viernes, 24 de abril de 2009

LÍRICA CORAL ARCAICA



1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA LÍRICA CORAL
2. ALCMÁN Y SUS CANTOS DE DONCELLA
3. ESTESÍCORO DE HÍMERA
4. LA CUESTIÓN DEL SUBGÉNERO LÍRICO EN ÍBICO


La lírica coral de Grecia recibirá tratamiento en dos entradas diferentes. En la primera hablaré de la lírica coral del Arcaísmo: de sus características generales, de la obra de Alcmán, de Estesícoro y de Íbico.
Como introducción al tema, mira Adrados (1988), así como dos trabajos de Suárez de la Torre (1988 y 2002):
SUÁREZ DE LA TORRE, E., “La lírica griega”, en D. Estefanía et alii (eds.), Cuadernos de Literatura Griega y Latina. II. Géneros literarios poéticos grecolatinos, Madrid-Santiago de Compostela, 1998, pp. 63-105.
SUÁREZ DE LA TORRE, E., “Introducción”, en Antología de la lírica griega arcaica, Madrid, 2002, pp. 9-64.


1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA LÍRICA CORAL

Inicio la entrada con un recordatorio de lo que se entiende habitualmente por lírica coral:
Lírica compuesta para ser ejecutada por un coro que canta y baila, con acompañamiento musical de por lo menos la lira.
Tradicionalmente se ha entendido además que, por oposición a la lírica monódica, la coral presenta mayores complicaciones métricas, así como una menor presencia del “yo poético”.
Tales puntos de vista (que, por ejemplo, son los representados por el clásico de Bowra 1961, 2ª ed.) han sido cuestionados en la bibliografía de finales del siglo XX, y en este sentido ha de hacerse una referencia especial a Davies (1988).
Davies duda, como otros antes que él, de que a Estesícoro e Íbico se los haya de considerar como poetas corales y no, más bien, como monódicos.
Acaso la solución venga por entender que la distinción no ha de establecerse entre poetas monódicos y corales sino entre composiciones monódicas y corales.
Asimismo es obligado hablar de los distintos intentos de establecer subdivisiones dentro de la lírica coral y de la operatividad de tales subdivisiones.
Para el caso de dos formas concretas de himno, peán y ditirambo, véase Käppel (1992) y Zimmermann (1992).
Éste es también el momento de recordar que, con anterioridad a los primeros autores conservados, compusieron también lírica coral otros poetas (Eumelo, Terpandro, Arión) que para nosotros son poco más que nombres.


2. ALCMÁN Y SUS CANTOS DE DONCELLA

Nos hallamos sobre un terreno más sólido en el caso de Alcmán, quien estaba activo en Esparta a finales del S. VII a. C. (West 1992).
Por cierto que, en ocasiones, se ha supuesto que Alcmán no sería oriundo de Esparta sino de Sardes (Asia Menor).
La parte más importante de la producción de Alcmán (conocida, según lo habitual, en forma fragmentaria) la representan sus dos cantos de doncella (partenios) recuperados a través de los papiros.
  • Se trata, obviamente, de cantos compuestos para ser ejecutados por coros de muchachas, posiblemente en el marco de ritos de iniciación (mira Calame 1977).
  • Alcmán no dirigía personalmente estos coros sino que lo hacía una muchacha (mira el Fr. 1 Davies, v. 44): con todo, conocía a las que integraban el coro, sus nombres, sus características y las menciona; así se aprecia en el primer partenio (“Partenio del Louvre”):
Pero yo canto / de Ágido la luz.
La cabellera / de mi prima / Hagesícora florece / como oro puro.
Ello indica, evidentemente, la proximidad del texto conservado a las circunstancias de su ejecución, posiblemente a su primera y única ejecución.


3. ESTESÍCORO DE HÍMERA

A caballo entre los siglos VII y VI (mira López Eire 1974) ha de situarse a Estesícoro de Hímera.
Según indicábamos antes, en su caso ha sido especialmente discutido que su poesía sea auténtica lírica coral.
Algunos ven en él a un citarodo que creaba composiciones de enorme extensión, no aptas para la ejecución coral aunque sí para el canto monódico.
En relación con Estesícoro ha de destacarse además su manejo frecuente de materia épica, aspecto que llevó a algunos críticos a entender que su poesía es, en realidad, epopeya no hexamétrica.
De otro lado, son diversas las razones que invitan a ver en Estesícoro un eslabón perdido entre la lírica coral y la tragedia del siglo V: al menos su influjo temático sobre Eurípides puede sustantivarse sin excesiva dificultad.
De la abundante producción fragmentaria de Estesícoro se deben destacar los casos de

1) La Helena y las Palinodias por lo que implican de innovación en el tratamiento de la materia épica; mira lo que dice Platón, Fedro 243 a:
Estesícoro perdió la vista por hablar mal de Helena; y no le pasó desapercibido el motivo de ello (según le ocurrió a Homero) sino que, como estaba inspirado por las Musas, entendió la causa de su ceguera y al punto compuso lo de

“No es cierto ese dicho,
y ni fuiste en las naves de buenos bancos
ni llegaste a la fortaleza de Troya”.

Y tras componer toda la llamada Palinodia recobró instantáneamente la vista
(trad. José B. Torres).
2) La Gerioneida.

3) La llamada Tebaida; mira el papiro de Lille (Fr. 222b Davies), vv. 201-8 (Yocasta habla con el adivino Tiresias):
A mis dolores no añadas terribles preocupaciones,
ni en el futuro
me muestres gravosas expectativas;
pues que siempre de igual forma
sobre la sagrada tierra se enfrenten los mortales con la disputa 205
o con la concordia no lo dispusieron los dioses inmortales,
y [día a día] la mente de los hombres
los dioses transforman (trad. José B. Torres).


