lunes, 4 de enero de 2016

TEÓCRITO Y EL GÉNERO DE LA BUCÓLICA


Una revista de Filología Clásica me ha pedido que escriba la reseña de un libro sobre Teócrito (Mónica Durán Mañas, Las mujeres en los Idilios de Teócrito, Zaragoza, 2014). Me ha parecido que esta podía ser una buena ocasión para revisar y reeditar lo que publiqué en su momento sobre quien para nosotros es, ante todo, el padre de un género de tanta importancia histórica como la bucólica.


Teócrito es, posiblemente, el poeta alejandrino que ha dejado una huella más permanente en la Tradición Occidental gracias a sus aportaciones dentro del género bucólico. En esta entrada se pasa revista a su obra auténtica y al llamado corpus Theocriteum.


1. TEÓCRITO Y SU AMBIENTE.

Expondremos en primer lugar los pocos datos conocidos sobre la vida de Teócrito.
El poeta era oriundo de Siracusa; tras pasar por Cos (patria de Filetas), se situó en Alejandría bajo el mecenazgo de los Tolomeos (Tolomeo II Filadelfo) hacia los años 275-270 a. C.
Más importante que estos escasos datos es constatar que Teócrito mantuvo relaciones literarias activas con los círculos poéticos de Alejandría.
  • P. ej., él, que también es un poeta doctus, manifiesta en sus poemas conocer las obras de Arato o Calímaco.
  • Quizá, en alguno de sus Idilios, refleja incluso los ambientes literarios de Alejandría: pero la cuestión es incierta.
Ya que se acaba de emplear el término Idilios se recordará que eidýllion es diminutivo de eîdos (“viñeta”) y que, según el diccionario de Liddell-Scott-Jones, designa un “short, highly wrought descriptive poem” – ésta es la denominación que se aplica a treinta poemas transmitidos bajo el nombre de Teócrito.

Se ha de recordar además que, a diferencia de otros poetas del momento (Calímaco, Apolonio), Teócrito no parece haber desarrollado ninguna actividad como filólogo.


2. LOS EPILIOS DENTRO DE LA OBRA DE TEÓCRITO.

Dentro de las obras que conocemos de Teócrito suelen distinguirse tres grupos.

El primero de ellos lo representan los epilios, pequeños poemas épicos al gusto helenístico: un ejemplo de epilio lo representa la Hécale (fragmentaria) de Calímaco. En la obra transmitida de Teócrito  hay epilios como el Hilas (nr. 13 de la colección: 75 versos) o, sobre todo, el Heraclisco (nr. 24: 172 versos, fragmentario el final).
En este poema Teócrito trata un tema tradicional (las proezas de Heracles niño: cfr. p. ej. Píndaro, Nemea I o Peán XXIV – se refiere cómo Heracles niño acaba en la cuna con las serpientes que había enviado contra él la esposa de su padre Zeus, Hera).
Pero Teócrito varía constantemente su modelo, esforzándose en presentarlo de forma novedosa, en clave de humor: en el Heraclisco un Heracles, niño de diez meses, se cría en un ambiente burgués: el de la casa de Anfitrión y Alcmena.

Al hilo del comentario de los epilios podemos recordar también que Teócrito compuso poemas correspondientes a dos géneros directamente relacionados entre sí, encomios e himnos:
  • Encomios: idilio 17, dedicado a Ptolomeo II Filadelfo.
  • Himnos: idilio 22, Dioscuros; idilio 26, Dioniso.

3. POEMAS CON CARÁCTER DE MIMO.

Un segundo grupo dentro de la producción del autor de Siracusa lo representan los poemas con carácter de mimo.
El mimo se puede caracterizar en esencia como un género dramático subliterario que escenifica motivos de la vida ordinaria de personas corrientes. Sobre este género mira lo que se dice en la entrada .
Teócrito fue quien le dio auténtica categoría literaria al mimo al trasplantarlo a la forma del hexámetro dactílico en sus “idilios ciudadanos”, en Pharmakeútria (nr. 2) o en las Adoniázousai (nr. 15).

Pharmakeútria: es una narración en primera persona – habla Simeta (la pharmakeútria, “hechicera”), quien ha sido abandonada por su amado Delfis.
Este hecho cotidiano se pone en relación (y contraste) con el abandono sufrido por grandes figuras del mito: p. ej., Ariadna.
Más aún, también produce un fuerte contraste el hecho de que para narrar este suceso de trascendencia tan relativa se recurra a intertextos de la “alta” literatura, como Homero o Safo.
En la reelaboración creativa de la poesía antigua Teócrito está adoptando, obviamente, una actitud típica de la poesía alejandrina.
La primera parte del poema presenta las prácticas mágicas de Simeta (con ellas pretende atraer otra vez a su amado), y es de destacar que existen paralelos con lo que leemos en los papiros mágicos de los griegos. Es decir, el Idilio 2 está elevando la tradición popular a categoría literaria.

