martes, 31 de diciembre de 2013

DONDE HAY MONSTRUOS HAY HÉROES


Un amigo, hace años, vivía en su casa de Sevilla con Beowulf. 
Ni héroe. Ni monstruo. Era su perro.

El Beowulf, poema de 3182 versos, deja en el lector actual una fuerte impresión de primitivismo, sobre todo si se la compara con otras epopeyas medievales

Beowulf es, en el poema, un guerrero del sur de Suecia, un “gauta” (“geata” o incluso “godo” en alguna traducción) que viaja a Dinamarca para ayudar al rey de los daneses; él mismo se convierte en rey de su pueblo y finalmente muere a causa de las heridas recibidas en su último combate. 

Es cierto que, como da a entender esta breve síntesis, la temática del Beowulf es originaria de Escandinavia, de Dinamarca. Pero el poema que conservamos se compuso en Inglaterra y es la epopeya anglosajona por excelencia. 

La fecha tradicionalmente aceptada para la obra era el S. VIII: pero hoy se tiende a suponer (en función de la situación histórica que se refleja en el poema) que nuestro texto procede del S. X; aunque la cuestión no está resuelta y también cabe pensar en la composición en el S. XI. 

Por otra parte, en el texto parecen coexistir estratos de distintas épocas, partes más antiguas y otras más modernas, compuestas por bardos distintos: como ocurre en el caso de Homero, los críticos también han intentado establecer la estratigrafía del poema. 

En relación con ello se ha de decir que Beowulf refleja un mundo cristiano: pero su base última es pagana. Desde luego, la impronta cristiana del Beowulf es mucho más superficial que la que vemos en el Cantar de Roldán o el Cantar de mio Cid y da la impresión de que, en realidad, estamos ante una temática pagana cristianizada. 

Así se aprecia, por ejemplo, al final del poema (se narra el final del héroe), donde se produce claramente una mezcla de las dos concepciones, pagana y cristiana:
“Eres el último de nuestra estirpe; la muerte se los llevó a todos… Los nobles héroes…”  Y su espíritu voló al Wælhalla.
Los guerreros permanecían en silencio. Horas después cavaron una fosa y sobre ella erigieron un túmulo muy alto y visible desde muy lejos, según los últimos deseos del rey. Y en diez días acabaron la monumental obra, el mayor túmulo que jamás se haya conocido. En él enterraron también el tesoro, lo mismo que en otros tiempos, cuando el dragón lo guardaba. Rodearon después, en procesión fúnebre, los doce más nobles guerreros, a caballo, el monumento, entonando el De profundis en honor del monarca y cantaron sus gestas, alabando sus luchas contra héroes, monstruos y gigantes, como correspondía a una muerte tan heroica como la suya.
Y todos los pueblos supieron lo sucedido. Y todos lloraron la muerte del héroe Beowulf.
Es importante recordar además que Beowulf refleja el ambiente cortesano de su época, de manera muy especial 
  • las relaciones vasallático-feudales 
  • y la consideración de la venganza como un deber. 
El poema consta de dos partes de extensión distinta y en él se narran tres enfrentamientos armados del héroe: 
  • En la primera parte (cuando Beowulf es joven), se narran los enfrentamientos con dos monstruos, Grendel y su madre, que amenazan el salón de banquetes del rey Hrothgar, Heorot. 
  • En el tercer enfrentamiento Beowulf pelea, en su vejez, siendo ya rey de los gautas, con un dragón que se enfurece porque los hombres le han quitado parte del tesoro que custodia: este combate concluirá con la muerte heroica del protagonista. 
Parece interesante el hecho de que Beowulf no se enfrente con otros héroes sino sólo con monstruos: según la literatura comparada, el enfrentamiento del héroe con monstruos es indicio de que la cultura en la que surge la epopeya ha debido afirmarse frente a peligros de la naturaleza. 
El monstruo se había ensañado con la coraza de Beowulf y echó el aliento en el rostro de éste, no protegido por el yelmo, ya medio fundido. Se encontraba indefenso para el combate y, rehaciéndose a la desesperada, dejó un flanco al descubierto al iniciar su postrer ataque. Recibió un golpe en el costado sin protección, cayendo vencido. Reuniendo el último esfuerzo y el definitivo hálito de vida, el anciano Beowulf consiguió partir con su hacha la cabeza del dragón que, retorciéndose bruscamente, cayó muerto casi al instante. Pero también el héroe había caído, cegado por el pestilente aliento del monstruo. 
Wiglaf se inclinó sobre su rey y señor a tiempo de oírle murmurar: “Esto es el fin. El fuego me consume, refréscame. Dame agua, me desvanezco”.
Por otro lado también es peculiar el hecho de que, como se ve en el último texto citado, Beowulf acabe perdiendo su vida en el enfrentamiento con un monstruo, el dragón que escupe fuego: su muerte es heroica, y sin embargo (otra vez es una apreciación de la literatura comparada) la “muerte heroica” sólo se da, en principio, cuando el héroe se ha de enfrentar con otro guerrero humano. 

De hecho, en la tradición germánica la muerte heroica es muy habitual; piénsese en el final del Cantar de los Nibelungos, un baño de sangre en el que los protagonistas se matan unos a otros: 
  • El caballero Hagen asesina al hijo de los reyes Krimilda y Atila. 
  • La reina Krimilda mata a Hagen. 
  • Hildebrando, otro caballero, asesina a Krimilda para vengar a Hagen. 
¿Por qué la excepción a la norma de la muerte heroica en el Beowulf?: creo que se ha de tomar en consideración: 
  • La vejez extrema de Beowulf. 
  • La utilidad que representará su muerte para su pueblo.
  • En un caso u otro, este final pesimista parece coherente con lo comentado a propósito de la “muerte heroica” en la tradición germánica, donde el pesimismo parece una característica propia.





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