4. LA CUESTIÓN DEL SUBGÉNERO LÍRICO EN ÍBICO

La cuestión del subgénero lírico se plantea igualmente en el caso de Íbico de Regio (S. VI a. C.; mira Barron 1969 y Woodbury 1985).
De él se ha dicho que emplea las formas corales para desarrollar temáticas monódicas en su poesía, que con frecuencia trataba temas eróticos. Como contexto de estos poemas cabe imaginar la corte del tirano Polícrates de Samos.
Es interesante detenerse a leer lo que el poeta nos sugiere sobre su propia actividad en el poema dedicado a Polícrates (mira Woodbury 1985). En lo que conservamos de este poema, Íbico trata el tema de la saga troyana a través de rápidas alusiones o flashes.
En la primera tríada, en sólo nueve versos (1-9) nos encontramos ya con una síntesis de toda la guerra (motivo de la expedición, procedencia de quienes la acometieron y resultado de la empresa):
] del Dardánida Príamo
la gran ciudad, afamadísima, opulenta, saquearon
de Argos partiendo,
del gran Zeus por voluntad,
por la figura de la rubia Helena
combate muy cantado manteniendo
en la guerra luctuosa;
al desdichado Pérgamo ascendió el infortunio
por Cipris de rubia cabellera
(trad. José B. Torres).
Nótese que Íbico rechaza la exposición detallada de la materia troyana.
Es que a él le interesa aprovechar la reminiscencia épica en otro sentido: para establecer (en las tríadas siguientes) la comparación entre su patrono y los héroes de la leyenda, con quienes comparte la belleza.
Y, acaba diciendo, el conocimiento de esa belleza de Polícrates depende de que su fama sea extendida por la poesía de Íbico:
Entre ellos [entre los héroes del mito] siempre por tu belleza
también tú, Polícrates, gloria inmortal tendrás,
así como por el canto y por mi fama (vv. 46-48,
trad. José B. Torres).

José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

* Trabajos de carácter general e introductorio:
ADRADOS, F.R., “Lírica arcaica coral”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 168-184.
BOWRA, C.M., Greek Lyric Poetry from Alcman to Simonides, Oxford, 1961, 2ª ed. [1936].
DAVIES, M., “Monody, Choral Lyric, and the Tyranny of the Handbook”, CQ 38 (1988), pp. 52-64.
DAVIES, M. (ed.), Poetarum Melicorum Graecorum Fragmenta, vol. I. Alcman. Stesichorus. Ibycus, Oxford, 1991.
KÄPPEL, L., Paian: Studien zur Geschichte einer Gattung, Berlín-Nueva York, 1992.
PAGE, D.L. (ed.), Poetae Melici Craeci, Oxford, 1962.
PAGE, D.L. (ed.), Supplementum lyricis graecis: poetarum lyricorum graecorum fragmenta quae recens innotuerunt, Oxford, 1974.
PAVESE, C.O., La lirica corale greca, Roma, 1979.
ZIMMERMANN, B., Dithyrambos. Geschichte einer Gattung, Gotinga, 1992.
* Sobre Alcmán:
CALAME, C., Les choeurs de jeunes filles en Grèce archaïque. II. Alcman, Roma, 1977.
GENTILI, B., “Il Partenio di Alcmane e l'amore omoerotico femminile nei tiasi spartani”, QUCC 22 (1976), pp. 59-67.
JANNI, P., La cultura di Sparta arcaica. Ricerche, Roma, 1965-70.
PAGE, D.L., Alcman, the Partheneion, Oxford, 1951.
PAVESE, C.O., “Alcmane, il Partenio del Louvre”, QUCC 4 (1967), pp. 113-133.
WEST, M.L., “Alcman and the Spartan Royalty”, ZPE 91 (1992), pp. 1-7.
* Sobre Estesícoro:
ADRADOS, F.R., “Propuestas para una nueva edición e interpretación de Estesícoro”, Emerita 46 (1978), pp. 251-299.
CALVO, J.L., “Estesícoro de Hímera”, Durius 2 (1974), pp. 311-342.
DAVIES, M.I., “Thoughts on the Oresteia before Aischylos”, BCH 93 (1969), pp. 215-260.
HOZ, J. DE, “El género literario de la Gerioneida de Estesícoro”, en AA.VV., Homenaje a A. Tovar, Madrid, 1972, pp. 193-204.
LÓPEZ EIRE, A., “Un poeta llamado Estesícoro: su encuadramiento cronológico”, EClás 18 (1974), pp. 27-60.
LÓPEZ EIRE, A., “Estesícoro, autor de Palinodias”, EClás 18 (1974), pp. 313-345.
PAGE, D.L., “Stesichorus: The Geryoneis”, JHS 93 (1973), pp. 136-154.
PARSONS, P.J., “The Lille 'Stesichorus'”, ZPE 26 (1977), pp. 7-36.
SIDER, D., “The Blinding of Stesichorus”, Hermes 117 (1989), pp. 423-431.
WEST, M.L., “Stesichorus”, CQ 21 (1971), pp. 302-314.
* Sobre Íbico:
BARRON, J.P., “Ibycus: to Polycrates”, BICS 16 (1969), pp. 119-149.
WOODBURY, L., “Ibycus and Polycrates”, Phoenix 39 (1985), pp. 193-220.





miércoles, 8 de abril de 2009

LA TRAGEDIA: ORÍGENES; DESARROLLO; CIRCUNSTANCIAS



Esta entrada tiene por objeto presentar algunas de las cuestiones generales que afectan al género de la tragedia en Grecia: el problema de sus orígenes o la organización de los certámenes de tragedia en Atenas; asimismo propondré una síntesis de la evolución de la tragedia griega.

1. PRESENTACIÓN
2. ORÍGENES DE LA TRAGEDIA
3. LA TRAGEDIA, POESÍA DE LA PÓLIS: EL CERTAMEN TRÁGICO
4. LÍNEAS MAESTRAS EN LA EVOLUCIÓN DE LA TRAGEDIA: ANTES Y DESPUÉS DEL S. V.


1. PRESENTACIÓN

Antes de entrar propiamente en materia puede ser conveniente comentar algunas cuestiones terminológicas relacionadas con la tragedia. La tragedia antigua se compone de
  • un coro, presidido por un corifeo (12 miembros del coro en Esquilo, 15 en Sófocles y Eurípides; al coro le corresponden ante todo las partes líricas de la tragedia; se expresa en un dialecto pseudodórico)
  • y de unos actores (hypokritaí, palabra de díficil interpretación: ¿“intérprete” del coro, “contestador” del coro?).
Los actores dialogan entre sí (en ático) o con el coro: en principio sólo debió de haber un actor, pero luego su número se amplió y pasó a dos (Esquilo) y después a tres (Sófocles).
Es característico de Esquilo la aparición de un personaje mudo que sólo interviene en momentos de gran dramatismo (p. ej., Pílades en la Orestía): mira la entrada .
En la estructura de la tragedia se han de distinguir además las siguientes partes:
  • Prólogo: todo lo que acontece hasta la aparición del coro en escena.
  • Párodos: la entrada del coro en escena.
  • Episodios y Estásimos: los episodios son las partes recitadas por los actores; los estásimos son las partes cantadas por el coro; episodios y estásimos se suceden (episodio–estásimo–episodio...), habitualmente en número de cinco.
  • Éxodo: todo aquello que acontece después del último canto del coro.
En ocasiones, dos actores pueden alternarse, recitando un verso cada uno (esticomitía).