Adoniázousai: este idilio recoge la conversación de dos mujeres de Siracusa residentes en Alejandría que acuden a una fiesta en honor a Adonis en el palacio real de Arsínoe. Este idilio también desarrolla un juego de contrastes:
  • entre la vida modesta y humilde de las mujeres, admirablemente retratada,
  • y la tryphé, “la gran vida” que descubren en el palacio.
Parece que Teócrito quiere simbolizar así el proceso de traslación de
  • el mimo tradicional siracusano (cfr. la primera parte del poema),
  • que se reinstala ahora en Alejandría (cfr. la segunda parte), el nuevo centro cultural de Grecia, un centro caracterizado además por el preciosismo y el virtuosismo.

4. LA POESÍA BUCÓLICA.

Como hemos indicado al principio, el grupo de poemas de Teócrito con más importancia histórica dentro de la tradición son los poemas bucólicos. Éstos son ocho de los Idilios, todos escritos en dorio: números 1, 3, 4, 5, 6, 7, 10, 11.

Por cierto: el hecho de que los poemas estén en dorio se ha intentado explicar suponiendo que el dorio era en Alejandría la lengua de una elite de emigrantes de Cirene. Pero la cuestión es incierta.

En estos poemas el autor pone en forma hexamétrica (y eleva así a la categoría de alta literatura) un contenido sin tradición literaria: la vida ordinaria en el mundo de los pastores.

Con todo, es obligado indicar que el mundo de los pastores de Teócrito es un mundo más ideal que real: se trata de un mundo “bucólico” de paz y cantos, en el que los conflictos proceden de las cuitas amorosas.

La razón de selección de esta temática en un momento histórico como el del Helenismo no deja de tener su interés para la historia social de la literatura (cfr. Serrao 1983):
  • Parece que en este momento, como en otros momentos de la historia, el hastío de la vida burguesa llevó a buscar vías de escape en una naturaleza ideal a personas que, en el fondo, no conocían la vida de la naturaleza real.
  • Adviértase el contraste entre la imagen del campo que presenta la bucólica y la que ofrece Hesíodo en Trabajos y Días.
Sin embargo habremos de decir, sobre todo por comparación con la bucólica posterior, que Teócrito no idealiza por completo el mundo de sus pastores.
En los idilios hay, en ocasiones, momentos de rudeza, según sucede en el idilio 5, una competición en el canto (motivo típico del género) celebrada entre dos pastores, que en este caso son figuras rudas y poco idealizadas.
El procedimiento de que dos personajes que se cedan respectivamente la palabra aparece asimismo en los idilios 1, 4, 6 y 7: es un procedimiento explotado por Teócrito, aunque sin repetirlo de manera exacta para lograr así una uariatio:
  • La alternancia en el uso de la palabra puede asemejarse al canto amebeo.
  • O bien cada personajes pronuncia alternativamente largas tiradas de versos.
El canto de los pastores posee a veces connotaciones poetológicas, según se aprecia en los idilios 1 y 7, Thýrsis y Thalýsia.

El idilio I, “Tirsis”, figura desde siempre (desde las colecciones antiguas) en el primer lugar del conjunto.
En este idilio se describe (es el motivo de la ékphrasis) minuciosamente un maravilloso plato de madera, que viene a ser un contrapunto para el escudo de Aquiles y su descripción en Ilíada XVIII.
La voluntad poética de presentar este contrapunto no podía pasar desapercibida al lector doctus del poema.

Lo que podemos entender que viene a decir Teócrito con este contraste marcado es que la poesía bucólica viene a traer un sistema poético propio, capaz de competir con el de la poesía homérica o, por lo menos, con el de sus imitadores.

Teócrito rechaza, como Calímaco, a estos imitadores porque no se adecuan a los ideales del Helenismo. Así lo indican, por cierto, de manera bastante explícita, estos versos del idilio VII (45 – 48):
A mí el constructor me es odioso en extremo que emprenda / el alzar una casa que iguale en altura a la cima / del Oromedonte y las aves canoras que graznan / en vano queriendo emular al poeta de Quíos.
El idilio VII lo narra Simíquidas, quien refiere una excursión por el mundo rural de Cos; en el curso de la misma se produce el encuentro con Lícidas, quien canta alternativamente con Simíquidas sobre temas eróticos.

