático que se han de imitar.
Es importante señalar también que estas obras dedican una atención muy especial a la crítica literaria que, como se ve, vuelve a aparecer como inseparable de la retórica en este momento histórico.
Los escritos de retórica y crítica de Dionisio constituyen un corpus notablemente extenso, que sólo conservamos en parte.
  • Hay en él obras dirigidas por Dionisio a sus alumnos de Roma.
  • Hay también cartas dirigidas a amigos, miembros de su grupo literario: desde el punto de vista del género, estas epístolas didácticas se diferencian con dificultad de los tratados.
La cronología del corpus (de lo conservado y de lo perdido a lo que el autor alude) es difícil de fijar. Pero como clasificación práctica puede servir la de Usher, y así distinguimos:
I. En un primer período:
  • Sobre los oradores antiguos: algunos consideran que el prólogo de esta obra es, prácticamente, un manifiesto del Aticismo.
  • La primera Carta a Ameo: más una obra de historia literaria que de pura crítica.
II. En el período medio:
  • Sobre la composición literaria: incluye un estudio sobre los tres tipos de estilo (severo, elegante, medio).
  • Demóstenes: Dionisio lo considera como representante del estilo medio, frente a Tucídides (estilo severo).
  • Sobre la imitación.
  • La Carta a Pompeyo Gémino.
III. En el último período:
  • Sobre Tucídides.
  • La segunda Carta a Ameo.
En su obra teórica Dionisio intenta mostrar, a través del análisis de distintos autores, cómo, en el campo de los autores áticos, el estilo que ha de servir como referente es el de Demóstenes y no el de Tucídides, objetable por su oscuridad.
La conclusión de la exposición sobre esta obra teórica es hasta cierto punto paradójica, pues se ha de decir (siguiendo a Radermacher) que la importancia de Dionisio en este campo no se halla posiblemente en lo que escribió “como teórico de la retórica sino en su crítica estética y literaria” (G.ª López).

Por lo que se refiere a la obra histórica de Dionisio se ha de destacar la Historia antigua de Roma, en veintidós libros (sólo conservamos íntegros los diez primeros).
  • El punto de inicio de la obra se sitúa en los orígenes legendarios de Roma.
  • El punto final lo fijó el autor en el año 264 a. C., precisamente aquél en que arrancan las Historias de Polibio (cfr. Gabba 1991: Dionysius and the History of Archaic Rome, Berkeley-Los Angeles-Oxford).
Por lo que a la cuestión de las fuentes se refiere, es de destacar que Dionisio escribe basándose en los analistas romanos, para los que es testimonio básico.
Ello implica, por cierto, que Dionisio conocía suficiente latín como para leerlos.
Debe señalarse también ante los alumnos el paralelismo fundamental que existe entre Polibio y Dionisio:
  • los dos eran griegos por origen y formación;
  • los dos escogieron convertir Roma en la materia de sus obras historiográficas, con un tono plenamente favorable.
En Dionisio es fundamental el empeño por conectar la historia y cultura de Roma con la de Grecia:
  • defiende la idea de que Roma es en realidad una antigua fundación griega;
  • entiende, además, que el latín es un dialecto del griego;
  • pero da una vuelta de tuerca al considerar que Roma es superior a Grecia y que los romanos son, en realidad, griegos mejorados, griegos perfeccionados.
En su fascinación ante Roma parece claramente influido por el ambiente de la pax Romana de Augusto.
Dado el sentido general de esta entrada, dedicada a la retórica, se ha de terminar resaltando el carácter fuertemente retórico de la Historia antigua de Roma:
El carácter retórico de la obra se aprecia, p. ej., en el empleo de los discursos:
  • Muy abundantes a partir del libro III.
  • Pero Dionisio no se aprovecha del modelo de Tucídides y queda a enorme distancia: los discursos en su obra no son funcionales como en Tucídides, son mera repetición de tópicos de las escuelas de retórica.
Ha de decirse que Dionisio no es, en realidad, un historiador sino un rétor, y su trabajo no es, en el fondo, una obra historiográfica (de investigación) sino un encomio de Roma.

José B. Torres Guerra



ALGUNAS REFERENCIAS:

GARCÍA LÓPEZ, J., “Retórica y crítica literaria en época imperial”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1005-23.
KENNEDY, G., The Art of Rhetoric in the Roman World, Princeton, 1972.
KENNEDY, G. (ed.), The Cambridge History of Literary Criticism. I. Classical Criticism, Cambridge, 1989.
MARTIN, J., Antike Rhetorik. Technik und Methode, Múnich, 1974.
* Sobre el aticismo:
ADRADOS, F.R., “Sobre el movimiento aticista”, EClás 14 (1970), pp. 433-451.
GELZER, T., “Klassizismus, Attizismus und Asianismus”, en H. Flashar (ed.), Le Classicisme à Rome aux 1ers siècles avant et après J.C., Ginebra, 1978, pp. 1-55.
* Sobre Menandro Rétor:
HEATH, M., Menander: A Rhetor in Context, Oxford, 2004.
* Sobre Demetrio, Sobre el estilo:
GARCÍA LÓPEZ, J. (trad.), Demetrio. Sobre el estilo. “Longino”. Sobre lo sublime, Madrid, 1979.
GARCÍA LÓPEZ, J., “Introducción”, en Demetrio. Sobre el estilo. “Longino”. Sobre lo sublime, Madrid, 1979, pp. 9-26.
SCHENKEVELD, D.M., Studies in Demetrius on Style, Amsterdam, 1964.
* Sobre Dionisio de Halicarnaso:
ALONSO, A.; JIMÉNEZ, E.; SÁNCHEZ, E., y SECO, C. (trads.), Dionisio de Halicarnaso. Historia antigua de Roma, Madrid, 1984-1989 (4 volúmenes).
BONNER, S.F., The Literary Treatises of Dionysius: A Study in the Development of Critical Method, Cambridge, 1939.
DAMON, C., “Aesthetic Response and Technical Analysis in the Rhetorical Writings of Dionysius of Halicarnassus”, MH 48 (1991), pp. 33-58.
DELCOURT, A., Lecture des Antiquités romaines de Denys d'Halicarnasse: un historien entre deux mondes, Bruselas, 2005.
GABBA, E., Dionysius and the History of Archaic Rome, Berkeley-Los Angeles-Oxford, 1991.
GALÁN VIOQUE, G., y Márquez Guerrero, M.Á. (trads.), Dionisio de Halicarnaso. Sobre la composición literaria. Sobre Dinarco. Primera carta a Ameo. Carta a Pompeyo Gémino. Segunda carta a Ameo, Madrid, 2001.
OLIVER SEGURA, J.P. (trad.), Dionisio de Halicarnaso. Tratados de crítica literaria, Madrid, [2005].
SACKS, K.S., “Historiography in the Rhetorical Works of Dionysius of Halicarnassus”, Athenaeum 59 (1983), pp. 65-87.






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