Es oportuno recordar que el teatro griego se desarrolla “de puertas afuera”: las escenas de interior sólo pueden ser visibles gracias al artificio del “enciclema” (p. ej., para hacer ver los cadáveres de Agamenón y Casandra en el Agamenón de Esquilo).

Otro artificio escénico importante (y del que hizo un uso muy frecuente Eurípides) es la machina que permite descolgar en escena a personajes (habitualmente dioses, de ahí la expresión deus ex machina).


2. ORÍGENES DE LA TRAGEDIA

La cuestión de los orígenes de la tragedia ha sido debatida infinidad de veces desde, al menos, la época de Aristóteles, quien trató del tema en su Poética. Es oportuno recordar además que nos hallamos ante un problema que no atañe sólo a la filología, pues las ramificaciones antropológicas o filosóficas del asunto son múltiples.

Por una parte es relativamente sencillo identificar los géneros que han dejado su impronta en la tragedia:
  • la épica y la lírica coral narrativa (p. ej., Estesícoro) le prestan sus temas míticos;
  • la lírica coral dórica desempeña un papel fundamental en relación con las partes confiadas al coro trágico;
  • el trímetro yámbico y el tetrámetro trocaico hacen también lo propio con los parlamentos y las partes recitadas.
Ahora bien, la identificación de estas fuentes literarias no equivale a una explicación del origen del género: es muy difícil definir cuáles fueron las circunstancias reales en que surgió la tragedia.

Una primera pregunta que cabe plantearse es la del propio significado de su nombre, pues “tragedia” es “canto del macho cabrío”, expresión que ha sido aclarada de formas diversas:
  • ¿se trata de un canto por el que se daba como premio un macho cabrío?
  • ¿se trata del canto de un coro de sátiros disfrazados de machos cabríos? (lo que esos sátiros entonarían sería un ditirambo: mira más adelante).
La segunda interpretación es la communis opinio, y sin embargo tropieza con la dificultad de que, en origen, los sátiros se representaban con forma equina, no caprina.
Sobre este asunto mira Burkert (1966).
De otro lado, es palmaria la relación de la tragedia con los rituales dedicados al dios Dioniso, en cuyas fiestas se celebraban los certámenes dramáticos (como se explicará en la sección siguiente de esta entrada).

Pero a la vez resulta llamativo que los argumentos dionisíacos sean mínimos (aquí se han de mencionar las Bacantes de Eurípides); de hecho se convirtió en expresión proverbial decir que la tragedia no tiene “nada que ver con Dioniso” (mira la entrada ).

Aristóteles decía que la tragedia se desarrolló a partir del ditirambo, danza coral celebrada en honor a Dioniso y entonada por los sátiros. Sin embargo no resulta evidente cómo se pudo desarrollar la tragedia a partir del ditirambo, pues este canto coral difícilmente puede dar cuenta de la parte recitada de la tragedia. Mira Vara Donado (1996, 15):
¿Cómo la parte recitada de la tragedia, de carácter serio y cuya temática es épico-heroica, puede derivar del ditirambo, entonces singularmente dionisíaco, condición siempre conservada por él en mayor o menor medida?
Para complicar aún más las cosas se ha de tener en cuenta que algunos datos fugaces apuntan a que la tragedia no nació en el Ática sino en el Peloponeso, hipótesis de la que también se hace eco Aristóteles.
(Ello podría explicar también el carácter “dórico” de las partes corales)
Una hipótesis de mínimos sobre el origen de la tragedia puede ser la que suponga que, en un momento determinado, un miembro del coro se separó de éste para dramatizar los hechos cantados en lugar de narrarlos; este primer actor, que dialogaba con el coro, se vio luego acompañado por un segundo actor, con lo que se avanzó en el proceso de dramatización.

En relación con la cuestión del origen de la tragedia se ha de tomar también en consideración lo dicho sobre el origen del drama satírico en .


3. LA TRAGEDIA, POESÍA DE LA PÓLIS: EL CERTAMEN TRÁGICO

Aunque no podamos precisar cómo surgió el género, lo cierto es que poseemos un corpus notable de tragedias que nos permiten formarnos una idea adecuada del tipo literario.

Una de las cuestiones preliminares que han de aclararse en relación con la tragedia de la Antigüedad es la de la propia organización de las representaciones dramáticas. Es decir: ¿dónde y cuándo se representaba teatro en Grecia?; ¿de qué manera se desarrollaban esas representaciones?

Para ilustrar el aspecto estrictamente físico del teatro antiguo conviene examinar este dibujo que representa la planta del teatro de Dioniso en Atenas.

Como se puede ver, el teatro se componía de un auditorio semicircular destinado al público.

En el caso del teatro de Dioniso en Atenas ese auditorio contenía ochenta filas de asientos, construidas en pendiente aprovechando la ladera de la Acrópolis.

No se trataba de un espacio cubierto, pues todos los interesados en la representación dramática (público, coro y actores) se hallaban al aire libre.

Para facilitar la colocación de los espectadores, el auditorio estaba cruzado por corredores radiales y transversales; los asientos donde se sentaban los asistentes a la representación no eran, ni de lejos, cómodos; en principio se trataba de asientos de madera, que después fueron sustituidos por otros de piedra.

A pesar de la incomodidad, el pueblo llano de Atenas acudía sin dudarlo al teatro, y las autoridades de la ciudad hicieron todo lo posible por facilitar el acceso a estas representaciones que se convirtieron en la fiesta principal de la democracia.

En un principio se cobraba una entrada mínima; en época de Pericles la política populista del momento eliminó incluso el precio de esa entrada.

Las condiciones acústicas del teatro antiguo eran muy buenas. En cambio, las condiciones visuales dejaban mucho que desear.
Piénsese que aquellos teatros tenían unas dimensiones inmensas, por lo que el espectador se hallaba muy alejado de los actores. Se ha calculado que un actor alto, de 1.80 m., sería visto por el público de primera fila como una figura de 9 cm.; los de la última fila sólo verían una miniatura de 2 cm. de altura.
En las plantas de los teatros se aprecia la existencia de un espacio autónomo entre el auditorio y la escena, la orquestra, palabra que en griego significa “lugar donde se baila”.

Efectivamente la orquestra era el lugar donde evolucionaba el coro y, en determinadas circunstancias, podía llegar a bailar.