Al final de la escena, Simíquidas recibe de Lícidas su bastón, lo cual viene a simbolizar la iniciación poética, a la manera de lo que sucede (en clave menos laica) con Hesíodo al principio de la Teogonía.

Es importante no perder de vista ciertos elementos de ironía en el poema:
  • Éste se abre marcando una distancia espacial entre la ciudad y el campo: los protagonistas salen de la ciudad para internarse en el campo, salen de su realidad cotidiana para internarse en un mundo ideal.
  • El mismo idealismo artificioso se halla presente en el locus amoenus que se presenta al final del idilio: puede ser otra pista introducida por Teócrito para recordarnos que el campo que tiene ante sí el lector es una construcción que tiene muy poco que ver con el campo real.
No se debe dejar de comentar, a propósito del Idilio VII, que cierta parte de la crítica ha entendido que los pastores del poema son máscaras tras las que se esconden poetas del círculo de Filetas de Cos.

Por supuesto, no es imposible la lectura de este poema en dos niveles, entendiendo que en el más alto se encierran esas alusiones a los círculos poéticos helenísticos.

Ahora bien, esta última interpretación no es imprescindible ni su argumentación concluyente: el poema posee, además, un sentido poetológico propio, con independencia de que Simíquidas o Lícidas sean o no máscaras.

Concluimos la exposición sobre la poesía bucólica de Teócrito haciendo observar que el idilio 11 (“El Cíclope”) es peculiar entre los idilios bucólicos:
  • presenta, desde luego, rasgos bucólicos: Polifemo es un pastor enamorado que se lamenta del despego de su amada (lo cual constituye un motivo del género);
  • pero, al tiempo, pertenece a otra tradición (de poesía mitológica) y, de hecho, presenta rasgos métricos peculiares.

5. EL CORPUS THEOCRITEUM.

No puede cerrarse esta entrada sin tratar de la historia y los problemas de autenticidad que plantea el Corpus Theocriteum.

Este conjunto está integrado por treinta poemas más uno fragmentario. Bajo el nombre de Teócrito conservamos además 24 epigramas, algunos fragmentos y un technopaígnion, Siringe.

En este corpus las obras originales del poeta de Siracusa conviven con otras que han de ser consideradas como imitaciones: p. ej., los números 8 y 9 de la colección, también poemas bucólicos.

Estas imitaciones (idilios 8 y 9) forman parte de esa cadena continua de manifestaciones bucólicas que conducen de Teócrito al Barroco:
  • Nótese que, con la inauguración del género, Teócrito inicia una tradición que encontró pronto continuadores en Grecia (piénsese en Mosco y Bión) y, poco después, en Roma (Virgilio).
  • Gracias al carácter magisterial de Virgilio el género de la bucólica recibió un tratamiento continuado en la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco.
Pero, volviendo a la cuestión relativa al corpus, se ha de decir que no se sabe cómo se publicaron los poemas de Teócrito en el Helenismo, aunque sí sabemos que la primera edición segura fue la de Artemidoro de Tasos, en la primera mitad del S. I a. C.

La popularidad de estas obras la evidencia la cantidad de testimonios que conservamos: más de veinte papiros y 180 manuscritos. Por otra parte, la popularidad de Teócrito también la atestiguan
  • las citas antiguas del autor;
  • las readaptaciones (especialmente en Longo y Nono);
  • los excerpta (como los que presenta Estobeo);
  • y los escolios.
En el curso de la tradición surgió el corpus que nosotros conservamos, que habitualmente se edita en la ordenación fijada por H. Stephanus.

Concluyo la entrada con algunas consideraciones acerca de los otros dos bucólicos griegos, Mosco y Bión.

Mosco de Siracusa: en activo más o menos un siglo después de Teócrito.
Aparte de otras cosas no conservadas escribe Europa (epilio de 166 hexámetros), sobre el rapto de Europa por Zeus; a propósito de este poema se suele señalar que Mosco destaca por no poner el acento en la erudición sino en el aspecto erótico.

Su obra puramente bucólica sólo la conocemos en forma de fragmentos, gracias a Estobeo.

