Jenófanes de Colofón (¿nacido hacia el 570 y muerto hacia el 470?) es un autor alternativo, un puente entre el poeta y el filósofo en la Grecia arcaica y del siglo V a. C. Compositor de elegías, sus poemas no se ajustan a las características del género tal como las expuse en esta entrada.
Como ejemplo de lo que digo propongo mi traducción del primero de sus poemas, transmitido por Ateneo en el Banquete de los sofistas. La primera parte trata de los preparativos del banquete tradicional y se centra en los objetos; llama la atención, si acaso, la insistencia en la idea de 'pureza'.
Lo más singular es que la segunda parte del texto habla de cómo se debe desarrollar el simposio, y en esta parte se marcan diferencias frente a la tradición, ante todo cuando el poeta dice que la conversación no debe tratar sobre temas míticos (¡adiós, Homero!) ni políticos sino que debe mantener, ante todo, una actitud de respeto hacia los dioses.
Ateneo 11,462 c: Así pues, también yo, al ver vuestro banquete, repleto de todo lo que agrada al espíritu, diré con Jenófanes de Colofón:
Ahora están limpios el suelo y las manos de todos
y las copas; guirnaldas trenzadas nos pone uno
mientras otro aromático perfume en una bandeja presenta;
la cratera se alza henchida de placer;
un vino distinto está preparado y dice que no nos faltará jamás:
delicioso, en las tinajas a flor huele;
en el centro derrama el incienso su sagrado aroma;
fresca por su parte está el agua, rica y pura;
a un lado se hallan los panes rubios y la majestuosa mesa,
de queso y pingüe miel cargada;
el altar, en el medio, se halla cubierto de flores por doquier,
y el canto y la fiesta dominan esta casa.
Necesario es que, en primer lugar, gozosos al dios canten un himno los varones
con palabras propicias y limpios dichos,
tras hacer la libación y rogar que podamos las acciones justas
obrar (pues esto es lo más propio),
no las ofensas; y se debe beber cuanto permita llegar
a casa sin guía a un hombre que no sea muy anciano;
de los varones hay que alabar a aquel que, tras beber, nobles pensamientos revela,
conforme a su memoria y empeño por la virtud;
no se han de narrar los combates de Titanes, Gigantes
ni Centauros, ficciones de los antiguos,
o las revueltas violentas, cosas en las que no hay ningún beneficio,
sino que por los dioses se debe tener siempre el respeto oportuno.
El fragmento 2 de Jenófanes también lo ha transmitido Ateneo; según Fränkel, su crítica a los valores tradicionales es aún más radical:
Ateneo 10,413 f: Esto lo tomó Eurípides de las elegías de Jenófanes de Colofón, el cual decía:
Mas si la victoria obtuviese uno por la rapidez de sus pies
o compitiendo en el pentatlón donde se halla el santuario de Zeus,
junto a las corrientes del Pisa, en Olimpia, o luchando
o también el sufrido pugilato practicando
o esa terrible prueba a la que llaman pancracio,
a ojos de los ciudadanos se cubriría de gloria
y un asiento de preferencia a la vista de todos en los certámenes obtendría
y grano del erario público
a expensas de la ciudad, y un presente que sería su tesoro;
también si alcanzase una victoria ecuestre todo eso ganaría
sin ser digno como yo: pues mejor que la fuerza
de hombres y caballos es nuestra sabiduría.
Mas esto se valora muy a la ligera, si bien no es justo
preferir la fuerza a la noble sabiduría.
Pues ni si entre el pueblo se encuentra un buen púgil
o uno que destaca en el pentatlón o la lucha
o por la rapidez de sus pies, lo cual es lo más estimado
entre cuantas hazañas de fuerza los varones realizan en el certamen,
no por ello mejoraría en su gobierno la ciudad:
pequeño goce obtiene la ciudad de esto,
si uno compitiendo vence junto a los ribazos del Pisa:
eso no engorda los fondos de la ciudad.
En el caso del fragmento 3 (conocido también por Ateneo), Jenófanes dirige específicamente sus críticas a sus paisanos colofonios, por el refinamiento y la vanidad de sus costumbres:
Ateneo 12,526 a: Según dice Filarco, los colofonios, que al principio llevaban una forma de vida sobria, fueron a dar en el lujo al hacerse amigos y aliados de los lidios; a partir de entonces se presentaban en público llevando los cabellos engalanados con oro; también dice lo mismo Jenófanes:
Lujos inútiles aprendiendo de los lidios
mientras sin la tiranía odiosa estuvieron
iban a la reunión con mantos enteramente de púrpura,
no menos de mil en conjunto,
arrogantes, orgullosos de sus hermosos cabellos,
bañados en exquisitos ungüentos aromáticos.
Lo cierto es que la vida de este hombre, además de larga, no debió de ser fácil, según nos da a entender otro de sus fragmentos, el octavo, transmitido a través de Diógenes Laercio:
Diógenes Laercio 9,18-19: Jenófanes tuvo una vida muy prolongada, según afirma él mismo en algún lugar:
que sacuden mis desvelos por la helénica tierra;
desde mi nacimiento entonces habían pasado otros veinticinco,
si es que yo acerca de ello sé hablar con verdad.
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