Interesa indicar que en medio de la orquestra había un altar, lo cual nos recuerda el carácter religioso que poseían en la Antigüedad las representaciones dramáticas: las representaciones trágicas formaban parte del rito en honor al dios Dioniso, y por ello posee pleno sentido la presencia de su altar en medio del teatro.

De la orquestra pasamos a la escena. Si el auditorio era el espacio del público y la orquestra el del coro, la escena es, obviamente, el lugar propio de los actores.

Éstos, que eran siempre hombres, aparecían ante los espectadores ataviados con las máscaras trágicas, de rasgos muy marcados, al objeto de facilitar que el público reconociese de qué personaje se trataba en cada caso: no olvidemos que el público veía malamente a los actores.

El hecho de representar con la cara cubierta por la máscara permitía además que una misma persona desempeñase varios papeles.

Y es que debemos pensar que, a diferencia de lo que sucede hoy en día, en Atenas el número de actores por obra era muy reducido.
Como ya hemos dicho antes, primero era uno solo que dialogaba con el coro, después dos y, por fin, tres; en el Edipo Rey de Sófocles intervienen ocho personajes, y sin embargo tres actores bastan para la representación de la tragedia.
El hecho de que el drama formase parte del ritual de Dioniso tenía también implicaciones desde el punto de vista de los momentos óptimos para las representaciones, pues en la Antigüedad no eran sagrados por igual todos los tiempos.

Había representaciones dramáticas en las fiestas más importantes del dios Dioniso, que en Atenas eran las Leneas y las Grandes Dionisias; las primeras caían a finales de enero y estaban dedicadas fundamentalmente a la comedia; las segundas tenían lugar en la última semana de marzo y en ellas se celebraba el concurso trágico más importante.

En la Atenas democrática, la organización del festival trágico (atestiguado desde el 534 a. C.) era una empresa pública.

No obstante, para su realización se comisionaba a tres particulares adinerados (los coregos). Cada uno de ellos debía sufragar los gastos de representación de las obras de un autor, pues el número de los poetas que eran escogidos para participar en el concurso se reducía a tres.

En tres días sucesivos, cada uno de los trágicos presentaba ante el público ateniense las obras con las que competía: tres tragedias (más un drama satírico) por concursante.

Cuatro obras al día, tres días seguidos, puede parecernos demasiado para nuestra paciencia como espectadores; es cierto que los atenienses pasaban un buen número de horas en el teatro mientras duraba el festival, pero no tantas como nos podríamos imaginar: debe tenerse en cuenta que la extensión media de una tragedia griega es bastante inferior a la de las obras con las que nosotros estamos familiarizados.

Una vez concluidas las representaciones, los jueces del concurso emitían su fallo y otorgaban un premio al vencedor, de manera semejante a como se hacía en los certámenes atléticos; Sófocles, el trágico más galardonado, venció en las Grandes Dionisias en dieciocho ocasiones y no quedó nunca en tercer lugar.


4. LÍNEAS MAESTRAS EN LA EVOLUCIÓN DE LA TRAGEDIA: ANTES Y DESPUÉS DEL S. V.


Aunque todas las tragedias que conservamos datan del S. V a. C., poseemos datos en relación con la tragedia precedente y de época postclásica.

Por ejemplo sabemos que Tespis (S. VI) pasaba por ser el primer autor de tragedias; se le atribuye un Penteo, es decir, una obra de tema dionisíaco.

Algo posteriores a él debieron de ser Quérilo y Prátinas. El primero es sólo un un nombre; se supone que debió de competir con Esquilo muy a principios del S. V.

En cambio de Prátinas se debe comentar que, de las cincuenta obras que se le atribuyen, treinta y dos debieron de ser dramas satíricos (mira lo que se comenta en la entrada ).

Frínico, por su parte, debió de ser una generación mayor que Esquilo, con quien llegó a competir en el certamen. Ganó su primera victoria hacia el 510 a. C.). Fue autor de dos tragedias de tema histórico, La toma de Mileto y Las Fenicias.

Sucede que, en ocasiones, los temas de esta primera tragedia no estaban tomados de la leyenda sino de la historia; tal práctica, abandonada en el período de esplendor del género, resurgió en el S. IV a. C. (mira Torres 1998).

Se debe recordar también que, durante el S. V a. C., coexistieron con los tres tragediógrafos fundamentales (Esquilo, Sófocles, Eurípides) otros autores de los que sólo conservamos fragmentos (mira Del Rincón Sánchez 2007).

Posiblemente es muy de lamentar la pérdida de algunos de estos autores, como por ejemplo Agatón quien, según Aristóteles, compuso una tragedia de argumento ficticio.

Se ha de recordar además que, tras la muerte de Sófocles y Eurípides, el género continuó vivo en el S. IV. Aunque comenzarán a producirse reposiciones de las obras de los grandes autores (a partir del 386 a. C.), en ese período se siguieron escribiendo nuevas tragedias de las que, en principio, sólo conservamos fragmentos.

Ahora bien, no son pocos los críticos que se inclinan a suponer que el Reso euripídeo es, en realidad, una tragedia anónima del siglo cuarto (mira ).



ALGUNAS REFERENCIAS:

http://www.didaskalia.net/
http://www.temple.edu/classics/dramadir.html

* Trabajos de carácter general e introductorio:
ALSINA, J., “Tragedia. Características”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 271-289.
BROWN, A., A New Companion to Greek Tragedy, Londres, 1983.
DEGANI, E., “Democracia ateniense y desarrollo del drama ático. I. La tragedia”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. III. Grecia en la época de Pericles, Barcelona, 1981, pp. 262-316 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1979).
EASTERLING, P.E., The Cambridge Companion to Greek Tragedy, Cambridge, 1997.
GOLDHILL, S. (ed.), Reading Greek Tragedy, Cambridge, 1986.
LESKY, A., La tragedia griega, Barcelona, 1968 (Die griechische Tragödie, Stuttgart, 1984, 5ª ed.).
LESKY, A., Die tragische Dichtung der Hellenen, Gotinga, 1972, 3ª ed.
LÓPEZ FÉREZ, J.A., “La tragedia griega”, en D. Estefanía et alii (eds.), Cuadernos de Literatura Griega y Latina. II. Géneros literarios poéticos grecolatinos, Madrid-Santiago de Compostela, 1998, pp. 129-166.
POHLENZ, M., Die griechische Tragödie, Gotinga, 1954, 2ª ed.
ROMILLY, J. DE, La tragédie grecque, París, 1970.
STOREY, I.C., y ALLAN, A., A Guide to Ancient Greek Drama, Malden, MA, 2005.
WINKLER, J. (ed.), Nothing to do with Dionysos? Athenian Drama in its Social Context, Princeton, 1990.