Bión de Esmirna: debió de escribir a finales del S. II a. C.
Su obra fundamental es el Epitafio de Adonis, obra que nos sitúa de lleno en el mundo de la bucólica posteocritea:
  • una bucólica que es heredera y continuadora de la obra de Teócrito (este lamento por Adonis está modelado a partir del epitafio por Dafnis en Teócrito I);
  • pero que, a la vez, evoluciona en el sentido de una mayor idealización de su mundo de pastores: éste es el tipo de bucólica que cultivará en otra lengua Virgilio y, en otro género, Longo.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre Teócrito y el género de la bucólica:
BRIOSO, M., “Teócrito y la bucólica”, Anuario de Estudios Filológicos de la Universidad de Extremadura 7 (1984), pp. 25-34.
BRIOSO, M., “De nuevo sobre los orígenes de la poesía bucólica: ¿Teócrito heuretés?” en D. Estefanía, M. Domínguez y M.ªT. Amado, Cuadernos de Literatura Griega y Latina. II. Géneros literarios poéticos grecolatinos, Madrid-Santiago de Compostela, 1998, pp. 221-245.
EFFE, B., “Die Destruktion der Tradition: Theokrits mythologische Gedichte”, RhM 121 (1978), pp. 48-77.
EFFE, B. (ed.), Theokrit und griechische Bukolik, Darmstadt, 1986.
FOSTER, A., Reading Voices: Five Studies in Theocritus' Narrating Techniques, New York, 2016.
GARCÍA TEIJEIRO, M., “Introducción”, en Bucólicos griegos, Madrid, 1986, pp. 9-52.
GARCÍA TEIJEIRO, M., “Teócrito”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 818-826.
GOW, A.S.F., Theocritus, Cambridge, 1952.
GRIFFITHS, F., Theocritus at Court, Leiden, 1979.
HALPERIN, M., Before Pastoral. Theocritus and the Ancient Tradition of Bucolic Poetry, Londres, 1983.
IRIGOIN, J., “Les bucoliques de Théocrite. La composition du recueil”, QUCC 19 (1975), pp. 27-44.
LAWALL, G., Theocritus' Coan Pastorals, Cambridge Mass., 1967.
ROSENMEYER, T., The Green Cabinet. Theocritus and the European Pastoral Lyric, Berkeley, 1969.
SEGAL, C., Poetry and Myth in Ancient Pastoral: Essays on Theocritus and Virgil, Princeton, 1981.
SERRAO, G., “La poesía bucólica: realidad campestre y estilización literaria”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 190-209 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
STANZEL, K.H., Liebende Hirten. Theokrits Bukolik und die Alexandrinische Poesie, Stuttgart-Leipzig, 1995.

* Sobre el mimo:
MELERO, A., “El mimo griego”, EClás 86 (1981-1983), pp. 11-37.
WIEMKEN, H., Der griechische Mimus, Bremen, 1972.

* Sobre Mosco y Bión:
BÜHLER, W., Die Europa des Moschos, Wiesbaden, 1960.
FANTUZZI, M., “Bionis Adonis Epitaphium: contesto culturale e tipologia testuale”, Philologus 125 (1981), pp. 95-108.





martes, 8 de diciembre de 2015

EL MUNDO DEL HELENISMO Y EL DESARROLLO DE LA FILOLOGÍA


Retomo y retoco esta entrada de 2009 que, según parece, despierta de nuevo interés. 
Espero actualizar pronto la bibliografía.


1. EL MUNDO DE ALEJANDRO; LOS DIÁDOCOS
2. LOS NUEVOS CENTROS CULTURALES
3. LOS CANALES DE DIFUSIÓN DE LA LITERATURA; LAS BIBLIOTECAS


En esta entrada comenzamos a hablar de la literatura griega compuesta en el período que conocemos como Helenismo.

Por ello esta entrada posee carácter de panorámica y pretende situar a los seguidores de “El festín de Homero” ante el contexto de la literatura de la época en sus dimensiones histórica y cultural.


1. EL MUNDO DE ALEJANDRO; LOS DIÁDOCOS

Para comprender LA HISTORIA DEL PERÍODO ha de empezar recordándose los cambios introducidos en el mundo griego por la empresa de Alejandro, bajo cuyo mando el ciudadano de la pólis se convierte en súbdito de un imperio universal.

Tras la temprana muerte del hijo de Filipo (323 a. C.), sus generales lucharon entre sí por el poder, hasta que se produjo el desmembramiento del imperio y su división entre los Diádocos (“sucesores”), que se proclamaron reyes, según fue el caso
  • de los Antigónidas en Grecia y Macedonia,
  • de los Seléucidas en Siria y Persia
  • o de los Ptolomeos en Egipto.
En estas monarquías fue una constante la política de la guerra de “todos contra todos”, al considerar los Diádocos que la guerra era su medio propio de autoafirmación.

La liquidación de estos regímenes se produjo por la intromisión de Roma en el ámbito griego. El último reino helenístico que perdió la independencia, tras la batalla de Accio (31 a. C.), fue Egipto.


2. LOS NUEVOS CENTROS CULTURALES

También se ha de tomar en consideración que las cortes de los monarcas helenísticos se convirtieron en NUEVOS CENTROS CULTURALES: la hegemonía cultural se desplazó de Atenas a Alejandría.

