Entre febrero y marzo de 2012 publiqué en este blog una traducción de la sección introductoria de la Poética de Aristóteles, compuesta por los capítulos primero, segundo, tercero, cuarto y quinto.
Retomo ahora aquella serie y publico hoy una traducción del capítulo sexto, a partir de la reciente edición de Tarán y Gutas (2012). Se trata del primer capítulo de la Poética dedicado íntegramente a la tragedia. Es un texto capital por lo que dice Aristóteles sobre este género y es, recuerdo, el único lugar del tratado en el que se habla del esquivo concepto de catarsis o purificación.
Pues bien, después hablaremos del arte imitativo que se efectúa con hexámetros y de la comedia. En relación con la tragedia hablemos extrayendo de lo dicho la definición que resulta de su esencia.
La tragedia es imitación de una acción noble y completa, de cierta extensión, compuesta en un discurso sazonado con sabores distintos según las partes de la obra; es imitación ejecutada por personas que actúan y no es una narración; a través de la compasión y el miedo logra la purificación de tales pasiones. Llamo “discurso sazonado” al que tiene ritmo y armonía y música, y lo de “con sabores distintos según las partes” lo digo porque algunas cosas las efectúa únicamente a través del recitado mientras que, en el caso de otras, se sirve también de la música.
Dado que realizan la imitación actuando, resultaría por fuerza, en primer lugar, que fuese una parte de la tragedia la disposición ordenada del espectáculo. Después vienen la composición musical y la dicción, pues efectúan la imitación sobre la base de estos componentes. Y llamo ‘dicción’ a la propia composición de los metros mientras que ‘melopeya’ tiene un significado totalmente claro. Ya que es imitación de una acción, y la acción se realiza por obra de unos que actúan, que por fuerza serán de una cierta manera según el carácter y el pensamiento (es que por esto decimos también que las acciones son de una cierta manera), [1450a] sucede por naturaleza que hay dos causantes de las acciones, el pensamiento y el carácter, y según estas lo mismo tienen éxito que fracasan todos. La historia es la imitación de la acción (es que doy este nombre de ‘historia’ a la composición de los acontecimientos), los caracteres aquello según lo cual afirmamos que los que actúan son de una cierta manera y, por su parte, el pensamiento todo aquello en lo que al hablar demuestran algo o manifiestan un juicio.
Por tanto, las partes de toda tragedia, desde el punto de vista cualitativo, son por fuerza seis. Y estas son historia, caracteres, dicción, pensamiento, espectáculo y melopeya. Dos partes atañen a los medios con que imitan, una a la forma en que imitan, tres a lo que imitan y, al margen de estas, no hay otra. Así pues, no pocos de ellos hacen uso, por así decir, de estas especies, y es que todo comprende lo mismo espectáculo que carácter, historia, dicción, música y pensamiento de igual manera.
El más importante de estos elementos es la concatenación de los acontecimientos. Es que la tragedia es imitación no de hombres sino de acciones y vida, y la dicha y la desdicha radican en la acción, y el fin es una acción, no una cualidad: según los caracteres se es de una cierta manera y, en cambio, según las acciones se es dichoso o lo contrario. Así pues, no actúan a fin de imitar los caracteres sino que comprehenden los caracteres por las acciones, de forma que los acontecimientos y la historia son fin de la tragedia, y el fin es lo más poderoso de todo. Más aún, sin acción no puede haber tragedia, mientras que sin caracteres sí. Es que las tragedias de la mayoría de los modernos carecen de caracteres, y realmente hay muchos autores de este tipo, según le pasa también entre los pintores a Zeuxis por comparación con Polignoto, pues Polignoto es un buen pintor de caracteres mientras que la pintura de Zeuxis no tiene nada de carácter. Es más, en el caso de que uno ponga seguidos discursos con carácter y bien elaborados en la dicción y el pensamiento, no obrará lo que era el objeto de la tragedia sino que lo hará mucho más la tragedia que se haya servido de esto de forma inferior pero tenga una historia y una concatenación de acontecimientos. Además de esto, lo más poderoso con lo que seduce la tragedia son partes de la historia, lo mismo las peripecias que los reconocimientos. Más aún, también es un indicio que quienes emprenden su composición sean capaces de acertar en la dicción y los caracteres antes de concatenar los acontecimientos, como también prácticamente todos los primeros poetas. Así pues, la historia es principio y, por así decirlo, como alma de la tragedia.
El siguiente elemento son los caracteres; es que sucede una cosa similar [1450b] en la pintura, pues, si uno pintara con los preparados más bellos de forma confusa, no agradaría de la misma forma que pintando en blanco una imagen. Y es imitación de una acción y, por ésta, ante todo de quienes actúan.
Lo tercero es el pensamiento. Y esto es el ser capaz de decir lo correspondiente y lo adecuado, lo cual es, en el caso de los discursos, asunto de la política y la retórica, pues los de antes los representaban hablando de manera política y, los de ahora, retórica. Es ‘carácter’, por un lado, lo de este tipo, lo que muestra cuál es la elección [en lo que no es evidente si elige o evita]: por ello no tienen carácter aquellos discursos en los que no hay en absoluto nada que elija o evite el que habla; ‘pensamiento’, por su parte, lo hay allí donde demuestran que algo es o no es o manifiestan algo de carácter general.
Cuarto elemento [entre las palabras] es la dicción. Y digo, como antes queda dicho, que ‘dicción’ es la expresión del pensamiento por medio de palabras, lo cual tiene también la misma fuerza en verso y en prosa. Y del resto, la melopeya es el mayor de los alicientes. El espectáculo, por su parte, es seductor pero muy poco artístico y tiene muy poco que ver con la poética. Sucede que la fuerza de la tragedia se da aun sin certamen y actores, y aparte, a la hora de montar el espectáculo, tiene más importancia el arte del escenógrafo que el de los poetas.
PS. Pronto habrá de seguir a este el capítulo séptimo de la Poética.
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