* Sobre algunos aspectos específicos:
DUCHEMIN, J., L' agón dans la tragédie grecque, París, 1945.
GARCÍA NOVO, E., La entrada de los personajes y su anuncio en la tragedia griega, Madrid, 1981.
GARCÍA NOVO, E., y RODRÍGUEZ ALFAGEME, I. (eds.), Dramaturgia y puesta en escena en el teatro griego, Madrid, 1998.
GOWARD, B., Telling Tragedy: Narrative Techniques in Aeschylus, Sophocles and Euripides, Londres, 1999.
DE HOZ, J., “Algunas observaciones tipológicas sobre la tragedia griega”, en J.A. Fernández Delgado (ed.), Estudios de forma y contenido sobre los géneros literarios griegos, Cáceres, 1982, pp. 49-64.
JENS, W. (ed.), Die Bauformen der griechischen Tragödie, Múnich, 1971.
PICKARD-CAMBRIDGE, A.W., The Dramatic Festivals of Athens, Oxford, 1968, 2ª ed.
REHM, S., The Play of Space. Spatial Transformation in Greek Tragedy, Princeton-Oxford, 2002.
WILES, D., Tragedy in Athens. Performance, Space and Theatrical Meaning, Cambridge, 1997.
WILES, D., Greek Theatre Performance: An Introduction, Cambridge, 2000.
WINKLER, J. (ed.), Nothing to do with Dionysos? Athenian Drama in its Social Context, Princeton, 1990.

* Sobre los orígenes y la evolución de la tragedia:
ADRADOS, F.R., Fiesta, comedia y tragedia: Sobre los orígenes griegos del teatro, Barcelona, 1972.
BURKERT, W., “Greek Tragedy and Sacrificial Ritual”, GRBS 7 (1966), pp. 87-122.
DEL RINCÓN SÁNCHEZ, F. M., Trágicos menores del Siglo V A.C. (de Tespis a Neofrón): estudio filológico y literario, Madrid, 2007.
ELSE, G.F., The Origin and Early Form of Greek Tragedy, Cambridge Mass., 1965.
PICKARD-CAMBRIDGE, A.W., Dithyramb, Tragedy and Comedy, Oxford, 1962, 2ª ed.
TORRES, J.B., “¿Un drama histórico en Grecia?”, en K. Spang (ed.), El drama histórico, Pamplona, 1998, pp. 51-73.
VARA DONADO, J., Origen de la tragedia griega, Cáceres, 1996.
WEST, M.L., “The Early Chronology of Attic Tragedy”, CQ 39 (1989), pp. 251-254.





viernes, 27 de marzo de 2009

LA TRAGEDIA TEOLÓGICA DE ESQUILO

En el enfrentamiento entre Esquilo y Eurípides dramatizado por Aristófanes en las Ranas (vv. 771 ss.) es Esquilo, el poeta de mayor edad, el que obtiene la victoria.
Criado: Cuando bajó Eurípides se presentó a los robacapas, carteristas, perforamuros y parricidas, de los que hay multitud en el Hades, y ellos, al escuchar sus controversias, sus sutilezas y sus vueltas, enloquecieron y le creyeron el más sabio; y él, infatuado, se apoderó del trono en el que se sentaba Esquilo.

Jantias: ¿Y no le tiraban cosas? 

Criado: No, por Zeus, sino que el pueblo reclamaba a voces un juicio para ver cuál de los dos era más sabio en su arte (...).

Jantias: ¿Y qué se propone hacer entonces Plutón?
Criado: Un concurso entre los dos: un juicio, una prueba sobre su arte sin perder tiempo.
Jantias: ¿Y entonces cómo es que Sófocles no ha reclamado también el trono?
Criado: Él no, por Zeus; cuando bajó, abrazó a Esquilo y le levantó la diestra y sin pelea le cedió el trono. Y ahora (...) está dispuesto a quedarse a la expectativa. Y si vence Esquilo, se mantendrá en su lugar, y si no, afirma que está dispuesto a competir respecto a su arte con Eurípides (trad. L. M. Macía Aparicio).
Aquí no se trata de entrar en juicios de valor como los ensayados por el poeta cómico ateniense. Con todo, es evidente que el orden cronológico impone que también nosotros le concedamos la prioridad a Esquilo a la hora de hablar de los autores griegos de tragedia. Esta entrada dedicada a su obra seguirá el esquema siguiente: 

1. BIOGRAFÍA DE ESQUILO; SU OBRA DRAMÁTICA. 
2. LA HABILIDAD DE ESQUILO COMO DRAMATURGO. 
3. LA CONCATENACIÓN DE TRAGEDIAS Y EL MANEJO DE LA TRILOGÍA. 
4. EL PENSAMIENTO DE ESQUILO Y SU CONCEPCIÓN DE LA JUSTICIA DIVINA 
5. LA CUESTIÓN DEL PROMETEO 