En el ámbito de la literatura, sólo la Comedia Nueva y la filosofía de las nuevas escuelas morales (estoicismo y epicureísmo) mantuvieron intacta la representatividad de la ciudad del Ática.

Nótese que el hecho de que un gobernante atraiga poetas a su corte había sido una constante de la literatura griega desde época arcaica: así actuaron también los monarcas helenísticos, obviamente con intereses políticos, pues la poesía debía extender la gloria de los Diádocos.


3. LOS CANALES DE DIFUSIÓN DE LA LITERATURA; LAS BIBLIOTECAS

OTRO CAMBIO CULTURAL BÁSICO que culmina en está época es el que afecta a los canales de difusión de la literatura.

En el Helenismo se establece definitivamente una cultura del libro y surge, consecuentemente, el esfuerzo por reunir los libros que encierran el saber del pasado.

En este sentido es ejemplar el caso de los Ptolomeos, fundadores del Museo y de su Biblioteca en Alejandría, que llegó a albergar aproximadamente 500.000 rollos de papiro, lo que viene a equivaler en extensión a 100.000 libros modernos (mira la entrada ).

No se debe pasar por alto que una institución como la Biblioteca les servía al tiempo a los Tolomeos para definir su identidad: reunir en Egipto las grandes obras del pasado literario griego suponía una afirmación de la helenidad de estos monarcas.

La institución de la Biblioteca fue reproducida más tarde en otros reinos helenísticos: en Pela (Macedonia), en Antioquía y en Pérgamo por obra de los Atálidas.

Pero, pese a la aparición de instituciones rivales, lo cierto es que el centro cultural más importante del Helenismo fue Alejandría, motivo por el cual al período se le suele calificar también como “alejandrino”.

La ingente recopilación de rollos de papiro en un centro como la Biblioteca de Alejandría obligó a que los filólogos y eruditos al servicio de la corte desarrollaran una intensa labor de ordenación y catalogación (mira la entrada ).

En función de esta necesidad se establecieron los principios del sistema de géneros a través del que ha llegado a nosotros la literatura griega: un sistema que no atiende ya al “lugar en la vida” ocupado por cada obra sino a características formales, inmanentes al texto.

La reunión y sistematización de la sabiduría y literatura del pasado que se produce en el Helenismo es la conditio sine qua non para que nazca el culturalismo característico de toda la época.

A partir de ahora, la literatura ya no se dirigirá a todo el pueblo sino sólo a una elite erudita con capacidad para entender, gracias a su conocimiento de la literatura del pasado, los juegos intertextuales que salpican las nuevas formas poéticas.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre las circunstancias históricas del Helenismo:
KINSKY, R. (ed.), Diorthoseis: Beiträge zur Geschichte des Hellenismus und zum Nachleben Alexanders des Grossen, Múnich, 2004.
PREAUX, C., El mundo helenístico, Barcelona, 1984 (Le monde hellénistique, París, 1978).
PROST, F. (ed.), L'Orient méditerranéen: de la mort d'Alexandre aux campagnes de Pompée: cités et royaumes à l'époque hellénistique, Rennes, 2003.
ROSTOVTZEV, M., Historia social y económica del mundo helenístico. I-II, Madrid, 1967 (The Social and Economic History of the Hellenistic World, Oxford, 1953).
WALBANK, F.W., The Hellenistic World, Londres, 1981.
WELLES, C.B., Alexander and the Hellenistic Period, Toronto, 1970.
WILL, E., Histoire politique du monde hellénistique, Nancy, 1979-82.

* Sobre las características culturales del período:
BRIOSO, M., “Tradición e innovación en la literatura helenística”, en Actas del VI Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1983, Tomo I, pp. 127-146.
BRIOSO, M., “Literatura helenística. Introducción”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 781-794.
DEL CORSO, L., La lettura nel mondo ellenistico, Roma, 2005.
ONIANS, J., Arte y pensamiento en época helenística, Madrid, 1996 (Art and Thought in the Hellenistic Age, Londres, 1979).
PORTER, S., A Handbook of Classical Rhetoric in the Hellenistic Period 330 B.C.–A.D. 400, Leiden, 1997.
SERRAO, G., “Características generales”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 181-189 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
SUSEMIHL, F., Geschichte der griechischen Literatur in der Alexandrinerzeit, Leipzig, 1891-92.
TARN, W.W. y GRIFFITH, G.T., Hellenistic Civilization, Londres, 1952 (3ª ed.).
WEBSTER, T.B.L., Hellenistic Poetry and Art, Londres, 1964.

* Sobre los nuevos centros culturales:
CARLINI, A., “Filología y erudición”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 352-371 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
PFEIFFER, R., Historia de la Filología Clásica. I. Desde los comienzos hasta el final de la época helenística, Madrid, 1981 (History of Classical Scholarship. I. From the Beginnings to the End of the Hellenistic Age, Oxford, 1968).





lunes, 28 de septiembre de 2015

ALEJANDRO Y CONSTANTINO: ¿DOS VIDAS PARALELAS?


Esta entrada es un post del blog y es, al tiempo, algo más: es una versión de lo que voy a contar en Cáceres en diez días, DV, en esta actividad. Para quienes se interesan por Plutarco, que son muchos. Y para quienes se interesan por Eusebio, que también los hay.

Esta entrada sobre la tradición e intertextualidad de Plutarco trata de la Vida de Constantino de Eusebio de Cesarea. Una cuestión muy debatida en relación con esta obra es la del género. La mezcla de géneros es un rasgo llamativo de este texto.
  • Se trata, en principio, de un escrito encomiástico que persigue presentar ante los lectores al emperador de Roma como ejemplo de monarca cristiano.
  • Pero el título bajo el que se ha transmitido la obra también alude a su componente biográfico: εἰς τὸν βίον τοῦ μακαρίου Κωνσταντίνου βασιλέως.
La Vida de Constantino se ha puesto en relación con las Vidas paralelas de Plutarco, en concreto con la Vida de Alejandro, en función de ese componente biográfico.
En este texto se revisa lo dicho al respecto y se discute si puede existir realmente alguna relación entre las Vidas compuestas por Plutarco y Eusebio.
Ante todo se ha de indicar que Eusebio estaba familiarizado al menos con una parte de la obra de Plutarco. Eusebio cita en la Praeparatio Euangelica tres obras conservadas del autor de Queronea, las tres de carácter religioso:
  • Sobre la desaparición de los oráculos.
  • La E de Delfos.
  • Sobre Isis y Osiris.
Además Eusebio ha conservado en la Praeparatio fragmentos de dos escritos perdidos de Plutarco, Sobre las Dédalas de Platea y Sobre el alma.

Si estos cinco textos figuraban en la biblioteca de Eusebio, resulta más verosímil que conociera otras obras plutarqueas de temática distinta, no religiosas, por ejemplo la obra a la que se refiere este trabajo: la Vida de Alejandro.
Hago observar además que Eusebio se pudo interesar por las Vidas paralelas en función de sus trabajos históricos o cronográficos; se sabe con seguridad que el obispo de Cesarea manejó a otros autores paganos por el mismo motivo.
Eusebio no cita las Vidas paralelas. Sin embargo, como ya se ha dicho, se ha propuesto que podría existir alguna conexión intertextual entre las obras.

Por ejemplo, al principio de la Vida de Constantino (1,10,1), Eusebio establece una analogía entre su labor como escritor que propone una imagen verbal del bienaventurado Constantino y el trabajo de los pintores que elaboran imágenes humanas:
Aunque me resulte inviable decir algo digno de la beatitud de este varón (…), resulta no obstante preciso que, a imitación de la técnica humana del sombreado, dedique la imagen compuesta por palabras a la memoria del amado por Dios.
Se ha encontrado un paralelismo entre esta declaración de Eusebio y un texto de la Vida de Alejandro (1,3):
Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno.
Los dos pasajes presentan una referencia a la labor de los pintores, los ζῳγράφοι de Plutarco y los que practican la σκιαγραφία (la “pintura de sombras”) en Eusebio. En ambos casos se establece una analogía entre el arte pictórico y la labor del autor literario que elabora por medio de la palabra retratos humanos que van más allá de los rasgos físicos.

Sin embargo, la similitud puede resultar demasiado genérica, casi un lugar común.
  • La analogía entre la pintura y la literatura es un motivo conocido desde Simónides.
  • Y, sobre todo, no hay semejanzas verbales entre los dos pasajes citados, más allá del uso común de la raíz γραφ- en ζῳγράφοι y σκιαγραφία.
Por otro lado, hay una diferencia significativa entre los dos textos. Como ya se ha apuntado, Plutarco y Eusebio coinciden en su interés por retratar no solo los aspectos físicos o las acciones externas de sus biografiados sino también sus rasgos morales.
  • Pero el autor de Queronea habla de los pintores que representan el ἦθος del retratado, su ἀρετή o κακία (VA 1,2), a través de su expresión facial; y de su propia aspiración a representar el βίος de sus personajes por medio de “las señales del alma” (τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα, VA 1,3).
  • En cambio, el obispo de Cesarea adopta una perspectiva distinta y decididamente religiosa en tanto que intenta reflejar la “bienaventuranza” (μακαριότης) de un hombre al que caracteriza como “amado por Dios” (θεοφιλής).
Por eso creo que si hay algún argumento textual que apoye que Eusebio tenía en mente el modelo de la Vida de Alejandro, este se halla en lo que ambos autores declaran que van a omitir.