1. BIOGRAFÍA DE ESQUILO; SU OBRA DRAMÁTICA

Abro la exposición recordando algunos datos básicos sobre la biografía de Esquilo. Vivió entre el 525/24 y el 456/55. Se ha de hacer mención de su nacimiento en Eleusis, de su origen aristocrático y de su condición de testigo de los acontecimientos fundamentales de la historia ateniense de los SS. VI y V a. C.:
  • la caída de la tiranía (510);
  • las reformas de Clístenes (508 - 507);
  • las Guerras Médicas, primera y segunda (490, Maratón – 480, Termópilas y Salamina; 479, Platea); Esquilo intervino directamente en Maratón y Salamina;
  • la democracia radical de Efialtes (461).
Esquilo participó asimismo de la vida pública de Sicilia: fue invitado por Hierón I de Siracusa a acudir a su corte y componer un drama con ocasión de la fundación de la nueva ciudad de Etna. De hecho, Esquilo falleció en Sicilia en 456/55. Participó por primera vez en el agón en el 498 y obtuvo su primera victoria en el 484. Obtuvo en total 12 (¿27?) victorias. De las 70 ó 90 tragedias que se le atribuían en la Antigüedad a Esquilo, sólo conservamos las siete canónicas, cuya ordenación cronológica es ésta:
  • La más antigua son Los Persas (472: texto griego aquí), que tratan de un tema histórico contemporáneo: la expedición de Jerjes contra Grecia en tiempos de la segunda guerra médica y su derrota en la batalla naval de Salamina – recuérdese que la temática histórica representa una singularidad en la escena trágica griega.
  • A esta tragedia siguen Los Siete contra Tebas (467: texto griego aquí), obra que cerraba una trilogía en torno al tema de los hijos de Edipo y la guerra por el trono de Tebas – la misma temática de p. ej. la Tebaida (recuérdese que en la Antigüedad se dijo que las tragedias de Esquilo eran “bocados del festín de Homero”).
  • Las Suplicantes (463: texto griego aquí) fueron consideradas en el pasado la más antigua de las tragedias de Esquilo por los rasgos arcaicos de su estructura (mira más adelante). Era la primera tragedia de una trilogía sobre las cincuenta hijas de Dánao, que se negaron a casarse con sus primos, los hijos de Egipto (también cincuenta) y debieron huir por este motivo de su patria.
  • Orestía (458: textos griegos aquí, aquí, aquí): sobre tema de la saga troyana; trataré en detalle de ésta más adelante al hablar de cómo usa Esquilo el procedimiento de la trilogía.
  • ¿¿Prometeo??: fecha incierta (texto griego aquí) – ¿fue realmente Esquilo su autor? Le reservo el punto final de la exposición.
2. LA HABILIDAD DE ESQUILO COMO DRAMATURGO A continuación planteo cuáles son los aspectos en los que radica la excelencia de Esquilo y que le valieron entre doce y veintisiete victorias en el certamen trágico.
  • En opinión de los griegos de la Antigüedad, Esquilo destacaba, ante todo, por la elevación de su lenguaje;
  • en el mismo sentido, las Ranas de Aristófanes se refieren a la hondura de su pensamiento.
Ahora bien, ha de recordarse que, mientras que Aristófanes, en la Ranas, valoraba positivamente la elevación del lenguaje de Esquilo, otros escritores (Pseudo-Longino) reprochaban a Esquilo precisamente la oscuridad de su estilo. En cambio, es indiscutible el juicio sobre su habilidad en el manejo de la escena dramática; mira Reinhardt 1949:
REINHARDT, K., Aischylos als Regisseur und Theologe, Berna, 1949.
  • Según la tradición (lo dice Aristóteles), fue él quien introdujo el segundo actor.
  • En las tres primeras obras de Esquilo conservadas (Persas, Siete contra Tebas y Suplicantes) sólo se necesiten dos actores para la representación.
  • Ahora bien, esto, que en sí es un avance, puede parecer un rasgo arcaico por comparación con el uso posterior del tercer actor en Sófocles: Esquilo introdujo al final de su obra al tercer actor (Pílades, en las Coéforas) a imitación de Sófocles, el autor más joven.
  • En Esquilo, según se ve bien en el ejemplo de Pílades en las Coéforas, la intervención del tercer actor, hasta aquí personaje mudo, tiene un carácter fuertemente enfático.
  • De otro lado, de acuerdo con Aristóteles, Esquilo redujo el papel del coro y concedió mayor importancia a las partes de los actores.
  • Con todo, también esta innovación puede verse, a la inversa, como rasgo arcaico: lo cierto es que en las tragedias de Esquilo, por contraste con lo que se verá en la tragedia posterior, posee aún un papel fundamental el coro, que de hecho es protagonista en las Suplicantes, motivo por el cual se suponía en tiempos que ésta era la obra más antigua de Esquilo.
Habilidad en el manejo de la escena dramática implica además habilidad en la dirección de escena, según evidencia la anécdota de acuerdo con la cual la aparición de las Erinias al principio de las Euménides produjo el pánico entre el público de Atenas. Pero este es un aspecto del teatro antiguo que, por desgracia, hemos perdido casi en su totalidad. Mira
GARCÍA NOVO, E., y RODRÍGUEZ ALFAGEME, I. (eds.), Dramaturgia y puesta en escena en el teatro griego, Madrid, 1998.
3. LA CONCATENACIÓN DE TRAGEDIAS Y EL MANEJO DE LA TRILOGÍA Con todo, hay que recalcar que la mayor originalidad de Esquilo radica en su concatenación de tragedias, de manera que con él las tres obras presentadas al certamen (más el drama satírico) constituyen la auténtica unidad dramática.
  • A este procedimiento no recurrió todavía Esquilo en el caso de su primera tragedia conservada, los Persas (472), drama de asunto histórico.
  • Sí lo hizo en su trilogía tebana (467), de la que sólo conservamos la última tragedia, los Siete contra Tebas (Layo – Edipo – Siete contra Tebas).
  • En el caso inverso de las Suplicantes (463), sólo ha llegado hasta nosotros la primera obra de las tres presentadas a concurso.
  • De hecho, para formarnos una idea ajustada de cómo maneja Esquilo la trilogía hemos de acudir a la Orestía (458; mira Käppel 1999: Die Konstruktion der Handlung in der Orestie des Aischylos, Múnich, 1999), el único ejemplo conservado de esta concatenación de tragedias: Agamenón, Coéforas y Euménides – aunque, por cierto, también en este caso sigue faltándonos el elemento en absoluto desdeñable del drama satírico (mira la entrada ).
En estas tres obras (Agamenón, Coéforas y Euménides) Esquilo trata como una unidad el tema legendario de la casa de Atreo desde la generación representada por Agamenón y su esposa Clitemestra. Agamenón, que había sacrificado a su hija Ifigenia en Áulide, es asesinado por Clitemestra; éste sufre a su vez la venganza de Orestes, quien asesina a su madre y al amante de ésta, Egisto; Orestes termina siendo exculpado en Atenas por Apolo. Gracias a la Orestía apreciamos que el recurso a la trilogía permite a Esquilo mostrar cómo el destino ejerce su influjo más allá del individuo, hasta alcanzar al conjunto de la familia a través de sucesivas generaciones. La liberación de esta cadena constante de vendettas sólo llegará a través de la intervención divina y el deus ex machina, Apolo, en las Euménides, con la conversión en divinidades benefactoras de las antiguas Furias y el establecimiento de la institución jurídica del tribunal del Areópago, encargado de entender de los delitos de sangre en Atenas. 