En la frase anterior al primer texto de Plutarco citado, el autor de Beocia renuncia a referir las hazañas de sus personajes:
Muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería, hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, enfrentamientos ingentes y asedios de ciudades.
Eusebio anuncia una prateritio similar en el libro primero de su obra (VC 1,11,1), en este otro texto:
Considero oportuno dejar de lado la mayor parte de las gestas imperiales del tres veces bienaventurado: las contiendas y los despliegues de tropas en las guerras, los actos de heroísmo, las victorias, los trofeos conquistados contra el enemigo, y cuantos triunfos celebró (…) el objetivo de la presente obra nuestra dicta escribir y hablar solo de lo que atañe a la vida de religiosa piedad.
  • Eusebio declara que no hablará de los triunfos militares de Constantino ni de su labor política porque su obra pretende hablar solo de lo que atañe a la vida de amor a Dios, μόνα τὰ πρὸς τὸν θεοφιλῆ συντείνοντα βίον.
  • A las hazañas bélicas del emperador se refiere solo de forma sintética: “los combates y los enfrentamientos bélicos, las proezas y las victorias, los trofeos arrebatados a los enemigos y cuantos triunfos celebró”.
  • Los dos textos comparten algo más que el motivo retórico; comparten también una coincidencia verbal, el empleo del término παρατάξεις (en mis traducciones, enfrentamientos :: despliegues de tropas) con el que se refieren a las tropas rivales dispuestas en formaciones paralelas y enfrentadas antes del combate.
  • Hago observar, por cierto, que la bibliografía de Eusebio que habla de la relación entre la Vida de Constantino y Plutarco no ha llamado la atención sobre este dato.

Como se ha dicho, Eusebio no cita nunca las Vidas paralelas ni la Vida de Alejandro. Pero el autor sí alude al macedonio en el proemio de su obra, en un pasaje que propone a Ciro el Grande y Alejandro como términos de comparación de Constantino:
Una antigua historia celebra que Ciro descolló entre los persas de hasta entonces; no obstante, ya que no se ha de atender a esto sino al final de una vida prolongada, afirman que sufrió una muerte no afortunada sino indigna y denigrante a manos de una mujer. Los hijos de los griegos cantan que, entre los macedonios, Alejandro asoló muchísimos linajes de gentes diversas y falleció antes de llegar a la madurez de muerte prematura, cautivo de ‘francachelas y borracheras’ (VC 1,7,1-2).
A Eusebio le interesa mostrar primero que estos grandes hombres llevaron una vida nada envidiable, a pesar de lo que digan los griegos:
  • Ciro por las circunstancias en que murió;
  • y el hijo de Filipo por lo desordenado de su vida y su muerte prematura.
La comparación con Alejandro se extiende después (1,7,2-8,1):
Este [Alejandro] llegaba a cumplir treinta y dos años, el tiempo de su reinado comprendía la tercera parte de estos y, siendo hombre, avanzaba entre matanzas a manera de un torbellino (…). Cuando hacía poco que había llegado a la flor de la edad y añoraba los placeres de la infancia, lo inevitable le sobrevino de forma terrible y lo hizo desaparecer sin hijos, sin raíces, sin hogar, en tierra extraña y enemiga (…). Sin embargo, a este se lo celebra con coros por tales hazañas. Nuestro emperador, en cambio, partía de aquel punto en que moría el macedonio, duplicaba en tiempo su vida y triplicaba la duración de su reinado.
  • El obispo recuerda que Alejandro solo vivió treinta y dos años y que su mandato duró un tercio; además, esos años los consumió entre matanzas hasta que murió sin hijos, sin raíces y sin hogar (ἄτεκνον ἄρριζον ἀνέστιον, 1,7,2); y sin embargo, termina Eusebio, a Alejandro “se lo celebra con coros” (ἀνυμνεῖται χοροῖς, 1,7,2).
  • Constantino, en cambio, “nuestro” (ἡμέτερος, 1,8,1) emperador, supera a Alejandro porque empezó a reinar cuando aquel murió, duplicó el tiempo de su vida y triplicó el de su mandato.
  • Más diferencias que hablan a favor del romano según Eusebio: poco después, en 1,8,4, se dirá que, si Alejandro realizó hazañas sangrientas, Constantino logró sus victorias militares ganándose el afecto de los extraños; más aún, en 1,9,2 se indica que Constantino logró transmitir el imperio a sus herederos, esos hijos que no tuvo Alejandro.
La comparación del emperador de Roma con Ciro y Alejandro en 1,7,1-2 no es casual; sin embargo, por sí misma no dice nada sobre la supuesta relación entre la Vida de Constantino y la Vida de Alejandro.
Ciro el Grande y Alejandro son ejemplos tópicos de grandes gobernantes a los que recurre quien compone un basilikòs lógos como la Vida de Constantino según la teoría del género.
De hecho, el elogio que Eusebio hace de Constantino presenta características de este tipo de discurso según se recoge en la exposición teórica de Menandro Rétor.