4. EL PENSAMIENTO DE ESQUILO Y SU CONCEPCIÓN DE LA JUSTICIA DIVINA El procedimiento de la trilogía es especialmente significativo por cuanto se pone al servicio del pensamiento de Esquilo y su concepción de la justicia divina, cuyo garante es, para el tragediógrafo, Zeus. La acción de esta justicia puede trascender la vida del individuo y no hacerse notar sino con el paso de las generaciones, según es el caso en la Orestía. Ahora bien, quizá sirva de consuelo pensar que el sufrimiento ha de comportar aprendizaje (páthei máthos, Agamenón 176) – tal idea no es, por cierto, exclusiva de la trilogía troyana. Los conceptos sobre la justicia divina, centrales en la Orestía, se hallan ya presentes en los Persas, donde Esquilo muestra de forma nítida su concepción teológica de la historia. Por ello yo considero esta obra especialmente idónea para introducirnos en el pensamiento de Esquilo. En esencia puede decirse que la expedición de Jerjes es considerada en los Persas como un acto de soberbia:
Jerjes se ha excedido, ha querido superar los límites que le están marcados a un mortal y por ello los dioses le castigan concediéndoles la victoria a los aliados griegos en Salamina.
La regla básica que guía a Esquilo al disponer el argumento histórico de esta tragedia es la búsqueda de una lectura religiosa para unos acontecimientos próximos en el tiempo y conocidos de sobra por todo su público. A lo largo de los casi mil cien versos que componen los Persas, esos acontecimientos que constituyeron la Segunda Guerra Médica son seleccionados, transformados e insertados dentro de unas categorías de pensamiento recurrentes en la lírica arcaica y la tragedia griegas. De esta forma, la derrota de Jerjes se convierte en paradigma de una verdad característica de la “cultura de la culpabilidad” a la que es fiel Esquilo:
el hombre que pierde el sentido de los límites humanos comete un acto de soberbia (hýbris) que atrae sobre él la envidia divina (phthónos) y el extravío (áte); una vez iniciado este camino, el dios colabora en su destrucción.
Aunque la idea recurre con distintos matices en el texto, puede que su formulación más plástica sea la metáfora de la mies y la cosecha que Esquilo pone en labios del fantasma de Darío en los versos 820-3:
No se debe tener pensamientos altaneros cuando se es mortal: 
pues la soberbia florece y da como fruto la espiga 
del extravío: de ella se siega una cosecha lastimera.
De acuerdo con la interpretación de los Persas, la derrota sufrida por Jerjes ante los griegos es, ante todo, un caso de justa retribución divina:
  • El Rey dio inicio a la desgracia al dejarse arrastrar por un afán desmedido de riqueza y poder, que no le hizo atenerse a las supuestas pautas de conducta marcadas por su padre.
  • En lugar de ello, Jerjes dirigió su ambición contra Grecia y cometió incluso el exceso de pretender someter a los mismos dioses, pues así presenta Darío el intento de tender un puente flotante sobre el Bósforo (vv. 744-50).
La cooperación divina en el desastre queda patente en diversos momentos de la tragedia:
  • primero lo hace en forma de premoniciones, como en el mésodo del primer canto coral (vv. 94-100), donde se expone el papel del extravío (Áte) en las empresas de los mortales;
  • una vez conocida la derrota de Salamina se incide una vez y otra en la idea de que un dios (theós o daímon) ha sido agente responsable del desastre: así lo afirman de forma explícita el mensajero, la reina, el coro, el espectro del anterior rey o el mismo Jerjes.
Ahora bien, en la tragedia queda al tiempo claro que la acción divina no excluye la responsabilidad humana, sino que al contrario la acompaña: lo dice lapidariamente el verso 742: “cuando alguien se empeña, también el dios une su mano”. No es casual que este verso aparezca en boca de Darío, quien se encarga, desde su posición autorizada, de dar la última explicación a lo sucedido:
  • Él es quien reprocha la violencia ejercida por Jerjes sobre la naturaleza en el cruce del Bósforo y quien califica el descalabro de Platea como “pago por su soberbia e impíos pensamientos” (v. 808).
  • También es Darío quien propone a sus antiguos súbditos la lección que deben extraer para el futuro: Grecia y Asia se mantendrán separadas, pues así lo han querido los dioses, las acciones militares contra la Hélade deben ser evitadas (vv. 790-3) y los medos habrán de contentarse con su fortuna, sin arriesgarla por otra mayor (vv. 823-6).
  • En los dos versos siguientes Darío propone además como garante de este orden moral a una divinidad que los Persas sólo mencionan en cinco ocasiones (vv. 532, 740, 762, 827 y 915) y que sin embargo ocupa un lugar clave en la teología de la obra y de todo Esquilo: “Zeus, que castiga los pensamientos harto jactanciosos, juez severo” (vv. 827-8).
Al universalizar y mitificar desde estas claves la materia de la historia, Esquilo resuelve la paradoja interna de su tragedia:
  • Obsérvese que, si Aristóteles acierta al afirmar que toda tragedia persigue producir la purificación de determinadas pasiones a través de la compasión y el temor (Poética 1449 b 27 s.), Esquilo se lo puso a sí mismo muy difícil en el año 472.
  • Nótese que los Persas no buscaron el efecto trágico a través de una historia tradicional y legendaria, sino a través de los padecimientos de los enemigos derrotados ocho años atrás por los atenienses que componían el público.
  • Es decir, Esquilo se planteó el reto de lograr que sus espectadores (y sus jueces) viesen en su victoria sobre los persas algo más que un motivo de júbilo.
  • Sólo si la derrota persa adquiría un sentido universal podían los atenienses experimentar el éleos, la compasión hacia aquellos que ellos mismos habían vencido.
  • El jurado del concurso consideró que Esquilo había salido victorioso de esta empresa paradójica, pues no en vano le concedió el primer premio.
5. LA CUESTIÓN DEL PROMETEO
La tragedia que completa el número de las siete conservadas bajo el nombre de Esquilo es el Prometeo. La tragedia trata del enfrentamiento entre Zeus y Prometeo, el Titán que favoreció a los hombres entregándoles el fuego y transmitiéndoles la civilización. El drama nos presenta el castigo de Zeus a Prometeo, encadenado en el Cáucaso, y los intentos de Zeus por averiguar la profecía sobre su derrocamiento. 