Lo que llama la atención desde el punto de vista de la realización del género es que Ciro y Alejandro se proponen en la Vida de Constantino como ejemplos a contrario, ejemplos para evitar, a pesar de que los panegiristas entendían que estos gobernantes ideales eran espejos de príncipes con los que había que medir a los elogiados.

Pero Eusebio propone su propia imagen del gobernante cristiano ideal y por ello marca distancias frente al modelo pagano de Ciro y, sobre todo, de Alejandro. Además, Eusebio indica su voluntad de distinguirse de quienes escribieron las vidas de individuos nefastos como Nerón, al que se refiere como ejemplo de tirano en 1,10,2:
Es que, ¿acaso no sería una vergüenza que la memoria de Nerón y de los que fueron más nefastos que este con diferencia, tiranos impíos y ateos, encontrara autores diligentes que, embelleciendo con refinada interpretación los asuntos de sus viles acciones, los han registrado en voluminosas historias, y que en cambio callemos nosotros, a quienes el propio Dios nos juzgó dignos de coincidir con un emperador tan grande como no lo ha conocido toda la historia, de llegar a verlo, conocerlo y frecuentarlo?
Inmediatamente después (1,10,3) Eusebio censura el hecho de que estos autores hayan celebrado esas vidas nada ejemplares adoptando un estilo elevado e inadecuado, como si trataran de escribir tragedias.
Es que los unos compilaron vidas de varones nada ejemplares y acciones sin valor para la mejora de los caracteres, por favoritismo hacia algunos o inquina, quizá también para demostrar su propia cultura, y cantaron con tono de tragedia, sin necesidad, jactándose de su fluidez verbal, esquemas simples de sucesos vergonzosos. Por mi parte, aunque mi capacidad de expresión flaquee ante la magnitud de la exposición de lo que se muestra, no obstante ojalá reluzca al menos por la simple narración de las buenas acciones; de otro lado, el hacer memoria de las historias que placen a Dios hará que la lectura no sea inútil sino que también les resulte muy provechosa a quienes están bien preparados en su alma.
Eusebio, en cambio, habla de las limitaciones de su propio estilo (una captatio beneuolentiae obvia), espera que la dignidad de la materia dé lustre a su expresión y proclama su intención de presentar en su escrito un ejemplo humano “muy útil para quienes están bien preparados en su alma”.

Hay que recordar que el autor había indicado antes (1,10,2-3) la responsabilidad especial que él tenía:
Dado que había conocido a Constantino, estaba obligado a presentar ante el público “la imitación de las cosas buenas” a fin de que “despierte el anhelo por el amor divino”.

Eusebio había sido creador o renovador de géneros en obras como la Crónica o la Historia Eclesiástica. Posiblemente era consciente de que con la Vida de Constantino estaba ensayando una forma literaria nueva, porque su texto
  • no es una historia
  • ni es un panegírico al uso
  • ni es una biografía como las compuestas por autores paganos;
  • y tampoco es la vida de un santo cristiano como las escritas hasta entonces, si es que cabe considerar como tales las Actas de los mártires.
Para elaborar la que quizá es la primera ‘vida de santos’ cristiana escrita después de las persecuciones, Eusebio procede a una mezcla singular de géneros:
  • Por sus circunstancias, la Vida de Constantino es un encomio conectado con la tradición del basilikòs lógos.
  • Su texto narra además aspectos selectos de la vida del homenajeado tomando en consideración el modelo biográfico de Plutarco.
  • Al tiempo, la Vida de Constantino es literatura religiosa y aspira a cumplir una función formativa entre sus lectores: despertar, como dice Eusebio, “el anhelo por el amor divino”.
La bibliografía ha indicado que Moisés es la figura del Antiguo Testamento que obra en la Vida de Constantino como término de comparación con este. No puede caer en saco roto que Alejandro Magno está igualmente presente en el texto como modelo en la sombra o antimodelo necesario del emperador de Roma.

Y ello, probablemente, a partir del ejemplo concreto de la Vida de Alejandro de Plutarco, quien así escribió, sin sospecharlo, una página clave en la literatura griega cristiana.