El tema de Prometeo ya había sido tratado por Hesíodo en sus dos poemas, con la diferencia (quizá significativa) de que en Hesíodo Prometeo no era un Titán sino el hijo de un Titán (Jápeto). Pero lo realmente significativo: en Hesíodo Prometeo es un dios tramposo que intenta repetidamente quedar por encima de Zeus. En cambio, la imagen de Prometeo en Esquilo es más positiva. En Esquilo Prometeo se convierte en símbolo de dos cosas:
  • la inteligencia práctica;
  • la filantropía (aspecto muy desarrollado en la Tradición Clásica).
En relación con esta obra recordaré que, en el S. XX, empezó a discutirse su autenticidad. Posiblemente, hoy en día son incluso mayoría los partidarios de considerar la obra como espuria, punto de vista que, por cierto, consagró West (1990) en su edición de Esquilo (Aeschyli tragoediae cum incerti poetae Prometheo, Leipzig, 1990), donde el Prometeo figura como obra incerti poetae. Sobre la cuestión del Prometeo ya se había expresado West en:
WEST, M.L., “The Prometheus Trilogy”, JHS 99 (1979), pp. 130-148.
En relación con la polémica recuerdo: a) Las peculiaridades estilísticas y dramáticas de la tragedia: p. ej., la menor extensión de las partes corales. Sobre la pertinencia de los datos lingüísticos en relación con la cuestión, mira
HERNÁNDEZ MUÑOZ, F., “La autenticidad de Prometeo encadenado a la luz de las frecuencias lingüísticas”, en J.M.ª Nieto Ibáñez (ed.), Lógos hellenikós. Homenaje al Professor Gaspar Morocho Gayo, León, 2003, pp. 149-157.
b) La singularidad de la imagen que ofrece de Zeus: un tirano recién llegado al trono y no un dios de justicia como en el resto de los dramas del autor. En esta tragedia, el dios supremo actúa como un tirano despiadado y recién llegado al poder, al que se enfrenta Prometeo, el dios rebelde. Fundamentalmente por este motivo se ha dudado de la autoría de la obra, pues uno de los temas centrales y constantes en Esquilo es, precisamente, la justicia divina encarnada en Zeus. De hecho, se ha supuesto que la tragedia sería obra de un sofista, o que al menos está reflejando concepciones propias de la sofística. Ahora bien,
  • cuando sólo conocemos una parte pequeña de la obra de Esquilo: ¿podemos asegurar que los rasgos estilísticos y dramáticos del Prometeo sean tan ajenos a Esquilo?
  • Y, del otro lado, hemos dicho que la unidad dramática en Esquilo no es la tragedia sino la trilogía: tesis y antítesis, Prometeo y Zeus, ¿no podían llegar al final de la trilogía a una síntesis que mostrara que también el dios supremo es capaz de aprender, de alcanzar el máthos?
José B. Torres Guerra
ALGUNAS REFERENCIAS: 

* Trabajos de carácter general: 

ALSINA, J., “Esquilo”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 290-311. 
COURT, B., Die dramatische Technik des Aischylos, Stuttgart, 1994. 
DE HOZ, J., On Aeschylean Composition, Salamanca, 1979. 
DEFORGE, B., Eschyle. Poète cosmique, París, 1986. 
FERNÁNDEZ-GALIANO, M., “Introducción general”, en Esquilo. Tragedias, Madrid, 1987, pp. 7-213. 
LOSSAU, M.J., Aischylos, Hildesheim, 1998. 
MIRALLES, C., Tragedia y política en Esquilo, Barcelona, 1969. 
MURRAY, G., Esquilo, el creador de la tragedia, Madrid, 1943 (Aeschylus the Creator of Tragedy, Oxford, 1940). 
RADT, ST. (ed.), Tragicorum graecorum fragmenta. III. Aeschylus, Gotinga, 1985. 
REINHARDT, K., Aischylos als Regisseur und Theologe, Berna, 1949. 
ROMILLY, J. DE, La crainte et l'angoisse dans le théatre d'Eschyle, París, 1958. 
ROSENMEYER, T.G., The Art of Aeschylus, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 1982. 
SOMMERSTEIN, A.H., Aeschylean Tragedy, Bari, 1996. 
TAPLIN, O., The Stagecraft of Aeschylus, Oxford, 1977. 
THOMSON, G., Aeschylus and Athens. A Study in the Social Origins of Drama, Londres,1941. 
WEST, M.L. (ed.), Aeschyli tragoediae cum incerti poetae Prometheo, Leipzig, 1990. 
WEST, M.L., Studies in Aeschylus, Stuttgart, 1990. 
WINNINGTON-INGRAM, R.P., Studies in Aeschylus, Cambridge, 1983. 
WINNINGTON-INGRAM, R.P., “Esquilo”, en P.E. Easterling y B.M.W. Knox (eds.), Historia de la Literatura Clásica. I. Literatura Griega, Madrid, 1990, pp. 313-327 (The Cambridge History of Classical Literature I. Greek Literature, Cambridge, 1985). 

* Sobre los Persas y la trilogía tebana: 

DEICHGRÄBER, K., Die Persertrilogie des Aischylos, Wiesbaden, 1974. 
MICHELINI, N., Tradition and Dramatic Form in the Persians of Aeschylus, Leiden, 1982.
THALMANN, W.G., Dramatic Art in Aeschylus' Seven againt Thebes, New Haven-Londres, 1978. 
TORRES GUERRA, J.B. , “¿Un drama histórico en Grecia?”, en K. Spang (ed.), El drama histórico, Pamplona, 1998, pp. 51-73. 
ZEITLIN, F. I., Under the Sign of the Shield: Semiotics and Aeschylus' Seven Against Thebes, Lanham, Md.: Lexington Books, 2009, 2ª ed. 

* Sobre la Orestía

FRÄNKEL, H. (ed.), Aeschylus. Agamemnon, Oxford, 1950. 
GARVIE, A.F., Aeschylus' Supplices: Play and Trilogy, Cambridge, 1969. 
GOLDHILL, S., Language, Sexuality, Narrative: The Oresteia, Nueva York, 1984. 
KÄPPEL, L., Die Konstruktion der Handlung in der Orestie des Aischylos, Múnich, 1999. 
KONISHI, H., The Plot of Aeschylus' Oresteia, Amsterdam, 1990. 

* Sobre el caso del Prometeo

GRIFFITH, M., The Authenticity of the Prometheus Bound, Cambridge, 1977. 
HERINGTON, C.J., The Author of the Prometheus Bound, Austin, Texas, 1970. 
HERNÁNDEZ MUÑOZ, F., “La autenticidad de Prometeo encadenado a la luz de las frecuencias lingüísticas”, en J.M.ª Nieto Ibáñez (ed.), Lógos hellenikós. Homenaje al Professor Gaspar Morocho Gayo, León, 2003, pp. 149-157. 
MANOUSAKIS, N., Prometheus Bound: A Separate Authorial Trace in the Aeschylean Corpus, Berlín-Boston, 2020. 
STOESSL, F., Der Prometheus des Aischylos als geistesgeschichtliches und theatergeschichtliches Phänomen, Stuttgart, 1988. 
WEST, M.L., “The Prometheus Trilogy”, JHS 99 (1979), pp. 130-148.